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Full text of "Relacion historial de las misiones de indios chiquitos que en el Paraguay tienen los padres de la Compañia de Jesús"

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COLECCIÓN  DE  LIBROS 

RAROS    Ó    CURIOSOS 
QUE 

TRATAN  DE  AMÉRICA 


TOMO  DUODÉCIMO 


Imp,  de  T.  Minucsa  de  los  Ríos,  Juanelo,  núm.  i9. 


RELACIÓN  HISTORIAL 

DE    LAS    MISIONES 

DE  INDIOS 

CHIQUITOS 

QUE  EN  EL  PARAGUAY  TIENEN  LOS  PADRES 
DE  LA  COMPAÑÍA  DE  JESÚS 

ESCRITA    POR 

EL  P.  J.  PATRICIO  FERNANDEZ.  S.  J. 

REIMPRESA     FIELMENTE     SEGÚN     LA     PRIMERA     EDICIÓN 
QUE  SACÓ  Á  LUZ  EL  P.   G.  HERRÁN,  EN    1 726 


MADRID 

LIBRERÍA  DE  VICTORIANO  SUÁREZ,  EDITOR 

Preciadc;,  núm.  48 
1S95 


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ADVERTENCIA  PRELIMINAR 


DEL   EDITOR 


Ya  los  PP.  Backer  y  Carayón  han  trazado, 
aunque  no  con  la  debida  extensión,  las  biogra- 
fías del  autor  de  este  libro  y  del  P.  Jerónimo 
Herrán  que  lo  sacó  por  primera  vez  á  luz,  por 
lo  que  creemos  excusado  repetir  lo  que  de  to- 
dos los  americanistas  y  personas  á  quienes  pu- 
diera interesar,  es  tan  sabido. 

Si  las  vidas  de  los  dos  insignes  Misioneros 
son  bien  conocidas,  no  sucede  lo  mismo  con  la 
obra  que  sacamos  nuevamente  á  luz,  pues  ha 
llegado  á  hacerse  tan  rara,  que  es  punto  menos 
que  imposible  el  hallar  un  ejemplar  de  la  edi- 
ción príncipe. 

Poco  hay  que  decir  respecto  al  valor  histó- 
rico que  este  libro  encierra,  después  de  lo  que 
han  dicho  las  respetables  autoridades  que  se 
han  ocupado  de  él;  sólo  se  ha  de  añadir  que  el 


340: 


VI  ADVERTENCIA 

P.  Fernández,  en  las  descripciones,  pintura,  de- 
talles de  la  vida  íntima,  supersticiones,  usos  y 
costumbres  de  los  indios  Chiquitos,  encuén- 
trase, por  el  vigoroso  relato  que  nos  da  y  el  co- 
lorido exacto  con  que  pinta  las  escenas,  á  la  al- 
tura de  los  más  graves  historiadores.  Inaprecia- 
bles y  de  indiscutible  mérito  descriptivo  son 
los  retratos  que  nos  hace  de  los  principales  ca- 
ciques de  los  Guaraníes,  Zamucos,  Manacicas, 
Morotocos  y  Chiriguanás.  Bajo  este  punto  de. 
vista  y  como  manantial  inagotable  de  datos 
biográficos,  creemos  que  es  obra  de  sumo  in- 
terés; en  los  encuentros  que  unas  tribus  de  indí- 
genas tienen  con  otras,  en  el  relato  de  las  terri- 
bles y  grandiosas  luchas  que  entre  sí  sostienen 
los  caciques,  así  como  el  de  las  solemnes,  luci- 
cidas  y  pintorescas  fiestas  de  aquellos  idólatras^ 
á  nuestro  humilde  juicio  hay  poquísimos  escri- 
tores de  su  mismo  género,  que,  tratando  asun- 
tos análogos,  le  aventajen. 

Este  libro  es  más  leído  en  el  extranjero  que 
en  la  nación  en  cuya  lengua  se  escribió,  pues 
corren  varias  ediciones,  en  alemán,  latín,  italia- 
no, etc.,  que  se  imprimieron  poco  después  de. 
su  aparición  en  Madrid. 

Véase  el  título  de  la  edición  publicada  ea 
alemán:  Erbaulichc  und  angenehnu  GcschichUn 
derer  Chiqvitos,  und  andcrer  von  denen  P atribuid 


ADVERRENCIA  Vil 

der  Gesellschafftjesii  in  Paraquaria  neube  kehr- 
ten  Volker.,.  IVienn,  P.  Straub,  I72g.  Volumen 
en  8.°  con  frontis  grabado,  seis  hojas  prelimi- 
nares sin  numerar,  744  páginas  y  siete  hojas  de 
índice.  A  esta  traducción  alemana,  que  fué  he- 
cha por  un  Padre  de  la  Compañía  de  Jesüs, 
acompaña  la  obra  del  P.  Acuña,  Nuevo  descu- 
brimiento del  gra?i  río  de  las  Amazonas,  que  ya 
publicamos  y  forma  el  tomo  II  de  esta  Colec- 
ción. 

Título  de  la  edición  italiana:  Relazione  isto» 
rica  della  Nuova  cristianitá  degVlndiani  deiti 
Cichiii....  Tradotta  in  italiano  da  Gio.  Bat. 
Memmi,  della  Compagnia  di  Gesú.  Roma.  Ant, 
de'Rosiy  17 2g.  En  4.° 

Hé  aquí  el  título  de  la  edición  latina:  Histó- 
rica re  latió  de  Apostolicis  missionibus  pairum  soc. 
Jes.  apud  Chiquitos,  Paraquaria  populos...  hodie 
in  linguam  latinam  translata  ab  alio  ejtisdemsoc. 
Jes.  sacerdote.  Aug.  Vindelicorum,  M.  Wolff 
1733.  Es  en  4.°  mayor  y  consta  de  19  hojas 
preliminares  sin  numerar,  276  páginas  y  49  para 
el  índice. 

El  elocuente  hecho  de  haber  sido  traslada- 
da á  estos  idiomas,  aun  cuando  no  tuviese  las 
innumerables  bellezas  que  en  ella  se  hallan,  bas- 
taba, á  nuestro  parecer,  para  ser  merecedora  del 
honor  de  la  reimpresión.  En  cuanto  á  ésta,  he- 


VIII  ADVERTENCIA 

mos  tratado  que  salga  de  nuevo  en  absoluto 
igual  (salvo  la  ortografía,  que  se  ha  moderni- 
zado) á  la  príncipe,  que  apareció  en  Madrid  en 
sendo  volumen  en  4°,  por  el  impresor  Manuel 
Fernández,  en  1726. 

En  general  son  raras  las  obras  referentes  á 
América  anteriores  á  1750;  mas  las  relativas  al 
Paraguay  no  ceden,  en  punto  á  escasez,  á  nin- 
guno de  los  libros  que  tratan  de  las  demás  re- 
giones del  continente  americano. 

Madrid  8  de  Abril  de  1895. 


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RELACIÓN    ! 

HISTORIAL  I 

DE  LAS  MISSIONES  DE  LOS  I 

Indios,  que  llaman  Chiquitos,  que  | 

i  están  á  cargo  de  los  Padres  de  la  | 
Compañía  de  Jesvs  de  la  Provin- 
cia del  Paraguay. 

ESCRITA 

Por  el  Padre  Jtian  Patricio  Fernandez, 

de  la  misma  Compañía. 

SACADA  A  LUZ 
Por  el  Padre  Gero7iinio  Herrán,  Procura- 
dor General  de  la  7nisma  Provincia. 

QUIEN  LA  DEDICA 

Al   Serenissimo   Señor   Don    Fernando, 

Principe  de  Asturias. 

Año  1726. 

CON    LICENCIA 

En  Madrid:  Por  Manuel  Fernandez,  Im- 

pressor  de  Libros,  vive  en  la  Calle  del 

Almendro. 


AL   serenísimo 

SEÑOR  DON   FERNANDO 

PRÍNCIPE  DE  ASTURIAS 

Señor: 


La  pequenez  del  don  desalienta  mucho  á 
quien  ofrece;  esto  es  común;  pero  en  quien 
ofrece  (como  yo)  á  aquel  respeto,  de  cuya  mag- 
nitud nada  queda  capaz  de  llamarse  grande^ 
falta  desde  luego  este  motivo  al  temor  reverente 
y  se  excitan  todos  los  que  hay  para  el  carina 
respetoso.  Entre  los  astros,  unos  nos  parecen 
grandes  y  otros  pequeños,  cuando  precisamente 
ponemos  en  ellos  los  ojos;  lo  mismo  sucede  en- 
tre los  montes;  y  entre  éstos,  algunos,  por  su 
agigantada  elevación,  se  han  grangeado  sin 
disputa  el  título  de  altísimos;  pero  en  dejándose 
ver  la  luciente  majestad  del  sol,  y  en  poniendo 
la  atención  en  la  desmedida  altura  del  cielo,  los 


XII  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

astros  todos  son  pequeños  y  los  montes  dejan 
de  ser  gigantes.  El  sol,  sólo  en  la  Escritura  Sa- 
grada, tiene  el  renombre  de  grande,  Itiminaré 
mains  y  sólo  el  cielo  es  alto,  entre  los  que  saben 
que  respecto  de  él  todo  el  orbe  de  la  tierra  se 
debe  considerar  como  un  punto. 

¿Quién  puede  dudar  que  hay  estimables  pre- 
ciosidades en  la  naturaleza,  curiosas  máquinas 
en  el  arte,  sutilísimas  invenciones  del  ingenio, 
eruditas  y  profundas  operaciones  de  la  ciencia, 
y  hermosas  y  floridas  composiciones  de  la  retó- 
rica y  de  la  poesía?  Entre  todas  estas  cosas,  se 
hallarían  muchas  muy  grandes,  consideradas  en 
sí;  pero  al  elegir  entre  ellas  alguna  que  ofrecer 
á  'V.  A.,  nada  se  hallaría,  no  sólo  grande,  pero 
ni  aún  digno  de  emplear  vuestro  Real  ánimo, 
mayor  que  todo.  Entonces  lo  más  precioso  pa- 
recería despreciable,  la  curiosidad,  desaliño,  la 
sutileza,  tosquedad  y  barbaridad  la  erudición. 
Se  hallaría  la  ciencia  ruda  é  ignorante,  muda  la 
retórica  y  la  poesía  balbuciente.  Tanto  minora 
siempre,  aun  á  lo  más  excelso,  la  comparación 
con  lo  sumo. 

Y  no  obstante  la  innegable  verdad  de  este 
principio,  yo  me  atrevo,  señor,  á  llamar  grande 
lo  que  os  ofrezco.  Hoy  pongo  yo  en  vuestra  alta 
comprehensión  los  trabajos  de  los  Jesuitas,  en 
la  espiritual  conquista  de  las  desconocidas,  in- 


RELACIÓN  DE  INDIOS   CHIQUITOS      XIII 

cultas  y  bárbaras  provincias  del  Paraguay,  en  el 
país  que  llaman  de  los  Chiquitos.  Ved  aquí  ya, 
señor,  lo  que  con  toda  verdad  puede  llamarse 
grande,  aun  puesto  á  los  Reales  pies  de  V.  A.  y 
á  vuestra  vista;  para  lo  que  les  bastaba  al  saberse 
mantener  con  el  nombre  de  trabajos  y  fatigas,, 
contra  todo  el  golpe  de  la  dicha,  que  les  ocasiona 
el  haber  llegado  á  vuestra  noticia  y  merecer 
vuestra  atención  piadosa.  Prueba  es  esta  que  no 
necesitaba  de  otra  alguna,  y  más  cuando  en 
nombre  de  los  demás  Jesuitas  puedo  confiada- 
mente decir  yo  que  fuera  de  la  gloria  de  Dios, 
que  debe  ser  en  ellos  (como  hijos  de  Ignacio), 
el  primer  timbre  de  sus  empresas,  esta  sola  feli- 
cidad los  hace  y  los  hará  arrojarse  gustosos  al 
casi  inevitable  tropel  de  los  riesgos,  y  á  la  fatiga 
inmensa  de  tan  continuados  afanes.  Mucho  pa- 
decen, señor,  como  en  esa  sucinta  relación  se. 
puede  ver  brevemente;  pero  les  llena  de  un  goza 
indencible  y  de  un  consuelo  inexplicable,  el  ver 
á  costa  de  sus  sudores,  hijos  de  Dios,  los  que 
eran  esclavos  del  demonio,  y  felices  vasallos  de 
un  Príncipe  como  V.  A.  los  que  padecían  una 
miserable  libertad  en  la  indómita  servidumbre 
de  su  desdicha.  Ya  son'  deliciosos  jardines  del 
Rey  del  cielo,  las  enmarañadas  selvas  de  la  ido- 
latría, y  ya  delicadas  flores  y  tiernas  plantas  que 
produce  y  adelanta  el  riego  evangélico,  se  atre- 


XtV  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

ven  á  recrear  divertidamente  vuestros  primeros 
añoS;  si  antes  pudieran  asustar  y  asustaban  te- 
merosamente los  años  más  endurecidos. 

No  habrá  quien  niegue  (si  ha  tenido  alguna 
vez  la  dicha  de  veros)  que  les  quita  lo  más  de 
la  realidad  á  los  afanes  y  fatigas  la  fortuna  ape- 
tecible de  llegar  á  vuestra  presencia,  que  aunque 
por  lo  común  son  descorteses  los  males  y  poco 
atentos  los  trabajos,  hay  dichas  de  tan  superior 
esfera,  á  quien  no  se  atreve  su  osadía,  y  se  deja 
vencer,  aunque  precisada  su  obstinación,  de  su 
grandeza.  En  la  realidad,  ya  desde  hoy,  somos 
ios  Jesuitas  del  Paraguay  dichosos,  aunque  en 
esa  relación  que  os  presento,  fuesen  todavía 
como  fatigados.  Y  no  ellos  solos,  que  tambiin 
los  que  al  nacer  hijos  de  la  predicación  evangé- 
lica, se  cuentan  al  mismo  tiempo  hijos  vuestros, 
por  sujetos  á  vuestro  apetecible  imperio,  ni  les 
queda  más  á  que  aspirar,  ni  harán  nueva  felici- 
dad que  apetecer.  Por  las  puertas  de  la  gracia  de 
Dios  verdadero  entraron  dichosamente  á  la  del 
Príncipe  más  poderoso  y  más  amable  (que  de 
otro  modo  no  fuera  posible)  y  ya  que  no  tuvie- 
ron la  dicha  de  nacer  españoles  para  nacer  va- 
sallos de  tanto  Príncipe,  tuvieron  la  inestimable 
fortuna  de  que  los  españoles  Jesuitas  (que  creo 
que  lo  son  dos  veces)  los  hiciesen  renacer  para 
hacerlos  lograr  en  una  muchas  felicidades. 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS         XV 

Vuelvo  á  decir,  señor,  que  es  grande  lo  que 
os  ofrezco,  aun  ofrecido  á  V.  A.,  á  cuya  vista 
sólo  los  trabajos,  afanes  y  fatigas  de  los  Jesuítas 
en  cualquiera  línea,  pueden  ser  grandes,  y  en 
esta,  del  mayor  aprecio  de  vuestra  alta  estima- 
ción. Y  vuelvo  á  decir  que  basta  esta  sola  prue- 
ba para  desempeño  de  mi  proposición  que  en 
otro  sentido  debiera  con  razón  juzgarse  osadía. 
Pero  además  de  esta,  tengo  otra,  no  menor, 
que  dar  en  el  sublime  juicio  del  generoso  padre 
de  V.  A.,  nuestro  amabilísimo  Monarca.  Tam- 
bién su  elevado  dictamejj  ha  juzgado  grandes  los 
afanes  de  los  Jesuítas,  y  los  frutos  de  ellos  han 
merecido  su  aprobación,  su  patrocinio,  sus  in- 
flujos y  sus  liberalidades,  y  no  puede  ser  pequeño 
lo  que  ha  podido  merecer  tanto,  i^sí  lo  publica 
nuestro  reconocido  agradecimiento,  *pues  aun- 
que en  su  católico  celo  nada  hay  en  esta  espe- 
cie, que  su  generosidad  lo  juzgue  exceso,  verda- 
deramente que  los  favores  y  expresiones  hechas 
á  los  Jesuítas  del  Paraguay,  pudieran  parecer 
exceso  en  otro  amor  y  en  otro  Rey. 

Esto  hace,  señor,  que  V.  A.  íiaya  de  mirar 
como  estimables  efectos  de  la  generosa  piedad 
de  vuestro  padre,  lo  que  se  os  ofrece  como  á  tan 
amado  y  tan  amante  hijo,  y  este  título  lo  hace 
crecer  tanto,  que  fué  en  mí  lo  que  últimamente 
resolvió  mi  respetuosa  timidez,  para  ofrecer  á 


XVI  P.  PATRICIO  FERNÁNDEZ 

un  Fernando^  Príncipe  de  Asturias,  aquello  que 
se  dignó  mirar  como   suyo  un  Philipo,  Rey  de 
las  Kspañas.  Confiadamente  me  atrevo  ya  á  su- 
plicaros que  prosiga  vuestra  dignación  los  favo- 
res de  vuestro  gran  padre,  para  lo  que  nos  basta 
sólo  que  admitáis  benigno  esta  breve  noticia  de 
nuestras  fatigas;  que  bien  se  yo  y  sabemos  todos 
los  Jesuitas,  que  la  sombra  sólo  de  vuestro  au- 
gusto nombre,  templará  nuestros  afanes,  enju- 
gará nuestros  sudores  y  hará  que  respetuosa 
aun  la  envidia  de  tanta  fortuna,  pronuncie  y 
para  como   aplausos  y»  alabanzas,  aun  lo  que 
aprenda  y  conciba  como  dicterios  y  calumnias. 
Y  asegurados  los  Jesuitas  (no  digo  envanecidos, 
aunque  lícitamente  pudiera),   asegurados  digo, 
en  tanto  patrocinio,  no  nos  quedará  más  que 
desear,  siio  es  el  que  aquel  Dios,  para  cuya 
gloria   y  servicio   contribuye  vuestra  feliz  vida 
tanto,  dilate  por  siglos  vuestros  años,  os  colme 
de  felicidades  y  de  triunfos,  hasta  que  se  vea  la 
España  envidiada  de  todas  las  demás  naciones, 
sólo  por  la  dicha  de  lograr  en  vuestra  alteza  tan 
singular  Príncipe. 
Muy  rendido  vasallo  de  V.  A., 

Jerónimo  Herrán, 


APROBACIÓN 

DEL 

PADRE    ALBERTO    PUEYO 

DE  LA  COMPAÑÍA  DE  JESÚS 

Calificador 
de  la    Suprema    general    Inquisición  de   España,  etc. 

De  orden  de  V.  A.  he  visto  con  gusto  la  Re- 
lación historial  de  los  indios  que  llaman  Chiqui- 
tos, etc.,  y  me  persuado  que  el  ministro  evangé- 
lico que  fuere  menos  fervoroso,  la  leerá  con 
sentimiento  y  rubor,  comparando  el  apostó- 
lico celo  de  aquellos  incomparables  misioneros 
con  su  tibieza,  y  sólo  sentiará  alivio  en  su  dolor 
pidiendo  á  Dios  que  por  su  infinita  piedad  se 
compadezca  de  los  años  que  ha  mal  empleado 
en  ociosidad.  Me  sirve  también  de  singular 
consuelo  el  ver,  que  por  medio  del  fuego  de  la 
mayor  gloria  de  Dios  que  arde  en  los  corazones 

LIBROS  QUE  TRATAN  DE  AMÉRICA. — T.  XII.       I 


2  P.    PATRICIO    FERNANDEZ 

de  mis  hermanos  los  Jesuítas,  misioneros  de  la 
provincia  del  Paraguay  obra  Dios  los  milagros 
que  obraba  en  la  primitiva  Iglesia,  porque  cum- 
plen estos  á  la  letra  lo  que  Cristo  manda  á  los 
que  profesan  la  vida  apostólica,  discurriendo 
por  las  inmensas  campañas  de  aquella  parte  de 
América,  trepando  inaccesibles  selvas  y  bosques 
venciendo  la  fragosidad  de  los  montes,  arresta- 
dos siempre  á  perder  mil  vidas,  sólo  por  darla 
á  infinitos  bárbaros,  que  ciegos  con  las  tinieblas 
de  la  gentilidad,  viven  más  como  fieras  que 
como  racionales.  Y  al  mismo  tiempo  corres- 
ponde Cristo  nuestro  dueño,  como  infalible  que 
es  en  sus  promesas,  con  lo  que  nos  dice  por 
San  Marcos,  consolando  y  premiando  abun- 
dantemente en  esta  vida  las  gloriosas  tareas  de 
sus  siervos,  comunicándoles  el  don  de  nuevas 
lenguas,  que  son  infinitas  como  las  naciones, 
que  los  nuestros  aprenden  casi  milagrosamente 
para  que  prediquen  el  Evangelio,  y  es  maravilla 
ver  cómo  aquellos  bárbaros,  á  pocas  razones 
de  los  misioneros,  y  viendo  enarbolado  el  ines- 
timable madero  de  la  Cruz  y  la  imagen  de  María 
Santísima,  pasan  á  ser,  casi  de  repente,  no  sólo 
cristianos  en  el  deseo,  sino  misioneros  fervo- 
rosos, apostados  á  perder  la  vida,  derramando 
la  sangre  por  la  ley  Evangélica,  y  al  heroico 
creer,  así  de  misioneros  como  de  recién  conver- 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS  3 

tidos,  se  sigue  lo  que  nos  dice  Cristo  en  el 
Evangelio,  que  es  echar  los  misioneros,  á  vista 
de  todos,  los  demonios  de  las  Rancherías,  que 
son  sus  pueblos,  de  que  han  estado  en  pacífica 
posesión  por  muchos  siglos,  con  sólo  decir 
aquellos  fervosos  Jesuitas  el  Evangelio  ó  poner 
las  manos  sobre  los  enfermos,  se  desvanecen 
los  contagios  frecuentes  en  aquellos  países, 
obrando  otras  milagrosas  curaciones;  ni  los  ve- 
nenos, ni  la  comida  casi  corrompida  y  muchas 
veces  tan  escasa,  que  se  reduce  á  alguna  frutilla 
silvestre,  ocasiona  el  menor  daño  á  la  más  deli- 
cada salud  del  misionero.  El  blanco,  pues,  que 
tienen  estos  Jesuitas  en  sus  fatigas,  es  sólo  con- 
vertir almas  para  Dios,  y  al  mismo  tiempo  au- 
mentar vasallos  á  nuestro  gran  Monarca,  agre- 
gando nuevas  provincias  á  su  Corona,  cum- 
pliendo con  la  obligación  de  Jesuitas  y  de  vasa- 
llos, en  señal  de  la  justa  gratitud  que  debemos 
á  este  gran  Príncipe  que  se  ha  dignado  y  digna 
tanto  en  favorecer  á  la  Compañía,  expendiendo 
al  mismo  tiempo  su  Real  piedad  muchos  cau- 
dales, con  que  se  ha  fundado  en  tiempo  de  su 
reinado,  mantenido  y  aumentado  más  y  más 
aquella  numerosa  y  nueva  cristiandad  de  los 
Chiquitos.  Aunque  los  Jusuitas,  que  se  ocupan 
en  estas  gloriosas  tareas  son  muchos,  como  es 
abundantísima  la  mies,  son  pocos  los  obreros: 


4  P.  'patricio  FERNÁNDEZ 

Messi  nmlia  operarii  aiitem  pauci .  Quiera  Dio»^ 
que  es  el  dueño  de  la  mies,  mover  los  corazones 
de  muchos,  para  que  multiplicándose  los  ope- 
rarios, sea  muchas  veces  más  copioso  el  pre- 
cioso fruto,  que  tan  felizmente  se  coje.  Sobre 
todo,  me  parece  que  en  ningún  tiempo  mejor 
que  en  este  se  pueden  decir,  pero  con  lágrimas 
en  los  ojos,  aquellas  divinas  palabras  de  Cristo: 
Parvuli petierunt  paneniy  et  non  erat  qui  franí' 
geret  eis,  porque  en  la  misiones,  que  llaman  de 
los  Chiquitos,  ó  de  los  Parvulillos,  hay  muchos, 
por  no  decir  innumerables  indios,   que  claman 
por  Padres,  y  como  ellos  se  explican,  que  les 
enseñen  la  verdadera  ley.  Pero,  ¡oh  lástima!  No 
hay  bastantes  operarios  que  les  repartan  el  ines- 
timable y  necesario  Pan  del  Evangelio,  que  con 
tanta  ansia  desean:  Et  non  erat,  qui  frangeret 
eis.  ;Qué  Jesuita  habrá  á  quien  tan  justos  como 
lastimosos  clamores  no  hieran  el  corazón  ó  no 
le  saquen  lágrimas  á  los  ojos?   ¿Y  á  quién  no 
encenderá  en  vivos  deseos  de  socorrer  necesi- 
dad tan  extrema?  Pudiera  dilatarme  mucho  más 
en  ponderar  las  fatigas  gloriosas  de  los  Jesuitas; 
pero  acabo,  por  no  ser  cansado,  diciendo:  que 
no  habiendo  hallado  en  este  libro  cosa  que  se 
oponga  á  las  regalías  de  S.  M.  ni  á  nuestra  Santa 
fe  católica,  ni  á  las  buenas  costumbres,  juzgo 
qué  se  debe  dar  al  autor  la  licencia  que  pide.  Y 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS  5 

quizás  Dios  moverá  los  corazones  á  muchos  de 
los  que  leyeren  esta  historia,  para  que  afervori- 
zados, pongan  los  más  eficaces  medios  para  ir 
á  ayudar  á  la  salvación  de  aquellos  infelices  in- 
dios, que  por  falta  de  quien  les  comunique  la 
luz  del  Evangelio,  miserablemente  perecen.  Este 
€s  mi  sentir.  De  este  Colegio  Imperial  de  Ma- 
drid, á  veinte  y  cuatro  de  Agosto  de^i726. 

Alberto  Pueyo. 


APROBACIÓN 

DEL 

PADRE  JOSEPH  DE  SILVA 

DE  LA  COMPAÑÍA  DE  JESÚS 
Predicador  de  S.  M.  y  del  Colegio  Imperial. 

De  orden  de  V.  S.  he  visto  y  leído  con  gran 
gusto  la  Relación  historial  de  las  misioties  de  los 
indios  que  llaman  Chiquitos,  que  están  á  cargo  de 
la  Compañía  de  Jesús,  en  la  provincia  del  Par  a- 
guay;  y  si  las  quisiésemos  cotejar  con  las  con- 
quistas Evangélicas  del  Oriente,  que  fueron  el 
glorioso  empleo  de  San  Francisco  Xavier,  por 
las  cuales  mereció  el  título  de  Apóstol  de  la  In- 
dia, tendríamos  muy  poco  que  hacer  para  igua- 
larlas; ya  se  miren  las  naciones  bárbaras,  que 
en  tan  dilatado  campo  de  la  idolatría  han  reco- 
nocido á  Jesucristo  y  á  su  Sarta  ley,  ya  la  diver* 
sidad  de  genios  y  costumbres  de  estas  gentes, 
más  propias  de  brutos  que  de  racionales,  culti- 
vadas por  nuestros  misioneros  con  tanto  afán  y 
fatiga  en  estos  tiempos,  al  parecer  más  reñidos 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS  7 

con  los  cuidados  de  salvación  agena;  me  pare- 
ce que  ha  renovado  Dios  en  su  iglesia,  por  me- 
dio de  estos  operarios  suyos,  las  señales  de  la 
primitiva,  confirmando  la  predicación  del  Evan- 
gelio con  los  milagros  que  dijo  San  Marcos  (i) 
que  acreditaban  la  predicación  de  los  Apóstoles 
en  la  conquista  del  mundo.  Toda  la  relación 
está  llena  de  esta  verdad,  y  confirmada  con  la 
sangre  de  muchos  misioneros,  muertos  cruel- 
mente á  manos  de  los  bárbaros,  por  conservar 
y  mantener  en  su  Dureza  la  fe  de  Jesucristo 

Puedo  decir  sin  violencia,  que  atendidos  sus 
trabajos  y  su  celo  en  adelantar  las  conquistas, 
como  se  pueden  ver  en  las  innumerables  reduc- 
ciones ó  pueblos  que  han  hecho  de  los  conver- 
tidos á  la  fe,  que  bastarían  sin  duda  para  enju- 
gar las  lágrimas  de  aquel  siglo,  en  que  San  Gre- 
gorio lloraba  la  falta  de  operarios  en  la  Iglesia, 
siendo  tan  abundante  la  mies  en  las  naciones: 
Ad  messem  tnultam  operar  i j  simt  pauciy  quod 
non  fine  ncerore  et  lachrymis-loqui possumus  (2). 
Para  estos  obreros  evangélicos  reservó  Dio^ 
sin  duda  gran  parte  de  aquella  gloria,  que  se- 
ñaló al  Apóstol  de  las  gentes  en  su  vocación,  y 
destinó  á  la  promulgación  jie  la  ley  de  Gracia,. 


(1)  Marc.  16. 

(2)  Gregor.  hom.  i3  in  Mar;  16, 


o  P.   PATRÍCIO   FERNÁNDEZ 

marcándole  en  la  elección  para  que  llevase  su 
nombre  á  tantas  y  tan  diversas  naciones:  (i)  Ut 
porlet  7iomen  meum  coram  gentibus  et  regihis  et 
filijs  Israel  Y  á  la  verdad,  en  esta  Relación  his- 
torial st  verá  que  han  introducido  la  fe  de  Jesu- 
cristo los  misioneros  Jesuitas  en  la  otra  parte  del 
mundo,  que  confina  con  la  Tierra  Austral  in- 
cógnita, tocando  en  la  que  los  cosmógrafos  di- 
cen que  aún  no  está  descubierta,  y  la  llaman 
Tierra  del  Fuego.  Dignos  por  cierto  de  aquél 
premio,  que  tiene  Dios  destinado  para  los  que 
á  costa  de  afanes,  fatigas  y  sudores,  hicieron 
adorar  su  nombre  en  los  últimos  términos  del 
mundo,  como  lo  dejó  escrito  Isaías  y  lo  explicó 
San  Pablo,  que  fué  el  mas  fiel  testigo  de  la  pre- 
dicación del  Evangelio.  Dejo  para  menos  apa- 
sionadas plumas  la  confirmación  de  este  dicta- 
men mío,  que  podrá  parecer  sospechoso  por 
interesado,  y  pongo  por  conclusión  de  la  cen- 
sura la  que  se  merece  una  obra  toda  de  la  gloria 
de  Dios,  para  que  en  la  luz  pública  logren  todos 
ejemplos  de  la  virtud  más  heroica  y  del  más 
apostólico  celo.  Este  es  mi  dictamen,  salvo,  etc. 
En  este  Colegio  Imperial  de  la  Compañía  de 
Jesús  de  Madrid  y  Agosto  21  de  1726. 

JOSEPH  DE  SyLVA. 

i  i)    Actor. 


Michael  Ángelus  Tamburinus,  praepositum 
generalis  Socieiaüs  Jesu. 

Cum  relationem  Missionum  á  Paíribus  nostrae 
Socieiaüs  apud  Chiquitos  y  in  Paraquria,  á  Paire 
Joanne  Pairiiio  Fernández  y  Socieiaüs  conscripiam, 
aliquoi  eiusdem  Socieiaüs  Theologi  recognoverint 
ti  in  lucem  edi  posse  probaverini;  faculiaie77i  fa- 
címuSy  ui  iypis  mandeiur;  fi  ijs,  ad  quos  periinet 
ita  videbiiur)  cuius  rei  graiia,  has  Hueras  manu 
nostra  subscriptas,  ei  Sigillo  nosiro  muniias»  de- 
dimus  Romae  jó  Aprilis  1726 , 

Michael  Ángelus  Tamburinüs. 


LICENCIA  DEL  ORDINARIO 

Nos  el  Dr.  D.  Cristóbal  Damasio,  canónigo 
de  la  insigne  Iglesia  colegial  del  Sacro  Monte 
Ilipulitano  Valparaiso,  extramuros  de  la  ciudad 
de  Granada,  inquisidor  ordinario  y  Vicario  de 
esta  villa  de  Madrid  y  su  partido,  etc.  Por  la  pre- 
sente, y  por  lo  que  á  Nos  toca,  damos  licencia 
para  que  se  pueda  imprimir  é  imprima  la  Rela- 
ción historial  de  las  misiones  de  los  Chiquitos, 
que  están  á  cargo  de  los  Padres  de  la  Compañía 
de  Jesús  de  la  provincia  del  Paraguay,  escrita 
por  el  Padre  Juan  Patricio  P'ernández,  de  la  mis- 
ma Compañía;  por  cuanto  habiéndose  recono- 
cido, parece  no  tiene  cosa  que  se  oponga  á 
nuestra  santa  fe  católica  y  buenas  constumbres. 
Dada  en  Madrid  á  13  días  del  mes  de  Agosto 
año  1726. 

Doctor  Damasio. 

Por  su  mandado, 
Lorenzo  de  San  Miguel. 


LICENCIA   DEL  CONSEJO 

D.  Baltasar  de  San  Pedro  AcevedO;  escribano 
de  Cámara  del  Rey  nuestro  señor  y  del  Gobier- 
no del  Consejo,  certifico  que  por  los  señores 
de  él  se  ha  concedido  licencia  por  una  vez  al 
P.  Juan  Patricio  Fernández,  de  la  Compañía  de 
Jesús,  para  que  por  una  vez  pueda  imprimir  y 
vender  un  libro  que  ha  compuesto,  intitulado; 
RelaciÓ7i  historial  de  las  Misiones  de  los  indios 
que  Hastian  Chiquitos  en  la  provincia  del  Para' 
guay,  con  tal  que  la  dicha  impresión  se  haga 
por  el  original  que  va  rubricado  y  firmado  al 
fin,  de  mi  mano;  y  que  antes  que  se  venda  se 
traiga  al  Consejo  con  certificación  del  correc- 
tor de  estar  conforme  á  él,  para  que  se  tase  al 
precio  á  que  se  ha  de  vender,  guardando  en  la 
impresión  lo  dispuesto  por  las  leyes  de  estos 
reinos.  Y  para  que  conste,  doy  la  presente  en 
Madrid  á  12  de  Agosto  de  mil  setecientos  vein- 
tiséis. 

Don  Baltasar  de  San  Pedro. 


SUMA  DE  LA  TASA 

Tasaron  los  señores  del  Consejo  Real  este 
libro  intitulado:  Relación  historial  de  los  indios 
que  llaman  Chiquitos  en  la  provincia  del  Para- 
guay, á  seis  maravedís  cada  pliego  como  más 
largamente  consta  de  su  original,  despachado 
en  el  oficio  de  D.  Baltasar  de  San  Pedro  Ace- 
vedo,  escribano  de  Cámara  del  Rey  nuestro 
señor  y  del  Gobierno  de  su  Consejo,  en  Madrid 
á  nueve  de  Septiembre  de  mil  setecientos  vein- 
tiséis años. 

Don  Baltasar  de  San  Pedro. 


PROLOGO  PARA  ESTA  OBRA 


En  una  breve  relación  de  tan  dilatadas  y  glo- 
riosas empresas  de  los  Misioneros  Jesuítas  que 
trabajan  incesantemente  en  predicar  la  fe  de  Je- 
sucristo á  tan  innumerables  é  incultas  naciones 
del  Paraguay  y  sus  provincias,  no  es  fácil  poder 
escribir,  como  era  razón,  las  vidas  de  muchos 
apostólicos  obreros  que  han  padecido  martirio 
á  manos  de  los  infieles,  y  así  me  es  preciso  re- 
ferir muy  sucintamente  parte  de  sus  heroicas 
virtudes,  dejando  para  mejor  ocasión  el  sacar- 
las á  luz  con  más  extensión.  En  este  supuesto, 
y  en  el  de  no  ser  historia  con  las  formalidades 
que  piden  sus  reglas,  como  de  esta  provincia  la 
escribió  el  erudito  P.  Nicolás  del  Techo  en 
lengua  latina,  sólo  refiero  las  regiones  en  donde 
se  han  formado  los  pueblos  de  los  nuevamente 
convertidos,  y  al  mismo  tiempo  se  describen 
sus  situaciones,  sus  genios  y  sus  diversos  idio- 
mas, para  que  se  pueda  comprender  con  menos 


14  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

dificultad  el  asunto  de  esta  pequeña  obra;  que  si 
se  lograse  con  ella  el  encender  en  el  corazón  d^ 
los  que  ó  tienen  por  instituto  la  conversión  de 
las  almas,  ó  por  fervor  cristiano  la  salvación  de 
los  infieles,  un  celo  de  dilatar  la  gloria  de  Dios 
en  las  conquistas  del  Evangelio,  se  dará  por 
bien  empleado  el  trabajo  de  sacarla  á  la  luz  pú- 
blica, sin  cuidado  de  que  ó  la  censura  ó  la  ma- 
licia le  imponga  aquellas  acostumbradas  notas 
que  en  el  juicio  prudente  y  cristiano  sólo  pue- 
den servir  para  el  desprecio  y  nunca  para  la 
atención;  ¡ojalá  tenga  yo  muy  frecuentes  las  no- 
ticias de  estas  apostólicas  tareas  para  emplear 
con  nuevo  gusto  el  trabajo  de  publicarlas  para 
mayor  gloria  de  Dios,  que  es  el  fin  principal  de 
las  Misiones  de  los  Jesuítas. 


PROTESTA  DEL  AUTOR 


Siendo  preciso  tocar  en  esta  Relación  histo» 
rial,  aunque  de  paso^  las  Memorias  de  algunos 
varones  apostólicos  que  murieron  á  manos  de 
los  infieles  por  la  fe  que  predicaban,  dejando  en 
su  muerte  aquel  olor  de  santidad  que  corres- 
pondía á  sus  heroicas  virtudes,  así  como  se  re- 
fieren otros  sucesos  milagrosos  que  en  confir- 
mación de  la  fe  parece  que  los  hacía  Dios  por 
medio  de  sus  siervos  para  alentarlos  á  los  tra- 
bajos de  su  mayor  gloria;  no  es  mi  ánimo  en 
estos  puntos  y  en  otros  semejantes  que  contiene 
esta  Relación  el  que  se  les  dé  más  que  aquella 
fe  humana  que  se  merecen  los  fundamentos  que 
se  refieren  para  escribirlos;  y  así  estoy  muy  le- 
jos de  prevenir  en  la  relación  de  ellos  el  juicio 
de  la  Iglesia;  antes  bien,  protesto,  el  que  los  su- 
jeto á  la  corrección  de  la  Santa  Sede,  obede- 
ciendo á  los  decretos  de  los  Sumos  Pontífices  y 
de  la  Iglesia. 


CAPÍTULO  PRIMERO 


Su  principio,  fundación  y  progresos. 


No  es  mi  intento  por  ahora  escribir  la  his- 
toria de  la  provincia  del  Paraguay  de  la  Com- 
pañía de  Jesús^  la  cual  comprende  cinco  Go- 
biernos y  otros  tantos  Obispados,  en  la  longi- 
tud de  cerca  de  seiscientas  leguas.  El  que  qui- 
siere saber  más  por  extenso  lo  que  en  esta  dila- 
tada provincia  han  trabajado  gloriosamente  los 
PP.  de  la  Compañía  de  Jesús  y  padecido  por  la 
conversión  de  los  gentiles,  podrá  leer  la  Histo- 
ria que  de  esta  provincia  escribió  el  P.  Nicolás 
del  Techo;  advirtiendo  que  al  tiempo,  y  cuan- 
do escribió  dicha  Historia,  sólo  se  habían  fun- 
dado veinte  y  cuatro  Reducciones  de  indios  á 
las  riberas  de  los  ríos  Paranná  y  Uruguay,  que 

LIBROS  QUE  TRATAN  DE  AMÉRICA. — T.  XII.      2 


1 8  P.    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

componen  el  caudaloso  y  celebrado  río  de  La 
Plata.  Hoy  llegan  á  treinta  y  una  las  reduccio- 
nes de  sólo  los  indios  Guaranys,  mucho  más 
numerosas  que  las  antecedentes,  pues  en  el  año 
de  17 17  se  contaban  en  dichas  reducciones 
ciento  y  veintiún  mil  ciento  sesenta  y  ocho  al- 
mas, bautizadas  únicamente  por  los  PP.  Misio- 
neros de  la  Compañía  de  Jesús  de  dicha  provin- 
cia. Los  nombres  de  las  reducciones  ó  pueblos 
de  esta  nueva  cristiandad,  son  el  pueblo  de  los 
Santos  Apóstoles,  el  de  la  Concepción,  el  de  los 
Santos  Mártires  del  Japón,  el  de  Santa  María  la 
Mayor,  el'dé  San  Francisco  Xavier,  etde  San 
Nicolás,  el  de  San  Luis  Gonzaga,  el  de  San  Lo- 
renzo, el  de  San  Juan  Bautista,  el  de  San  Mi- 
guel, el  del  Ángel  de  la  Guarda,  el  de  Santo  To- 
más Apóstol,  el  de  San  Francisco  de  Éorja,  el 
de  Jesús  María,  el  de  Santa  Cruz  y  el  de  los  San- 
tos Reyes.  Estos  á  las  riberas  del  gran  río 
Uruguay.  Los  que  se  han  fundado  á  la  ribera  del 
gran  río  Paranná,  son  el  pueblo  de  San  Ignacio, 
que  llaman  el  Mayor,  el  de  Nuestra  Señora  de  la 
Fé,  el  de  Santiago  Apóstol,  el  de  Santa  Rosa,  el 
de  la  Anunciación,  el  de  la  Purificación,  el  de 
San  Cosme  y  San  Damián,  el  de  San  Joseph,  el 
de  Santa  Ana,  el  de  Nuestra  Señora  de  Loreto,  el 
de  San  Ignacio,  que  llaman  el  menor,  el  del 
Corpus,  el  de  Jesús,  el  de  San  Carlos  y  el  de  la 


.0 

RELACIÓN  DE    INDIOS  CHIQUITOS  19 

Trinidad,  aumentándose  cada  día  más  el  núme- 
ro de  convertidos  y  floreciendo  en  todos  el  pri- 
mitivo fervor  de  la  fe,  que  recibieron  en  el  bau- 
tismo. 

El  fin,  pues,  de  esta  Relación,  se  reduce  á 
dar  noticia  de  las  nuevas  misiones  que  esta 
apostólica  provincia  tiene  al  presente  en  la  na- 
ción de  indios,  que  llaman  Chiquitos. 

Por  donde  la  provincia  de  Tucumán  confi-  — ^  U^Qc{f 
na  por  el  Occidente  con  los  reinos  del  Perú,  se       ; .-        "~ 
descubre  un  espacio  de  tierra  que  desde  Santa 
Gruz  de  la  Sierra,  donde  remata,  y  desde  Tarija, 
donde  empieza,  tiene  trescientas  leguas  de  largo. 
Por  el  lado  de  Levante  tiene  aquella  parte  del 
Chaco,  que  va  á  hacer  punta  en  el  Tucumán; 
por  el  Poniente  el  Marañón,  ó  por  mejor  decir, 
á  Santa  Cruz  de  la  Sierra,  con  quien  más  se 
afronta;   por  el   Mediodía  la  provincia   de  las 
Charcas,  y  por  la  Tramontana  mira  de  lejos  á 
la  provincia  de  los  Itatines.  Corre  por  medio 
de  ella,  de  Septentrión  al  Austro,  una  cadena 
de  montes,  que  empezando  desde  el  Potosí  llega 
hasta  las  vastísimas  provincias  del  Guajrá.  En 
ellos  tienen  su  nacimiento  tres  grandes  ríos,  el 
Bermejo,  el  Pilcomayo  y  el  Guapay,  que  bañan 
las  campañas  que  están  sitas  á  la  falda,  por  una 
y  otra  parte  de  ambos  montes,  y  de  allí,  atrave- 
sando un  casi  inmenso  espacio  de  tierra,  des- 


20  P.  PATRICIO  FERNÁNDEZ 

embocan  en  el  río  Paraguay.  Escogieron  los 
Chiriguanás  para  su  habitación  este  país,  habrá 
como  cosa  de  dos  siglos,  abandonando  el  nati- 
vo del  Giiayrá,  y  me  parece  no  será  fuera  de. 
propósito  referir  aquí  la  causa  de  esta  mudan- 
za. Al  tiempo  que  las  dos  Coronas  de  Castilla  y 
Portugal  procuraban  dilatar  su  imperio  en  estas 
Indias  Occidentales,  Alejo  García,  alentadísima 
portugués,  deseoso  de  servir  al  rey  D.  Juan 
el  II,  su  amo,  con  las  conquistas  de  nuevas 
provincias,  tomando  en  el  Brasil  tres  compañe- 
ros de  su  mismo  ánimo  y  valor,  después  de  ha- 
ber caminado  por  tierra  trescientas  leguas  hasta 
llegar  á  las  costas  del  Paraguay,  alistó  por  sol- 
dados dos   mil  indios:  y  habiendo   caminado 
con  ellos  otras  quinientas  leguas  por  aquel  río, 
aportó  á  los  confines  del  imperio  del  Inga,  don- 
de, habiendo  recogido  mucho  oro  y  plata,  se  vol- 
vió al  Brasil;  pero  los  bárbaros  le  quitaron  á 
traición  la  vida. 

Temerosos  éstos,  ó  de  que  viniesen  sobre 
ellos  las  armas  portuguesas  á  vengar  la  muerte 
de  los  suyos,  ó  llevados  del  interés,  se  pasaron 
y  vinieron  á  vivir  en  el  país  ya  dicho;  y  aunque 
pocos  entonces,  pues  apenas  pasaban  de  cuatro 
mil,  ahora  están  muy  numerosos,  pues  pasan 
de  veinte  mil,  viviendo  sin  forma  de  pueblo,  en 
tropas,  y  dándose  á  correr  y  robar  las  tierras 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS         2  I 

circimvecinas;  y  por  el  deseo  de  carne  humana, 
de  que  gustaban  mucho,  hacían  á  muchos  de 
ellos  cautivos;  y  cebados  por  muchos  días, 
como  se  hace  en  Europa  con  los  animales  de 
cerda,  celebraban  banquetes  de  cruelísima  ale- 
gría, con  lo  cual  se  hicieron  formidables  á  los 
confinantes;  y  sólo  con  la  venida  de  los  españo- 
les olvidaron  la  inhumana  costumbre  de  comer 
carne  humana,  pero  no  la  crueldad;  de  suerte 
que  se  dice  haber  destruido  y  aniquilado  hasta 
el  presente  más  de  ciento  y  cincuenta  mil  in- 
dios. 

A  reducir  á  estos  bárbaros  á  vida  política  y 
cristiana,  encaminaron  sus  designios,  desde  los 
principios  del  siglo  pasado,  los  apostólicos 
Padres  Manuel  de  Ortega,  Martín  del  Campo, 
Diego  Martínez,  y  sucesivamente  otros;  pero  por 
más  industrias  de  que  se  valió  su  ardiente  celo, 
jamás  pudieron  ablandar  la  dureza  de  corazo- 
nes tan  obstinados,  ni  domesticar  la  ferocidad 
de  ánimos  tan  salvajes,  causa  porque  los  aban- 
donaron, como  tierra  en  que  se  ha  derramado 
inútilmente  el  grano  Evangélico,  para  emplear 
sus  fatigas  en  país  que  correspondiese  á  su  cul- 
tura, con  fruto  más  digno  de  sus  trabajos;  hasta 
que  el  año  de  1686,  habiendo  ido  dos  Misione- 
ros de  esta  provincia  á  ejercitar  los  ministerios 
de  nuestra  Apostólica  Vocación  á  Tierra  de  Ta- 


22  P.    PATRICIO    FERNANDEZ 

rija,  hicieron  eco  en  ac^uellos  desiertos  las  ma- 
ravillas que  obraba  la  divina  palabra  en  las  cos- 
tumbres bien  rotas  y,  perdidas  de  aquella  tierra. 
Entraron,  pues,  en  acuerdo  algunos  caciques,, 
y  de  común,  consentimiento  enviaronmensa 
jaros  á  los-  Padres,  suplicándoles  con  eficací- 
simos ruegos  se  moviesen  á  compasión  de  sus 
almas,  poniéndolas  en  el  camino  de  la  salva- 
ción; pero  no  tuvieron  por  entonces  otra  res- 
puesta, sino  que  no  podían  asistirles  hasta  dar 
aviso  á  su  Pro\incial,  que  ala  sazón  era  el  Padre 
Gregorio  de  Orozco,  natural  de  Almagro,  en  la 
Mancha,  sujeto  de  mucho  celo  y  fervor,  quien 
no  pudo  tan  presto  condescender  con  tan  justas, 
súplicas  hasta  abrir  colegio,  como  lo  hizo  en  la 
villa  de  Tarija.  En  escoger  entre  todos  los  suje- 
tos que  habían  de  dar  principio  á  aquella  Mi- 
sión, tuvo  el  buen  Provincial  no  poco  que  hacer 
para  aquietar  los  deseos,  súplicas  y  lágrimas  de 
tantos  como  se  le  ofrecieron  á  esta  ardua  em- 
presa; pero  no  había  quien  con  más  ardor  lo 
desease,  ni  á  quien  con  más  razón  se  debiese 
hacer  esta  gracia,  como  el  V.  P.  Joseph  de  Ar- 
ce, natural  de  las  islas  Canarias,  hombre  de 
gran  corazón  y  de  igual  celo,  premiado  de 
Nuestro  Señor  con  una  muerte  gloriosa,  de  que 
daremos  noticia  adelante.  Parece  que  San  Fran- 
cisco Xavier,  antes  que  los  Superiores,  le  desti- 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS         23 

T\ó  para  esta  empresa^  pues  viéndole  éstos  dota- 
do de  gran  talento  y  feliz  ingenio  para  las  cáte- 
dras, aunque  con  increíble  dolor  del  buen  Pa- 
dre, le  habían  aplicado  á  ellas;  pero  no  tardó 
mucho  en  que  se  vieron  precisados  á  mudar  de 
parecer,  porque  siéndole  al  humildísimo  Padre 
de  intolerable  peso  esta  lustrosa  ocupación,  no 
podía  recabar  con  súplicas  y  lágrimas  le  alivia- 
sen de  ella,  con  que  recurrió  al  asilo  de  San 
Francisco  Xavier,  suplicándole  con  muckas  lá- 
grimas el  cumplimiento  de  sus  deseos.  Tuvo  fe- 
liz despacho  con  tan  poderoso  intercesor  su  sú- 
plica, porque  cayendo  luego  enfermo,  le  dieron, 
por  descuido  del  enfermero,  un  remedio  receta- 
do para  otros,  el  cual  le  redujo  á  los  últimos 
períodos  de  la  vida.  Viéndose  en  este  lance,  pi- 
dió licencia  al  P.  Provincial  Tomás  Baeza  para 
hacer  voto  á  su  graijde  Abogado  San  Francis- 
co Xavier,  de  que  si  alcanzaba  la  vida,  la  em- 
plearía en  la  conversión  de  los  infieles.  El  P.  Pro- 
vincial, reconociéndole  ya  desahuciado,  le  dio 
grata  licencia  para  hacer  su  voto;  y  luego  que 
le  hizo,  le  aceptó  el  Santo  desde  el  cielo,  pues 
remitiendo  de  su  fuerza  el  mal,  en  breves  días 
quedó  sano  del  todo. 

Y  como  en  aquel  tiempo  se  trataba  con 
gran  calor  de  la  conversión  á  nuestra  Santa  Fé 
de  las  naciones  que  están  hacia  el  estrecho  de 


24  P.   PATRICIO   FERNÁNDEZ 

Magallanes,  que  descubiertas  pocos  años  antes 
por  el  V.  P.  Nicolás  Mascardi,  italiano,  sujeto 
de  la  provincia  de  Chile  y  mártir  del  Señor,  pe- 
dían predicadores  de  nuestra  Santa  Ley,  y  por 
orden  de  nuestro  piadosísimo  Monarca  Car- 
los II,  estaban  ya  á  punto  algunos  fervorosos 
misioneros  para  entrar  en  las  tierras  de  log  Pa- 
tagones, fué  también  señalado  el  P.  Arce.  Pero 
á  lo  mejor  de  la  obra  se  atravesó  el  infierno  por 
medio  de  algunos  Ministros  del  Rey,  que  aten- 
diendo más  á  sus  particulares  intereses  que  al 
servicio  de  Dios  y  de  la  Monarquía,  pretendie- 
ron sujetarlos  con  armas  para  hacerlos  des- 
pués esclavos  suyos. 

Desvanecida,  pues,  esta  misión  con  incom- 
parable dolor  de  todos  los  buenos,  fué  destina- 
do á  llevar  la  luz  del  Evangelio  á  los  Chiragua- 
nás,  y  abrir  camino  en  otras  provincias  á  tan- 
tos hermanos  suyos,  que  conducidos  de  su  mis- 
mo espíritu  y  celo  habían  de  seguirle,  para  sem- 
brar en  ellas  la  semilla  de  la  predicación  evan- 
gélica, los  cuales,  para  hacerla  más  fecunda,  la 
habían  de  regar,  no  sólo  con  sus  sudores,  sino 
también  con  su  sangre.  Pero  antes  de  empren- 
der esta  obra,  procuró  armarse  y  fortalecerse 
con  aquellas  virtudes  que  reconocía  necesarias 
para  tan  ardua  y  difícil  empresa,  porque  le  adi- 
vinaba presagioso  su  corazón  que  el  común 


RELACIÓN  DE  INDIOS    CHIQUITOS         2$ 

enemigo  se  había  de  poner  en  armas  para  no 
perder  la  tiránica  posesión  y  señorío  de  una 
gente,  que  hasta  entonces,  con  injuria  de  Dios 
Nuestro  Señor,  había  estado  siempre  á  su  devo- 
ción. 

En  el  ínterin,  pues,  que  el  Padre  estaba  con 
todo  su  espíritu  recogido  en  Dios  tratando  este 
negocio,  vino  del  Pilcomayo  un  cacique  con 
seis  vasallos  suyos,  pidiéndole  no  difiriese  un 
punto  de  ir  á  darles  noticia  de  Dios  Nuestro 
Señor;  y  luego  manifestaron  las  veras  con  lo 
que  decían  las  obras,  oyendo  con  gusto  y  aten- 
ción la  explicación  de  la  Doctrina  Cristiana,  y 
estando  siempre  obedientes  á  su  voluntad. 

Las  muestras  que  dieron  de  sí  estos  pocos, 
le  encendió  en  su  corazón  un  ardiente  deseo  de 
poner  luego  manos  á  la  obra,  pareciéndole  es- 
tas disposiciones  muy  á  propósito  para  introdu- 
cir la  fé  en  gente  tan  bien  inclinada.  Y  á  la  ver- 
dad podía  bien  esperar  esto  de  los  Chiriguanás, 
que  viven  á  la  orilla  del  río  Pilcomayo,  pero  no 
de  los  del  río  Bermejo,  pues  antes  éstos,  reno- 
vando las  antiguas  canciones,  porque  otras  ve- 
ces habían  echado  á  los  misioneros  porque 
queríamos  hacerlos  esclavos  de  los  españoles  y 
obligarlos  al  servicio  personal  y  otras  mil  men- 
tiras de  este  jaez,  le  miraban  con  malos  ojos  y 
le  decían  que  si  pusiese  el  píe  en  sus  tierras  se 


26  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

había  de  salir  luego,  ó  que  para  quitarle  de  una 
vez  de  sus  ojos,  le  habían  de  quemar  vivo. 

Por  eso,  antes  de  pasar  más  adelante,  me  es 
preciso  pintar  aquí  á  lo*  vivo  el  genio  y  natural 
de  esta  gente,  para  reconocerle  siempre  el  mis- 
mo, porque  se  transforman  en  tan  diversos  y 
contrarios  semblantes,  que  de  otra  suerte  sería 
imposible  el  conocerlos.  Son  de  genio  incons- 
tante, más  de  lo  que  se  puede  creer,  mudables 
á  todo  viento,  no  guardan  la  palabra  que  dan, 
hoy  parecen  hombres  y  cristianos  y  mañana 
apóstatas  y  animales,  amigos  de  todos,  aun  de 
los  españoles,  cuando  les  está  á  cuento  para  sus 
intereses,  pero  por  la  más  leve  causa  rompen  la 
amistad.  Y  con  todo  eso,  no  es  ese  el  mayor 
contraste  que  tienen  para  introducir  en  ellos  el 
conocimiento  de  los  misterios  y  observancia  de 
la  ley  de  Dios.  El  más  fuerte  impedimento  es.el 
mal  ejemplo  de  los  cristianos  viejos,  gente  ruda 
como  los  indios;  no  entiende  otro  lenguaje  me- 
jor que  el  del  ejemplo,  y  de  la  vida  de  los  fieles 
infiere  las  calidades  de  nuestra  Santa  Fé,  y  mu- 
chas veces  les  echan  en  la  cara  los  Misioneros 
que  son  demasiado  duros  con  ellos  en  no  per- 
mitirlos el  uso  de  muchas  mujeres,  cuando  ven 
que  los  europeos  tienen  á  su  gusto  cuantas  se 
les  antoja;  y  por  más  que  se  les  procura  respon- 
der, nunca  se  les  dice  tanto  que  baste  á  aquie- 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS         27 

tarlos.  Por  lo  cual,  con  sapientísimo  y  pruden' 
tísimo  acuerdo,  los  primeros  operarios  de  esta 
provincia  se  procuraron  apartar  lejos  de  las  ciu- 
dades, buscando  para  sembrar  el  Evangelio  pro- 
vincias remotas,  si  no  del  comercio,  á  lo  me- 
nos de  la  habitación  de  los  forasteros,  para  que 
éstos  no  deshiciesen  con  su  mal  ejemplo  lo  que 
ellos  hacían  con  su  predicación. 

Y  se  practica  esto  hasta  el  día  de  hoy  con 
tanto  rigor,  mediante  la  piedad  de  nuestros  Ca- 
tólicos Reyes,  que  á  ningún  europeo  ó  español 
de  la  tierra,  si  no  es  de  paso,  se  le  permite  po- 
ner el  pie  en  las  Reducciones  de  los  Guaraníes, 
excepto  á  los  Gobernadores  y  Prelados  eclesiás- 
ticos, á  quien  por  su  oficio  les  incumbe  el  visi- 
tarlos. Ahora,  pues,  este  impedimento  en  los 
Chiriguanás,  es  gravísimo.  Comercian  continua- 
mente con  las  ciudades  confinantes,  y  como 
más  fácilmente  se  pegan  los  vicios  de  los  malos 
á  los  buenos  que  las  virtudes  de  los  buenos  á 
los  malos  y  viciosos,  al  ver  á  unos  ocupados  en 
sacar  el  dinero  de  los  paisanos,  á  otros  darse 
sin  freno  á  los  deleites  de  la  carne,  y  en  algu- 
nos, aunque  pocos,  tan  muerta  la  íé  que  no  ha- 
cen escrúpulo  de  faltar  á  los  Divinos  preceptos, 
y  en  mostrar  menos  reverencia  á  los  misterios 
de  la  Iglesia,  no  es  fácil  decir  cuánto  crédito 
gana  con  ellos  lo  malo,  y  cuánto  odio  y  dcspre- 


28  P.    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

cío  cobran,  así  á  las  personas  como  á  la  reli- 
gión que  profesan. 

Y  aunque  la  innata  piedad  de  los  españoles 
resplandezca  aquí  tanto  como  en  cualquiera 
Otra  parte,  que  en  ella  se  pierde  la  malicia  toda 
de  algunos,  con  todo  eso,  como  dije,  en  los  co- 
razones de  estos  bárbaros  se  imprimen  más  fá- 
cilmente los  vicios  y  maldades  que  las  virtudes 
y  devoción.  Y  si  tal  vez,  al  oir  la  explicación 
de  la  doctrina  cristiana,  ó  alguna  de  aquellas 
incontrastables  verdades  que  tienen  fuerza  de  ha- 
cer volver  en  sí  á  quien  de  sí  vive  olvidado, 
despierta  en  ellos  algún  buen  pensamiento,  ape- 
nas nace  cuando  le  sofoca  su  inconstantísimo 
genio,  y  el  mal  ejemplo  de  los  forasteros,  como 
muchas  veces  lo  vemos  y  tocamos  con  las  ma- 
nos. Esto  supuesto,  volvamos  ya  á  nuestra  na- 
rración. 

Habiendo  el  P.  Arce  probado  y  experimen- 
tado por  muchos  días  el  fervor  de  este  cacique 
y  sus  vasallos,  le  pareció  fundar  aquí  Reduc- 
ción con  esperanza  de  feliz  suceso.  Con  este  fin 
los  remitió  á  su  tierra,  acompañados  de  cuatro 
indios  Guaranís  que  llevaba  consigo,  dándoles 
orden  á  éstos  de  que  explorasen  la  voluntad  del 
pueblo  y  corriesen  las  Rancherías  situadas  en 
la  orilla  del  Pilcomayo,  que  en  breve  les  segui- 
ría, junto  con  D.  Diego  Porcel,  piísimo  caballa- 


RELACIÓN  DE  INDIOS   CHIQUITOS         29 

ro,  y  muy  amado  de  los  infieles/  por  su  afabili- 
dad y  buen  trato,  para  que  le  ayudase  en  aquel 
negocio,  y  con  su  autoridad  tuviese  refrenados 
á  los  caciques  del  río  Bermejo;  pero  Dios  no 
quiso  de  éste  más  que  la  buena  voluntad,  para 
premiarla  eternamente  en  el  cielo;  porque  sien- 
do ya  muy  viejo  y  de  edad  decrépita,  á  pocas 
leguas  de  camino,  sorprendido  de  un  accidente, 
le  fué  preciso  volver  atrás;  pero  en  su  lugar  sus- 
tituyó á  un  hijo  suyo,  con  quien  poniéndose  en 
camino  el  P.  Joseph  por  el  mes  de  Mayo  de 
1690,  después  de  algunas  jornadas,  llegó  á  cier- 
tas rancherías  que  estaban  á  orillas  del  Pilco- 
mayo,  donde  fué  recibido  con  singular  afecto 
de  los  paisanos,  que  actualmente  estaban  lloran- 
do la  muerte  de  algunos  de  los  suyos,  por  cau- 
sa de  las  discordias  que  había  entre  Cambaripa 
y  Tataberiy.  Eran  estos  los  dos  Caciques  de  ma- 
yor nombre  y  poder  de  la  tierra;  y  para  dar 
principio  á  la  nueva  cristiandad,  era  necesario 
concordarlos  entre  sí,  y  apagada  toda  malevo- 
lencia, volverlos  á  hacer  amigos. 

A  este  fin  quería  el  santo  varón  ir  en  perso- 
na á  meterse  de  por  medio  y  hacer  las  paces,  y 
hubiéralo  hecho  á  no  ver  que  era  manifiesta- 
mente echarse  á  morir  entre  las  armas  de  los 
Tobas,  confederados  con  Tataberiy,  que  infes- 
taban los  caminos. 


30  P.  PATRICIO   FERNÁNDEZ 

En  esta  coyuntura  vino  un  mensajero  de 
Cambaripa,  pidiéndole  le  diese  de  su  parte,  si 
pudiese  hallar  algún  pronto  y  eficaz  remedio  á 
su  ruina,  y  á  la  de  aquellos  sus  vasallos,  porque 
no  tenía  tiempo  para  detener  ó  resistir  á  un 
mismo  tiempo  á  tantos  enemigos  ni  de  buscar 
escape  á  su  vida  con  la  fuga,  por  estar  mal  he- 
rido de  los  contrarios. 

Atravesó  esta  nueva  el  corazón  del  P.  Arce; 
y  para  repararle  aquel  fracaso  al  país,  volvió 
luego  atrás  á  fin  de  recoger  de  la  piedad  de  los 
españoles  algún  socorro  de  armas;  y  á  la  vuelta 
templó  Dios  con  alternados  consuelos  el  dolor 
de  aquel  accidente,  porque  los  Chiriguanás  del 
río  Bermejo,  que  antes  se  habían  mostrado  tan 
adversos  y  duros,  ablandados  ya  sus  corazones 
con  las  influencias  del  Espíritu  Santo,  le  salie- 
ron al  encuentro,  y  Cambichuri,  el  cacique 
más  poderoso,  le  mostró  grandes  finezas  de 
amor,  convidándole  á  que  fuese  á  predicar  á 
sus  vasallos  y  que  haría  de  él  cuanto  el  Padre 
gustase. 

Llegó  á  Tarija,  y  alcanzando  de  ios  Regido- 
res una  compañía  de  soldados,  se  volvió  lo  más 
presto  que  pudo,  llevando  por  su  compañero  al 
P.  Juan  Bautista  de  Zea;  y  aunque  el  camino 
era  áspero  y  peligroso  y  la  poca  comodidad  con 
que  trataban  su  cuerpo  estos  Evangilicos  opera- 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS         3 1 

ríos  les  hacía  más  trabajoso  el  caminar,  con  to- 
do eso  estaban  insensibles  á  toda  molestia  y  tra- 
bajo por  la  abundante  copia  de  delicias  celestia- 
les de  que  gozaban,  t)autizando  en  aquellas  so. 
ledades  gran  número  de  niños  y  no  pocos  adul- 
tos que  viéndose  ya  cercanos  á  la  muerte,  canr 
biaban  de  buena  gana  la  vida  con  esperar  la 
eterna  bienaventuranza.  Finalmente,  á26de  Sep- 
tiembre, entraron  en  las  rancherías  de  Tatabe- 
riy,  donde  se  había  de  tratar  la  paz. 

Salió  éste  á  cumplimentarle,  acompañado  de 
cuarenta  de  los  suyos,  y  hospedóle  en  la  casa 
más  acomodada  del  pueblo,  y  empezando  des- 
de luego  á  tratar  del  negocio  de  la  paz,  supo 
darse  tan  buena  maña  el  P.  Arce,  que  redujo  á 
los  dos  caciques  á  que  se  prometiesen  mutua- 
mente la  paz  y  renovasen  entre  sí  su  antigua 
amistad;  y  fuera  de  eso  concluyó,  se  hiciesen 
también  las  amistades  entre  los  parientes  de  los 
muertos  y  los  matadores,  que  fué  lo  más  difícil 
de  alcanzar. 

Celebró  el  pueblo  estas  paces  con  solemni- 
dad y  alegría  incomparable;  pero  sobre  todos, 
quien  dio  mayores  muestras  de  contento  fué 
Cambaripa;  y  Tataberiy  se  aficionó  increíble- 
mente á  los  misioneros,  y  por  medio  de  ellos  á 
la  Santa  ley  de  Cristo;  pidióles  que  se  quedasen 
allí  para  enseñarles  los  Divinos  Preceptos,  pro- 


32  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

metiendo  alistarse  cuanto  antes  en  el  número 
de  los  fieles;  y  en  prendas  de  eso  le  dio  para 
que  bautizase  un  hijo  único  que  tenía.  Pero  los 
Padres,  antes  de  hacer  pie  firme  en  algún  lugar, 
querían  correr  tada  la  provincia;  por  lo  cual, 
dándoles  buenas  esperanzas,  se  partieron,  asis- 
tidos siempre  del  hijo  de  aquel  buen  caballero, 
que  jamás  quiso  apartarse  de  su  lado  en  aque- 
lla peregrinación;  y  pasando  luego  á  las  riberas 
del  río  Parapitiy',  pobladas  de  muchas  ranche- 
rías, fueron  recibidos  de  todos  con  señas  de 
grande  afecto  y  tratados  lo  mejor  que  la  pobre- 
za y  penuria  del  país  permitían. 

De  aquí  tiraron  hacia  las  montañas  del  Cha- 
raguay  á  cuyas  faldas  viven  la  mayor  parte  de 
los  Chañes  y  muchos  Chiriguanás.  Tuvieron  aquí 
no  poco  que  hacer  en  componer  á  los  paisa- 
nos con  los  vasallos  de  Taquiremboti;  pero 
puestos  éstos  en  acuerdo,  prosiguieron  su  viaje, 
no  encontrando  otra  cosa  que  rancherías  des- 
truidas, habiéndose  retirado  á  otras  partes  la 
gente,  por  no  padecer  los  infortunios  y  desven- 
turas que  trae  consigo  la  guerra. 

Finalmente,  padecidos  no  pocos  ni  ligeros 
peligros  de  perecer,  llegaron  al.  río  Guapay, 
donde  fueron  recibidos  de  sus  moradores  con 
increibles  finezas,  y  los  Caciques  Manguta  y  Pa- 
yo les  suplicaron   vivamente  se  quedasen   en 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS         35 

aquel  paraje  para  instruirlos  en  los  misterios  de 
nuestra  Santa  Fe  y  enseñarles  el  camino  del  cielo. 

El  P.  Arce,  que  por  entonces  tenía  otros 
designios,  les  prometió  que  en  otra  ocasión  les 
cumpliría  sus  deseos,  con  que  administrando  el 
Santo  bautismo  á  cuatro  que  estaban  en  peligro 
de  muerte,  se  prevenía  ya  para  la  partida. 

A  este  tiempo  vino  una  india,  hermana  del 
cacique  Tambacurá,  y  se  echó  á  sus  pies  muy 
afligida  y  desconsolada  porque  el  gobernador 
de  Santa  Cruz  de  la  Sierra  enviaba  á  prender  á 
su  hermano  para  castigarle;  y  manifestando  su 
dolor  le  dijo  tantas  razones  y  le  enseñó  tales 
ruegos  y  súplicas  el  amor  á  la  sangre,  para  que 
le  librasen  de  aquel  golpe  que,  como  decía,  le 
habían  maquinado  por  rencor  y  envidia  sus 
enemigos, que  hubieron  de  condescender  los  Pa- 
dres á  sus  peticiones  para  que  tocasen  con  las 
manos  y  viesen  aquellas  gentes  que  ellos  no  mi- 
raban sino  á  su  utilidad  y  que  en  las  ocasiones 
eran  su  escudo  )'■  refugio,  para  aficionarlos  por 
este  camino  á  nuestra  santa  ley.  Este  fué  su  de- 
signio é  intento,  pero  no  el  de  Dios,  que  mu- 
chas veces  se  vale  de  los  intereses  humanos  pa- 
ra llevar  á  su  fin  las  disposiciones  de  su  eterna 
providencia.  Y  tal  fué  la  ida  de  estos  misione- 
ros á  Santa  Cruz  de  la  Sierra,  porque  yendo  so- 
lamente á  impetrar  la  vida  temporal  de  un  indio, 

LIBROS  QUE  TRATAN  DE  AMÉRICA. — T.   XII.       3 


34  P-    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

los  llevaba  Dios  para  que  fuera  de  toda  esperan- 
za rescatasen  á  innumerables  pueblos  de  ^-  •'"'?- 
clavitud  del  demonio.  Partieron,  pues,  del  oua- 
pay  con  Tambacurá  á  Santa  Cruz,  donde  reci- 
bidos con  mucha  cortesanía  del  gobernador 
don  Agustín  de  Arce  piísimo  caballero,  alcan- 
zaron por  merced  y  gracia  la  vida  de  aquel  po- 
bre hombre,  que  de  otra  manera  lo  hubiera  pa- 
sado muy  mal. 

Estas  demostraciones  de  estima  y  afecto 
obligaron  á  nuestros  Padres  á  que  con  confian- 
za le  manifestasen  su  designio  de  convertir  á  la 
fé  á  los  Chiriguanás  y  á  que  se  dignase  interpo- 
ner su  autoridad  contra  cualquiera  que  osase 
oponerse  á  esta  empresa.  Parecióle  al  sabio  go- 
bernador que  era  gastar  inútilmente  el  tiempo  y 
el  trabajo  con  aquellos  indios,  por  lo  cual  les 
empezó  á  persuadir  con  sólidas  razones  endere- 
zasen á  otra  parte  sus  pensamientos  y  apostóli- 
co celo,  porque  eran  gente  obstinada  en  la  ido- 
latría, salvaje  en  las  costumbres,  y  sobremanera 
adversos  á  las  leyes  y  pureza  de  la  vida  cristia- 
na, é  inconstantes  en  lo  que  emprenden;  que  ya 
en  otras  ocasiones  habían  probado  á  reducirles 
fervorosísimos  Misioneros,  y  después  de  gran- 
des trabajos  y  fatigas  no  habían  sacado  otro 
fruto  de  sus  sudores  sino  escarnios,  oprobios  y 
malos  tratamientos. 


RELACIÓN  DE  INDIOS    CHIQUITOS         35 

Vivía  entonces  muy  fresca  la  memoria  del 
fervorosísimo  P.  Martín  del  Campo,  de  la  pro- 
vincia del  Perú,  que  después  de  haber  gastado 
con  ellos  algunos  meses,  vista  su  obstinación, 
se  vio  precisado  á  irse  á  otra  parte  á  emplear 
sus  fervores.  Por  tanto  les  aconsejaba  pusiesen 
la  mira  en  otros  países  donde  no  se  perdiesen  á 
sí  mismos,  y  ganasen  felizmente  á  los  otros. 

Confinaban  con  aquella  ciudad  los  indios 
Chiquitos  que  poco  antes  habían  hecho  paces 
con  los   españoles  y  pedían  predicadores  del 
Evangelio,  que  les  enseñasen  la  ley  divina.  No 
podía  el  buen  gobernador  darles  gusto,  envian- 
do misioneros  de  la  provincia  del  Perú  por  es- 
tar estos  empleados  en  cultivar  las  naciones  de 
los  Moxos,  por  lo  cual  ofreció  á  nuestros  mi- 
sioneros la  copiosa  mies  de  esta  gentilidad,  don- 
de su  fervor  hallaría  en  qué  satisfacerse  á  su 
gusto,  y  su  celo  campo  donde  acrecentar  la  glo- 
ria divina,  que  aquí  no  serían  mayores  los  tra- 
bajos que  el  fruto,  ni  derramarían  gota  de  sudor 
en  esta  tierra,  que  no  fuese  semilla  de  que  co- 
giesen la  conversión  de  muchas  almas.  Y  que 
para  que  emprendiesen  con  más  calor  esta  mi- 
sión, escribiría  de  su  mano  cartas  muy  eficaces 
al  Provincial  de  esta  provincia,  á  nuestro  Padre 
general  Tirso  González,  su  íntimo  amigo. 

l^'.ste   razonamiento   del   buen   gobernador 


36  P.  PATRICIO   FERNÁNDEZ 

despertó  en  el  corazón  de  aquellos  varones' 
apostólicos  un  júbilo  incomparable,  viendo  se 
les  descubría  otro  campo  en  que  padecer  otro 
tanto  en  servicio  de  Dios:  por  lo  cual,  en  cuan- 
to á  ellos  tocaba,  se  ofrecieron  al  bien  de  aque- 
lla nación,  sin  hacer  caso  de  su  vida  ni  temer  á' 
los  trabajos  y  fatigas  que  les  pudiese  costar 
aquella  nueva  empresa,  sólo  con  que  la  insinua- 
ción de  los  superiores  les  destinase  á  ella;  y  así 
dijeron,  que  obtenida  licencia  de  sus  superiores, 
correrían  allá  gustosos  para  domesticar  aque- 
llos bárbaros  y  reducirlos  al  conocimiento  del 
verdadero  Dios  y  á  la  obediencia  de  la  Majestad 
Católica.  Y  con  esto,  despedidos  del  goberna- 
dor dieron  la  vuelta. 

Al  pasar  el  río  Guapay,  de  vuelta  para  Tari- 
ja,  les  cercaron  una  gran  multitud  de  infieles, 
rogándoles  fundasen  una  Reducción  en  aquel 
paraje  para  cuidar  y  atender  al  bien  de  sus  al- 
mas, que  les  daban  palabra  que  en  breve  abra- 
zarían todos  la  ley  de  Cristo. 

No  les  pareció  bien  á  los  Misioneros  dejar- 
los descontentos,  por  lo  cual,  levantando  en 
aquel  sitio  un  Rancho,  celebraron,  á  vista  del 
pueblo,  el  Santo  sacrificio  de  la  Misa;  y  por  ser 
aquel  día  consagrado  á  la  Presentación  en  el 
templo  de  la  Virgen  Nuestra  Señora  la  pusieron 
del  ajo  de  su  patrocinio;  y  esto  con  tanto  aplau- 


RELACIÓN  DE  INDIOS    CHIQUITOS         37 

SO  y  contento  de  los  naturales,  que  corriendo 
la  voz  de  lo  sucedido  por  las  otras  Rancherías, 
se  ofrecieron  muchos  caciques  á  fundar  allí 
Ranchos  con  todos  sus  vasallos. 

Partiéronse  de  aquí  los  Padres  para  dispo- 
ner en  Tarija  lo  necesario  para  llevar  adelante 
aquella  empresa,  y  Dios  Nuestro  Señor,  para 
premiar  los  trabajos  pasados  en  su  servicio  y 
animarlos  en  las  fatigas  que  habían  de  padecer 
en  adelante,  les  concedió  luego  un  fruto  de  ben- 
dición, que  apenas  nació  cuando  se  trasplantó 
en  los  jardines  celestiales,  este  fué  un  niño  que 
apenas  fué  lavado  de  mancha  de  la  culpa  origi- 
nal con  las  aguas  del  Santo  Bautismo,  cuando 
incontinenti  voló  á  gozar  eternamente  de  Dios. 

Incomparable  fué  el  consuelo  de  estos  san- 
tos varones  con  tan  noble  ganancia,  pero  no 
menor  la  rabia  del  demonio  que  de  tan  buenos 
principios  adivinaba  el  gran  menoscabo  que  se 
había  de  seguir  á  sus  intereses,  y  que  si  la  fé 
cristiana  fuese  ganando  crédito  y  seguidores, 
perdería  en  poco  tiempo  el  dominio  del  país;  y 
■como  su  mal  y  daño  estaba  á  los  principios  y  le 
podía  reparar,  procuró,  con  todo  su  esfuerzo 
arrancar  de  raíz  aquellos  buenos  principios,  pa- 
ra lo  cual  tenía  allí  de  su  bando  ciertos  apósta- 
tas muy  poderosos,  tanto  peores  que  los  otros 
en  su  vida,  cuanto  es  ordinario  que  sea  más  per- 


38  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

dido  en  sus  costumbres  quien  abandona  la  fé 
que  quien  jamás  la  profesó  en  su  vida. 

Entre  estos  había  dos  caciques  llamados 
Urbano  Cárnica  y  Pedro  de  Santa  María,  que  te- 
niendo para  su  placer  muchas  concubinas,  lleva- 
ban muy  mal  tomase  campo  en  aquella  tierra 
Cristo  Nuestro  Señor  y  su  ley  santísima,  con  lo 
cual  ellos  se  habían  de  ver  precisados  á  desam" 
parar  el  país  ó  á  salir  del  cieno  de  la  deshones- 
tidad. Por  tanto,  conmovidos  estos  del  enemi- 
go infernal,  y  mucho  más  del  amor  á  la  carne, 
empezaron  á  esparcir  por  el  vulgo  mil  calum- 
nias contra  los  misioneros,  y  mucho  más  aque- 
llas que  mejor  les  estaba  creyese  el  pueblo;  de- 
cían que  eran  espías  de  los  enemigos,  que  no 
pretendían  otra  cosa  que  sujetarlos  á  los  espa- 
ñoles, y  con  pretexto  de  reducirlos  á  la  fé  cató- 
lica, privarlos  de  su  antigua  libertad,  que  en 
breve  se  verían  hambrientos  y  deseosos  de  aque- 
llos placeres  deque  ahora  á  su  gusto  se  saciaban;, 
verían  sus  carnes  flacas,  sus  espaldas  acardena- 
ladas de  los  golpes  de  los  nuevos  señores,  cuyo 
yugo  cargaban  sobre  sus  cuellos,  junto  con  el 
de  Cristo;  y  en  prueba  de  eso,  tenían  ellos  aún. 
en  el  cuerpo  las  cicatrices  de  los  cruelísimos; 
azotes  que  llevaron  cuando  cristianos-,,  por  más 
que  trabajaban  de  día  y  de  noche  sin  ninguna 
compasión,  para  llenar  á  su  costa  las,  bolsas  de 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS.         39 

SUS  amos,  y  semejantes  á  estas  decían  otras  in- 
numerables mentiras,  como  les  venía  á  cuento 
el  fingirlas  para  su  intento.  No  se  dijeron  al 
aire,  porque  ahora  el  deseo  que  tenían  los  bár- 
baros de  hacerse  cristianos  estaba  en  sus  prime- 
ros fervores,  no  hicieron  en  ellos  mucha  mella 
estos  dichos;  no  obstamte,  resfriándose  de  allí  á 
poco  aquel  primer  fervor,  consiguieron  los 
apóstatas  su  intento  de  alborotar  el  país  y  enfu- 
recer el  pueblo  para  que  echasen  á  los  Padres  y 
los  remitiesen  á  donde  habían  venido. 

Entrado  ya  el  año  de  169 1,  partieron  los  PP. 
Juan  Bautista  de  Zea  y  Diego  Centeno  por  el  río 
Guapay,  á  cultivar  el  nuevo  pueblo  de  la  Presen- 
tación, y  el  P.  Arce  al  valle  de  las  Salinas,  á 
donde  acudió  gran  número  de  infieles,  de  los 
cuales  muchos  se  le  mostraban  aficionados  y 
otros  le  mostraban  mal  rostro,  señal  de  lo  que 
maquinaban  en  su  corazón,  que  era  darle  muer- 
te, como  lo  hubieran  ejecutado  á  no  haberles 
disuadido  de  tan  malvado  intento  los  indios  de 
Tariquea. 

Procuraba  aquí  el  apostólico  Padre  poner 
forma  á  las  cosas  de  la  reciente  iglesia;  pero  el 
demonio,  que  soplaba  en  el  corazón  de  los 
apóstatas,  cuanto  el  buen  Padre  trabajaba  en 
muchas  semanas,  lo  deshacía  en  pocas  horas;  y 
por  apéndice  de  estos  desastres,  tuvo  noticia  de 


40  P.    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

que  los  Tobas,  cruelísimos  enemigos  de  Dios  y 
de  los  españoles,  vistos  sus  intentos,  se  habían 
puesto  en  armas,  y  en  gran  número  venían  des- 
truyendo el  país;  con  lo  cual,  esperando  de  ho- 
ra en  hora  sus  furias,  se  esforzaban  á  recibir  con 
gran  ánimo  la  muerte  si  fuese  voluntad  de  Dios 
Nuestro  Señor,  imitando  á  sus  subditos,  de 
quien  corría  fama  que  habían  caído  en  las  ma- 
nos de  aquellos  malvados  y  sido  muertos  con 
crueldad  igual  á  su  fiereza. 

Pero  como  Nuestro  Señor,  con  estas  desgra- 
cias, no  quería  de  su  siervo  otra  cosa  sino  las 
primeras  pruebas  y  noviciado  de  una  vida  apos- 
tólica, hizo  desvanecer  en  breve  aquellos  temo- 
res y  hubo  luego  aviso  de  que  los  PP.  Zea  y 
Centeno  habían  llegado  á  salvamento  en  el  pue- 
blo de  la  Presentación,  y  de  que  los  Tobas  se 
habían  retirado  á  sus  tierras,  con  lo  cual  pudo 
seguramente  pasar  á  Tariquea  para  disponer 
más  apriesa  los  ánimos  de  la  gente  para  abrazar 
la  santa  fé. 

Aquí  fué  recibido  y  hospedado  con  mucho 
amor  y  benevolencia  del  señor  del  lugar,  quien 
entendida  la  causa  de  su  ida,  mandó  luego  echar 
bando  por  todas  las  Rancherías  del  contorno, 
que  se  juntasen  día  señalado  todos  los  caciques 
á  Concejo,  para  resolver  el  negocio  de  su  con- 
versión; y  se  ejecutó  así  el  día  último  de  Julio, 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS         4I 

consagrado  á  nuestro  gran  Padre  y  Patriarca 
San  Ignacio. 

Y  porque  será  del  gusto  de  los  lectores  sa- 
ber las  ceremonias  y  modo  de  que  usaron  en 
su  Asamblea,  daré  de  ellos  una  breve  y  sucinta 
noticia. 

Entrados  á  parlamento  en  lo  más  oscuro  de 
la  noche,  dieron  principio  á  la  función  con  una 
sinfonía  de  flautas  y  pífanos,  y  cantando  y  bai- 
lando al  son  de  ellos  discurrían  sobre  el  nego- 
cio, concluyendo  cada  baile  que  duraba  tres  ó 
cuatro  credos  con  brindis. 

Al  rayar  el  alba,  aunque  hacía  viento  muy 
frió  que  helaba,  por  ser  aquí  este  mes  el  cora- 
zón del  invierno,  se  fueron  todos  á  bañar  al  río; 
y  para  hacer  más  alegre  la  fiesta,  adornaron  sus 
cabezas  con  hermosos  penachos  afeitándose  el 
rostro  con  colores  muy  feos,  imaginando  cre- 
cían en  belleza  y  hermosura,  cuando  parecían 
otros  tantos  diablos. 

Habiendo  ya  esclarecido  el  día,  tomaron  un 
desayuno  para  cobrar  aliento  y  brío  para  pro- 
seguir su  acuerdo  en  la  forma  que  antes.  ¿Quién 
creía,  ó  por  mejor  decir,  quién  se  atrevía  á  es- 
perar resolución  nada  favorable  en  un  Concejo 
semejante?  Pero  no  obstante  eso,  determinaron 
de  común  consentimiento  admitir  en  sus  tierras 
á  Cristo  y  á  su  ley  santísima,  y  enviaron  á  dar 
aviso  de  su  resolución  al  P.  Arce,  quien  debajo 


42  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

de  una  enramada  estaba  encomendando  á  Nues- 
tro Señor  con  fervor  este  negocio;  pero  le  pu- 
sieron tres  condiciones:  La  primera,  que  la  Re- 
ducción se  fundase  en  aquel  paraje.  La  segun- 
da, que  no  fuesen  obligados  á  desterrarse  de  sus 
tierras  los  que  quisieren  vivir  en  el  gentilismo, 
ó  mantener  muchas  mujeres  para  su  uso;  y  la 
tercera  finalmente,  que  sus  hijos  no  fuesen  des- 
tinados al  servicio  de  la  Iglesia. 

Aceptó  el  santo  varón  el  partido,  esperando 
que  el  tiempo,  y  mucho  más  la  sangre  de  Jesu- 
cristo les  ablandaría  los  corazones  y  darían 
aquellos  frutos  de  bendición  que  su  celo  y  sus 
fatigas  les  prometían;  ni  eran  mal  fundadas  sus 
esperanzas  porque  Taricú,  principalísimo,  en 
nombre  de  todos,  le  dio  las  gracias  de  querer 
emplearse  en  provecho  de  sus  almas;  y  las  dio 
también  á  Nuestro  Señor  porque  se  había  digna- 
do de  enviarles  quien  sin  ningún  interés  suyo 
les  enseñase  el  camino  del  cielo.  Y  porque  todo 
esto  sucedió,  como  dije,  en  el  día  consagrado 
á  N.  P.  S.  Ignacio,  puso  el  P.  Arce  la  Reduc- 
ción debajo  de  su  patrocinio. 

Mientras  que  las  cosas  corren  aquí  con  al- 
gún viento  favorable,  me  es  preciso  dar  una  su- 
cinta relación  de  la  provincia  de  los  Chiquitos^ 
en  que  al  mismo  tiempo  se  fundó,  aunque  con 
fin  más  feliz,  una  nueva  cristiandad,  y  será  el 
blanco  principal  de  esta  mi  Relación. 


CAPITULO  II. 


Situación  de  la  provincia  de  Chiquitos,  costumbres  y 
ílidadcs  de  los  naturales. 


ca 


La  provincia,  á  quien  vulgarmente  llamamos 
de  los  Chiquitos,  es  un  espacio  de  tierra  de  dos- 
cientas leguas  de  largo  y  ciento  de  ancho;  por 
el  Poniente  mira  á  Santa  Cruz  de  la  Sierra,  y 
algo  más  lejos  á  las  misiones  de  los  Moxos,  que 
pertenecen  á  nuestra  provincia  del  Perú.  Por 
Levante  baja  hasta  el  famoso  lago  de  los  Xa- 
rayes,  á  quien  con  razón  llamaron  el  mar  Dul- 
ce los  primeros  conquistadores,  por  su  ampli- 
tud y  grandeza.  Por  la  Tramontana  la  cierra 
una  gran  cadena  de  montes  bien  larga,  que  co- 
rriendo de  la  parte  de  Levante  á  Poniente,  rema* 
ta  en  este  lago.  Por  el  Mediodía  mira  al  Chaco 
y  á  un  gran  lago,  ó  por  mejor  decir,  golfo  del 


44  P-  PATRICIO   FERNÁNDEZ 

TÍO  Paraguay,  que  forma  aquí  una  bellísima  en- 
senada, cuyas  riberas  están  pobladas  de  gran 
multitud  de  árboles  y  se  llamó  desde  sus  princi- 
pios este  seno  ó  ensenada  el  puerto  de  los  Ita- 
tines. 

Bañan  á  esta  provincia  de  Chiquitos  dos 
ríos:  uno  el  Guapay,  que  naciendo  en  las  mon- 
tañas de  Chuquisaca  baja  por  una  llanura  abier- 
ta por  junto  á  un  pueblo  de  los  Chiriguanás  lla- 
mado Abapó,  y  corriendo  hacia  Oriente,  ciñ^  á 
lo  largo  en  forma  de  media  luna,  á  Santa  Cruz 
de  la  Sierra;  y  tirando  de  aquí  entre  Septen- 
trión y  Poniente,  riega  y  baña  las  llanuras  que 
están  á  la  falda  por  ambas  partes;  y  finalmente 
desagua  en  la  laguna  Mamoré,  en  cuya  costa 
están  fundados  algunos  pueblos,  ya  cristianos, 
de  los  Moxos.  El  otro,  el  Aperé  ó  San  Miguel, 
que  nace  en  los  Alpes  del  Perú,  y  atravesando 
por  los  Chiriguanás  (en  cuyas  tierras  muda  su 
nombre  en  el  de  Parapity),  se  pierde  finalmente 
en  unos  bosques  muy  espesos,  por  las  muchas 
vueltas  que  da  hasta  cerca  de  Santa  Cruz  la 
Vieja,  donde  los  años  pasados  se  íundó  la  Re- 
ducción de  San  Joseph,  y  girando  entre  Septen- 
trión y  Poniente,  baña  las  Reducciones  de  San 
Francisco  Xavier  y  de  la  Concpción,  desde 
donde  tira  derechamente  á  Mediodía;  y  recibien- 
do en  su  madre  muchos  arroyos  del  contorno. 


RELACIÓN  DE   INDIOS   CHIQUITOS         4$ 

pasa  por  las  Reducciones  de  Baures,  que  perte- 
necen á  las  misiones  de  los  Moxos,  y  de  aquí 
va  á  desaguar  en  el  Mamoré,  y  este  en  el  gran 
río  Marañón  ó  de  las  Amazonas. 

El  país,  por  la  mayor  parte  es  montuoso  y 
poblado  de  espesísimos  bosques,  muy  abundan- 
tes de  miel  y  de  cera  por  la  gran  multitud  de 
abejas  de  varias  especies,  entre  las  cuales  hay 
una  casta  que  llaman  Opemús,  la  más  semejante 
á  las  de  Europa,  cuya  miel  es  odorífera  y 
fragante,  y  blanquísima  su  cera,  aunque  algo 
blanda.  Abundan  también  de  muchos  monos, 
gallos,  tortugas,  antas,  ciervos,  cabras  monte- 
ses y  tambie'n  de  culebras  y  víboras  de  extraños 
venenos,  porque  hay  algunas  que  luego  que 
muerden  se  hinchan  los  cuerpos  de  los  pacien- 
tes y  destilan  sangre  por  todos  sus  miembros, 
ojos,  oídos,  boca,  narices  y  aun  de  las  uñas; 
pero  el  doliente,  como  echa  por  tantas  partes 
aquel  pestilente  humor,  no  muere.  Otras  hay 
cuyo  veneno  (aunque  hayan  mordido  en  la  pun- 
ta del  pie)  se  sube  al  punto  á  la  cabeza,  quitan- 
do las  fuerzas  y  privando  del  juicio,  y  de  aquí 
extendie'ndose  por  dentro  de  las  venas  mata 
irremediablemente,  causando  delirio,  y  hasta 
ahora  no  se  les  ha  podido  encontrar  eficaz  re- 
medio. 

El  terruño  de  suyo  es  seco,  pero  en  tiempo 


46  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

de  lluvias,  que  duran  desde  Diciembre  hasta 
Mayo,  se  anega  tan  disformemente  la  campaña, 
que  se  cierra  el  com.ercio  y  se  forman  muchos 
ríos  y  grandes  lagunas,  que  abundan  de  muchos 
géneros  de  pescado,  los  cuales  pescan  con  cier- 
ta pasta  amarga  con  que  atontados  salen  á  la 
superficie  del  agua. 

Pasado  el  invierno  se  secan  luego  los  llanos 
y  para  sembrar  es  menester  desmontar  con  gran 
trabajo  los  bosques  y  cultivar  las  coHnas  y  cum- 
bres de  los  montes  que  rinden  muy  bien  el  maiz 
ó  trigo  de  las  Indias,  arroz,  algodón,  azúcar,  ta- 
baco y  otros  frutos  propios  del  país,  como  plá- 
tanos, pinas,  maní,  zapallos  (que  es  una  especie 
de  calabazas,  mejores  y  más  sabrosas  que  las  de 
Europa);  el  grano,  empero,  y  la  vita,  no  se  pue- 
de coger  en  estas  tierras. 

El  clima  es  cálido  y  destemplado,  causa  de 
muchos  accidentes  apopléticos  y  frecuentes  con- 
tagios que  suelen  hacer  gran  riza  en  los  natura- 
les, porque  estos  bárbaros  no  saben  aplicar  sino 
dos  remedios.  El  primero  es  chupar  los  cuerpos 
enfermos,  oficio  propio  de  sus  caciques  y  capi- 
tanes, que  en  su  idioma  llaman  Iriabós,  los  cua- 
les con  este  oficio  se  hacen  mucho  lugar  entre 
los  naturales,  con  harta  ganancia,  porque  en 
vez  de  guisar  la  gaUina  y  las  otras  viandas  más 
exquisitas  para  el  enfermo,  se  lo  come  todo  el 


RELACIÓN  DE  INDIOS    CHIQUITOS         47 

chupador^  y  al  enfermo  no  le  dan  sino  la  ordi- 
naria vianda  de  un  puñado  de  maiz  bien  mal  co- 
cido; y  si  no  lo  quieren  comer,  no  les  da  mucho 
cuidado,  contentos  con  la  respuesta  del  enfer- 
mo: '^córno  he  de  comer  si  no  tengo  gana}  Por  lo 
cual  tengo  para  mí  que  los  más  mueren  de  ne- 
cesidad más  que  de  enfermedades,  de  la  cual  no 
dan  otra  relación  al  sobredicho  médico  que 
mostrarle  la  parte  dolorida  y  decirle  por  dónde 
han  andado  los  días  antecedentes:  de  aquí  pasa 
este  á  examinar  si  el  enfermo  ha  derramado  la 
chicha  (bebida  algo  semejante  á  la  cerveza)  si 
ha  echado  á  los  perros  algún  pedazo  de  carne 
de  tortuga,  ciervo  ó  de  otro  viviente;  y  si  le  ha- 
lla reo  de  este  delito,  dice  que  el  alma  de  estos 
animales,  para  vengar  su  injuria  se  le  ha  entra- 
do en  el  cuerpo,  y  le  atormenta  á  medida  de  su 
afrenta .  De  donde  es,  que  para  darle  algún  ali- 
vio le  chupan  la  parte  lesa,  ó  también  dan  en  el 
suelo  grandes  golpes  con  la  macana  alrededor 
del  enfermo  para  espantar  aquella  alma  y  ahu- 
yentarla. Con  esto  se  queda  el  doliente  como 
antes,  si  no  es  que  por  ventura  sucede  tal  vez 
que  sanan  naturalmente. 

Hase  observado  en  estos  médicos  que  des- 
pués de  recibido  el  Santo  Bautismo,  por  mucho 
que  hacen  no  pueden  vomitar  una  materia  sucia 
y  hedionda  como  antes  lo  hacían  todas  las  ve- 


48  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

ees  que  chupaban  algún  miembro  del  enfermo, 
dándose  el  demonio  por  desobligado  de  mante- 
ner el  pacto  implícito  que  con  ellos  tenía,  por- 
que explícito  y  cierto  no  tenían  ninguno. 

El  otro  remedio  es  bien  cruel  3'  propio  de 
bárbaros,  y  era  matar  á  las  mujeres  que  se  per- 
suadían eran  causa  de  la  enfermedad  (puede  ser 
que  sus  mayores  tuviesen  alguna  luz  de  que  por 
una  mujer  había  entrado  en  el  mundo  la  muer- 
te) y  echándolas  de  este  mundo,  creían  quedar 
ellos  libres  del  tributo  de  la  muerte.  Por  eso  im- 
portunaban al  médico  les  dijese  qué  mujer  les 
había  puesto  en  su  cuerpo  aquella  enfermedad, 
y  éste  decía  que  era  esta  ó  aquella  que  primero 
se  le  ofrecía  ó  con  quien  tenía  algún  enojo,  ó 
con  su  marido  ó  parentela  y  cogiendo  sola  á  la 
miserable  la  quitaban  á  golpes  y  palos  la  vida. 
Y  no  acababan  de  caer  en  la  cuenta  del  engaño, 
aun  viendo  por  experiencia  que  no  aprovecha- 
ba nada  para  escaparse  de  la  muerte  esta  rece- 
ta. Proviene  esto  de  una  necia  imaginación  que 
tienen  de  que  las  enfermedades  provienen  de 
causa  extrínseca  y  no  de  la  interior  alteración 
de  los  humores,  porque  no  son  capaces  de  lle- 
gar á  penetrar  con  el  entendimiento  á  donde 
no  alcanza  la  grosería  de  los  sentidos  corpora- 
les (propiedad  de  todos  los  indios  occidentales), 
bien  que  por  otra  parte  son  hábiles  y  despiertos. 


RELACIÓN  DE  INDIOS   CHIQUITOS         49 

para  los  demás.  Y  viendo  que  los  ^Misioneros 
curaban  con  purgas  y  sales,  no  acababan  de 
persuadirse  que  la  sangre  y  los  otros  humores 
de  que  se  alimenta  la  parte  inferior  del  hombre 
podía  corromperse  y  causar  malignos  efectos  y 
malas  impresiones  aun  en  el  alma;  por  esto,  por 
la  más  leve  indisposición  se  querían  sangrar,  y 
pidiéndoles  el  brazo,  respondían  que  no  en  él, 
sino  en  la  parte  que  les  dolía,  había  de  ser  la 
sangría;  y  experimentando  con  estos  remedios 
mejoría,  dieron  de  mano  á  los  antiguos  médicos 
burlándose  de  sus  fraudes  y  engaños  y  execran- 
do la  crueldad  que  habían  usado  contra  las  mu- 
jeres. 

Son  de  temperamento  ígneo  y  vivaz  más  que 
lo  ordinario  de  estas  naciones,  de  buen  enten- 
dimiento, amantes  de  lo  bueno,  nada  inconstan- 
tes ni  inclinados  á  lo  malo,  y  por  esto  muy  ajus- 
tados á  los  dictámenes  de  la  razón  natural,  ni 
se  hallan  entre  ellos  aquellos  vicios  é  inmundi- 
cias sensuales  de  la  carne  que  á  cada  paso  se 
ven  y  se  lloran  en  otros  países  de  gentiles  ya 
convertidos.  Su  estatura  es  por  lo  ordinario  más 
(jue  mediana;  las  facciones  del  rostro  no  dese- 
mejantes de  las  nuestras,  aunque  el  color  es  de 
aceituna,  con  que  fácilmente  se  distinguen  de 
los  europeos;  en  pasando  de  veinte  años  se  de- 
jan crecer  el  cabello,  y  quien  le  tiene  mejor  y 

LIBROS  QUE  TRATAN  DE  AMÉRICA. — T.  XíL       4 


5©  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

más  grande,  tiene  sobre  los  otros  una  cierta 
hermosura  señoril;  no  crian  barba,  sino  tarde  y 
poca.  Cuanto  al  vestir,  los  hombres  andan  to- 
talmente desnudos;  las  mujeres  traen  una  cami- 
seta de  algodón  que  llaman  Tipoy,  con  mangas 
largas  hasta  el  codo  y  lo  demás  del  brazo  des- 
nudo; los  caciques  y  los  principales  usan  tam- 
bién de  este  vestido,  aunque  un  poco  más  cor- 
to. Adornan  el  cuello  y  las  piernas  con  muchas 
sartas  de  ciertas  bolillas  que  parecen  á  la  vista 
esmeraldas  y  rubíes  de  que  también  usan  para 
hacer  sartas  de  cascabeles  en  los  días  más  festi- 
vos. Horádanse  las  orejas  y  el  labio  inferior,  del 
cual  cuelgan  plumas  de  muchos  colores,  y  de 
éste  traen  pendiente  un  pedazo  de  estañó;  llevan 
también  en  la  cintura  una  bellísima  faja  de  plu- 
mas muy  vistosas  por  la  diversidad  y  propor- 
ción de  los  colores.  Son  de  ánimo  valeroso, 
guerrero  y  bien  dispuestos  en  lo  personal  para 
el  manejo  de  las  armas,  una  de  las  cuales  es  la 
flecha,  en  que  son  muy  valientes  y  diestros;  y 
para  prueba  y  señal  de  su  destreza,  traen  colga- 
das muchas  colas  de  animales  y  plumas  de  pá- 
jaros que  han  cazado:  otra  de  sus  armas  es  la 
macana  ó  maza,  que  es  de  una  madera  muy 
dura  y  pesada  en  forma  de  palas,  con  que  se 
iuega  en  Europa  á  la  pelota,  solo  que  es  más  lar- 
ga, en  el  medio  es  gruesa  y  por  los  lados  aguda 


RELACIÓN  DE    INDIOS  CHIQUITOS         51 

<como  la  espada  para  poder  pelear  de  cerca. 
No  tienen  gobierno  ni  vida  civil,  aunque  para 
sus  resoluciones  oyen  y  siguen  el  parecer  de  los 
más  viejos.  La  dignidad  de  cacique  no  se  dá 
por  sucesión,  sino  por  merecimientos  y  valor 
en  las  guerras  y  en  hacer  prisioneros  á  sus  ene- 
migos á  quien  asaltan  sin  otro  motivo  más  que 
por  quitarles  algún  pedazo  de  hierro  ó  por 
■alcanzar  fama  y  nombre  de  valerosos  en  la 
guerra. 

De  genio  totalmente  contrario,  son  las  na- 
ciones  vecinas  que    viven   pacíficas  y  quietas 
en  sus    confines  y  por  eso   les  es   de   terror 
y  espanto  la  milicia  de  los  Chiquitos,  los  cua- 
les, después  de   hacerles   esclavos    de    guerra 
como    si   fueren  sus   parientes    en    sangre,   ó 
muy   amigos,  los  casan  muchísimas  veces  con 
sus  mismas   hijas,  aunque  su  matrimonio  no 
se   puede   llamar  tal  porque   no   es   indisolu- 
ble; los  particulares  no  se  pueden   casar  sino 
con  una  sola  mujer,  bien  que  pueden  echarla  de 
casa  cuando  se  les  antoja  y  tomar  otra.  Sola- 
mente los  caciques  toman  dos  y  tres  mujeres,  y 
éstas,  aunque  sean  hermanas,  las  cuales  no  tie- 
nen otro,  empleo  que  cocer  la  chicha,  corriendo 
por  cuenta  de  los  maridos  el  recibir  y  hospedar 
á  los  forasteros  y  servirles  con  esta  bebida  que 
hacen  de  maíz,  mandioca  y  otras  frutas;  en  el 


$2  ^     P.  PATRICIO  FERNÁNDEZ 

color  se  da  algún  aire  al  chocolate  y  en  los  efec- 
tos es  muy  semejante  al  vino. 

La  ceremonia  que  usan  en  sus  casamientos 
es  como  sigue:  Ningún  padre  dará  su  hija  á  ma- 
rido, si  e'ste  no  ha  hecho  antes  alguna  proeza; 
por  eso,  el  que  se  quiere  casar,  sale  antes  á 
caza,  y  muertos  cuantos  animales  puede,  da  la- 
vuelta  con  un  centenar  de  liebres,  y  sin  hablar 
palabra  las  pone  á  la  puerta  de  la  mujer  de 
quien  está  enamorado,  y  por  la  calidad  y  can- 
tidad de  la  caza,  juzgan  los  parientes  si  la  me- 
rece por  esposa. 

La  educación  de  sus  hijos  es  en  todo  confor- 
me á  su  tosquedad  bárbara,  dejándolos  vivir  sin 
temor  ni  respeto  de  los  parientes,  hechos  seño- 
res de  sí  mismos,  soltándoles  las  riendas  para 
<]ue  corran  á  donde  la  disolución  y  fervor  ju- 
venil de  los  años  los  arrastra. 

Viven  pocos  juntos  como  república  sin  cabe- 
za, que  cada  uno  es  señor  de  sí  mismo,  y  por 
cualquier  ligero  disgusto  se  apartan  unos  de 
otros. 

Las  casas  no  son  más  que  unas  cabanas  de 
paja  dentro  de  los  bosques,  una  junto  á  otra  sin 
algún  orden  ó  distinción;  y  la  puerta  es  tan 
baja  que  sólo  se  puede  entrar  á  gatas,  causa 
porque  los  españoles  les  dieran  el  nombre  de 
Chiquitos;  y  ellos  no  dan  otra  razón  di  tener 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS  53 

íasí  las  casas  sino  que  lo  hacen  por  librarse  del 
■enfado  y  molestia  que  les  causan  las  moscas  y 
mosquitos,  de  que  abunda  extrañamente  el  país 
en  tiempo  de  lluvias,  y  también  porque  sus  ene- 
migos no  tengan  por  donde  flecharlos  de  no- 
'Che,  lo  cual  sería  inevitable  si  fuese  grande  la 
puerta;  fuera  de  ésta,  no  tienen  otro  ajuar  que 
una  estera  bien  débil  que  al  más  leve  soplo  del 
aire  se  cae. 

Los  libres  y  solteros,  que  después  de  los  ca- 
torce años  ya  no  viven  más  con  sus  padres,  vi- 
ven todos  juntos  en  una  casa,  que  no  es  otra 
■cosa  sino  una  enramada  descubierta  por  todos 
lados,  la  cual  sirve  también,  en  tiempo  de  sus 
visitas  y  cumplimientos,  para  recibir  y  alojar  á 
ios  forasteros  que  vienen  de  otras  partes,  á  los 
cuales  regalan  con  lo  mejor  del  país  y  con 
aquella  su  apreciada  bebida,  y  acude  todo  el 
pueblo  para  festejar  y  participar,  junto  con  los 
forasteros,  del  refresco;  pero  antes  conjuran  al 
demonio  para  que  no  venga  á  perturbar  la  ale- 
gría del  festín;  la  ceremonia  es  salir  algunos  de 
•ellos  de  la  choza  y,  con  grandes  exclamacio- 
nes, dar  en  el  suelo  con  las  macanas.         '  ' '"  ^^ 

Sus  festines  y  banquetes  suelen  durar  dos  Ó 
tres  días  y  noches  enteras,  poniendo  su  mayor 
magnificencia  y  explendor  en  la  copia  y  forta- 
leza de  aquel  su  vino,  cuyos  humos  al  punto  se 


54  P-    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

les  suben  á  la  cabeza  y  los  privan  de  aquel  poco- 
juicio  y  sexo  que  antes  tenían,  por  lo  cual  sus- 
fiestas  y  alegrías  acaban  en  riñas,  fceridas  y 
muertes,  porque  los  rencores  y  odios  guarda- 
dos y  encubiertos  ó  disimulados  mucho  tiempo 
en  lo  más  secreto  del  corazón  por  cobardía  y 
temor,  brotan  y  salen  fuera  en  estas  ocasiones. 
y  vienen  á  las  manos  con  furia. 

Después  los  forasteros,  en  agradecimiento^ 
los  convidan  y  llevan  á  sus  rancherías,  corres- 
pondiendo con  el  mismo  trato,  cumplimientos 
y  bárbara  cortesanía,  y  éstas  son  todas  sus  an- 
danzas y  peregrinaciones.  Bien  que  aunque  no 
tengan  forasteros  á  quien  festejar  y  banquetear,. 
son  entre  sí  muy  frecuentes  los  convites  á  be- 
ber la  chicha;  y  este  ha  sido  el  único  y  no  leve 
impedimento  que  se  ha  hallado  en  la  vida  polí- 
tica, y  reducidos  por  medio  del  santo  bautismo 
al  gremio  de  la  Iglesia,  siendo  cosa  muy  cierta 
y  verdadera  que  fiisira  doceniur  in  fide,  nisi  ab 
eis  rcfnoveatur  ebrietas,  que  de  ellos  y  de  las- 
otras  naciones  de  estas  Indias  escribió  el  doctí- 
simo y  sapientísimo  obispo  el  ilustrísimo  señor 
don  Alonso  de  la  Peña  í>Iontenegro  (i). 


(i)  La  obra  del  Obispo  de  Quito,  á  que  alude  el 
Padre  Patricio  Fernández,  se  üXxAz.  Itinerario  ]p ara  Pa- 
rrochos  de  Indios.^  en  que  se  tratan  las  materias  más 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS  55 

Por  eso  nuestros  Misioneros  pusieron  todo 
esfuerzo  desde  los  principios  en  exterminar  y 
arrancar  este  vicio,  y  juntamente  aquellos  festi- 
nes y  banquetes;  usaron  de  muchos  medios,  ya 
suaves,  ya  severos,  de  romper  los  cántaros,  re- 
prenderlos, derramarles  la  chicha  y  deshacer 
sus  brutales  juntas,  cosa  que  les  provocaba  á 
cólera  y  á  venganza  á  aquellos  bárbaros,  que  se 
enfurecían  y  exasperaban  tantOf  que  muchas 
veces  echaren  furiosamente  mano  á  las  maca- 
nas y  á  las  flechas  para  matarlos. 
.  Quiso  Nuestro  Señor,  finalmente,  premiar 
sus  industrias  y  santo  celo,  desterrando  y 
arrancando  á¿\  corazón  de  aquellos  bárbaros 
vicio  tan  arraigado,  mediante  los  sudores  y  vir« 
tud  (como  es  constante  opinión  entre  nosotros) 
del  P.  Antonio  Fideli,  italiano,  que  fué  el  pri- 


particuJares  tocant  s  á  ellos  para  su  buena  adminis- 
tración. Se  imprÍLTiió  por  priinera  vcz,  sc.uúa  algunos 
bibliógratos^  en  Amberes,  por  Verdussen,  en  1726.  Se 
reimprimió  en  el  mismo  punto  por  los  hermanos  de 
Tournes  en  1734,  y  volvió  á  hacerse  oira  edición  en 
Madrid  p  .r  Pedro  Mirín  en  1771.  Las  dos  ed'ciones  he- 
chas en  Bélgica  son  en  4.°  y  la  madrileña  en  f  )lio. 

Fué  obra  que  obtuvo  una  acogida  por  los  religiosos 
cual  nüiguiia  otra  de  su  género,  be  llegó  á  hacer  abso- 
lutamente necesaiia  á  cuantos  Misioneros  pagaban  á 
Indias. 

La  me;or  edición  de  la  obra  del  Obispo  Peña  y  Mon- 
tenegro uicen  que  es  la  de  1734,  porque  está  purgada. 
de  muchos  yerros. 


56  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

mero  que  murió  en  esta  apostólica  empresa, 
por  Marzo  de  1702,  consumido  de  las  fatigas  y 
trabajos  que  padeció  en  cultivar  esta  nueva 
viña  del  Señor. 

Después  de  su  muerte  dejaron  del  todo  estos 
pueblos  la  embriaguez  y  las  demás  bárbaras 
costumbres,  mudanza  por  cierto  de  la  mano  del 
Altísimo,  pues  aun  entre  cristianos  más  cultiva- 
dos se  ve  todos  los  días  que  los  dados  á  la  em- 
briaguez, es  necesario  un  milagro  de  la  gracia 
divina  para  que  le  dejen;  pues  ^cuánto  más  se- 
ría necesario  para  estos  bárbaros  que  le  habían 
mamado  con  la  leche? 

Su  distribución  y  repartimiento  del  tiempo  es 
el  siguiente:  Al  rayar  el  alba  se  desayunan,  y 
juntamente  tocan  ciertos  instrumentos  de  su 
música,  semejantes  á  las  flautas,  hasta  que  se 
seca  el  rocío,  de  que  se  guardan  como  nocivo 
á  la  salud;  de  aquí  van  á  trabajar,  cultivando  la 
tierra  con  palos  de  madera,  tan  dura,  que  suple 
la  carestía  de  arados  ó  azadones  de  acero;  tra- 
bajan hasta  el  medio  día,  y  entonces  se  vuelven 
á  comer.  Lo  restante  del  día  gastan  en  paseos, 
visitas  y  cumplimientos  y  en  brindis  y  merien- 
das, en  señal  de  amor  y  amistad;  anda  alrede- 
dor un  jarro  ó  vaso  de  chicha,  de  que  todos  to- 
man un  sorbo,  y  también  se  ejercitan  en  mu- 
chos juegos  deleitables  y  caballeros.  Uno,  entre 


RELACIÓN  DE  INDIOS   CHIQUITOS  57 

Otros,  es  semejante  al  de  la  pelota  de  Europa. 
Jííntanse  muchos  en  la  plaza  con  buen  orden, 
echan  al  aire  una  pelota,  y  luego,  no  con  las 
manos,  sino  con  la  cabeza,  la  rebaten  con  ma- 
ravillosa destreza,  arrojándose  aún  en  tierra 
para  cogerla. 

El  mismo  ceremonial  de  visitas  practican 
entre  sí  las  mujeres,  que  tienen  tiempo  para  ha- 
cer esto  y  mucho  más,  porque  las  haciendas 
domésticas  se  reducen  á  solo  proveer  la  casa  de 
agua  y  leña,  y  guisar  con  sólo  agua  un  puñado 
de  maíz,  legumbres,  zapallos  ó  alguna  otra  cosa 
que  han  encontrado  en  el  bosque,  y  sólo  suelen 
hilar  cuanto  les  basta  para  hacerse  el  Tipoy  ó 
á  lo  más  para  tejer  una  camiseta  y  una  red  ó 
amaca  en  que  dormir  con  sus  maridos;  pero  les 
cuesta  mucho  el  labrar  por  no  tener  aptos  ins- 
trumentos. 

No  duermen  sino  en  el  suelo  sin  otra  cama 
que  una  estera,  y  á  lo  más  unos  palos  toscos  y 
desiguales,  juntos  entre  sí,  y  á  no  tener  hechos 
callos  que  les  defienden  de  lo  áspero  de  su 
cama,  les  sería  de  no  leve  mortificación. 

Al  ponerse  el  sol  tienden  su  mesa  para  ce- 
nar, y  poco  después  se  retiran  á  dormir.  Sólo 
los  libres  ó  solteros  se  juntan  de  noche  á  bailar 
entre  sí  y  á  tocar  junto  á  su  Rancho,  y  de  aquí 
van  continuando  la  danza  por  los  caminos  de 


58  P.  PATRICIO   FERNÁNDEZ 

esta  manera:  hacen  una  gran  rueda  y  en  medio 
ponen  á  dos  que  tocan  las  flautas  á  cuyo  com- 
pás canta  y  da  vueltas  toda  la  rueda  sin  mudan- 
za alguna;  detrás  de  los  hombres  hacen  otro  se- 
mejante baile  las  mujeres,  y  estos  bailes  duran 
dos  ó  tres  horas,  hasta  que  cansados  se  echan 
á  dormir. 

El  tiempo  de  caza  y  pesca  es  despue's  de  ha- 
ber hecho  la  cosecha  del  maíz  y  del  arroz.  Re- 
partidos en  muchas  cuadrillas  van  á  los  bos- 
ques por  dos  y  tres  meses  y  cazan  jabalíes,  mo- 
nos, tortugas,  osos,  hormigueros,  ciervos,  ca- 
bras monteses;  y  para  que"  no  se  corrompa  la 
carne,  usan  chamuscarla  do  manera  que  se  pone 
dura  como  un  palo;  y  se  tiene  por  dichoso 
quien  trae  su  cesta  ó  canasta  (á  que  llaman  pa- 
naquíes)  muy  llena,  porque  todos  le  dan  el  pa- 
rabién y  le  aclaman  de  esforzado  y  valiente.  Por 
el  mes  de  Agosto  ya  están  todos  de  vuelta,  por- 
que es  el  tiempo  de  la  sementera. 

En  materia  de  religión  son  brutales  total- 
mente y  se  diferencian  de  los  otros  bárbaros, 
pues  no  hay  nación  por  inculta  y  bárbara  que 
sea,  que  no  reconozca  y  adore  alguna  deidad; 
pero  éstos  no  dan  culto  á  cosa  ninguna  visible 
ni  invisible,  ni  aun  al  demonio,  aunque  le  te- 
men. Bien  es  verdad  que  creen  son  las  almas 
inmortales  y  á  sus  difuntos  los  entierran  po  - 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS  59 

niándoles  en  la  sepultura  algunas  viandas  y  sus 
arcos  y  flechas  para  que  en  la  otra  busquen  á 
costa  del  trabajo  de  sus  manos,  con  qué  poder 
vivir,  y  de  esta  manera  quedan  persuadidos 
que  no  les  precisará  el  hambre  á  querer  volver 
á  este  mundo.  Aquí  paran,  sin  pasar  adelante,  á 
investigar  á  dónde  van  á  morar,  ni  quién  es  el 
artífice  de  tan  bellas  criaturas  que  les  dio  el  ser 
y  le  sacó  de  la  nada,  ni  saben  dar  razón  de  esto. 

A  sola  la.  luna  honran  con  título  de  madre 
pero  sin  darla  culto,  y  cuando  se  eclipsa,  salen 
con  grandes  gritos  y  aspavientos  disparando  al 
aire  una  gran  tempestad  de  flechas  para  defen- 
derla contra  los  perros  que  dicen  que  allá  en  el 
cielo  andan  tras  ella  y  la  muerden  hasta  que  la 
hacen  derramar  sangre  de  todo  el  cuerpo,  que 
á  su  juicio  es  la  causa  del  eclipse;  y  todo  el 
tiempo  que  éste  dura,  permanecen  ellos  en  esta 
función  hasta  que  vuelve  á  su  resplandor  y  es- 
tado antiguo. 

Cuando  truena  y  caen  rayos  creen  que  algún 
difunto  que  vive  allá  con  las  estrellas,  está  eno- 
jado con  ellos,  y  aunque  muchas  veces  caen  ra- 
yos y  centellas,  no  hay  memoria  de  que  hayan 
hecho  daño  ni  muerto  á  ninguno. 

No  tienen,  pues,  ni  adoran  otro  Dios  que  á 
su  vientre,  ni  entienden  en  otra  cosa  que  en  pa- 
sar buena  vida,  la  mejor  que  pueden,  viviendo 


6o  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

en  todo  como  brutos  animales.  Aborrecen  mu- 
cho á  los  hechiceros,  y  á  los  otros  familiares 
del  demonio  como  á  capitales  enemigos  del 
género  humano,  y  los  años  pasados  hicieron  en 
ellos  un  cruel  estrago,  quitándoles  las  vidas;  y 
ahora,  con  una  ligera  sospecha  de  que  alguno 
ejercita  este  oficio,  al  punto  le  despedazan  á 
grandes  golpes  de  sus  macanas.  Son  muy  su- 
persticiosos en  inquirir  los  sucesos  futuros  por 
creer  firmemente  que  todas  las  cosas  suceden 
bien  ó  mal,  según  las  buenas  ó  malas  impresio- 
nes que  influyen  las  estrellas;  por  esto,  para  co- 
nocer los  puntos  de  sus  aventuras,  observan, 
no  ya  el  curso  de  los  cielos  ó  los  aspectos  be- 
néficos de  los  planetas,  que  á  tanto  no  alcan- 
zan, sino  algunos  agüeros  que  toman  de  los 
cantos  de  los  pájaros,  de  los  animales  y  de  los 
árboles  y  otros  innumerables  de  este  género;  y 
si  sus  pronósticos  son  infaustos,  de  enfermeda- 
des, contagios,  ó  de  que  han  de  venir  á  sus 
tierras  á  hacer  correrías  los  Mamalucos,  para 
maloquear,  que  es  lo  mismo  que  hacerlos  es- 
clavos, tiemblan  y  se  ponen  pálidos  como  si  se 
les  cayese  el  cielo  encima  ó  les  hubiese  de  tra- 
gar la  tierra;  y  esto  sólo  basta  para  que  aban- 
donen su  nativo  suelo  y  que  se  embosquen  en 
las  selvas  y  montes,  dividiéndose  y  apartándose 
lo^s  padres  de  los  hijos,  las  mujeres  de  los  mari- 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS         6 1 

dos,  y  los  parientes  y  amigos,  unos  de  otros, 
con  tal  división,  como  si  nunca  entre  ellos  hu- 
biese habido  ninguna  unión  de  sangre,  de  pa- 
tria ó  de  afectos.  Por  esto  les  parece  menos  in- 
soportable el  venderse  los  unos  á  los  otros:  el 
padre  á  la  hija,  el  marido  á  la  mujer,  el  herma- 
no á  la  hermana;  y  esto  por  codicia  de  solo  un 
cuchillo  ó  una  hacha,  ó  de  otra  cosa  de  poca 
monta,  aunque  los  compradores  sean  sus  mor- 
tales enemigos,  que  hayan  de  hacer  de  ellos  lo 
que  su  odio,  pasión  ó  enemistad  les  dictare.  Lo 
cual  ha  dado  no  poco  que  entender  á  los  mi- 
nistros del  P^vangelio  para  reducirlos  á  que  vi- 
van juntos  en  un  paraje  y  en  unas  mismas  ca- 
sas donde  se  porten  como  racionales  y  puedan 
.ser  instruidos  en  los  misterios  de  la  santa  fe 
para  creerlos,  y  en  los  preceptos  de  nuestra 
santa  ley  para  observarlos. 

Con  todo  eso  y  el  no  conocer  ni  venerar 
deidad  alguna  ni  hacer  estima  del  demonio,  era 
muy  buena  disposición  para  introducir  en  ellos 
el  conocimiento  del  verdadero  Dios,  tanto  más 
que  no  permitían  viviesen  entre  ellos  los  que 
tuviesen  trato  familiar  con  el  demonio,  gravísi- 
mo y  antiguo  impedimento  para  conducir  á  la 
ciega  gentilidad  al  gremio  de  la  Santa  Iglesia, 
con  que  estaban  como  una  materia  primera,  in- 
diferente y  capaz  de  cualquiera  forma,  por  sin- 


62  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

•guiar  providencia  del  cíjId,  que  no  permitiese 
se  adelantase  á  tomar  posesión  de  sus  almas 
antes  que  la  ley  de  Dios,  secta  ninguna  ó  idola- 
tría de  las  muchas  que  tenían  las  naciones  con- 
finantes, con  ser  así  que  decían  mucho  con  su 
genio  y  bárbaras  costumbres. 

Lo  que  toca  á  su  idioma  y  lenguaje  es  tan  di- 
fícil, que  para  saberla  y  aprenderla  no  basta 
muchos  años.  No  quiero  hablar  en  este  punto, 
sino  que  se  oiga  á  un  misionero  que  escribiendo 
los  años  pasados  desde  aquellas  misiones  á  un 
confidente  suyo,  se  lamenta  mucho  de  que  por 
más  conatoq  ue  puso,  no  pudo  aprenderla.  «Ca- 
»  da  Ranchería  (dice)  usa  lenguaje  diferentísimo 
»  y  difícil,  y  mucho  más  que  todos,  el  de  los  Chi- 
»  quitos,  lo  cual  me  causa  grande  pena  y  des- 
»  consuelo  y  me  falta  poco  para  persuadirme 
»  que  no  podré  emplear  mis  sudores  y  fatigas 

>  en  provecho  de  esta  nueva  cristiandad  por 
»  falta  de  lengua.  Hasta  ahora  no  se  ha  acaba- 
»  do  el  Vocabulario,  y  estando  aún  en  la  C, 
»  hay  ya  veinticinco  cuadernos.  La  Gramática 
»  es  dificilísima  y  el  artificio  y  definición  de  los 
»  verbos  es  increíble.  No  hay  paciencia  para  ha- 
»  ber  de  decir  con  diferentes  verbos  y  conjuga- 
»  ciones:  yo  amo;  yo  amo  á  Pedro;  yo  lo  amo; 

>  yo  me  amo;  yo  la  amo;  yo  le  amo;  por  esto 
»  amo;  eon  tal  inconsecuencia  en  las  conjuga- 


RELACIÓN  DE  INDIOS    CHIQUITOS         63 

»  cienes,  que  aprovecha  poco  saber  conjugar 
»  un  verbo   para   poder  hacer   lo   mismo   con 
»  otro.  En  cinco  meses  que  há  que  estoy  aquí, 
»  apenas   he  aprendido  cuatro   conjugaciones, 
»  habiendo  sudado  y  trabajado  de  noche  y  de 
»  día.  Juzgo  que  los  que  deben  venir  acá  han  de 
»  ser  mozos  santos  y  hábiles,  porque  de  otra 
»  suerte,   nunca   harán   nada.   Los   gentiles   de 
»  otras   naciones   no   pueden    aprenderla   sino 
»  cuando  niños.  El  P.  Pablo  Restivo,  que  con 
»  un  mes  de  estudio  en  la  lengua  Guarany  pudo 
>  ejercitar  nuestros  misterios  en  todo  el  tiempo 
»  que  ha  estado  aquí,  nunca  se  ha  atrevido  á 
»  predicar.  El  P.  Juan  Bautista  Xandra,  por  ha- 
y>  ber  venido  adulto,  entiende  poquísimo.  De  los 
»  Padres  más  antiguos  que  cuentan  veinticinco 
»  y  más  años  de  Misioneros  en  est.is  Reduccio- 
»  nes,  ninguno  hay  que  lo  sepa  con  perfección 
-»  y  dicen  que  á  veces  los  indios  no  se  entien- 
de den  entre  sí.  :Qué  diré  de  la  pronunciación? 
»  De  cuatro  en  cuatro  echan  de  la  boca  las  pa- 
»  labras  y  nada  se  entiende,  como  si   no  pro- 
»  nunciasen  nada.  Pondré  aquí  el  alabado  y  la 
»  forma  de  persignarse,  como  le  cantan  todos 
»  los  días,  no  como  le  pronuncian,  porque  si 
»  uno  lo  lleva  escrito  en  la  mano,  no  los  podrá 
»  entender  una  palabra,  y  no  sé  como  se  pue- 
»  den  entender  entre  sí.» 


64 


P.    PATRICIO    FERNANDEZ 


Alabado  sea       el  Sanlisimo   Sacramento       que       está 


Anauscia 
en  el         Altar, 
ycii  Aliar, 

desde  su  origen 

ninnemooGO 
tuvo  principio 

ayboyi 
antiguo. 
ticanni. 


San  I  is  i:ne  Sao  ra  mentó 


naqut 


y  también 

iula  yto 
está  libre  y  pura 

oúcimanane      quichelenna 

el  Ser  del  primer 

yy  tnicocinitanna 


la  Virgen  Santa  María 

Virffi'n  Santa  María 

cuando 

onumo 

pecado 


ninUiaiti 


La  fórmula  de  hacerse  la  señal  de  la  santa 
cruz  es  de  la  manera  que  se  sigue: 


Por  la  señal      de  la  Santa  Cruz      deíiende 

á  nosotros 

Oi  naucipi           San 

la  Cruci'i           oquiniay 

zoychacu 

Dios  nuestro         de 

aquellos         que 

aborrecen 

Zoichupa             mo 

unama             po 

chinen  eco 

á  nosotros            en  c 

\             nombro             de! 

1          Padre 

zmnaneno                au 

niri                naqui     Yaytolik 

y                del 

Hijo                     y 

del 

(a                 naqui 

A'jtotik                  la 

naqui 

Kspíritu  Sanio. 

ICipiritu  Santo. 

«¿Qué  le  parece  á  V.  R.?  ¡Extraña  cosa  por 
»  cierto!  He  escrito  ae^uí  estas  palabras  para 
»  que  V.  R.  me  tenga  compasión  y  ruegue  á 
»  N"uestro  Señor  me  conceda  alguna  cosa  del 
»  don  de  lenguas.  Es  verdad  que  tiene  una  cosa 
>  de  bueno  esta  gente,  que  aunque  uno  pronun- 
»  cié  nial  y  hable  peor,  luego  al  punto  le  en- 
»  tienden.» 

Esta  es  la  carta  de  aquel  misionero  y  esta  es 


RELACIÓN  DE  INDIOS   CHIQUITOS         65 

la  dificultad  más  ardua,  pero  la  más  necesaria 
de  vencer  en  quien  emprende  el  oficio  de  la 
predicación  apostólica  de  esta  provincia. 

Y  á  la  verdad,  lo  que  más  espanta  y  detiene 
el  celo  de  operarios  muy  fervorosos,  es  tanta 
diversidad  de  lenguas,  pues  á  cada  paso  se  en- 
cuentran en  estos  pueblos  una  ranchería  de  cien 
familias,  á  lo  más,  que  tiene  lenguaje  muy  di- 
verso de  los  otros  del  contorno,  causa  de  que 
sean  tantas  las  lenguas,  que  parece  increíble. 
Más  de  ciento  cincuenta  lenguas  y  más  diferen- 
tes entre  sí  que  la  española  y  la  francesa,  halla- 
ron los  PP.  Cristóbal  de  Acuña  y  Andrés  de 
Artieda  en  las  naciones  que  pueblan  las  riberas 
del  Marañón,  cuando  por  orden  de  Felipe  IV  en- 
traron á  reconocer  aquellas  provincias;  en  quin- 
ce lenguas,  si  mal  no  me  acuerdo,  se  habla  en 
las  misiones  de  los  Moxos,  siendo  así  que  no 
llegan  los  convertidos  á  treinta  mil;  y  en  estas 
nuestras  Reducciones  de  Chiquitos  hay  neófitos 
de  tres  y  cuatro  lenguas.  Con  todo  esto,  para 
(juitar  este  impedimento  á  la  santa  fe,  se  ha  pro- 
curado que  todos  los  indios  aprendan  la  lengua 
de  los  Chiquitos,  lo  cual  no  se  podrá  hacer  cu 
adelante,  porque  si  las  naciones  en  cuya  conver- 
sión se  trabaja  ahora,  pasan  del  número  de  tres 
ó  cuatro  mil  almas,  será  necesario  hacer  otra 
nueva  Reducción  y  nos  veremos  obligados  á 

LIBROS  QUE  TRATAN  DE  AMÉRICA. — T.  XII.       5 


66  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

acomodarnos  á  su  lengua,  para  lo  cual  habrán 
los  Misioneros  de  estudiar  precisamente  la  len- 
gua de  los  Mototocos,  que  usan  los  Zamucos, 
y  la  de  los  Guarayos  que  hablan  en  Guarany, 
fuera  de  la  lengua  de  los  Chiquitos. 


CAPITULO  III 


-Descubren  los  españoles  la  nación  de  los  Chiquitos  y 
destrúyenln,  así  ellos  como  los  Mamalucos,  de  quie- 
nes se  da  una  sucinta  relación. 


Nuflo  de  Chaves,  el  año  de  1557,  navegó  por 
orden  de  Domingo  Martínez,  gobernador  del 
Paraguay,  hacia  el  origen  del  río  que  da  nom- 
bre á  toda  la  provincia,  acompañado  de  tres- 
cientos soldados,  con  el  fin  de  fabricar  un  cas- 
tillo en  una  isla  que  estaba  junto  al  afamado 
lago  de  los  Xarayes,  con  pretexto  de  avecin- 
darse más  al  Perú. 

Entróse  tierra  adentro  del  país  de  los  Chiqui- 
tos, y  caminando  cosa  de  setenta  leguas  hacia 
el  Poniente,  fabricó  á  la  falda  de  una  montaña 
una  población,  á  quien  puso  por  nombre  Santa 
Cruz  de  la  Sierra.  Pero  disgustados  muchos  de 


d8  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

los  suyos  con  Nuflo  de  Chaves  por  esta  causa^ 
se  volvieron  á  su  tierra. 

Los  que  se  quedaron  en  Santa  Cruz,  con  su 
afabilidad  y  buen  trato  ganaron  la  voluntad  y 
afecto  de  los  paisanos,  y  dividiéndolos  en  en- 
comiendas les  obligaron  á  que  cada  año  diesen 
á  los  encomenderos  algún  poco  de   algodón 
y  algunas  vituallas  en  señal  de  vasallaje.  Mas 
como  el  interés  no  tiene  freno,  ni  gobierno,  ni 
leyes  con  que  regularse,  algunos  que  tenían  una 
insaciable  codicia  de  enriquecer,  empezaron  á 
cargar  de  modo  á  los  nuevos  subditos,  que 
eran  insufribles  á  su  pobreza;  y  no  satisfechos^^ 
con  eso,   les  quitaban  los  hijos  á  las  madres 
para  servirse  de  ellos;  por  lo  cual,   amotinán- 
dose algunos  indios,  se  rescataron  y  libraron 
de  aquellos  maltratamientos,  con  muerte  de  sus 
señores;  y  de  allí  á  poco  fué  común  el  motín  ei> 
todos  los  indios,  hasta  que  por  orden  del  virrey 
del  Perú,  D.  Francisco  de  Toledo,  se  mudaron 
á  otra  parte  los  españoles,  fabricando  la  ciudad 
de  San  Lorenzo,  cabeza  de  la  provincia  de 
Santa  Cruz,  cincuenta  leguas  más  al  Occidente. 
Los  pueblos  Penoquís  y  otros  confinantes  no 
quisieron  desamparar  el  nativo  suelo,  y  con  la 
antigua  libertad  se  volvieron  á  los  ritos  (bár- 
baros y  gentílicos.  No  obstante  el  mandato  del 
Rey,  no  fué  obedecido  de  todos  los  españoles^ 


RELACIÓN  DE  INDIOS    CHIQUITOS         69 

porque  algunos  se  fueron  entre  los  Moxos,  dos- 
cientas leguas  distante  de  San  Lorenzo,  y  em- 
barcándose en  una  pequeña  embarcación  en  el 
río  Mamoré,  entraron  por  la  boca  del  río  Ma- 
rañen en  el  Occeano,  y  con  no  poca  ventura, 
llegaron  á  Europa;  otros  se  quedaron  en  los 
Chiquitos,  y  al  pie  de  una  montaña  fabricaron 
un  pueblecillo  á  quien  llamaron  San  Francisco, 
junto  al  cual  está  hoy  fundada  la  Reducción  de 
San  Francisco  Xavier. 

El  tiempo  que  aquí  vivieron  fundaron  algu- 
nas encomiendas  de  Quicmes  Paraníes  y  de  Su- 
berecas,  las  cuales  se  vieron  precisados  á  dejar, 
cuando  abandonado  también  aquel  lugar,  se  re- 
tiraron á  tomar  casa  en  San  Lorenzo.  Sólo  al- 
gunos Quicmes  y  Faraníes  se  fueron  con  ellos  y 
fundaron  en  Cotocá,  tierra  poco  distante  de 
aquella  ciudad,  y  hoy  están  debajo  del  cuidado 
y  gobierno  espiritual  de  nuestra  provincia  del 
Perú. 

Poco  después  de  esta  mudanza,  deseosos  los 
bárbaros  de  tener  algunas  herramientas,  pasando 
el  Guapay  se  ponían  en  celada  escondidos  en 
las  matas,  y  aguardando  la  ocasión  de  la  noche, 
asaltaban  los  villajes  á  los  españoles,  robando 
cuantos  más  cuchillos,  hachas,  azadones  y  otros 
pedazos  de  hierro  podían,  sin  causar  otro  daño; 
pero  como  creciendo  la  codicia  en  los  bárbaros 


70  P.    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

creciese  también  la  audacia,  se  atrevieron  á  co- 
ger á  los  campesinos,  y  matarlos  á  su  salvo. 

Espiaron  los  vecinos  quie'nes  eran  los  que  ha* 
cían  él  daño,  y  advirtiendo  que  eran  los  Chiqui- 
tos, quisieron  volver  sobre  ellos  los  daños  recibi- 
dos, pero  muy  á  su  costa,  porque  dos  veces  vol- 
vieron con  la  peor  parte  y  se  vieron  constreñidos 
á  retirarse,  perdiendo  el  crédito  y  la  honra. 

Heridos  altamente  los  españoles  en  lo  más 
vivo  de  la  reputación,  sentidos  de  que  osasen 
los  bárbaros  manchar  la  gloria  y  nombre  que 
A  costa  de  tantos  sudores  y  tanta  sangre  habían 
ganado  entre  todas  las  naciones,  no  haciendo  ya 
caso  del  daño  recibido  en  sus  haciendas,  sino 
sólo  de  la  pérdida  de  la  honra,  poniendo  en  ar- 
mas un  trozo  de  gente,  más  respetable  por  su  va- 
lor que  por  su  número,  presentaron  batalla  á  los 
enemigos,  los  cuales  divididos  unos  de  otros,  á 
los  primeros  mosquetazos  fueron  desbaratados, 
quedando  muchos  de  ellos  prisioneros  de  guerra^ 

Perdieron  con  este  género  de  armas  su  nativo 
corage  los  Chiquitos;  y  para  defenderse  en  lo 
venidero  del  enojo  armado  de  los  vencedores, 
derramados  3^  divididos,  se  huyeron  á  las  selvas, 
apartándose  á  lo  más  retirado  y  espeso  de  los 
bosques;  con  todo  eso,  aun  aquí  les  dieron  caza 
los  españoles  muchas  veces  para  vengar  su 
afrenta,  que  tenían  muy  fija  en  el  corazón,  ha- 


RELACIÓN  DE  INDIOS    CHIQUITOS  7  I 

ciendo  esclavos  para  su  uso  muchas  cuadrillas 
de  ellos;  hasta  que  abatida  con  tantos  golpes 
la  altivez  de  los  Chiquitos,  vinieron  el  año 
de  1690  mensajeros  de  parte  de  los  Pacarás, 
Zumiquies,  Gozos  y  Piñocas  á  San  Lorenzo,  en 
nombre  de  sus  caciques,  á  pedir  merced  y  paz 
á  D.  Agustín  de  Arce,  Gobernador  en  la  ocasión 
de  Santa  Gruz,  con  que  cesaron  las  hostilidades 
de  los  españoles,  pero  no  se  pudieron  ver  libres 
de  los  gravísimos  daños  y  pérdida  de  gente  ori- 
ginada, así  de  las  guerras  pasadas  como  de  los 
frecuentes  contagios  y  por  otros  desastres  que 
echo  de  buena  gana  en  olvido,  por  no  atribuir 
á  culpa  común  de  todos,  lo  que  ha  sido  sólo 
malicia  particular  de  algunos  pocos. 

Ha  sido  también  causa  de  su  disminución  las 
continuas  correrías  ó  malocas  (como  llamamos 
acá)  de  los  Mamalucos  del  Brasil,  que  pasando 
el  río  Paraguay  y  haciendo  grandes  presas  en 
estos  miserables,  han  reducido  á  poco  menos 
que  nada  estos  pueblos.  Y  ya  que  muchas  veces 
habré  de  escribir  las  maldades  de  esta  gente,  no 
será  fuera  del  intento  de  dar  de  ellos  aquí  una 
breve  noticia. 

Había  la  valerosísima  nación  portuguesa  fun- 
dado muchas  colonias  en  las  partes  Mediterrá- 
neas del  Brasil,  una  de  ellas  era  Piratininnga,  ó 
como  otros  dicen,  San  Pablo.  Sus  moradores. 


72  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

por  falta  de  mujeres  europeas,  mezclaron  su 
noble  sangre  con  la  vilísima  de  los  bárbaros, 
mejor  dijera  que  le  mancharon,  porque  los  hi- 
jos, saliendo  más  semejantes  á  las  madres  que  á 
los  padres,  degeneraron  en  breve  de  manera 
que  avergonzadas  y  corridas  las  ciudades  veci- 
nas, renunciaron  su  amistad;  y  porque  la  vileza 
de  éstos  no  empañare  ni  aun  levemente  los  can- 
dores de  la  generosidad  del  nombre  lusitano  en 
el  mundo,  los  llamaron  Mamalucos.  Mantuvié- 
ronse éstos  mucho  en  la  devoción  á  Dios  y  á 
su  príncipe  por  el  celo  del  admirable  P.  Jo- 
seph  Ancheta  y  sus  compañeros,  que  fundaron 
allí  Colegio;  hasta  que  cansadas  de  vivir  ajusta- 
dos á  los  dictámenes  de  la  conciencia,  y  per- 
diendo el  temor  á  las  leyes,  echaron  á  nuestros 
Padres  y  sacudieron  el  yugo  de  ambas  majesta- 
des, divina  y  humana  de  tal  manera,  que  obe- 
deciesen al  Rey  de  Portugal  cuando  les  estu- 
viese bien,  y  á  Dios,  cuando  la  necesidad  fuese 
extrema. 

A  éstos  se  juntaron  gran  número  de  hom- 
bres perdidos,  italianos,  españoles,  holandeses 
y  la  hez  de  todas  las  naciones,  que  para  librar- 
se de  las  penas  merecidas  por  sus  delitos^  ó  para 
vivir  dando  rienda  á  todo  género  de  vicios  y 
deshonestidades,  y  también  corrompido  de  las 
feas  y  malignas  impresiones  de  los  herejes  mo- 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS.  73 

dernos,  acrecentar  el  número  y  el  orgullo  de 
los  habitadores  y  moradores  de  San  Pablo. 

Y  á  la  verdad,  el  sitio  de  la  ciudad,  el  clima 
de  la  tierra,  todo  era  muy  á  propósito  para  su 
genio  depravado  y  vida  brutal.  Está  fundada 
unas  trece  leguas  del  Océano  sobre  unos  peñas- 
cos que  por  todas  partes  alrededor  forman  preci- 
picios que  hacen  inaccesible  la  entrada,  si  no  es 
por  una  angosta  senda,  que  pueden  impedir 
bien  pocos  hombres;  á  la  falda  de  la  montaña 
hay  algunas  aldeas  para  el  servicio  del  Gober- 
nador, de  los  forasteros  y  de  los  mercaderes,  á 
quienes  no  se  permite  pasar  más  adelante;  el  cli- 
ma es  templadísimo  por  estar  en  veinticuatro 
grados  entre  las  dos  zonas  tórrida  y  templadr, 
y  el  aire  tan  puro  y  saludable  que  le  hace  uno 
de  los  más  amenos  y  deliciosos  países  de  estas 
Indias  Occidentales. 

La  tieri:a,  ya  por  beneficio  de  la  Naturalezr, 
ya  por  industria  del  arte,  produce  todo  lo  ne- 
cesario para  pasar  la  vida  con  comodidad, 
abundantísima  de  trigo,  ganado,  azúcar  y  otros 
aromas  de  que  puede  proveer  á  las  tierras  veci- 
nas con  abundancia,  ni  les  faltan  tampoco  ri- 
cos minerales  de  oro  y  otros  metales.  Libres, 
pues,  de  toda  ley  los  naturales  de  esta  ciudad, 
se  dieron  á  discurrir  por  el  contorno,  haciendo 
esclavos  á  los  indios  en  gran  multitud,  roban- 


74  P-    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

doles  SU  hacienda;  y  viendo  que  no  ha  hecho 
algún  castigo  en  ellos,  sino  publicado  solamen- 
te algunas  prohibiciones  y  edictos  que  no  han 
sido  obedecidos,  han  proseguido  por  espacio 
de  ciento  treinta  años  en  sus  infames  latroci- 
nios, que  fuera  de  dos  millones  de  almas  que  se 
sabe  han  destruido  ó  reducido  á  miserable  es- 
clavitud, han  hecho  despoblar  algunas  ciudades 
de  españoles  y  más  de  mil  leguas  en  tierra  ha- 
cia el  Marañón,  'experimentando  esta  nuestra 
provincia  las  primeras  furias  de  su  arrojo  en  la 
destrucción  de  catorce  Reducciones  que  se  ha- 
bían fundado  con  increíbles  trabajos  y  sudores 
en  la  nación  de  los  Guaraníes,  que  en  número 
de  cerca  de  quinientos  mil  se  había  reducido  al 
gremio  de  nuestra  santa  fe. 

Verdad  es  que  en  tantas  presas  no  gozan  de 
cien  partes  la  una,  porque  la  mayor  parte,  con- 
sumida de  los  trabajos  é  incomodidades  del  ca- 
mino hasta  San  Pablo,  fallece  antes  de  llegar,  y 
los  otros  empleados  en  la  labor  de  las  minas  ó 
en  el  cultivo  de  los  campos,  con  poco  sustento 
y  muchos  azotes  y  malos  tratamientos,  no  es- 
tando por  otra  parte  acostumbrados  al  trabajo, 
en  poco  tiempo  se  consumen  y  aniquilan;  y  sé 
por  cédula  real  que  he  visto,  que  de  trescientos 
mil  indios  cautivados  en  espacio  de  cinco  años, 
no  llegaron  á  salvamento  al  Brasil  más  que 


RELACIÓN  DE    IN'DIOS    CHIQUITOS  75 

veinte  mil.  Ni  ha  sido  éste  sólo  el  daño  que  nos 
han  causado  estos  crueles  hombres;  lo  peor  es 
el  habernos  hecho  aborrecibles  y  abominables 
á  todas  las  naciones,  usando  de  las  mismas  tra- 
zas é  industrias  de  que  usan  y  se  valen  nuestros 
Misioneros  para  reducir  los  gentiles  ai  conoci- 
miento del  verdadero  Dios  y  á  la  observancia 
de  su  santa  ley.  Fingen,  pues,  los  dichos  Mama- 
lucos  que  son  jesuítas,  usando  el  nombre  de 
Padre,  nombre  venerable  y  que  estima  mucha 
á  toda  la  gente,  aun  á  los  infieles;  hácese  uno 
subdito,  otro  superior,  y  aun  Provincial;  y  en  la 
rota  que  padecieron  los  españoles  el  año  1696 
fué  hecho  prisionero  uno,  llamado  Juan  Rodrí- 
guez, á  que  añadía  el  título  de  Payguazú,  que  en 
Guaraní  es  lo  mismo  que  Padre  Grande. 

Después,  enarbolando  cruces  y  mostrándoles 
retratos  de  Cristo  Nuestro  Señor  y  su  Santísima 
Madre,  entran  en  las  tierras,  acariciando  la 
gente  con  regalos  y  brujerías,  persuadiéndoles 
dejen  su  nativo  suelo  y  sus  pobres  Ranchos 
para  fundar  una  numerosa  Reducción,  junto 
con  otros  pueblos;  y  cuando  ya  los  tienen  ase- 
gurados, meten  en  prisiones  á  los  caciques  y 
principales  y  se  llevan  por  delante  la  chusmai 

]''sta  infernal  astucia  nos  ha  hecho  totalmen- 
te sospechosos  á  estas  naciones,  y  muchas  ve- 
ces corremos  riesgos  de  la  vida  y  se  nos  malo- 


76  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

gran  las  empresas,  "como  nos  ha  sucedido  en 
los  viajes  por  el  río  Paraguay,  en  que  ningún 
infiel  se  quiere  fiar  de  nosotros. 

Pero  no  deja  Nuestro  Señor  sin  castigo,  aun 
en  esta  vida,  maldad  tan  enorme,  porque  los 
más  tienen  malas  muertes,  y  lo  peor  es  que 
raro  es  el  que  de  ellos  se  arrepiente  y  pide  per- 
dón de  sus  culpas  y  maldades,  porque  se  dejrn 
arrastrar  de  la  desesperación  y  se  van  al  infier- 
no; y  hay  sujeto  de  los  nuestros,  testigo  de  vis- 
ta, que  dice  que  en  la  rota  sobredicha  el  año 
de  1696,  ninguno  de  los  que  murieron  en  el 
campo  ó  se  ahogaron  en  el  río,  pidió  confesión 
ni  dio  señal  alguna  de  arrepentimiento. 

Pero  no  obstante  que  dichos  Mamalucos,  ya 
con  engaños,  ya  con  bocas  de  fuego,  han  he- 
cho tan  horrendo  estrago  en  estas  naciones,  in- 
capaces de  resistirles  con  sus  débiles  y  flacas 
armas,  algunas  veces,  en  no  pocos  reencuen- 
tros, han  vuelto  con  las  manos  en  la  cabeza,  y 
ha  sido  sujetado  su  orgullo  por  los  indios; 
porque  éstos,  arrestados  de  una  vez  á  morir  ó 
vencer,  se  han  portado  con  tal  valor  y  esfuerzo, 
que  ya  en  emboscadas,  ya  en  campaña  abierta, 
cara  á  cara  han  vencido  el  orgullo  enemigo, 
quedando  prisioneros  los  que  querían  echar  en 
prisiones  á  los  indios. 


CAPITULO  IV 


Da  principio  el  P.  Joseph  de  Arce  á  la  nueva  Iglesia 
de  los  Chiquitos,  vencidas  muchas  dificultades. 


Entrado,  pues,  ya  el  año  de  1691  pasó  el  Pa- 
dre Provincial  de  esta  provincia,  Gregorio  de 
Orozco,  á  visitar  el  Colegio  de  Tarija  para  en- 
trar por  allí  á  las  tierras  de  los  Chiriguanás  y 
probar  á  lo  menos  por  algún  poco  de  tiempo 
las  incomodidades  que  sus  subditos  habían  de 
tolerar  después  años  enteros  y  hallarse  en  algu- 
no de  tantos  peligros  en  que  despue's  ellos  ha- 
bían de  vivir  continuamente.  Aquí  recibió  las 
cartas  del  gobernador  de  Santa  Cruz  de  la  Sie- 
rra y  las  súplicas  del  P.  Arce,  que  desde  Tari- 
quea  había  venido  para  meter  fuego  más  de 
cerca  á  negocio  de  tanto  servicio  de  Dios  y 
bien  de  las  almas,  con  esperanza  de  que  algún 


78  P.  PATRICIO  FERNÁNDEZ 

día  tendría  la  fortuna  de  regar  con  sus  sudores 
^quel  nuevo  campo  y  de  derramar  en  él,  por 
último,  su  sangre,  predicando  la  fe. 

Hallóse  perplejo  el  Provincial  en  la  resolu- 
ción que  tomaría,  porque  el  celo  de  la  salud  de 
las  almas  le  persuadía  abrazase  á  un  mismo 
tiempo  muchas  empresas  y  diese  principio, 
cuanto  le  fuese  posible,  á  nuevas  obras  para  la 
dilatación  de  la  fe;  por  otra  parte,  veía  la  gran- 
de carestía  de  operarios  que  había  y  que  apenas 
se  podían  mantener  las  Misiones  antiguas,  cuan- 
to más  emprender  otras  nuevas. 

Pesando,  pues,  atenta  y  maduramente  estos 
motivos,  le  pareció  que  el  primero  no  solo  con- 
trapesaba, sino  prevalecía  al  segundo, esperando 
€n  Dios  que  le  proveería  de  Misioneros,  como 
de  hecho  sucedió,  pues  llegaron  aquel  mismo 
año  á  Buenos  Aires  cuarenta  y  cuatro  sujetos 
de  la  Compañía,  que  darán  mucha  materia  á  la 
historia  de  esta  provincia,  y  los  despachaba  de 
España  el  P.  Procurador  de  esta  provincia, 
Diego  Francisco  de  Altamirano,  á  cargo  del 
P.  Antonio  Parra,  que  venía  por  superior  de 
todos. 

Con  esto  el  P.  Orozco  ordenó  al  P.  Arce  que 
fuese  en  busca  del  origen  del  río  Paraguay  ex- 
plorando en  el  Ínterin  las  voluntades  de  los 
Chiquitos  y  de  las  otras  naciones  que   hallase 


RELACIÓN  DE  IXDIOS  CHIQUITOS         79 

dispuestas  á  recibir  el  Santo  Bautismo,  y  que  á 
lo  largo  de  la  costa  de  aquel  río  esperase  á  los 
Padres  Constantino  Díaz,  natural  de  Ruinas,  en 
Cerdeña;  Juan  María  Pompeyo,  de  Benevento, 
en  el  reino  de  Ñapóles,  Diego  Claret,  de  Na- 
•  mur,  en  la  Galo-Bélgica;  Juan  Bautista  Neuman, 
de  Viena,  en  Austria;  Enrique  Cordule,  de  Pra- 
ga, en  Bohemia;  Felipe  Suárez,  de  Almagro,  en 
la  Mancha,  y  Pedro  Lascamburu,  superior  de 
todos,  de  Irún,  en  Guipúzcoa;  todos  los  cuales, 
saliendo  de  las  Misiones  de  los  Guaraníes,  em- 
prendían por  agua  el  camino  hacia  el  lago  de 
los  Xarayes  para  ser  sus  compañeros  en  la  con- 
versión de  aquellos  pueblos. 

Alegre  el  santo  varón  con  la  posesión  de  tan- 
ta dicha,  como  verse  digno  de  una  señalada 
Mi-sión,  sin  perder  punto  de  tiempo,  se  partió 
de  Tarija  con  el  hermano  Antonio  Rivas,  y  lle- 
gando á  Santa  Cruz  de  la  Sierra,  se  aparejaba 
ya  para  pasar  adelante  en  su  derrota,  cuando  el 
infierno,  que  interesaba  tanto  en  que  se  emba- 
razasen sus  designios,  levantó  contra  él  un  tor- 
bellino de  persecución  tan  fiero,  que  si  no  hu- 
biera encontrado  con  un  corazón  y  celo  tan 
apostólico,  hubiera  bastado  á  contrastarle  to- 
talmente: porque  habiendo  sucedido  otro  Go- 
bernador, á  D.  Agustín  de  Arce,  mudaron  las 
cosas  de  semblante  y  tomaron  otro  color,  y  sa- 


8o  P.  PATRICIO   FERNÁNDEZ 

biendo  sus  intentos,  procuraron  apartarle  de  su 
propósito  con  cuantas  más  razones  y  autoridad- 
pudieron,  diciéndole  era  aquella  una  empresa 
que  no  saldría   felizmente   por  más  fatigas  que 
padeciese  por  conseguirla;  que  siendo  los  Chi- 
quitos, como  decían,  muy  bárbaros  y  bestiales, 
¿cómo  había  de  poder  sujetarlos   de  grado   al 
yugo  de  Cristo  y  refrenar  sus  depravadas  cos- 
tumbres con  la  estrechez  de  la  ley  Evangélica, 
cuando  ellos  jamás  habían  querido  aplicarse  á 
ninguna  de  tantas  idolatrías  de  los  confinantes 
con  ser  muy  conformes  con  la  disolución  de 
sus  procederes?  ¿Cómo  había  de  introducir  el 
amor  de  Dios  y  del  prójimo  en  corazones  faltos, 
aun  de   lo  que  la  naturaleza   dicta  á  las  fieras 
más  crueles  y  salvajes:   Que  era  mucha  su  ani- 
mosidad, si  ya  no   era  temeridad  revestida  de 
celo,  en  querer  arrojarse  á  morir,  cuando  menos 
mal  le  fuese,  á  ser   vendido  bárbaramente;  que 
no  se  fiase  de  la  voluntad  que  aquéllos  salvajes 
habían  mostrado  de  ser  cristianos,  pues  todo  lo 
hacían  á  fin  de  dejar  descuidar  á  los  españoles, 
y  cogiéndolos   de  improvifo,  robarles  las  ha- 
ciendas con  insultos.  Y  que  cuando  aquellas-ra- 
zones no  les  conveciesen  para  desistir  de  la  em- 
presa, advirtiese  y  supiese  que  el  clima  era  so- 
])remanera  nocivo  á  la  complexión  de  los  ex- 
traños, y  que  padeciendo  casi  todos  los  años 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS         8 1 

contagio  aquellos  pueblos,  no  le  perdonarían  á 
él.  Que  por  tanto  enderezase  sus  designios  á 
otra  mies  y  escogiese  otro  campo  que  corres- 
pondiese el  cultivo  con  fruto  más  digno  de  sus 
fatigas. 

Con  estos  y  otros  argumentos  de  este  jaez 
procuraban  muchos  caballeros  (mejor  diré  el 
mismo  infierno)  apagar  la  encendida  caridad 
que  ardía  en  el  pecho  del  P.  Joseph,  pero  viendo 
que  nada  aprovechaba,  intentó  otra  máquina 
más  formidable.  Esta  fué  el  interés,  único  conta- 
gio de  las  cosas  hechas,  ó  que  se  han  de  hacer 
por  Dios. 

Habíase  formado  tiempo  antes  una  Compañía 
(llamémosla  así)  de  mercaderes  europeos  que 
hacían  feria  de  los  indios,  y  los  compraban  tan 
baratos,  que  una  mujer  con  su  hijo,  valía  tanto 
como  entre  nosotros  vale  una  oveja  con  su 
cordero. 

iaitraban  éstos  en  las  tierras  de  los  indios 
circunvecinos  y  en  breve  tiempo  hacían  gran 
presa  de  esclavos;  y  cuando  no  tenían  bastantes, 
so  color  de  vengar  alguna  injuria  recibida,  da- 
ban de  improviso  sobre  las  Rancherías  y  pasada 
á  cuchillo  la  gente  que  podía  tomar  armas,  6 
si  no  abrasada  viva  dentro  de  sus  casas,  llevaban 
cautiva  la  chusma,  y  vendían  en  el  Perú  estas 
mercancías  muy  caras,  con  que  al  año  monta- 

LIBROS  QUE  TRATAN  DE  AMÉRICA. — T.  XII.        6 


82  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

ba  la  ganancia  muchos   millares  de   escudos. 
Llevaba  muy  mal  la  piedad  de  los  españoles 
que  la  codicia  destruyese  y  acabase  aquellos 
pueblos  é  infamase  el  buen  nombre  de  la  nación, 
y  no  menos  se  sentía  la  fe  de  que  tales  maldades 
de  los  suyos  la  desacreditasen  ó  hiciesen  suma- 
mente abominable  con  todas  aquellas  naciones; 
pero  por  no  romper  á  las   claras  con  aquellos 
mercaderes  y  alborotar  la  provincia,  no  se  atre- 
vían los  Regidores  á  reclamar  en  Tribunal  Su- 
premo; hasta  que  los  años  pasados,  estimulados 
de  nuestros  misioneros,  de  los  Moxos  y  de  los 
Chiquitos,  se  quejaron   gravemente  en  la  Real 
Audiencia  de  Chuquisaca,  pero  por  haber  ido  á 
defender  mercancías  tan  inicuas  en  la  Audien- 
cia cierta  persona  de  mucha  autoridad  y  junta- 
mente muy  rica  y  poderosa,  aquel  sapientísimo 
Senado,   temeroso  de  alguna  revolución  en  la 
provincia,  tuvo  por  consejo  más  acertado  remi- 
tir toda  la  causa  al  Príncipe  de   Santo  Bonol 
Virey  y  Capitán  general  de  estos  Reinos   de- 
Perú,  quien   con  cristiana  piedad  despachó  ri. 
gurosas  provisiones,  sopeña  de  perdimiento  de 
bienes   y   destierro   del  país,  á  cualquiera  que 
osase  comprar  y  vender  á  los  indios:  y  al  Go, 
bernador  que  lo  permitiese,  condenó  en  priva- 
vación  de  oficio  y  multó  en  doce  mil  pesos  para 
€Í  Fisco  Real. 


RELACIÓN  DE  INDIOS    CHIQUITOS         85 

De  esta  manera,  con  incomparable  gozo  y 
júbilo  de  los  españoles,  se  desterró  y  exterminó 
totalmente  de  toda  aquella  provincia  de  Santa 
Cruz  de  la  Sierra  esta  infame  mercancía,  que 
apoyada  de  la  codicia  se  había  mantenido  allí 
de  pie  firme,  con  gran  dolor  de  los  celosos. 

He  querido  referir  aquí  todo  lo  dicho,  aten- 
diendo más  al  enlace  de  los  infieles  que  á  las 
circunstancias  de  los  tiempos  en  que  sucedie- 
ron. Prosigamos  ahora  nuestra  historia. 

Habiendo,  pues,  llegado  el  P.  Joseph  á  Santa 
Cruz,  halló  entablada  tan  de  asiento  esta  mer- 
cancía, y  tan  apoyada  con  la  autoridad  de  gente 
de  mucha  suposición,  que  á  pecho  menos  cons- 
tante y  firme  que  el  suyo,  á  quien  nunca  asustó 
el  miedo,  ni  respeto   humano,  hubiera  sido  im- 
posible resistir  á  la  fuerza  de  tantos  contrastes; 
por  lo  cual  es  inexplicable  lo  que  padeció  y  tra- 
bajó para  desarraigar  trato  tan  inicuo;   porque 
echando  de  ver  los  interesados  que  de  poner  los 
nuestros  el  pie  en  aquellas  naciones  se  les  había 
de  seguir  menoscabo   cierto  de  sus  intereses  y 
aun  acabárseles  del  todo,  se  le  opusieron  con 
todo  el  esfuerzo  posible,  previendo  de  antemano 
lo  que  no  mucho  tiempo   después  sucedió,  que 
nuestros  católicos  reyes,   por  instancias  de  los 
nuestros,  harían  aquellos  pueblos  vasallos  su- 
yos, y  libres  é  independientes  y  los  encabezarúin 


84  P.    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

en  su  Real  Corona^  de  que  les  resultaría  ruina 
irreparable  de  su  grangería. 

Pero  fueron  vanas  todas  las  baterías  que  ases- 
taron contra  su  designio,  porque  cuando  este 
santo  varón  conocía  era  voluntad  de  Dios  lo  que 
emprendía,  no  había  respeto  humano,  miedo  de- 
peligro, ni  fuerza  de  embarazos  poderosa  á  ha- 
cerle dar  un  paso  atrás,  ni  desistir  de  lo  comen- 
zado. 

Interpuso  ruegos  y  súplicas  muy  eficaces  y 
supo  hablar  con  tanta  energía  de  espíritu,  que 
aquellos  mercaderes,  teniendo  la  nota  de  impíos 
y  crueles,  se  dieron  por  vencidos,  mejor  diré  y 
con  más  verdad,  persuadidos  á  que,  ó  consumi- 
do de  los  muchos  trabajos  que  era  preciso  pa- 
decer, ó  muerto  á  manos  de  los  bárbaros,  aca- 
baría en  breve  la  vida,  le  dieron  paso]  franco 
para  que  desahogase  su  santo  celo. 

Sólo  faltaba  ya  quien  le  sirviese  de  guía  en  su 
viaje,  porque  sin  ella  era  imposible  entrar  y  pe- 
netrar las  tierras  de  los  Chiquitos;  y  me  persua- 
do que  el  no  hallar  por  entonces  algún  práctico 
en  los  caminos,  fué  astucia  y  traza  del  demonio, 
que  preveía  la  ruina  que  había  de  causar  á  su 
partido  el  celoso  Misionero.  Pero  era,  éste  in- 
cansable y  no  dejaba  piedra  por  mover  para 
conseguir  su  condución  á  aquellas  provincias; 
con  que  á  costa   de  bastantes  trabajos  halló^ 


RELACIÓN  DE  INDIOS   CHIQUITOS         85 

finalmente,  dos  hombres  de  aguante,  con  quie- 
nes se  concertó  para  que  le  guiasen  y  llevasen 
hasta  las  primeras  Rancherías  de  los  Piñocas, 

Triunfante,  pues,  de  esta  manera  de  todo  el 
infierno,  que  contra  él  se  había  conjurado,  se 
puso  en  camino  á  los  nueve  de  Diciembre;  y 
sabiendo  que  el  contagio  hacía  por  aquel  tiem- 
po gran  riza  en  aquella  gente,  cada  momento  le 
parecía  un  siglo  por  llegar  cuanto  antes  y  po- 
der remediar,  ya  que  no  los  cuerpos,  á  lo  me- 
nos las  almas  de  aquellos  miserables. 

Por  eso  le  parecía  poco  arrojarse  por  los 
despeñaderos,  subir  sierras  muy  altas,  vadear 
ríos  muy  peligrosos,  meterse  por  pantanos  muy 
cenagosos  y  profundos  y  pasar  otros  grandes 
riesgos  de  la  vida;  antes  en  todos  éstos  se  ha- 
llaba una  suavidad  indecible,  llevando  siempre 
muy  fijo  el  corazón  y  la  mente  en  el  extremo 
abandono  en  que  se  hallaban  aquellos  pobres 
gentiles;  no  tenía  reposo  ni  quietud  viendo  la 
pérdida  de  tantos ;  y  lo  que  más  le  llegaba  al 
alma,  que  ellos  mismos,  de  grado,  pedían  ser  la- 
vados en  las  saludables  aguas  del  santo  bau- 
tismo;'^^^^^  ^í'  •■    i-UMt    j:1    i,;3\"j\q  i?u; 

Por  fin,  á  los  últimos  dé  Diciembre, 'llegó 
más  muerto  que  vivo  por  los  muchos  trabajos, 
fatigas  y  molestias  que  sufrió,  á  las  tierras  tan 
deseadas  de  los  Piñocas. 


86  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ' 

Inexplicable  fué  el  consuelo  que  recibió  eí 
buen  Padre  de  ver  satisfechos  plenamente  sus 
ardientes  deseos;  pero  templaban  su  júbilo  las 
graves  miserias  y  aflicciones  de  sus  amados 
Chiquitos;  sacábale  muchas  lágrimas  á  los  ojos 
el  ver  aquellos  desdichados  tendidos  y  arroja- 
dos por  los  suelos:  unos  en  descampado,  sin 
abrigo  alguno,  otros  con  sólo  el  reparo  de  una 
choza  cubierta  sólo  de  algunas  hojas  de  árbo- 
les, y  otros  luchando  con  la  muerte,  y  muchos 
muertos  en  su  infidelidad;  traspasábale  el  cora- 
zón oir  á  algunos  lamentarse  inconsolablemen- 
te por  haber  muerto  sus  parientes  sin  haber  te- 
nido la  dicha  de  ser  (decían)  hijos  de  Dios, 
como  ellos  con  grande  instancia  lo  habían  pe- 
dido. Pero  en  medio  de  tanta  calamidad  fué  de 
grande  consuelo  y  alegría  á  aquellos  bárba- 
ros ver  en  sus  países  un  ministro  de  nuestra 
santa  fe. 

Recibiéronle  y  tratáronle  con  tierno  afecto,, 
dándole  de  buena  gana  parte  de  su  pobreza  y 
regalándole  con  algunas  frutas  silvestres,  que 
eran  las  delicias  de  más  precio  que  tenían  en 
aquellas  miserias.  Suplicáronle  se  quedase  con 
ellos  y  no  los  abandonase  en  medio  de  tanta 
aflicción,  prometiendo  levantarle  iglesia  y  casa' 
y  proveerle  de  lo  necesario  para  su  sustento. 
Condujéronle  desde  aquí  á  un  paraje  poco  dis- 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS         87 

tante,  diciéndole  que  escogiese  allí  sitio  acomo- 
dado y  que  luego  se  pasarían  todos  juntos  á 
fundar  una  Reducción, 

Viendo,  pues,  y  considerando  el  P.  Arce  la 
buena  disposición  de  la  gente,  y  que  si  se  ausen- 
taba de  ellos  los  dejaba  en  un  total  desamparo, 
se  resolvió  á  quedarse;  y  estando  ya  próximo 
el  tiempo  de  las  lluvias  que  inundan  las  campa- 
ñas y  cierran  los  caminos  para  ir  á  encontrar 
en  las  riberas  del  río  Paraguay  á  sus  conmisio- 
iieros,  que  venían  de  las  Reducciones  de  los 
(íuraníes,  le  pareció  más  conforme  á  las  órde- 
nes que  llevaba  de  su  Provincial  hacer  aquí  alto 
y  dar  principio  á  aquella  nueva  cristiandad  que 
daba  tan  buenas  esperanzas  de  que  correspon- 
dería en  adelante  con  la  multitud  y  fervor  de 
los  fieles  al  cultivo  y  celo  de  los  obreros  evan- 
gélicos. 

Mo  es  fácil  decir  el  contento  y  júbilo  que  de 
esta  resolución  recibieron  los  indios,  rebosán- 
doles  á  los  ojos  la  alegría  del  corazón  en  tier- 
nas lágrimas  de  consuelo  que  derramaban,  y 
festejando  con  ademanes  y  ceremonias  propias 
suyas  aquella  determinación;  y  por  estar  tan 
flacos  que  apenas  se  podían  tener  en  pie  por  el 
reciente  contagio,  pusieron  luego  por  obra  lo 
que  habían  prometido,  y  el  último  día  del  año 
escogieron  sitio  para   fabricar   iglesia,  donde 


88  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

eiiarbolando  una  gran  cruz,  y  estando  todos 
arrodillados  en  tierra/  entonó,  el  Padre  las  leta- 
nías de  Nuestra  Señora,  consagrando  de  esta 
manera  aquella  provincia  que  había  de  ser  tan 
fiel  á  Dios  Nuestro  Señor  y  tan  devota  de  su 
Santísima  Madre.  -rs.í^wi:. 

Y  yendo  aquel  día  todos  juntos  á  coftar; ma- 
dera al  bosque  para  la  fábrica,  trabajaron  con 
tanto  fervor  y  brío,  que  en  menos  de  dos  serna - 
ñas  se  acabó  y  perfeccionó  la  iglesia,  pobre  y 
tosca  en  lo  material,  pero  preciosa  por  la  pie- 
dad de  los  artífices,  que  á  competencia  se  esme- 
raban en  trabajar  en  la  obra. 

Dedicóse  al  glorioso  apóstol  de  las  Indias 
San  Francisco  Xavier,  para  que  desde  el  cielo 
mirase  propicio  con  ojos  de  piedad  aquella  vi- 
ña inculta  de  gentilidad,  y  la  convirtiese  con 
celestiales  bendiciones  en  Jardín  del  Paraíso. 

No  le  salieron  al  Padre  fallidas  sus  esperan- 
zas. Todos,  así  por  la  mañana  como  por  la  tar- 
de, se  juntaban  aquí  á  oír  la  explicación  de  la 
doctrina  cristiana,  y  por  el  ardiente  deseo  q\i6 
tenían  de  ^er  cuanto  antes  contados  y  escritos  en 
el  numero  de  los  hijos  de  Dios,  no  le  dejaban 
tieilipo  para  tomar  el  sueño  precisó,  ni  para  co- 
mer-¡ót  rezar  el  Oficio  Divino,  preguntándole 
aquello ;  que,  ó  no  habían  entendido  bien^  ó 
de  que  se  habían  olvidado,  con  lo  cual  en  breve 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS         89 

se  hicieron  dignos  de  la  gracia;  pero  con  muy 
acertado  consejo  determinó  diferírsela  por  al- 
gún tiéínpo  á  los  adultos  para  que  el  deseo  de  ser 
cristianos  los  estimulase  á  desarraigar  cuanto 
antes  su  innata  barbarie  y  olvidar  sus  brutales 
costumbres,  que  aprendiéndose  desde  la  cuna  y 
creciendo  en  ellas  con  los  años  y  convirtiéndo- 
las casi  en  naturaleza  con  el  uso,  se  olvidan  di- 
fícilmente y  no  se  dejan  sin  gran  trabajo. 

Bautizóse  solamente  como  cosa  de  cien  ni- 
ños, algunos  de  los  cuales  antes  de  perder  la  ino- 
cencia bautisnial  fueron  á  gozar  de  Dios,  siendo 
primicias  de  aquella  nueva  Viña  del  Señor. 

Era  indecible  el  gozo  y  consuelo  del  fervien- 
te Misionero,  viendo  crecer,  por  medio  de  la 
gracia  del  Espíritu  Santo,  á  aquellas  plantas  no- 
veles, no  sólo  en  la  piedad,  sino  en  el  número; 
porque  corriendo  la  voz  de  que  había  en  el  país 
un  predicador  de  ía  ley  santa,  los  indios  Peno- 
quís/ que  estaban  más  adelante,  hacia  Santa 
Cruz  la  Vieja,  le  despacharon  una  embajada  pi- 
diéndole les  hiciese  una  gracia  y  se  dignase  vi- 
sitarlos, porque  querían  hacerse  también  ellos 
cristiíiios,  y  que  si  ño  iba,  ellos,  con  su  buena 
licencia,:  vendrían  ^  rer&e  con  él.  Respondió- 
les ^•cli^tK^j^ad  re  ^^qífe  'Vime^etí'  muy^eñhora- 
bueífi»  que'lüsíTtóbit'ísi'  á^  tbd<ífe  éOn- 'l0s  litaaos 

abiertos.     ■  -  .■    ^    '   \.  -  -'^    '    :   :.y)---::\  >?  vri;^ 


CíO  P.  PATRICIO   FERNANDEZ 

Vinieron^  pues,  y  con  ellos  creció  tanto  el 
número  de  los  Catecúmenos,  que  ya  la  iglesia, 
aunque  muy  grande,  no  era  capaz  de  tanto  con- 
curso, y  fueron  tantos  los  trabajos  del  santo 
varón,  que  sin  tomar  descanso,  sudaba  de  día  y 
de  noche  en  cultivar  aquellas  almas,  que  aun- 
que el  vigor  de  la  caridad  le  daba  espíritu  y 
aliento  para  sufrir  los  trabajos,  con  todo  eso 
cayó  enfermo  de  pura  flaqueza  del  cuerpo  que 
se  rindió  debilitado  al  grande  peso  de  las  fatigas 
y  continuas  incomodidades  en  que  vivía,  y  asal- 
tándole una  ardientísima  liebre  que  no  le  dejaba 
tener  en  pie,  se  vio  precisado  á  postrarse  en 
el  duro  suelo  debajo  de  una  choza  descubierta 
por  todos  lados,  en  la  cual,  falto  de  todo  co- 
norte  y  destituido  de  todo  remedio  humano,  en 
pocos  días  le  consumió  y  trabajó  tanto,  que  se 
vio  reducido  poco  menos  que  á  los  últimos  pe- 
ríodos de  su  vida. 

Pero  Dios  Nuestro  Señor,  con  las  dulzuras 
y  remedios  del  cielo,  de  que  en  lances  tales  sue- 
le ser  liberalísimo  con  sus  siervos,  le  confortó 
de  tal  manera,  que  en  brevísimo  tiempo  pudo 
levantarse  y  volver  á  las  tareas  primeras.  Pero 
apenas  se  había  recobrado,  cuando  con  gran 
dolor  de  su  corazón  se  vio  precisado  á  volver  á 
Tarija,  á  fin  de  entender  la  voluntad  del  nuevo 
Provincial  de  esta  provincia,  P.  Lauro  Núñez. 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS         9 1 

Despidióse,  pues,  de  sus  neófitos  con  mutua 
sentimiento  y  dolor  por  el  amor  que  el  P.  Joseph 
les  tenía,  y  con  que  ellos  le  correspondían,  dan- 
do antes  orden  de  que  mudasen  la  Reducción  á 
lugar  más  cómodo  y  irás  abierto  en  las  riberas 
del  río  de  San  Miguel,  y  pasando  de  aquí  álos 
Chiriguanás  encomendó  el  pueblo  de  la  Presen- 
tación al  cuidado  del  P.  Juan  Bautista  de  Zea  y 
el  de  San  Ignacio  á  los  PP.  José  Tolú  y  Felipe 
Suárez. 

Dispuestas  así  las  cosas  de  aquella  cristian- 
dad, pasó  á  Tarija,  donde  el  nuevo  Provincial 
ordenó  que  el  P.  Juan  Bautista  de  Zea  le  suce- 
diese en  el  oficio  de  Superior,  y  él  se  quedase 
en  la  Presentación,  y  los  PP.  Diego  Zenteno  y 
Francisco  Hervás  pasasen  á  los  Chiquitos. 

Cuánto  trabajaron  y  sudaron  estos  varones 
Apostólicos  en  fundar,  conservar  y  acrecentar 
aquesta  nueva  iglesia,  lo  diremos  en  otro  lugar 
difusamente. 


c>«^ 


■"^cí    ' 


CAPÍTULO  V 


LosMamalucos  intentan  la  destrucción  de  estos  pueblos; 
peros  sus  intentos  salieron  frustrados. 


Mientras  de  esta  cristiandad  navegaban  vien- 
to en  popa,  aumentándose  cada  día  más  el  nú- 
mero de  los  convertidos  á  nuestra  santa  fe,  y  si 
bien  el  demonio  veía  se  le  frustraban  sus  diabó- 
licas trazas,  no  perdía  el  ánimo;  antes  bieiv  pro- 
curó con  todo  el  esfuerzo  posible  cortar  de  un 
golpe  la  felicidad  presente  y  las  esperanzas  futu- 
ras, atizando  ó  instigando  á  los  Mamalucos  del 
Brasil  para  que  viniesen  á  quitar  las  vidas  á  los 
neófitos  y  destruir  el  país  á  sangre  y  fuego;  y  le 
hubiera  salido  como  esperaba,  si  Dios,  á  quien 
tocaba  defender  á  sus  fieles  de  aquel  infortunio, 
no  hubiera  frustrado  sus  designios,  disponiendo 
recayesen  sobre  la  cabeza  de  sus  aliados  los 
que  había  maquinado  para  total  ruina  de  los 
cristianos. 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS         93 

Habían  dichos  Mamalucos  entrado  en  aque-~ 
Ha  provincia  los  años  pasados  para  hacer  sus 
robos  acostumbrados,  y  asaltando  de  impro- 
viso algunas  Rancherías  de  Chiquitos,  hacer  á 
muchos  esclavos. 

Cobraron  con  este  lance  ánimos  y  atreví-, 
miento  para  dar  en  tierra  de  los  Penoquís,  con 
esperanza  de  lograr  en  ellos  un  rico  botín.  Pre- 
sintieron éstos  la  venida  de  los  enemigos,  y 
viéndose  sin  fuerzas  ni  armas  para  salirles  a 
encuentro  y  hacerles  resistencia  en  campaña 
abierta,  determinaron  repararse  con  la  indus- 
tria, ya  que  no  podian  defenderse  con  las 
armas. 

En  orden  á  esto  hicieron  que  se  escondiesen 
algunos  junto  al  caminó  estrecho  de  una  selva 
por  donde  habían  de  pasar  los  enemigos,  y 
aquí  escondidos  esperaron  hasta  que  entraron 
ya  por  esta  senda  estrecha,  contra  quienes  lue- 
go (lue  fueron  descubiertos  por  entre  los  árbo- 
les, jugaron  á  su  salvo  sus  flechas  envenenadas 
con  ponzoña  tan  activa,  que  de  recibir  la  heri- 
da á  caerse  muertos  era  muy  poco  lo  que  pa- 
saba..-cnin  !-;-rx  -b  ?ohít  ^IT:.  ■.  -'■;'    i'rS  C'ji^:-.  • 

LeSriqííie  i^uedáí olv  ^Cion?  -vi<Ja  explorsa-bU.  |)or 
todas /psyrífes  de  dónde  venía  asquella  tempestad, 
y  después,  de  algún  tiempo '  cayea-on  en  el  enga- 
ño; pero  no  pudiendo  por  entonces  vengar  de 


94  P-    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

•Otra  manera  aquella  injuria  ni  la  muerte  de  los 
compañeros,  que  con  guardar  en  sus  pechos  la 
venganza  para  otra  ocasión,  mal  de  su  grado, 
hubieron  de  volver  atrás. 

Por  tanto,  á  principios  del  año  siguiente  se 
embarcó  un  cuerpo  de  ellos  en  el  río  Paraguay, 
y  entrados  en  la  laguna  Mamoré  aportaron  y 
desembarcaron  en  el  puerto  de  los  Itatines.  De 
aquí  prosiguieron  su  derrota  por  entre  Oriente 
y  Mediodía;  y  atravesando  unas  veces  selvas 
muy  espesas,  otras  subiendo  montañas  muy 
fragosas  (cuánto  puede  la  codicia),  llegando  á 
las  Rancherías  de  los  Taus,  y  hecha  de  ellos 
buena  presa,  pasaron  á  ejecutar  su  venganza  en 
ios  Penoquíes,  que  de  muy  confiados  se  perdie- 
ron, porque  aunque  de  Ranchería  en  Ranchería 
se  coirió  la  voz  hasta  el  pueblo  de  San  Fran- 
cisco Xavier  de  que  venía  el  enemigo,  ellos  no 
dieron  paso  para  prevenir  alguna  defensa,  ó  á 
lo  menos  para  retirarse  y  guarecerse  en  aquella 
Reducción;  y  porque  pudiendo  no  quisieron, 
después,  cuando  quisieron,  no  pudieron  esca- 
par las  vidas,  porque  aquellos  malvados,  cami- 
nando con  industria  por  librarse  de  sus  enve- 
nenadas saetas,  dieron  sobre  ellos  de  impro- 
viso. 

No  obstante  esto,  tuvieron  ánimo  los  Peno- 
quíes para  exponerse  á  la  defensa  lo  mejor  que 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS         95 

pudieron  y  resistir  el  primer  encuentro;  pero 
los  enemigos,  astutos  y  sagaces,  los  detuvieron 
un  tanto  fingiendo  se  disponían  á  pelear,  pero 
era  sólo  para  hacer  tiempo  á  que  los  compañe- 
ros de  la  retaguardia  se  hiciesen  dueños  de  la 
tierra  por  otro  lado  y  cogiesen  la  chusma  de 
las  mujeres  y  niños. 

Advirtieron  los  indios  esto  cuando  ya  los 
enemigos  habían  logrado  su  intento,  y  viéndose 
burlados  con  la  pérdida  de  prendas  tan  amadas, 
por  cuya  defensa  habían  tomado  las  armas,  se 
desanimaron  totalmente,  con  que  vueltas  las  es- 
paldas como  mejor  pudieron,  se  retiraran  álos 
bosques  sin  resistencia  de  los  vencedores,  que 
juzgaban  que  el  amor  á  su  sangre  los  tracrín 
esclavos  voluntarios,  como  de  hecho  sucedió; 
por  cuyo  motivo  los  vencedores  no  los  pusie- 
ron en  prisiones  sino  que  los  trataron  con  afa- 
bilidad y  cortesía,  y  vistieron  á  los  caciques  de 
trajes  y  aderezos  vistosos,  prometiéndoles  mil 
dichas  y  felicidades  en  San  Pablo  y  de  esta  ma- 
nera engañarlos  y  tomarlos  por  guía  para  otras 
tierras  y  para  llegar  á  la  Reducción  de  San 
Francisco  Xavier,  que  3^a  se  había  mudado, 
transportándola  á  la  otra  banda  del  río  San  Mi- 
guel. 

Llegó  la  noticia  de  esta  desgracia   hasta  los 
pueblos  de  los  Chiriguanás  de  que  fué   inexpli- 


g6  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

cable  la  aflicción  que  tuvo  el  P.  Arte,  viendo 
que  los  enemigos  como  un  torbellino  salido' del 
abismo,  arrasaban  aquel  su  Paraíso,  qué  taüta 
le  había  costado  el  plantarle  y  al  punto  fué  de- 
salado á  repararle  y  defender  la  vida ^de  sus 
neófitos.  í  ■•  ''-  oui  :^í,:^uu:ííuM.^'J¡  -Aj  LüíIví.!-- 

A  este  fin,  rió  sin  grande  nesgo  süyó, '  quiso 
registrar  el  país  para  observar  más  de  cerca  los 
pasos  del  enemigo;  y  pasando  por  las  Ranche- 
rías de  los  Boxos,  Tabiquas  y  Taus,  fué  recibido 
de  ellos  con  mucho  agrado. 

Aquí  los  que  se  habían  escapado  le  noticiaron 
de  los  designios  de  los  Mamalucos,  y  tomando 
ocasión  de  la  tempestad  que  les  amenazaba,  les 
persuadió  se  juntasen  en  un  cuerpo  y  fundasen 
un  Reducción  en  sitio  ventajoso  para  defendei*se 
de  las  correrías  de  aquellas  fieras  infernales  y  lo 
que  antes  no  había  podido  recabar  con  ruegos, 
poniéndoles  por  motivo  su  eterna  salyación,  lo 
obtuvo  ahora  el  deseo  de  salvar  sus  vidas! 

Juntáronse,  pues,  todos  en  una  llanura  que 
baña  el  río  Jacopó,  en  que  poco  antes  se  había 
dado  principio  á  la  Redufccióh  áe'áatt' Rafael, 
bien  acomodada  para  defenderse  por  cáüsá  de 
una  espesísima  selva,  en  que  tenían  puestas  to- 
das sus  esperanzaos;  y^  tétifádaá  allí  ¿ttó''^b¿ák  ' 
alhajuelas,  no  s'e  atrevieron  á  meheai^^'cfé'a^üel 
puesto  hasta  que  se  serenó  aquella  borrasca,  con 


RELACIÓN  DE    INDIOS  CHIQUITOS         97 

que  el  Apostólico  Padre^  que  se  detuvo  allí  al- 
gunos días  á  fin  de  penetrar  los  designios  del 
enemigo,  tuvo  ocasión  cómoda  para  bautizar  á 
los  niños  é  instruir  en  los  misterios  de  nuestra 
santa  fe  á  los  grandes,  á  quienes  el  temor  de  la 
esclavitud  de  los  Mamalucos  hizo  abrir  los  ojos 
para  que  saliesen  de  la  del  demonio;  pero  el  Pa- 
dre, advertido,  no  quiso  bautizarlos  por  enton- 
ces, reservando  para  mejor  ocasión  satisfacer 
sus  deseos;  y  animándolos  á  la  perseverancia, 
dio  la  vuelta  á  la  Reducción  de  San  Francisco 
Xavier;  y  de  aquí, .  con  toda  presteza,  pasó  á 
Santa  Cruz  de  la  Sierra,  paro  dar  cuenta  al  Go- 
bernador de  los  movimientos  del  enemigo,  y 
juntatamente  á  animar  á  la  gente  de  armas  á 
salir  en  campaña  á  pelear  con  e'l  y  ponerle  en 
fuga,  en  que  no  tuvo  mucho  que  hacer  para  rao- 
ver  la  piedad  tan  innata  de  los  españoles  que  en 
todas  partes  resplandece  igualmente  que  el  valor 
hacie'ndoles  que  tomasen  por  suyas  las  ofensas 
de  los  indios  Chiquitos  y  defendiesen  con  su 
propia  sangre  aquella  nueva  iglesia,  principal- 
mente que  se  podía  con  razón  temer  que  el 
orgullo  de  los  Mamalucos  osase  también  inva- 
dir la  ciudad  si  ellos  no  le  saliesen  .^  i^ítísupntríí) 
para  atajarle  ó  cortarle  los  pasos.  "    -...v^.  ?.f;p  ?> 
Alistáronse,  pues,  en  pocas  horas  ciento  y 
treinta  soldados  bien  pertrechados  de  armas  y 

LIBROS  QUE  TRATAN  DE  AMÉRICA. — T.  XII.        7 


98  í\  PATRICIO   FERNÁNDEZ 

municiones  y  lo  principal  ele  va'or,  y  porque  el 
tie^rapo  no  daba  mucho  lugar^  mai-thaíbn  ^'íar- 
gas  jornadas  hacia  el  pueblo  de  San  Ffanéisco 
Xavier,  donde  recogiendo  cerca  de  tre^ciétítos 
indios  muy  diestros  en  jugar  el  arco  y  flecha,  fue- 
ron en  busca  de  los  enemigos  á  las  tierras  á'é  íos 
Penoquís  creyendo  que  allí  los  hallarían  acuar- 
telados, cuando  por  medio  de  los  espías  supie- 
ron que  habían  entrado  en  el  pueblo  dé-  San 
Francisco  Xavier,  que  ellos  habían  desampa- 
rado y  abandonado  poco  antes,  en  donde  cOmo 
los  Mamalucos  no  hubiesen  hallado  riada  que 
robar  se  disponían  para  ir  á  sorprender  la^  ciu- 
dad de  Santa  Cruz.  J    i'í   -i?? 

Con  esta  nueva  fué  incxpilcable  lá  óleg'fía  que 
mostraron  los  españoles  esperando  en  su  valor 
poder  dar  su  merecido  á  aquellos  infames,  lo 
cual  debía  de  temer  ó  pronosticárselo  su  cora- 
zón presagioso  al  capitán  de  los  enemigos,^ pues 
vistas  en  San  Francisco  Xavier  tantas  pisadas 
de  caballos,  sospechó  que  estaban  prevenidos 
los  españoles  y  quería  volverse  atrás,  lo 'Cual 
hubiera  ejecutado  á  tíO  haberle  dichO'  algunos 
indios  del  país  .ue  poco  antes  había  pa5iída:por 
¿illífil  ganado  de  la  Reducción  de  San  Francis- 
co Xf^vier.  ^ú  ob  ?.í:^nj^  nsí  afihoí 
o :  Endierezó;  piiesy  su '  ^taíichá  atés^f b»  • 'licito 
aacia  donde  estaban  acampados' los  en^rhigos. 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS         99 

y  al  entrar  la  ijoche  llegaron  cerca  de  donde 
«staban  y  determinaron  aguardar  á  la  mañana 
;del  día  siguiente,  que  era  el  del  glorioso  mártir 
español  San  Lorenzo,  principal  abogado  y  pa- 
■írón  de  aquella  prq>:i^cia,  para  presentarles  la 

Con  esto  los  soldados  tuvieron  algún  tiempo 
para  reposar,  y  como  no  se  creía  que  la  batalla 
había  de  ser  muy  sangrienta  de  ambas  partes 
por  haberse  de  pelear  con  gente  tan  diestra  en 
manejar  las  armas,  quisieron  los  más  ajustar 
con  Dios  las  partidas  de  su  conciencia,  para  lo 
cual  les  oyeron  de  confesión  seis  Padres  que  á 
este  fin  habían  venido  de  allí. 

En  esto  se  gastó  buena  parte  de  la  noche,  y 
habiendo  tomado  un  poco  de  sueño,  al  despun- 
tar el  alba  se  tocó  á  marcha,  mandando  los  ofi- 
ciales que  puestos  en  orden  los  soldados,  y;  con 
el  fusil  en  punto,  avanzasen  á  vista  de  los  ene- 
migos y  si  no  rindiesen  las  armas,  los  atacasen. 
^'"i?ero  Dios  Nuestro  Señor  que  había  tomado 
4  sü  cuenta  el  castigo  de  las  maldades  de  aque- 
llos malvados,  quiáo  que  pagasen  ahora  lá  pena, 
y  singularmente  los  capitanes,  que  aquí  queda- 
,xon   muertos,  pagando  juntamente  de  una  vez 
todas  las  deudas  de  las  iniquidades  que  Iiabían 
cometido  en  la  destrucción  de  los  pueblos  de 
Villarica  del  Kspíritu  Santo  en  la  gobernación 


lOO  P.  PATRICIO  FERNÁNDEZ 

del  Paraguay^  disponiendo  fuese  la  victoria,  no 
á  costa  de  mucha  sangre  de  ambas  partes  como 
se  pensaba/  sino  á  costa  de  los' nuesFtros:  y 
á  mucha  de  los  enemigos;  porque  mientrafe^ 
un  indio  intimaba  el  Orden  á  los  enemigos, 
adelantándose  ciertos  soldados  para  recibir  las 
armas  de  los  capitanes,  un  criado  de  éstos  les 
detuvo  disparándoles  un  fusilazo,  matanda  á 
uno  de  ellos.  rnuo  »oi  ^b  ,Bb;v 

No  pudo  sufrir  esto  Andrés  Florián,  valero- 
sísimo caballero  español,  y  respondió  luego  con 
otro  tiro  semejante,  de  que  derribó  en  tierra  á 
Antonio  Ferraez  de  Araujo,  y  sacando  su  puñal 
arremetió  á  Manuel  Frias  y  le  mató  á  puñaladas, 
quedando  al  primer  paso  muertos  los  dos  capi- 
tanes enemigos.  Quedando  con  esto  los  Mama- 
lucos  sin  caudillos,  sin  gobierno  y  sin  alientos^ 
se  turbaron  del  todo,  y  tirando  sus  armas  se 
arrojaron  al  río  que  les  recibió,  no  para  librar- 
les como  esperaban,  sino  para  sepultarles  en' 
sus  corrientes,  de  que  ya  cansados,  por  másese 
fuerzos  que  hicieron,  no  pudieron  librarse. 

Viendo  los  españoles  y  nuestros  neófitos  que 
Dios  manifiestamente  estaba  de  su  Darte,  fuerbn 
con  grande  ánimo  en  su  alcance,  y  con  una 
tempestad  de  saetas  y  mosquetazos  que  les  dis* 
pararóhV  hicieron  en  ellos  sangriento  estrago. 
También  nuestros  Misioneros  quisieron  entrar 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS.       lOl 

á ¡la*  parte  de  hecho  tan  estupendo,  asistiendo 
conel  Crucifijo  en  las  manos,  y  sin  hacer  caso 
de  la  vida  iban  delante  con  sus  armas  espiritua- 
les, no  sólo  en  ayuda  de  los  vencedores,  sino 
también  de  los  vencidos,  á  quienes  procuraban 
ayudar. 

De  los  enemigos  sólo  seis  escaparon  con 
vida,  de  los  cuales  tres,  malamente  heridos, 
quedaron  prisioneros.  Nuestros  heridos  no  fue- 
ron muchos,  y  los  muertos  ocho  solamente, 
dos  indios  y  seis  españoles. 

Fué  increible  la  fiesta  y  regocijo  de  los  espa- 
ñoles y  de  nuestros  indios  por  tan  señalada  vic- 
toria obtenida  tan  á  poca  costa;  y  fué  senti- 
miento común  que  Dios  había  peleado  con 
ellos  contra  .sus  enemigos  en  defensa  de  su 
honra  y  de  aquella  nueva  cristiandad.  Por  lo 
cual  los  soldados  dieron  á  S.  M.  solemnemente 
las  gracias  al  uso  militar,  con  repetidos  tiros 
de  fusil  y  mosquetes,  y  los  indios  con  torneos 
y  juegos  á  su  usanza,  concluyeron  la  aleo;ría  de 
aquel  día. >:jfr  süxfeijxí  -^  B;Joiu:qB'»  hoJ  ohmV/ 

Pero  no  fué  cumplido  el  contento,  porque 
mientras  se  trataba  de  exterminar  lo  restante 
de  los  enemigos  que  ha.bían  quedado  ^n  l^s  tie- 
rras de  los  Penoquís  en  guardia  de  la  presa  que 
montaban  mis  de  mil  quinientas  almas  y  de 
limpiar  totalmente  el  país,  nacieron,  no  sé  de 


102  P.    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

qué  origen ,  algunas  disensiones  éntfé 'Í6^  ^(fá¿ 
bos,  con  que  se  ttivo"  por  mejor  consejo  ievan^''' 
tar  el  campo  y  volver  á  la  ciudad  de  Sati  Lo^'" 
renzo,  de  donde  saliéronlos  á  recibir  el  gobef-"^' 
nador,  alcaldes  y  regidores  con  toda  la  ciudad;  "* 
fueron  recibidos  con  festivos  repiques  de  lafe'"' 
campanas  de  todas  las  iglesias  y  con  muchos 
tiros  de  artillería  que  disparó  el  castillo ,  y  por 
muchos  días  se  celebró  con  gran  magnificencia 
aquella  poco  iñenos  que  milagrosa  victoria. 

Los  tres  Mamalucos  que  escaparon,  camina-  » 
ron  con  la  presteza  posible  siguiendo  su  fuga  y 
llevaron  tan  infausta  nueva  á  sus  compañeros, 
quienes  habiendo  entendido  contra  toda  su  esr^ 
peranza  la  última  destrucción  de  los  suyos,  quc-^ 
daron  3-ertos  de  miedo,  y  como  si  ya  viesen^-' 
cerca  de  sí  á  los  vencedores,  se  retiraron  á  toda- 
prisa,  llevándose  los  más  esclavos  que  pudie'-  *' 
ron,  y  embarcados  en  el  río  Paraguay  navega- 
ron á  boga  y  remo  camino  de  San  Pablo,  cuán- 
do encontrándose  con  una  compañía  de  süs'' 
mismos  paisanos   que  iban   al  mismo   fin    d^' 
apresar  piezas  (como  acá  llamamos)  ó  indios, 
les  contaron  el  suceso  referido;  pero  los  qué 
venían  de  San  Pablo,  oída  la  causa  de  aquella 
vuelta  tari  desacostumbrada  que  daban  ásu  tie- 
rra tan  perdidos  de  ánimo,  los  empezaron  á 
burlar  de  que  por  tales  encuentros  se  desani- 


RELACIÓN  DE    INDIOS   CHIQUITOS       103 

masen  tfintp;  cpri  que  ya,áe  vergüenza^  ya  con 
esperajijía,  de  rehacerse  de  la  pérdida  pasada, 
mucjaron  de  parecer  y  se. aunaron  con  ellos,  y 
todgjjviptos,  .dieron  sobre  algunas  Rancherías 
deyadips,  de  lo^  cuales  fueron  rechazados  con 
braveza  y  valor;  por  lo  cual,  mal  de  su  grado, 
con  las  manos  poco  menos  que  vacías,  se  vie- 
roiv^pr^cisados  á  volverse  á  San  Pablo. 

Alientras  éstos  atravesaban  la  laguna  Mamo- 
re,  ciertos  Guarayos  que  por  gran  tiempo  ha- 
bían,,militado  á  su  sueldo,  abiertos  los  ojos  y 
volviendo  sobre  sí  mismos  para  ponderar  el 
poco  bien  y  mucho  mal  que  se  les  hacía,  y  que 
al|in  no  podían  esperar  de  aquel  azaroso  oficio 
más  que  una  muerte  desgraciada  por  término 
de  una  vida  infeliz,  resolvieron  desertar  y  bus- 
car,lugar  donde  vivir  con  seguridad  y  reposo, 
y  valiéndose  de  la  obscuridad  de  la  noche  se 
retiraron  hacia  Poniente  á  una  campaña,  dos 
jornadas  más  adelante  de  aquel  lago,  y  por  ha- 
llai;5e  sin  mujeres  hicieron  las  amistades  con 
los,  Curacanes,  sus  confinantes  por  el  lado  del 
Septentrión,  l'.stos,  pues,  no  mucho  después, 
degeando  salir  de  la  gentilidad  y  hacerse. cris- 
tiaijLps,  se  vinieron  á  vivir  y.hac^r  slus  casas  en 
nuestra  Reducción  de  San  Juan  Bautista. 

De  mucho  provecho  fué  esta  victoria,  por- 
quc  después  acá  no  se  han   arriesgado  más  los 


I04  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

Mamalucos  á  poner  el  pie  en  los  contornos  de 
aquellas  Reducciones,  y  solamente  en  el  año 
17 18  plantaron  un  fuerte  en  las  riberas  del  río 
Paragua,  ochenta  leguas  distante  del  pueblo  de 
San  Rafael,  con  que  se  espera  que  convertidas 
en  breve  con  el  ñivor  de  Dios  cincuenta  ó  se- 
senta mil  almas,  como  nos  prometen  las"  espe- 
ranzas, se  les  impedirá  también  el  hacer  corso 
por  aquel  río,  porque  los  neófitos  por  singular 
privilegio  de  nuestros  católicos  reyes,  pueden 
usar  armas  de  fuego  con  que  fácilmente  podrán 
quebrantar  el  orgullo  de  estos  corsarios,  como 
sucedió  en  las  misiones  de  Guaranís,  á  quienes 
no  cesaron  de  molestar  hasta  que  aquellos  pue- 
blos dieron  una  grande  rota  á  cinco  mil  Mama- 
lucos  que  habían  pasado  al  último  exterminio 
de  aquella  cristiandad. 


isiV-ái  fí^ji''^  >^^ 


,;  Í!i  oldnú 


CAPITUíX)  VI 


Con  ios  sucesos  pasados  se  entibia  algo  la  santa  fe; 
muere  el  P.  Antonio  Fideli  y  se  habla  largamente  Je 
los  trabajos  de  los  Misioneros. 


Aunque  la  fortuna  de  esta  tempestad  no  des- 
hizo esta  nueva  cristiandad,  no  obstante,  ia 
conmovió  no  levemente  y  cortó  al  mejor  tiem- 
po el  curso  próspero  de  nuevos  aumentos,  por- 
que agostó  las  floridas  esperanzas  de  acrecentar 
con  buen  número  de  almas  la  Reducción  de 
San  Francisco  Xavier,  y  aun  de  fundar  otras 
en  los  Penoquís,  Xamaros  y  Quicmes,  que  es- 
taban bien  dispuestos,  para  .alistarse  en  el  núme- 
ro de  los  fieles;  antes  bien  dé  este  accidente 
provino  la  destrucción  de  las  dos  Reducciones 
de  Chiriguanás,  aunque  tan  distantes  y  remotas 
del  peligro. 

No  habló  al  aire  aquel  sabio  caballero  don 
Agustín  de  Arce,  cuando  dijo  se  perdía  inútil- 


106.  P.    PATRICIO    FERNANDEZ^ 

mente  ei  tiempo  y  el  trabajo  p^n  s|:l5Lle^a^•g^ílte^ 
y  ahpra  lo  tocaron  con  las  manos  los  Misione- 
ros, á  los  cuales  amaban  aquellos  bárbaros  solo 
por  lo  que,  sacaban  de  su  pobreza,    ,     ,•  .jr^,. 

Pp.r  más  que  hacían  los  Padres  no  querían 
acudir  á  los  Divinos  Óñcios  ni  oir  la  doctrina 
cristiana,  que  ai  entrar  la  noche  se  explicaba, 
ni  aun  quisieron  darles  un  muchacho  que  les 
ayuílase  en  las  haciendas  de  casa  y  sirviese  en 
la  iglesia  y  cultivase  un  pequeño  huertecillo. 

Con  todo  eso  perseveraban  lo-^  Misioneros 
sufriendo  grandes  incomodidades  y  trabajos 
que  les  hacía  fáciles  de  tolerar  la  esperanza  de 
coger  algún  fruto  de  paciencia,  hasta  que  enfa- 
dados los  bárbaros  de  tantos  sermones  y  pláti- 
cas que  les  hacían  se  determinaron  echarles  del 
país  con  pretexto  de  que  eran  enviados  por  los 
Mamalucos  para  juntarlos  y  entregarlos  á  todos 
en  sus  manos  como  lo  habían  (según  decían 
ellos)  hecho  con  los  Chiquitos,  bien  que  había 
entre  ellos  muchos  que  de  esta  mentira  eran  tes- 
tigos de  vista  por  haber  ido  sirviendo  á  los  es- 
pañoles en  la  guerra  referida. 

J^ivulgóse  esta  voz  por  el  pueblo,  y  fuese  por 
malicia  de  ellos  ó  por  ardid  diabólico  del  de- 
monio, que  perdía  mucho  en  la  conversión  de 
aquellos  bárbaros,  comenzó  la  chusma  á  hacer 
muchos  maltratamientos  al  venerable  P.  Lucas 


RELACIÓN  1>E  IN'DiOS    CHIQUI  IOS       I O  7 

Caballera  y  -al  P.  ÍFelij^Q-  Juárez,  antes  que  con 
detestable  átrévimiér/Só  ^ésks'éá^  füégd'  á  la  igle- 
sia, ဠ dotidé  por  este  iüsulto  se  vieron  obliga- 
dos á  salir  y  pasarse  á  un  rancho  ó  choza  poco 
distante;  pero  ni  aun  aquí  pudieron  parary  por- 
que los  bárbaros  les  buscaron  por  todas  partes 
armados  con  sus  arcos  y  macanas,  y  hubiéron- 
los hecho  pedazos  si  no  hubiera  sido  porque 
esperaban  á  sus  caciques  que  estaban  no  muy 
lejos  de  allí. 

Viendo  los  nuestros  que  las  cosas  estaban  de 
tan  mal  semblante,  resolvieron  en  la  oscuridad 
de  la  noche  retirarse  hacia  Santa  Cruz  de  la 
Sierra  y  de  aquí  pasar  á  Pari,  donde  se  había 
mudado  la  Reducción  de  San  Francisco  Xa- 
vier. 

Llegada  la  noticia  de  este  suceso  al  P.  Supe- 
perior  Joseph  Pablo  de  Castañeda,  sospechó 
prudentemente  que  lo  mismo  ó  peor  sucedería 
á  la  Reducción  de  San  Ignacio,  y  así  ordenó  á 
los  Padres  que  allí  residían,  se  retirasen  procu- 
rando escapar  de  las  garras  de  aquellas  fieras  lo 
mejor  que  pudiesen,  encaminándose  á  los  Chi- 
quitos, donde  Dios  Nuestro  Señor  quiso  cdÁ- 
solar  Á  sus  siervos- ctó  mejor;  logro -ddsas->ía>* 
tigas  y  sudores.    ■  ^  ^'-   -•:  -^^u:  ,.:'  .-i     ;p  xñnon. 

Por  causa  de  las  revoluciones  pasadas  y ^poir 
lo  que  en  adelante  se  podía  temer,  se  mudó  la 


Io8  P.    PATRICIO    fER^^ÁNPXí?:   ,y,    . 

Reducción  de  San  Francisco  Xa\-iér  desde  el 
río  de  San  Miguel  á  una  llanura  llamada  Parí, 
ocho  leguas  distante  de  Santa  Cruz  de  la  Sierra, 
donde  también  se  repararon  algunos  Piñocas  y 
Xamarós  que  escaparon  de  las  manos  de  los 
Mamalucos,  con  que  se  fabricó  una  Reducción 
-bien  numerosa,  ,  ^  .•  > 

Pero  no  obstante  esta  mudanza  qué  ahora 
hicieron,  se  vieron  precisados  á  retirarse  xie  las 
cercanías  de  aquella  ciudad  por  causa  del  gra- 
dísimo  daño  que  suele  causar  á  los  recién  con- 
vertidos á  nuestra  santa  fe  el  mal  ejemplo  de 
los  cristianos  viejos  que  han  nacido  y  vivido  en 
ella,  los  cuales  hacen  abominable  nuestra  ley 
santa  con  sus  escandalosos  procederes;  y  si  la 
profesan  con  las  palabras  la  niegan  con  las 
obras,  viviendo  más  con  la  libertad  de  infieles, 
que  arreglados  á  los  dictámenes  cristianos  de 
nuestra  religión  santísima. 

Llegábase  á  esto  el  vil  interés  de  tal  cual,  que 
degenerando  de  la  innata  piedad  de  sus  mayo- 
res; no  hacía  escrúpulo  de  apresar  ya  á  este,  ya 
al' otro  de  aquellos  pobres  indios  cristianos  y 
reducirlos  á  miserable  esclavitud.     ^    ^  > 

Por  estos  motivos,  pues,  hubieron  loá' bües- 
tros  de  trasplantar  aquellas  tiernas  plahtasá lu- 
gar más  retirado,  encomendando  este  negocio 
íil  cuidado  del  venerable  P.  Lucas  Caballero;  y 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS       IO9 

aunque  en  tales  mudanzas  perecieron  muchos 
por  las  incomodidades  y  enfermedades  que  les 
sobrevinierotí ,  de  que  participaron  también 
nuestros  misioneros^  no  obstante,  poco  después 
volvió  la  Reducción  á  su  antiguo  esplendor, 
porque  vinieron  luego  otros  infieles  que  se  iu* 
corporaron  en  ella. 

La  segunda  Reducción  que  se  fabricó  fué  la 
de  San  Rafael,  distante  de  la  otra  diez  y  ocho 
días  de  camino  hacia  el  Oriente,  escogiendo  y 
señalando  el  sitio  para  ella  los  PP.  Juan  Bautis- 
ta de  Zea  y  Francisco  Hervás,  á  fines  de  Diciem- 
bre del  año  de  169o  y  trayendo  á  ella  algunos 
Tabicas  yTaus  y  otros  que  habían  ya  prometido 
al  P.  Arce  que  abrazarían  nuestra  santa  ley, llega- 
ban á  mil  las  almas,  aunque  la  peste  que  hubo 
luego  se  llevó  gran  parte  de  ellos;  con  que  á  ins' 
tancia  de  los  mismos  indios  se  volvió  esta  Re- 
ducción á  su  antiguo  sitio,  que  era  muy  á  pro- 
pósito para  el  intento  de  los  nuestros,  que  dese- 
aban establecer  el  comercio  de  estas  Reduccio- 
nes con  las  de  los  Guaranís  por  el  río  Paraguay. 

Fundaron,  pues,  sus  casas  y  se  poblaron  á 
las  orillas  del  río  Guabys,  que  se  oxee  des»- 
emboca  en  el  río,  Páraguay^ídüi'jí'.j jti  h  aoí-ír.7líbí»'í 

La  tercera  Reducción  se  puso  debajo  del  ^- 
trocioio  del  señor  San  Joseph,  á  instancias  del 
piadosísima^  señobr  niarqués  -át  Tox'Oy  -D.  yasn 


no  l\   PATRICIO    FERNÁNDEZ 

Joseph  Campero,  insigne  bienhechor  de  esta 
cristiandad,  y  se  fabricó  sobre' iiñinbnte,  por 
cuya  falda  corre  un  riachuelo  que  fecuiída  un 
gran  espacio  de  tierra  llaisa;  fundáronla  los  Pa- 
dres Felipe  Suárez  y  Dionisio  de  Avila,  que  por 
gran  tiempo  fueron  inseparables  compañeros 
en  sus  trabajos  y  sudores»  no  ten ierida  muchas 
veces  con  qué  acallar  el  hambre  y  reparar  el 
cuerpo  en  tantas  y  tan  largas  fatigas;  y  asf^  para 
que  oprimidos  de  las  incomodidades  no  diesen 
con  la  carga  en  tierra,  les  vino  no  mucho  des- 
pués á  ayudar  el  P.  Antonio  Fideli.  Pero  les 
duró  poco  tiempo  este  consuelo,  porque  en 
breve  quedó  postrado  de  tan  insufribles  traba- 
jos; pues  por  más  remedios  que  según  la  po- 
breza de  aquellas  tierras  se  le  procuraron  apli- 
car, nunca  se  pudo  recobrar. 

Dicho  P.  Fideli,  como  era  rebiéttveiíido  de 
Europa,  y  hallando  canipo  tan  grande  á  su 
celo,  no  paraba  de  día  ni  de  noche  en  domesti- 
car aquellos  salvajes;  y  inieiltras  stís  compañe- 
ros iban  en  busca  de  gentiles,  él  se  ocupaba  en 
•  lim{jiar  á  aquellos  nuevos  cristianos  de  los  re- 
isábios  de  su  vida  brutal^  coniqíies?  podía  qui- 
zás manchar  la  pureza  de  s«  fe  y  la  inocencia 
tdfe  i  nuestra  religióri  cristiana;  era  sü  tarea  cuoti- 
diana juntar  de  día  á  los  niños  toda  k^iftañana, 
y  al^ntrar  la  noche  ;á  los  adultos;  para  hablar- 


RELACIÓN  DE  INDIOS    CHIQUITOS       III 

les  de  las  cosas  que  debían  creer  y  obrar;  acu- 
dir á  todos  tiempos  á  sus  necesidades  sin  ne- 
garse á  nada;  cuidar  de  las  almas  y  de  los  cuer- 
pos de  ■  los  enfermos,  velándolos  de  día  y,  de 
noche  y  dándoles  sepultura  después  ^muer- 
tos; y  en  tantos  trabajos  no  tenía  otra  cosa  con 
qué  mantener  sus  fuerzas  para  llevar  tan  gran 
peso,  que  un  poco  de  pan  muy  desabrido  que 
allí  se  hace  de  unas  raíces  que  llaman  mandio- 
ca, la  cual,  hecha  harina,  se  amasa  y  hace  un 
pan  bien  malo,  el  cual  solía  acompañar  con  un 
pedazo  de  carne  de  algún  animal  del  monte, 
asada,  como  la  comen  los  indios,  dura  y  desa- 
brida, y<  por  gran  regalo  alguna  fruta  silvestre. 
Pero  en  medio  de  tan  mal  trataüiiento,,  nun- 
ca daba  treguas  al  trabajo,  y  esto  con  tal  ale- 
gría de  su  espíritu,  como  si  el  cuerpo  se  mantu- 
viese con  el  pasto  espiritual  del  alma,  hasta  que 
postrada  totalmente  la  naturaleza,  no  pudo  vol- 
ver én  sí,  por  más  medicamentos  que  según  la 
posibilidad  del  país  le  procuraron  aplicar  sus 
compañeros,  que  le  amaban  tiernamente;  con 
que  ño  bien  cumplidos  dos  años  en  estas  Mi- 
siones, pasó  al  eterno  descanso  para  recibir  el 
galardóil  desús  apostólica^  tatigas,  en*  eE mis- 
mo pueblo  de-San  jDscpk,  jc^?  día  iifdfi  Marzo 

Pero  Ipqtie 'no  pudo  hacer  fea  la  tierra  en 


112  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

provecho  de  aquella  nueva  cristiandad,  lo  hizo 
bien  presto  y  más  eficazmente  con  sus  oracio- 
nes desde  el  cielo,  porque  aquellos  neófitos  de- 
jaron luego  la  embriaguez  y  otros  vicio?,  que 
trae  consigo  esta  bestial  costumbre/cosa  que 
hasta  entonces  había  costado  mucho  trabajo  sin 
fruto.  Sintieron  los  indios  inconsolablemente 
la  pe'rdida  de  su  amantísimo  Misionero  á  quien 
ellos  llamaban  Padre  cariñosísimo  de  su  alma. 
Fué  el  P.  Fideli  natural  de  Ciudad  de  Regio, 
en  Calabria,  hijo  de  padres  de  la  primera  noble- 
za de  ella,  bien  que  por  su  humildad  y  despre- 
cio del  mundo  jamás  dio  la  menor  noticia  de 
su  calidad. 

Los  primeros  años  de  su  juventud  los  pasó 
aprendiendo  buenas  letras  en  elSeminario.de 
San  Francisco  Xavier  de  Ñapóles,  donde  le  en- 
viaron á  estudiar  sus  padres. 

Aquí,  en  la  flor  de  su  edad,  le  llamó  Dios  á  la 
Compañía,  donde  luego  que  entró  en  ella  se  dio 
de  veras  al  estudio  de  la  virtud  en  que  salió 
aventajado,  y  se  mantuvo  con  vida  ejemplar  en 
la  larga  carrera  de  sus  estudios,  con  igual  apro- 
bación, así  de  los  Superiores  como  de  loís  com- 
pañeros, de  los  cuales  era  á  un  mismo  tiempo 
amado  por  la  dulzura  de  su  trato  afable  y  cari- 
tativo y  venerado  por  la  solidez  de  sus  virtudes 
siempre  igual  á   sí  mismo,  y  manteniendo  un 


RELACIÓN  DE   INDIOS  CHIQUITOS       II3 

tenor  dé  alegría  inalterable,  afabilísimo  con  to- 
dos, y  liberal  y  pronto  á  servir  á  §us  Jierinanos 
aun  en  las  cosas  más  difíciles. 

'Carecióle  poco  lo  que  obraba  en  bien  de  las 
almas  y  servicio  de  Dios  en  su  provincia  de 
Ñapóles,  por  cuya  causa  pidió  con  instancia  de 
nuestro  Padre  general,  le  concediese  licencia  de 
pasar  á  Indias,  y  conociendo  su  fervor,  le  '  dio 
su  paternidad  grata  licencia,  asignándole  para 
que  pasase  á  esta  provincia  en  la  Misión  que 
conducía  á-  ella  su  procurador  general,  P.  Igna- 
cio Frias. 

Despacháronle,  pues,  á  Cádiz  el  año  1696 
para  embarcarse  á  esta  provincia;  pero  por  no 
haber  oportunidad  de  embarcación  le  fué  preci- 
so esperar  dos  años  en  Sevilla,  donde  en  la  casa 
profesa  dio  muestra  de  su  espíritu  con  singular 
edificación  de  los  nuestros,  trabajando  de  día  y 
de  noche  en  los  ministerios  propios  de  la  Com- 
pañía. 

Su  tarea  casi  cotidiana  era  gastar  siete  y  ocho 
horas  en  oír  confesiones,  porque  acudían  todo 
género  de  personas  nobles  y  plebeyas,  que  le 
amaban  como  padre  y  veneraban  ¿Ofíid"  santo, 
y  él  les, correspondía  con  afectó  de  fina  ca- 
ndad. 

Ocupado  en  estos  ejercicios,  se  llegó  ¿1  tiem- 
po de  embarcarse,  y  pasando  de  Sevilla  á  Cádiz, 

LIBROS  QUE  TRATAN  DE  AMÉRICA. — T.  XII.        8 


114  P.    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

se  dio  á  Ig.  vela  para  Buenos  Aires  el  año  de  i6q8 
en  compañía  de  otros  cuarenta  y  cinco  Jesuítas 
repartidos  en  tres  naves,  con  viaje  se  puede  de- 
cir afortunado;  porque  después  de  grandes  in- 
fortunios que  padcieron  en  veintidós  meses  de 
navegación,  plugo  á  Dios  Nuestro  Señor  traer- 
los salvos  al  puerto  de  l'uenos  Aires, 

Hubo  varias  causas  de  esta  larga  tardanza,  y 
la  principal  fué  el  apartarse  y  dividirse  las  naves 
pocos  días  después  de  la  partida  de  Cádiz,  y 
perderse  de  vista  la  una  de  la  otra,  que  encon- 
trando rapidísimas  corrientes  que  la  desviaban, 
furiosísimos  vientos  que  la  maltraban,  disformes 
tempestades  que  la  echaron  á  las  costas  de  Gui- 
neos^ se  vio  precisada  la  almiranta,  en  que  le 
cupo  venir  á  nuestro  P.  Antonio,  á  aferrar  en 
la  isla  de  Santiago,  una  de  las  islas  Hespérides, 
que  llamamos  akora  Cabo  Verde. 

Aquí  fueron  recibidos  de  los  religiosísimos 
Padres  de  la  venerable  Orden  de  San  Fran- 
cisco que  quisieron  hospedarlos  en  su  con- 
vento para  que  no  sintiesen  algún  maligno 
efecto  de  aquel  clima,  sumamente  nocivo  álos 
forasteros,  causa  porque  llaman  á  este  promon- 
torio sepulcro  de  los  europeos,  como  lo  expe- 
rimentaron los  demás  pasajeros,  de  quienes  ia 
mayor  parte  cayeron  enfermos,  y  más  de  ciento 
perdieron  allí  la  vida  y  las  esperanzas  de  enri« 


RELACIÓN  DE   f NIDIOS   CHIQUITOS       II5 

tjuecer  que  los  conducía  á  las  Indias.  Pero  de 
los  nuestros  ninguno  nwrió  for  ¡a  grande  cari- 
dad que  con  ellos  usaron  los  religiosos^  que  con 
indecible  amor  cuidaban  de  su  salud  y  advirticn- 
doles  lo  que  debían  hacer  y  de  lo  que  se  debían 
guardar  para  conservarla. 

En  el  tiempo  que  aquí  se  detuvieron,  el  Su- 
perior de  los  nuestros  P.  Joseph  Ortega,  nues- 
tro P.  Antonio  y  P.  Pedro  Carena,  asistieron  á 
los  enfermos  del  navio  con  increible  trabajo  y 
no  menor  fruto  y  consuelo  de  los  que  morían 
en  sus  manos.  Hubiéronse  finalmente  de  partir 
de  aquella  isla,  en  cuya  despedida  fué  indecible 
el  consuelo  que  por  verlos  partir  á  todos  sanos 
sin  haber  muerto  ninguno ,  mostraron  los  religio- 
sos, y  con  especialidad  el  Padre  guardián  del 
convento,  quien  llorando  de  gozo  les  dijo  no  po- 
día contener  las  lágrimas  viendo  que  no  sólo  sa- 
llan los  mismos  Jesuítas  que  habían  entrado,  sino 
uno  más  {aludiendo  á  un  prete?idiente  que  alli 
había  recibido  en  la  Compa?na,  con  licencia  que 
para  ello  llevaba  el  Padre  Superior)  pues  cuando 
los  vio  entrar  se  había  entristecido  notablemente^ 
juzgando,  llevado  de  la  experiencia,  serian  po- 
cos los  que  escapasen  con  vida.  Pero  el  haber  li- 
brado todos  bien  se  debió,  como  dije,  á  la  mucha 
caridad  de  los  religiosos  y  del  mismo  Padre 
guardián.  De  quien  despedidos,  por  fin  se  em- 


11 6  P.   PATRICIO   FERNÁNDEZ 

barcaron,  pero  les  sobrevinieron  tales  acciden- 
tes', que  se  vieron  obligados  liiievamente  á  arri- 
bar al  Brasil,  donde  reparada  nuevamente  la 
nave,   y   habiendo   experimentado   la  caíldád 
grande  que  en  todas  partes  usan  con  los  hués- 
pedes, los  Padres  portugueses  se  dieron  tercera 
vez  á  la  vela  y  llegaron  á  salvamento  éb  el 
puerto  de  Buenos  Aires  para  gastar  la  vida  y 
sudor  en  provecho  de  los  pobres  indios;  bien 
que  si  en  el  mar  hubiera  perdido  la  vida,  hu-^ 
biera  tenido  una  muerte  coronada  con  eL méri- 
to de  grandes  fatigas  padecidas  pOr  acudir  al 
bien  de  la  gente  de  su  nave  por  todo  el  espacio 
de  tiempo  que  duró  esta  trabajosísima  navega- 
ción, que  fué  casi  de  dos  años,  al  fin  de  los 
cuales  pasó  con  sus  compañeros  el  año  de  1 700 
>desde  Buenos  Aires  á  este  Colegio  de  Córdoba, 
donde  se  consagró  á  Dios  más  estrechamen- 
te por  la  profesión  de  cuatro  votos,  é  inmedia- 
tamente pasó  á  la   Misión  de  los  Chiquitos;^ 
áoiíáe  consummatus  in  brevi  txpJebir- Jimpt^a:: 
multa  (Sap.  4.)  -ob»rT  arríoa  ^virt  '^h 

Pero  volviendo  al  hilo  de  la  historia/  digo:^ 
que  esta  Reducción  de  San  Joseph^  de  indios  v 
Boxos,  Taotos,  Penotos  y  algunas  familias  de  1 
Xamarós  y  Piñocas,  es  felicísima  á  la  suerte  de  :í 
los  Misioneros  que  allí  asisten,  por  ser  este - 
pueblo  la  puerta  poT  donde  se  entra  á  otras. 


RELACIÓN  DE- INDIOS  CHIQUITOS       II7 

muchas  naciones^  por  io  cual  ofrece  comodi- 
dad, asi  para  reducir  muchas  almas  á  nuestra 
9anta  fe,  como  para  ganarse  muchas  coronas  de 
premios  en  la  gloria^- >i]x 5  oc^;nu.>ií   ^^  ,-■ 

La  cuarta  Reducción  es  la  de  San  Juan  Bau- 
tista, poblada  de  indios  de  nación  Xamarós; 
fundáronla  los  PP.  Juan  Bautista  de  Zea  y  Juan 
Patricio  Fernández,  por  el  mes  de  Junio  del  año 
de  1699,  de  los  cuales,  el  primero,  después  de 
haber  acabado  con  los  indios  Tanipuicas,  Curi- 
cas  y  Pequiquas,  que  le  diesen  palabra  de  reducir- 
se cuanto  antes  al  rebaño  de  Cristo,  se  partió  de  < 
allí  con  extremo  dolor  suyo  por  orden  de  los  Su- 
periores para  ir  á  gobernar  nuestras  Misiones 
del  Uruguay,  recayendo  todo  el  peso  de  esta 
reducción  sobre  elP.  Juan  Patricio,  á  quien  las 
enfermedades  continuas,  la  extrema  pobreza  y 
las  graves  fatigas,  sirvieron  de  remora  los  pri- 
meros tres  años,  para  que  no  saliese  en  busca 
de  gentiles^  á  quienes  el  ejemplo  de  sus  confi- 
nantes había  encendido  el  corazón  en  deseos 
de  vivir  como  racionales  en  vida  política,  y  ha- 
cerse juntamente  cristianos;  pero  finalmente, 
sus  sudores  y  trabajos  ganaron  para  Cristo  ú. 
los  Suberecas,  Petas,  y  á  ciertos  Piñocas,  quie- 
nes parece  no  fueron  á  otra  cosa  á  esta  Redac- 
■ción,  que  para  renacer  á  Dios  por  las  aguas  del 
5anto  bautismo,  para  pasar  luego  á  la  celestial 


Il8  P.    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

Jenisakm,  rindiendo  las  vidas  á  la  fuerza  del 
contagio  que  por  toda  aquella  comarca  hacía  en 
toda  suerte  de  personas  grande  riza  y  estrago. 

El  consuelo  de  ver  sazonados  tan  presto  para 
el  cielo  aquellos  poco  antes  silve^res  frutos, 
endulzaba  los  trabajos  y  fatigas  de  aquel  varón 
apostólico  y  le  animaba  á  emprender  otras  san- 
tas correrías;  pero  se  frustraban  sus  santos  in- 
tentos, mientras  no  mudaba  su  pueblo  á  mejor 
temple  y  á  aires  más  saludables,  porque  aque- 
llos bárbaros  no  querían  reducirse  al  gremio  de 
la  santa  Iglesia  por  temor  de  la  peste,  que  mu- 
cho tiempo  antes  parece  se  había  arraigado  en 
aquel  sitio,  por  cuya  causa  se  mudó  Ja  Reduc- 
ción á  otro  paraje  más  cómodo  y  menos  nocivo. 

Mas  ya  que  hemos  insinuado  alguna  cosa  de 
los  trabajos  de  nuestros  operarios  en  estas  Mi- 
siones, juzgo  esta  ocasión  cómoda  y  oportuna 
para  referir  más  por  extenso  el  modo  de  vivir 
de  los  Jesuítas  que  cultivaron  y  cultivan  esta  vi. 
ña  del  Señor,  regándola  con  sus  sudores  y  aun 
con  su  sangre,  por  no  quitar  su  debida  estima- 
ción á  la  virtud,  y  defraudarnos  á  nosotros  de 
los  eiemplos  que  podemos  imitar.  Y  el  primer 
lugar  se  debe  dar  al  modo  de  hacer  misiones, 
diré  mejor,  de  salir  á  caza  de  bárbaros  que  ha- 
bitan como  fieras  en  las  cavernas  de  los  mon- 
tes ó  en  las  espesuras  de  los  bosques. 


RELACIÓN  DE  INDIOS   CHIQUITOS       II9 

Cogían,  pues,  y  cogen  al  presente  su  brevia- 
rio debajo  del  brazo,  y  con  una  cruz  en  la  mana 
se  ponían  y  ponen  en  camino  sin  otra  preven- 
ción ó  mataloje  que  la  esperanza  en  la  Provi- 
dencia Diviva,  porque  allí  no  había  otra  cosa; 
llevan  en  su  compañía  veinte  y  cinco  ó  treinta 
cristianos  nuevos  que  á  los  Padres  servían  y 
sirven  de  guías  é  intérpretes,  y  con  los  paisa- 
nos hacían  oficio  de  Predicadores  y  Apóstoles 
y  caminan  ya  las  treinta,  ya  las  cuarenta  le- 
guas, siempre  con  una  hacha  en  la  mano  para 
desmontar  y  abrir  camino  por  la  espesura  de 
los  bosques;  otras  veces  encontraban  lagunas 
y  pantanos  que  pasaban  á  pie  con  el  agua  á  la 
boca,  y  para  dar  ánimos  á  los  neófitos  eran  los 
primeros  en  vadear  los  ríos  ó  en  arrojarse  por 
los  despeñaderos  más  difíciles,  ó  en  entrar  en 
las  grutas  y  cuevas  con  sobresalto  y  susto  de 
estar  allí  escondidas  las  fieras  ú  hombres;  y 
después  de  tantas  fatigas  y  trabajos  no  halla- 
ban á  la  noche  para  repararse  otro  regalo  que 
algunas  raíces  silvestres  con  qué  romper  el 
ayuno,  y  algunos  días  no  tenían  con  qué  apa- 
gar la  sed,  sino  un  poco  de  rocío  que  quedaba 
entre  las  hojas  de  los  árboles,  y  por  cama  la 
tierra  dura,  sin  otro  reparo  contra  los  rigores 
de  la  noche,  que  la  sombra  de  un  árbol  ó  una 
estera  sostenida  de  cuatro  palos;  y  últimamente 


I20  P.   PATRICIO   FERNÁNDEZ 

en  continuo  temor  y  riesgo  de  i?i  vida,  porque 
los  bárbaros,  asombrados  con  el  temor,  juzga- 
ban que  eran  sus  enemigos  los'  Mamalucosdel 
Brasil,  vestidos  de  Jesuítas  y  por  eso -están 
siempre  con  la  macana  en  la  mano  o  con  las 
flechas  á  punto,  ó  si  no  en  emboscadas  para 
quitarles  la  vida  sin  que  los  defiendan  los 
neófitos. 

Y  porque  estos  no  parezcan  encarnizamien- 
tos de  mi  pluma,  insinuaré  aquí  lo  que  de  los 
Zamucos  escribió  años  pasados  el  Padre  Misio- 
nero, que  entendía  en  la  conversión  de  aquella 
gente  al  P.  Juan  Patricio  Fernández,  al  presen- 
te Rector  del  Colegio  de  Santiago  del  Estero, 
que  con  las  veces  del  P.  Provincial  de  esta  pro- 
vincia visitaba  aquellas  Misiones;-  .j>  ,^o|tfr  ., 
«  Por  no  alargarme  (dice)  no  escribo  cómo 
»  llegué  á  este  pueblo  de  los  Zamucos,  contra 
»  el  parecer  de  los  prácticos  del  país,  y  á  más 
»  el  caminar  muchas  leguas  con  el  agua  hasta  la 
»  cintura;  atribuí  el  feliz  suceso  al  dedo  de  Dios, 
»  pues  que  fuerzas  humanas  no  podían  vencer 
» los  obstáculos  insuperables  que  se  me  iñter- 
»  pusieron,  mereciéndolo  los  sudores  y  traba- 
» jos,  hambre  y  sed  de  su  primer  apóstol  el  Pa- 
»  dre  Juan  Bautista  de  Zea. »  .  ,  s     ;   :  :• 

Hasta  aquí  el  dicho  Misionero*  PerOrauaquig 
caminaban  por  su  extrema  pobreza,  despréveni- 


RELACIÓN  DE  INDIOS    CHIQUITOS       121 

dos  de  toda  provisión,  no  por  eso  Dios  Nuestro 
SeñDr,  por  cuya  cuenta  corría  la  vida  de  sus 
siervos,  los  abandonaba  en  tales  trabajos,  em- 
prendidos por  sólo  su  amor  y  por  el  provecho 
de  las  almas;  antes,  cuando  era  necesario,  obra- 
ba éoisü  favor  milagros,  ya  librándoles  de  las 
furias  y  saetas  de  los  bárbaros,  como  muchas 
veces  sucedió  al  venerable  P.  Lucas  Caballero, 
ya  proveyéndoles  de  sustento  y  dándoles  vigor 
y  aliento  á  la  naturaleza,  en  prueba  de  lo  cual 
escribió  el  P.  Miguel  de  Yegros  al  P.  Lauro  Nú- 
ñez,  provincial  á  la  sazón  de  esta  provincia, 
cuando  él,  con  el  P.  Francisco  Hervás,  fueron 
el  año  1702  á  descubrir  el  río  Paraguay. 

«  Partimos  (dice)  por  el  mes  de  Mayo  acom- 
» panados  de  cuarenta  neófitos,  con  sola  la 
»  confianza  en  Dios  por  estar  recién  fundada  la 
»  Reducción  de  San  Rafael,  emprendiendo  el 
»  viaje  los  buenos  cristianos  puesta  la  esperan- 
»  za  en  la  Santísima  Virgen,  que  nos  socorrió 
»  por  el  camino  como  de  milagro,  viniéndose- 
»  nos  á  las  manos  la  caza  y  la  pesca  cuando 
»  nos  hallábamos  en  grandes  angustias,  pasan- 
»  do  gran  trabajo  y  venciendo  gravísimas  difi- 
»  cultades  en  los  montes  y  en  las  llanuras  ane- 
*  gadas  del  agua,  por  dos  meses  enteros  que  tar- 
»  damos  en  llegar  á  las  riberas  del  río  Paraguay, 
»  con  riesgo  y  temor  continuo  de  losbárbaros.» 


122  P.    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

Y  este  puntualmente  era  y  es  el  modo  ^que 
todavía  observan  los  Misioneros  en  estas  corre- 
rías. Pero  con  ser  tan  grandes  las  fatigas  y  tan 
pesadas  las  aflicciones  que  padecen,  no  obstan- 
te eso,  es  mucho  mayor  sin  comparación  el 
consuelo  que  tienen  cuando  vuelven  con  las 
manos  llenas  de  cuatrocientas  ó  quinientas 
almas;  y  si  á  veces  no  tantas,  á  lo  menos  con 
la  esperanza  de  ganarlas  al  año  siguiente,  por- 
que  los  más  de  los  bárbaros  quieren  antes  cer- 
tificarse si  aquel  celo  que  les  muestran  es  de  sus 
almas  para  darles  el  Paraíso  ó  por  el  intere's  de 
llevarlos  para  ponerlos  en  esclavitud,  y  por  eso 
acostumbran  despachar  alguno  de  los  suyos 
para  explorar  el  país,  la  gente  y  los  Misioneros 
d«  la  nueva  Reducción. 

Después  de  esto,  cuanto  hayan  trabajado 
nuestros  Misioneros  en  criar  y  mantener  estas 
tiernas  plantas,  no  se  puede  explicar  mejor 
que  refiriendo  sinceramente,  sin  añadir  nada  de 
mío,  algún  hecho  particular  y  parte  de  carta  ve- 
rídica, como  lo  haré,  donde  quiera  que  halle 
coyuntura,  trasladando  fielmente  los  originales 
con  que  esta  historia  quedará  más  fidedigna  y 
el  gusto  de  los  lectores  más  satisfecho. 

Dice,  pues,  el  hermanno  Juan  de  Avila,  com- 
pañero que  fué  del  P.  Visitador  de  esta  provin- 
cia, Antonio  Garriga  y  del  P.  Provincial  Luis 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS.       I23 

de  la  Roca,  cuando  como  adelante  diré,  visitó 
aquellas  Doctrinas  sujeto  de  mucho  juicio  y 
capacidad  en  una  carta  que  desde  allí  escribió: 
«  Así  como  para  fundar  las  Misiones  del  Pa- 
»  raguay  padecieron  increíbles  trabajos  aque- 
»  líos  primeros  varones  apostólicos,  sacando  á 
» los  indios  de  las  selvas  y  entablando  en  ellos 
»  vida  cristiana  y  política  hasta  ponerlos  en  el 
»  estado  en  que  hoy  día  se  mantienen,  dividi- 
»  dos  en  treinta  Reducciones,  así  también  no 
»  han  sido  menores  los  trabajos  y  sudores  de 
»  estos  primeros  que  han  fundado  la  cristiandad 
»  de  los  Chiquitos.  No  es  fácil  de  decir  lo  que 
»  al  descubierto  les  han  dado  que  sufrir  los  ene- 
»  migos  y  ocultamente  los  amigos,  la  carestía 
»  de  todo  lo  necesario  para  la  vida  humana,  los 
»  profundos  pantanos,  inaccesibles  montañas, 
»  bosques  impenetrables,  fieras,  climas  destem- 
2>  piados,  sed,  hambre,  extrema  desnudez,  total 
>  abandono  de  todas  las  cosas  y  jurada  guerra 
»  de  todo  el  infierno.  Pudiera  descender  á  casos 
»  particulares  que  he  visto  y  oído  si  no  fueran 
»  bien  sabidos  y  me  son  materia  continua  de 
»  rubor  y  confusión.  No  traer  sobre  sí  sino  ua 
»  vestidillo  de  tela  baladí,  hecho  pedazos,  y  no 
»  pocas  veces  vestirse  de  pieles  de  animales;  no 
» traer  otros  zapatos  que  un  pedazo  de  cuero 
»  crudo  atado  con  otro  cordel  de  cuero  por  las 


124  P-   PATRICIO   FERNÁNDEZ 

»  plantas  de  los  pies,  y  en  la  cabeza,  pg^ra;  repa- 
»ro  del  S0.1  ardientísimo  que  allí  hace^i'^^o 
»  como  sombrero,  pero  también  4^  cuero,  la 
»  cama  sin  ningún  alivio,  la  vianda  prdiiiaria, 
»  un  puñado  de  maíz,  y  éste  tan  escaso,,  que.ape- 
»  ñas  era  bastante  para  mantenerles  las  fuerzas, 
»  vivir  gran  tiempo  sin  el  consuelo  siquiera  de 
»  ver  á  alguno  de  sus  compañeros,  y  estando 
»  afligidos  de  largas  y  penosas  enfermedades,  no 
»  tener  á  dónde  volver  los  ojos. » 

Asi  el  dicho  hermano;  y  yo  en  prueba  de 
todo  lo  que  él  dice,  quiero  apuntar  algunos  ca- 
sos en  particular. 

Díjome,  no  ha  mucho,  un  Padre  qué  fué  Supe- 
rior de  aquellas  Reducciones,  que  por  muchos 
meses  no  tuvo  otra  cosa  de  qué  sustentarse,  sino 
raíces  de  yerbas,  y  faltándole  éstas  también, 
acosado  de  la  hambre,  se  vio  precisado  á  an- 
dar en  busca  de  frutas  silvestres. 

Cuando  el  P.  Gregorio  Cabral  fué  en  nombre 
del  P.  Simón  de  León,  Provincial  de  esta  pro- 
vincia, á  visitar  aquellas  Misiones,  le  cogió  el 
invierno  (que  allí  no  se  mide  por  el  frío,  que  no 
hace,  sino  por  el  romper  de  las  lluvias)  le  co- 
gió debajo  de  una  enramada,  donde  con  siete 
Misioneros  pasó  largo  tiempo  sin  otio  sustento 
que  una  fruta  silvestre  áque  llaman  Moiaqiti,  con 
alguna  cosa  de  leche;  y  el  día  de  Pascua,  por 


RELACIÓN  t>E  INDIOS  CHIQUITOS       12$ 

gran  r«gálo,  les  dieron  los  neófitos  una  mazorca 
ó  espiga  dé  máiz.  Pero  no  tuvo  otro  tanto  el 
mismo  día  el  P.  Zea,  que  presentándole  por 
gran  regalo  ciertos  panecillos  bien  pequeños,, 
no  pudo  probar  bocado  de  ellos  por  ser  amar-, 
gos  como  la  hiél. 

No  me  ha  parecido  supérfluo  contar  estas 
menudencias,  para  que  quien  en  los  hombres 
apostólicos  no  mira  otra  cosa  que  conversiones 
de  infieles,  adviertan  también  cuánto  les  cuestan 
y  considere  si  tiene  necesidad  de  una  generosí- 
sima caridad  quien  se  emplea  en  buscar  la  glo- 
ria de  Dios  y  en  mirar  por  la  eterna  salvación 
de  las  almas.  Y  ciertamente  el  no  acobardarse 
con  los  peligros,  el  no  volver  la?  espaldas  á 
tantos  trabajos,  el  no  retirarse  y  no  dejar  una 
vida  en  que  á  cada  paso  se  encuentra  con  la 
muerte,  pereciendo  aquí  de  hambre,  perdién- 
dose allí  por  los  bosques,  ahora  andando  en-., 
tre  flechas  y  macanas,  ahora  enmedio  de  pue^ 
blos  furiosos,  es  virtud  difícil  de  hallarse,  y  con. 
todo  eso  esta  virtud  es  necesaria  siempre  á 
quien  emprende  en  países  remotos  y  entre  gente 
barbará  el  oficio  de  la  predicación  Apostólica. .. 

Pero  lo  que  me  llena  dé  estupor  y  mará-., 
villa;  és  qué  en  medio  de  tantos  trabajos  é 
incomodidades,  no  hayan  hasta  ahora  muerta 
entre  tantos  operarios  más  que  tres  ó  cuatro. 


126  P.  PATRICIO  FERNÁNDEZ 

siendo  así  que  hay  quien  ha  trabajado  veinti- 
cinco y  treinta  años;  pero  es  singular  providen- 
cia del  Altísimo,  que  quien  ningún  caso  ha  he- 
cho de  su  vida  por  su  servicio,  se  conserve  más 
sano  y  mejor  que  si  hubiera  vivido  en  las  co- 
modidades de  un  colegio,  como  yo  vi,  con  gran- 
de estupor,  en  el  P.  Juan  Bautista  de  Zea,  que 
en  edad  de  sesenta  y  cinco  años  parecía  joven 
de  poco  más  de  treinta  en  el  aliento  y  valor. 

Verdad  es  que  hoy  día  se  han  aligerado  en 
gran  parte  tantos  trabajos,  porque  introducida 
en  aquella  gente,  con  la  santa  fe  la  vida  civil  y 
política,  lo  pasan  un  poco  mejor  los  Misioneros, 
y  la  piídad  de  muchos  caballeros  les  provee  de 
algunas  cosas  con  que  ocurrir  á  las  necesidades 
domésticas. 

Y  ahora  entiendo  con  cuánta  razón  claman 
los  Superiores  de  esta  provincia  á  nuestros 
Padres  generales,  diciendo  que  no  es  esta  vo- 
cación de  cualquiera,  sino  de  hombres  sola- 
mente de  virtud  muy  grande  y  bien  probada.  Y 
Á  la  verdad,  uno  entre  otros  engaños  en  que 
vivía  cuando  en  Europa  ardía  en  deseos  encen- 
didos de  venir  á  Indias,  era  persuadirme  que 
para  un  Misionero  Apostólico  de  estas  partes, 
bastaba  tener  un  gran  celo  de  las  almas;  pero 
quien  leyere  esta  relación,  hallará  que  son  más 
las  ocasiones  de  ejercitar  la  interna  abnegación 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS       12  7 

del  ánimo,  la  paciencia,  la  humildad  y  la  mor- 
tificación en  sí  mismo,  que  el  celo  de  las  almas 
con  los  otros,  cuando  yo  refiero  aquí  poco  más 
que  trabajos  corporales,  que  son  la  menor  par- 
te de  los  que  se  ofrecen  que  sufrir. 

Por  tanto,  quiero  poner  aquí  una  carta  que 
me  escribió  un  compañero  mío,  á  quien  lloro 
y  reverencio  á  un  tiempo,  el  cual,  con  otros 
cuarenta  y  tres  de  la  Compañía  que  conducía 
á  la  provincia  de  Quito,  su  procurador  general 
Padre  Nicolás  de  la  Puente,  por  impenetrables 
consejos  de  Dios,  se  ahogó  en  el  navio  Caballo 
Marino  que  se  fué  á  pique  el  año  de  1717.  Dice, 
pues  así: 

«La  circunstancia  de  que  quizás  no  nos  vol- 

»  veremos  á  ver  más  en  Europa,  me  anima  á 

i>  escribir  ésta  á  mi  hermano,  que  espero  le  ha- 

»  Hará  en  Cádiz,  á  fin  de  darle  el  último  vale,  y 

»  con  el  corazón  un  humilde  abrazo,  alegran* 

»  dome,  juntamente  con  el  más  vivo   de  mis 

»  afectos,  por  su  ya  próxima  suerte  de  dejar 

•»  este  mundo  engañoso  de  acá  y  de  ir  en  busca 

»  de  otro  mejor,  ó  para  mejorarlo.  (  onozca- 

»  mos,  hermano  mío  carísimo,  nuestra  fortuna, 

» la  cual  estoy  por  decir  que  es  la  mayor  de 

»  cuantas  Dios  puede  conceder  á  sus  escogi- 

»  dos.  :Y  qué?  ^Por  ventura  es  cosa  de  poca 

»  monta  vivir  desconocido,  y  si  tengo  de  decir 


128  P.    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

»  la  verdad,  despreciado  de  todos,  ó  á  lo  menos^ 
»  poco  estimado?  ¡Oh,  afortunados  nosotros,  si 
»  de  cosa  tan  grande  fuéramos  participantes! 
»  ¡Ánimo,  hermano  mío  muy  amado!  ¡aliento,, 
»  vamos,  vamos!  mas  ¿dónde?  á  las  Indias,  esto 
»  es,  al  Calvario.  ¿A  qué  fin?  Á  coronarnos,  sí, 
»  pero  de  espinas;  á  descansar,  sí,  pero  sobre 
»  una  cruz.  Aquí  acabo,  porque  desde  aquí  de- 
»  ben  comenzar  los  deseos  de  un  Jesuita  india- 
»  no.  Pidamos  á  Dios  y  á  su  Madre  Santísima 
2>  que  destierre  de  nuestro  corazón  todo  otro 
>  afecto  y  no  deje  en  él  sino  el  ardientísimo 
»  deseo  de  padecer  por  amor  de  quien  nos  amo, 
»  hasta  dar  por  nosotros  la  vida.» 


CAPÍTULO  VII 


Fervor  y  virtud  de  la  nueva  cristiandad,  premiada  de 
Dios  Nuestro  Señor  con  muchos  sucesos  milagrosos. 


Eran  verdaderamente  grandes,  como  hemos 
visto,  los  trabajos  y  fatigas  de  los  Padres  en 
domesticar  este  inculto  campo  de  la  gentilidad; 
pero  no  obstante  eso,  les  parecía  nada,  aunque 
hubieran  sido  sin  comparación  mucho  mayo- 
res, viendo  cuan  bien  prendía  y  se  lograba  la 
semilla  de  la  predicación  evangélica,  y  cuan 
presto  se  sazonaba^n  frutos  dignos  del  Paraíso; 
mas  en  esto  no  quiero  yo  poner  nada  de  mío, 
sino  sólo  hacer  hablar  á  los  mismos  sembrado- 
res de  esta  semilla,  que  se  maravillan  de  ello  y 
se  dan  el  parabién  con  júbilos  de  incomparable 
consolación. 

«En  el  conocimiento  de  Dios  (dice  uno  de 
»  ellos)  y  en  la  observancia  de  la  ley  divina,  se 

LIBROS  QUE  TRATAN  DE  AMÉRICA. — T.  XII,       9 


130  P.    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

»  puede  con  toda  verdad,  sin  rastro  de  encare- 

>  cimiento,  afirmar  que  esta  selva  de  bestias  y 
»  de  vicios  es  ahora  un  retrato  de  la  primitiva 
»  Iglesia.  Bendigo  infinitamente  las  santas  Ha- 
»  gas  del  Redentor  (dice  otro)  que  comparada 
»  la  vida  pasada  y  presente  de  esta  gente,  son 
»  ahora  tan  diferentes  de  sí  mismos,   cuando 

>  eran  idólatras,  que  parecen  en  cierta  manera 
»  reengendrados  en  la  inocencia  original.» 

Añade  el  P,  Sebastián  de  Samartín,  Superior 
que  fué  de  aquellas  Reducciones: 

«Todo  se  puede  sufrir  por  ellos,  por  el  afec- 
» to  que  tienen  á  la  fe,  á  la  devolución  y  á  lo 
»  que  es  Dios  ó  de  Dios. » 

Pero  más  por  extenso  habla  el  Padre  Misio- 
nero de  la  Reducción  de  San  joseph  de  la  pie- 
dad de  su  Dueblo,  en  la  Cuaresma  del  año 
de  1705. 

«No  es  fácil  de  decir  el  fervor  que  estos  san- 
»  tos  días  mostraron  los  nuevos  cristianos  en 
»  las  cosas  de  Dios;  oían  la  paladra  de  Dios  con 
»  gran  gusto  y  no  con  menor  fruto  y  compun- 
»  ción,  de  suerte  que  me  parecía  estar  entre  es- 
»  pañoles  muy  piadosos.  El  acto  de  contricción 
»  que  se  usa  al  fin  de  los  sermones,  le  hacían 
»  con  tanto  sentimiento,  que  lloraban  muchísi- 
»  mo.  El  cual  mostraron  también  en  la  disci- 
»  plina  larga  verdaderamente  no  poco,  pero  no 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS       13I 

>  tanto  que  satisfaciese  á  su  fervor,  por  lo  cual 
»  costaba  mucho  el  hacerles  cesar,  pidiendo  á 
»  gritos  misericordia  á  Nuestro  Señor,  y  repl- 
»  tiendo  fervorosísimos  actos  de  contricción  y 
»  propósitos  de  no  ofender  más  á  su  Divina 
»  Majestad,  principalmente  en  su  innato  vicio 
»  de  la  embriaguez,  del  cual,  con  el  favor  de 
»  Dios,  se  han  olvidado  totalmente,  pero  donde 
»  se  conocía  más  claramente  su  piedad  y  el 
»  verdadero  dolor  y  arrepentimiento  de  sus  cul- 
»  pas,  era  en  el  acto  de  la  confesión  sacramen- 
»  tal  á  que  se  llegaban  llorando  tan  amarga- 
»  mente  que  me  sacaban  lágrimas  á  los  ojos  y 
»  me  llenaban  de  increíble  consuelo,  dando  gra- 
»  cias  á  la  Divina  Misericordia  que  obra  en 
»  gente  de  suyo  tan  bárbara  y  nueva  en  la  fe 
»  tan  prodigiosos  efectos. » 

Así  aquel  Misionero  que  prosigue  diciendo 
otras  mil  cosas  de  bondad  y  devoción  de  sus 
cristianos,  que  sirven  de  no  pequeña  confusión 
y  rubor  á  quien  ha  nacido  y  vivido  en  el  gremio 
■de  la  Santa  Iglesia. 

Bien  que  por  lo  que  toca  á  la  pureza  de  su 
conciencia  dan  otros  Misioneros  relación  más 
distinta,  diciendo  que  hacen  mucho  escrúpulo 
de  retener  cosa  ajena  por  pequeña  que  sea,  que 
muchas  veces  apenas  se  les  halla  materia  siifi- 
biente  para  la  absolución;  que  luego  que  sien- 


132  P.    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

ten  el  menor  remordimiento  de  cualquiera  cul- 
pa, por  ligera  que  sea,  y  sólo  en  apariencia  á 
veces,  corren  volando  á  llorarla  delante  de^Dios 
y  pedir  remedio  á  sus  ministros,  aunque  estén 
actualmente  ocupados  en  las  labores  del  carn- 
po,  ó  de  noche  reposando,  y  singularmente  se 
refiere  de  una  buena  mujer  que  pareciéndole 
aun  esto  poca  parte  para  mantenerse  inocente, 
importunó  tanto  al  cielo  con  sus  plegarias  para 
que  la  pusiese  donde  estuviese  más  segura  de 
manchar  su  alma,  que  al  fin  logró  feliz  despa- 
cho de  sus  súplicas,  porque  el  día  solemne  de 
la  Ascensión,  asaltada  de  un  accidente  casi  re- 
pentino, recibidos  todos  los  Sacramentos,  fué 
por  la  muerte  á  gozar  la  gracia  que  deseaba. 

Ni  esta  inocencia  es  solamente  de  algunos  á 
quien  Dios  Nuestro  Señor  mira  con  ojos  más 
piadosos,  y  cuyas  almas  fortalece  con  mayor 
copia  de  bendiciones  celestiales,  sino  que.es  co- 
mún en  todas  las  Reducciones,  á  Iq  menos  en 
lo  exterior,  porque  algunos  de  los  regidore;s,  del 
pueblo  tienen  por  oficio  sindicar  las  costumbres 
de  los  demás, y  cuando  tal  vez  alguno,  por  suges- 
tiones de  la  carne  se  rinde  al  vicio  sensual),  vis- 
tiéndole primero  de  penitente,  le  hacen. confe- 
sar su  culpa  y  pedjr  perdón  á  Dios  pn  m^dio  (de 
la  iglesia,  de  donde  llevado  á  la  pjaza^'le  azotan 
ásperainente  delante  de  todos. 


RELACIÓN  DE  INDIOS    CHIQUITOS       1 33 

•   Pero  no  me  causa  tanta  maravilla  la  peniten- 
<;ia  que  éstos  culpados  hacen,  siendo  descubier- 
tos por  ajenas  diligencias,   cuanto  la  sincera 
confesión  de  un  Cathecúmeno  y  de  una  india. 
Supo  aquél  que  un  cristiano  había  sido   cas- 
tigado con  el  rigor  que  he  dicho,  y  parecióle 
tan  bien  esta  justicia,  que  instantáneamente  su- 
plicó se  usase  con  él  de  semejante  castigo,  por- 
que yo,  dijo,  soy  reo  del  mismo  pecado;  y  la 
india,  habiendo  caído  secretísimamente  en  una 
fragilidad,  no   paró  hasta   que  con  gran    sen- 
timiento manifestó  su  culpa  á  los  Regidores, 
pidiéndoles  con  muchos  ruegos  y  súplicas  se 
ejecutase  en  ella  el  público  castigo,  afirmando 
que  le  movía  á  hacer  esto  la  ofensa  cometida 
contra  Dios,  y  el  no  haber  seguido  los  ejemplos 
de  tantos  que  habían  resistido   al  incentivo  de 
la  carne  con  la  consideración  de  la  presencia 
de  Dios  que  en  todas  partes  asiste,  con  la  me- 
moria de  las  penas  eternas  del  infierno  y  con  los 
otros  medios  que  les  han  enseñado  los  Padres. 
Y  lo  que  es  más  en  unos  bárbaros  hechos  á 
vivir  en  su  libertad  sin  frenos  de  castigos  y  pe- 
nas, que  ninguno  de  ellos  se  siente  de  esta  se- 
veridad que  se  usa  para  corregir  sus  deslices. 
Mas  lo  que  parece  milagro  es  que  los  Chiquitos 
de  tal  suerte  han  d .puesto  las  enemistades  con 
los  confinantes,  mamadas  con  la  leche,  fomen* 


134  P-  PATRICIO   FERNÁNDEZ 

tadas  del  genio,  defendidas  con  las  armas  y  he- 
chas implacables  con  la  sangre  derramada,  que 
cuando  antes  no  podían  sufrir  ni  aun  ver  á.sus 
enemigos  en  el  mundo,  ahora  están  con  ellos 
en  una  misma  Reducción,  viven  en  una  misma 
casa  y  comen  á  una  mesa,  convirtiendo  lo^ 
odios  y  rencores  en  otro  tanto  amor  de  unosí 
con  otros,  como  si  no  tuvieran  otro  padre  que 
á  Dios  y  todos  fueran  una  familia  de  Jesucristo. 

Esto  pudiera  parecer  lo  sumo  de  la  virtud  en 
unos  cristianos  nuevos  si  no  hubieran  pasado 
adelante  á  dejarse  despedazar  á  gusto  de  \o^ 
gentiles,  por  no  faltar,  como  á  ellos  les  pare^ 
cía  en  un  punto,  á  la  santa  ley  de  Dios.  Oyeron 
ellos  que  Dios  mandaba  no  se  volviese  mal 
por  mal,  y  que  á  los  ultrajes  é  injurias,  aun  ea 
la  vida,  no  se  respondiese  sino  con  mansedum- 
bre y  sufrimiento. 

Á  poco  tiempo  fueron  algunos  neófito» 
(como  adelante  diremos)  á  buscar  mfieles  para 
reducirlos  al  conocimiento  de  Dios,  y  encon*» 
trándose  de  improviso  con  una  Ranchería,  los: 
paisanos  dieron  sobre  ellos  con  sus  macanas  y 
flechas;  pero  los  cristianos,  aunque  muy  ani^ 
mosos  y  bien  pertrechados  de  armas  con  que 
fácilmente  se  hubieran  podido  defender,  nOt 
obstante,  por  no  hacerles  mal  algnnO,^^  se  deja- 
ron quitar  las  vidas. 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS       1 35 

Otros,  habiendo  salido  á  otra  empresa  seme- 
jante, ni  aun  quisieron  llevar  armas  consigo,  y 
entrando  en  una  tierra  enarbolaron  en  ella  la 
'imagen  de  Nuestra  Señora,  exhortando  á  la 
gente  la  hiciese  reverencia;  pero  la  respuesta 
que  tuvieron  fué  ver  caer  sobre  sí  una  tempes- 
tad de  saetas,  de  que  muchos  quedaron  allí 
muertos.  Supieron  esto  los  Misioneros  y  llora- 
ron de  consuelo  pareciéndoles  un  prodigio  de 
la  gracia  en  una  nación  tan  soberbia  y  venga- 
tiva. 

Y  á  la  verdad,  afecto  tan  tierno  á  las  cosas 
de  Dios,  horror  tan  grande  al  pecado  y  á  todo 
lo  que  huele  á  vicio,  se  debe  atribuir  á  la  santa 

•  vida  que  observan  y  á  los  continuos  ejercicios 
de  piedad  que  todos,  indiferentemente,  sin  dis- 
tinción de  sexo  ni  condición,  practican. 

Tres  veces  al  día,  al  romper  del  alba,  á  medio 
día  y  á  la  noche,  juntos  los  niños  y  las  niñas 
captan  á  coros  distintos  gran  número  de  ora- 
ciones y  decoran  de  memoria  lo  que  el  Misio- 
ueío  les  ha  explicado  del  Catecismo. 

\  w^Todos  los  días  de  fiesta  se  junta  el  pueblo  á 
oír  algún  punto  de  la  doctrina  cristiana  ó  ser- 
món, después  de  haber  cantado  solemnemente 

-la  misa.  Al  levantarle  y  acostarse  se  encomieh- 

•^an  á  Dios,,á  la  Reina  de  los  Angeles  y  al  San- 
to Ángel  de  la  Guarda,  con  devotas  oraciones. 


í^6  P.  PATRICIO   FERNÁNDEZ 

que  ea  bautizándose  aprenden;  de  otras  usan  al 
entrar  en  la  Iglesia  y  cuando  el  Sacerdote  eleva 
la  Sagrada  Hostia  ó  el  Cáliz.  Antes  de  sentarse 
á  comer  echan  en  pie  la  bendición^  y  fuera  de 
eso  no  comen  ninguna  vianda  fuera  de  la  mesa 
sin  que  primero  la  bendigan  con  la  santa  cruz. 
Cuando  son  admitidos  á  la  participación  de  los 
divinos  misterios,  no  es  fácil  de  explicar  con 
cuánta  devoción  y  tiernos  coloquios  se^  llegan 
á  comulgar  y  cuánto  después  procuran  mante- 
ner su  corazón  puro  y  limpio  de  toda  mancha 
de  pecado. 

Pudiera  traer  muchos  ejemplos  en  confirma- 
ción de  esto,  pero  por  no  causar  fastidio  á  los 
lectores,  me  contentaré  con  referir  uno  sólo.  De- 
deaban  ciertos  mozos  recibir  el  Pan  de  los  An- 
geles; mas  el  Padre  les  dio  á  entender  que  no  se 
lo  concedería  jamás  si  primero  no  corregían  y 
enmedaban  cierta  libertad  que  tenía  algún  re- 
sabio de  gentilismo;  ellos,  sin  otra  diligencia, 
obedecieron  luego;  y  aunque  les  costaba  no 
poco,  se  enmendaron  totalmente  dé  la  dicha 
costumbre.  Preguntóles  después  si  habían  vuel- 
to á  recaer  y  admirándose  mucho,  respondieron 
que  cómo  era  posible  ofender  á  su  Señor  des- 
pués de  haberle  dado  acogida  en  su  corazón. 

Pero  cuando  estas  Reducciones  parecen  un 
paraíso  (dice  un  sujeto  que  las  ha  visto),  es  por 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS       137 

la  noche,  cuando  todos  cantan  las  cosas  de 
nuestra  Santa  fe,  puestas  en  cierto  modo  de 
música  muy  llano,  lo  cual  hacen  los  niños  y 
niñas  en  las  calles  públicas  al  pie  de  las  cruces, 
y  los  hombres  en  sus  casas  y  en  lugar  separado 
de  las  mujeres;  después  rezan  el  rosario  y  con- 
cluyen esta  devota  función  con  cánticos  en  ala- 
banza de  Cristo  Señor  Nuestro,  y  de  su  Santí- 
sima Madre  Nuestra  Señora  la  Virgen  María,  á 
quien  profesan  afecto  tiernísimo,  no  llamándola 
con  otro  título  que  de  Madre;  todos  los  sábados 
y  las  vísperas  de  las  festividades  consagradas  á 
su  nombre,  cantan  la  misa  á  son  de  instrumen- 
tos músicos,  cuales  se  usan  entre  ellos,  y  jamás 
van  á  trabajar  al  campo  ó  vuelven  de  su  labor 
sin  que  primero  entren  en  la  iglesia  á  hacer 
oración  delante  de  su  imagen . 

Lo  mejor  de  sus  pobres  haberes  emplean  en 
servicio  de  esta  Señora,  y  quieren  antes  ser  po- 
bres que  faltar  un  punto  en  su  culto;  y  una  vez 
que  un  Padre  quería  que  vendiesen  la  cera  de  las 
abejas  llamadas  Optmus,  que  es  blanquísima,  y 
la  mejor,  le  respondieron  resueltamente:  «No 
>  quiera  T>ios  que  se  expenda  en  provecho  nues- 
»  tro 4o  que  hemos  ofrecido  á  su  Madre  Santí- 
»  sima/pues  si  nosotros  nos  privamos  de  esta 
»  cera  por  amor  suyo,  á  ella  le  tocará  socorrer 
»  nuestra  pobreza.» 


138  P.  PATRICIO  FERNÁNDEZ 

Finalmente,  para  última  prueba  de  !a  devo- 
ción de  estos  nuevos  cristianos,  daré  noticia  de 
ciertas  precesiones  públicas  suyas,  las  cuales, 
si  á  algunos  parecieren  menudencias  de  que  no 
se  debe  hacer  caso,  digo  que  en  otros  pudiera 
parecer  así  pero  no  en  gente  para  quien  fué 
necesario  un  oráculo  del  Vaticano  para  creer 
que  eran  capaces  de  la  ley  de  Dios:  «Pues  los 
»  primeros  descubridores  de  las  Indias  juzgaron 
»  falsa  y  temerariamente  que  no  eran  raciona- 
»  les  sino  brutos,  incapaces  de  razón;  y  funda- 
se dos  en  este  error  los  españoles  de  la  isla  de 
»  Santo  Domingo  y  las  demás,  teniéndolos  por 
»  animales,  los  cargaban  tres  y  cuatro  arrobas 
»  acuestas,   los  sacaban  y  llevaban  muchas  le- 

>  guas  y  esta  opinión  se  entendió  Sespués  con 
■»  harto  daño  de  los  naturales,  de  suerte  que  en 
»  Nueva  España,  juzgándoles  imprudentemente 
»  por  bestias  con  forma  humana,  los  trataban 
»  como  si  lo  fueran,  negando,  por  el  consiguien 

>  te,  ser  capaces  de  la  Bienaventuranza  y  de  los 
»  Santos  Sacramentos,  y  llegó  á  tanto  esto,  que 

>  obligó  á  D.  Fr.  Juan  Garcés,  primer  Obispo  de 
»  Haxcala,  Dominico,  año  1636  (i)á escribir  una 
»  carta  llena  de  piedad  y  erudición,  informando 
»  la  verdad  al  Sumo  Pontífice  Paulo  III,  jquien 


(i)    Solorzano,  tomo  I  de  Indiarum,  Hb.  II. 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS       1 39 

>  con  Breve  y  Bula  especial,  definió  y  declaró  ái 
»  los  indios  por  hombres  racionales  y  capaces  de 
»  la  fe  católica,  como  todas  las  demás  naciones 
»  de  la  Europa  y  de  todo  el  mundo:  Indos  ipsoi 
»  Mipoté  veros  homineSj  non  solúm  christiance  fidei 
»  capaces  existere  decerniínus  et  declaramus,  ctcé- 
»  iera^,  (i)  Siendo,  pues,  tales  los  indios,  que  ha 
»  habido  quien  los  haga  irracionales,  aun  á  los 
^  menos  bárbaros,  y  siendo  estos  Chiquitos 
»  unos  de  los  de  la  clase  de  los  más  bárbaros 
»  (P.  Acosta  in  Procem.  ad  lib.  de  Procur.  Indor, 
»  salutCy  según  lo  que  enseña  el  P.  Joseph  Acos- 
»  ta,  D.  Juan  Solorzano,  Lib.  de  PolUic.  Indian^ 
•^  capítulo  9,  pág.  41,  y  el  ilustrísimo  señor 
»  Obispo  de  Quito  D.  Alonso  de  la  Peña  Mon- 
»  tenegro,  libro  2  del  Itinerario  in  Prologo, 
*  página  141  y  otros  muchos  autores)  nadie  ten- 

>  drá  por  cosa  de  menos  monta  estas  señales 

>  exteriores  de  devoción  que  ya  refiero.» 

La  noche,  pues,  del  Jueves  Santo,  después  de 
haber  oído  un  fervorosísimo  sermón  de  la  Pa- 
sión  de  Nuestro  Señor  Jesucristo,  se  visten  un 
hábito  acomodado  á  la  tristeza  de  aquel  santo 
tiempo;  y  para  imitar  al  Redentor  penando.  He* 
van  algunos  á   cuestas   cruces   muy   pesadas^ 


(I)    Solorzano,  lib,  II,  cap.  VIII  ex  n.  79  etc.  ltb.'lll," 
¿apítuloVII.  \ 


I40  P.    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

Otros  se  ciñen  de  agudas  espinas  la  cabeza; 
quién  atadas  atrás  la  manos,  va  arrastrado  por 
tierra;  quién  derecho  con  los  brazos  extendidos 
en  forma  de  cruz,  los  más  se  azotan  áspera- 
mente con  terribles  disciplinas;  cierra  la  proce- 
sión una  tropa  de  niños  que  de  dos  en  dos  lle- 
van los  instrumentos  de  la  Pasión  del  Señor. 

Después,  al  pie  de  un  devoto  Crucifijo  puesto 
delante  del  santo  sepulcro,  todos  por  su  orden, 
con  lágrimas  de  tiernísimos  sentimientos  en  los 
ojos,  le  ofrecen  los  frutos  de  sus  sementeras, 
cllenándose  entre  tanto  (dice  un  Misionero)  de 
»  consuelo  nuestros  corazones  al  ver  postradas 
»  estas  almas  delante  del  Divino  Cordero  que 
»  las  rescató  con  su  sangre;  las  cuales  poco  an- 
»  tes  andaban  como  fieras  descarriadas  y  perdi- 
»  das  por  las  selvas.» 

La  otra  procesión  hacen  el  día  del  Corpus ^ 
á  la  cual  convidan  las  naciones  confinantes  de 
los  gentiles;  componen,  pues,  las  calles  lo  más 
ricamente  que  á  su  pobreza  es  posible,  y  en  lu- 
gar de  tapices  recamados  de  oro  ó  de  colgadu- 
ras de  damasco,  adornan  con  ingenioso  artifi- 
cio las  fachadas  de  las  casas  de  ramos  de  pal- 
ma, hermosamente  enlazados  unos  con  otros; 
á  las  cabeceras  de'  las  calles  levantan  arcos 
triunfales  que  visten  de  cuanto  hermoso  y  flori- 
do hay  en  sus  huertas  y  bosques;  lo  mejor  de 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS       141 

los  aderezos  y  bordaduras  labradas  hermosa  y 
delicadísimamente  de  plumas,  lo  pone  cada  uno 
delante  de  su  casa;  y  á  fin  de  que  todas  las 
criaturas,  aun  irracionales,  rindan  homenaje  y 
tributo  de  reverencia  al  coniún  Señor  de  todas, 
salen  días  antes  á  caza  de  pájaros  y  de  fieras, 
aunque  sean  tigres  y  leones,  y  bien  atados  los 
ponen  en  el  camino  por  donde  ha  de  pasar  el 
Santísimo  Sacramento,  y  juntamente  arrojan 
por  el  suelo  el  maíz  y  las  demás  semillas  de  que 
han  de  hacer  sus  sementeras  para  que  sea  ben- 
dito de  Dios  y  las  haga  multiplicar  á  la  medida 
de  su  necesidad;  pero  lo  mejor  de  esta  devotísi- 
ma fiesta  es  la  tiernísima  devoción  y  fervor  con 
que  acompañan  aquel  trabajo  á  gloria  de  su 
Criador.  ^  - 

Y  no  piense  nadie  que  Dios  Nuestro  Señor 
se  deja  (á  modo  de  decir)  vencer  de  la  piedad  de 
estos  sus  nuevos  fieles,  antes  bien  parece,  por 
decirlo  así,  que  ha  andado  con  ellos  á  compe- 
tencia, de  suerte  que,  cuanto  ellos  más  se  em- 
plean en  su  servicio,  tanto  más  les  retorna  y 
recompensa  con  beneficios,  porque  como  por 
experiencia  sabemos,  suele  ser  sobremanera 
amórósb  y  benéfico  en  la  primera  formación  de 
aquellos,  qne  escoge  para  cimientos  de  alguna 
nueva  Iglesia  entre  infieles  y  usa  más  largamente 
en  provechD  suyo  de  sus  bendiciones,  no  sólo 


142  P.    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

en  las  necesidades  espirituales,  sino  también  en 
las  corporales. 

Perdíanse  una  vez  los  sembrados  por  falta 
de  agua,  y  apenas  la  pidieron  los  neófitos, 
cuando  rompió  en  abundantísimas  lluvias. 

Hacía  gran  estrago  en  la  gente  del  pueblo  de 
San  Rafael  una  pestilencia;  corrió  luego  el  pue- 
blo á  la  iglesia  á  pedir  á  Dios  misericordia,  y 
al  punto  cesó  el  contagio,  de  suerte  que  ningu- 
no de  los  tocados  de  él  murió  en  adelante,  ni 
de  los  sanos  enfermó  alguno. 

Había  también  aquí  gran  carestía  de  víveres, 
por  cuya  causa  algunas  buenas  mujeres  repre- 
sentaron á  Dios  su  necesidad,  diciéndole  la 
una:  «Señor  y  Dios  Nuestro  Jesucristo,  dadnos 
qué  comer,  porque  si  no  nos  morimos.»  Y 
otra:  «Señor  ¿queréis  que  me  muera?  Mirad  que 
me  estoy  cayendo  de  hambre»,  y  aquel  año  fue- 
ron abundantísimas  las  cosechas. 

Habían  de  ir  al  monte  los  cristianos  del  pue- 
blo de  San  Juan  Bautista  á  hacer  provisión  de 
carne,  pero  por  no  haberse  concluido  la  fábrica 
de  la  iglesia  se  quedaron  trabajando  por  acabar- 
la de  fabricar  con  toda  perfección,  fiándose  de 
Dios  que  los  proveería  como  de  hecho  sucedió, 
porque  de  allí  á  poco  salieron  del  bosque  mu- 
chos jabalíes  en  tropas;  y  para  que  claramente 
se  conociese  que  era  cosa  de  Dios,  se  pararon 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS       1 43 

junto  á  la  Reducción,  para  que  la  gente  pudie- 
se á  su  salvo  matar  los  que  eran  suficientes 
para  socorrer  á  su  necesidad. 

Pero  sería  nunca  acabar  si  quisiésemos  refe- 
rir una  por  una  las  finezas  que  Dios  Nuestro 
Señor  ha  usado  con  ellos.  Sea  solamente  última 
prueba  de  ellas  que  estiman  más  estos  neófitos 
un  rosario  que  cualquiera  otra  cosa,  por  her- 
mosa y  preciosa  que  sea,  y  con  razón,  porque 
le  sirve  de  un  seguro  reparo  y  escudo  en  las 
desgracias  y  peligros  que  encuentran  en  sus  ca- 
minos; y  los  nombres  santísimos  de  Jesús  y 
de  María,  los  han  librado  muchas  veces  de  evi- 
dentes riesgos  de  ser  hechos  pedazos  de  las  fie- 
ras. Referiré  un  soTo  caso,  digno  entre  los  otros 
de  particular  memoria. 

Andaba  á  caza  por  un  bosque  cierto  cristia- 
no llamado  Diego,  digno  de  ser  nombrado  por 
la  santa  vida  que  observaba,  cuando  de  impro- 
viso vio  venir  hacia  sí  una  tigre  que  andaba 
también  por  allí  á  caza,  y  no  se  podía  escapar 
el  indio  sin  que  ella  le  despedazase;  antes  le 
acometió  con  tan  gran  furia  para  despedazarlo, 
que  no  le  dio  lugar  más  que  á  invocar  los  po- 
derosos nombres  de  Jesús  y  de  María,  á  cuya 
invocación  la  fiera,  que  ya  le  tenía  entre  sus  ga- 
rras, le  soltó  y  se  volvió  hacia  atrás  sin  hacerle 
otro  daño  que  unos  rasguños  bien  ligeros  en  la 


144  P-    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

cara  y  en  los  brazos  para  memoria  del  milagro 
y  del  beneficio  de  haber  recibido  segunda  vez 
la  vida  de  mano  de  la  Santísima  Virgen;  por- 
que habiendo  enfermado  poco  antes  y  no  podi- 
do sanar  por  más  medicinas  que,  según  la  po- 
sibilidad, se  le  habían  aplicado,  sólo  se  afligía 
por  no  poder  ayudar  á  la  fábrica  de  la  Iglesia; 
volvióse,  por  tanto,  á  la  Madre  de  misericordia, 
pidiéndola  con  instancia  la  salud,  y  al  día  si- 
guiente, libre  de  toda  enfermedad,  se  fué  á  tra- 
bajar á  la  obra,  predicando  con  las  palabras  y 
mucho  más  con  el  ejemplo,  la  devoción  con  la 
reina  del  cielo. 

Esta  merced  fué  en  provecho  de  uno  solo; 
pero  otra  fué  hecha  á  un  pueblo  entero  en  se- 
ñal de  agradecimiento.  Retirábanse  una  noche, 
acabado  de  rezar  el  rosario,  á  sus  casas,  cuan- 
do de  repente  descendió  del  cielo  un  globo  de 
luz  que  esparció  por  el  contorno  sus  rayos  y 
llenó  á  un  mismo  tiempo  sus  corazones  de  jú- 
bilo y  reverencia;  y  que  esto  fuese  cosa  más  que 
natural  lo  demostraron  los  efectos  censados  en 
aquella  santa  cristiandad. 

Verdad  es  que,  como  siempre  sucede,  entre 
tantos  buenos  no  faltaban  algunos  malos  y  per- 
versos que  hacían  más  aprecio  del  cuerpo  que 
del  alma;  pero  Dios  Nuestro  Señor  usó  con 
ellos  del  poder  de  su  brazo  omnipotente,  ya 


REIACIÓN  DE  INDIOS   CHIQUITOS       I45 

ablandando  durísimos  pecadores  con  modos 
extraordinarios  y  singulares,  ya  castigando  tal 
vez  con  los  azotes  de  su  justicia  á  los  obstina- 
dos que  á  buenas  no  se  rendían,  haciendo  con 
eso  que  otros  que  lo  veían  abrazasen  la  ley  de 
Dios. 

Referiré  aquí  algunos  pocos  sucesos  de  estos 
más  dignos  de  memoria.  Y  sea  el  primero  un 
cierto  indio  llamado  Santiago  Quiara,  el  cual, 
llevando  mal  el  apartamiento  de  una  concubina 
suya  que  había  dejado  en  el  bautismo,  volvió  á 
admitirla  en  su  casa.  Pero  luego  le  fué  Dios  á 
la  mano  con  una  enfermedad  que,  privándole 
de  la  luz  del  cuerpo,  desterró  de  su  alma  las  ti- 
nieblas del  pecado.  Hiciéronsele,  pues,  dos  nu- 
bes en  los  ojos  que  creciendo  poco  á  poco  le 
privaron  totalmente  del  uso  de  ellos;  y  por  más 
que  la  caridad  de  los  Padres  se  fatigó  en  apli- 
carle remedio,  no  pudo  aprovecharle  de  nada. 
Con  esto  entró  dentro  de  sí  el  doliente,  y  adi- 
vinando que  la  causa  de  esta  desventura  nó 
era  otra  cosa  que  sus  pecados,  se  volvió  con 
mejor  consejo  al  médico  divino,  suplicándole 
vivamente  le  diese  remedio,  no  tanto  á  él,  que 
no  lo  merecía,  cuanto  á  su  familia,  que  alrede- 
dor de  él  lloraba  sin  tener  un  bocado  de  pan 
que  llevar  á  la  boca.  Estando  una  noche  en 
su  casa  examinando  sus  pecados  y  pensando  en 

LIBROS  QUE  TRATAN  DE  AMÉRICA, — T.  XII.    lO 


146  P.  PATRICIO   FERNÁNDEZ 

las  miserias  de  su  vida,  prorrumpió  en  esta  fer- 
vorosísima súplica  á  Cristo,  Señor  Nuestro,  y 
á  su  beatísima  Madre. 

«Oh,  Jesús  mío,  tened  misericordia  de  mí  (así 
»  puntualmente  lo  refirió  él  á  todo  el  pueblo,  á 
»  quien  por  orden  de  los  Padres  manifestó  su 
»  milagrosa  curación).  Oh,  Jesús  mío:  aunque 
»  no  lo  merezco,  perdonadme  mis  pecados,  y 
»  restituidme  el  uso  de  mis  ojos;  reconozco, 
»  Señor,  y  confieso  que  este  trabajo  es  justísimo 
»  castigo  de  mis  culpas;  pésame  en  el  alma  de 
»  haberlas  cometido,  y  propongo  de  nunca  ja- 

>  más  volver  á  caer  en  ellas .  Virgen  María  Ma- 

>  dre  de  Dios  y  mía,  aplacad  la  indignación  de 
»  vuestro  Santísimo  Hijo  y  alcanzad  á  mi  alma 
»  el  perdón  de  mis  pecados  y  á  mi  cuerpo  la 
»  vista  perdida.  ¡Oh,  Dios  y  Padre  mío!  moveos 
»  á  misericordia  y  pues  podéis  tan  fácilmente, 
;t  concededme  la  gracia  que  os  pido,  que  yo 
»  prometo  de  jamás  ofenderos  en  adelante,  y  de 
»  observar  perfectamente,  con  la  diligencia  que 
»  me  fuere  posible,  vuestra  ley  santa.» 

Mientras  así  estaba  llorando  delante  de  Dios, 
oyó  una  voz,  como  de  quien  estaba  enojado, 
que  hablaba  con  él  y  le  decía: 

<Por  tu  amancebamiento  y  por  las  confesio- 
nes mal  hechas,  te  ha  sobrevenido  esta  des- 
gracia.» 


RELACIÓN  DE  INDIOS    CHIQUITOS       147 

.  Al  oir  estas  palabras,  que  le  penetraron  hasta  el 
alma,  salió  como  fuera  de  sí,  y  en  aquel  punto  se 
vio  cercado  de  una  luz  tan  bella,  que  la  del  sol, 
en  su  comparación,  era  muy  tenue  y  despedía 
una  fragancia  tan  suave  é  incomparable  con 
ninguna  cosa  odorífera  de  la  tierra,  que  mani- 
fiestamente se  conocía  que  era  don  del  cielo; 
«US  carnes  se  le  pusieron  tan  delicadas  como  de 
un  niño  recién  nacido,  y  se  movía  con  tanta 
agilidad  como  si  estuviera  despojado  de  la  pe- 
sada carga  del  cuerpo. 

Respondió  entonces  el  hombre,  deshaciéndose 
en  lágrimas  de  consuelo  y  juntamente  de  dolor: 

«Confieso,  Padre  y  Señor  mío,  mis  pecados, 
»  que  dejé  mi  legítima  mujer  y  me  volví  á  mi 
»  antigua  amistad,  de  que  fuertemente  me  pesa- 
»  Así  es  (oyó  que  le  replicaban)  confiésate  y  haz 
»  penitencia  de  tus  culpas.» 

Desapareció  la  visión;  y  vuelto  en  sus  senti- 
dos, se  halló  perfectamente  sano. 

Pero  mirando  la  fealdad  de  su  cuerpo  y  la 
vileza  de  este  mundo  comparada  con  lo  que 
había  visto  y  gozado,  deseaba  haberse  verdade- 
ramente muerto,  y  no  sólo  en  apariencia,  sino 
«n  realidad  para  continuar  en  el  gozo  de  tanto 
bien,  y  se  ponía  las  manos  sobre  los  ojos,  que 
bellos  y  claros  había  recobrado,  para  que  no 
fijasen  la  vista  en  las  miserias  de  acá  abajo;  y 


148  P.    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

hasta  hoy  día,  cuando  se  pone  á  pensar  en  este 
su  éxtasis  ú  otro  alguno  se  le  trae  á  la  memo- 
ria, no  puede  contener  las  lágrimas  y  sollozos. 

Fué  notable  el  fruto  que  causó  este  milagroso 
suceso;  apenas  quedó  hombre  de  conciencia 
que  no  ajustase  de  nuevo  todas  las  partidas  con 
Dios  con  una  confesión  general;  pero  quien  ex» 
perimentó  mayores  los  efectos  fueron  los  dos 
pueblos  de  San  Joseph  y  de  San  Francisco  Xa- 
vier, que  muchas  veces  le  habían  consolado  y 
servido  en  aquella  enfermedad. 

La  mudanza  de  vida  que  hizo  este  afortuna- 
dísimo neófito,  fué  la  que  se  podía  esperar  de  la 
gracia  del  Espíritu  Santo,  que  le  había  tan 
abundantemente  entrado  en  su  corazón. 

No  fué  menor  el  efecto  (aunque  sí  diverso  el 
modo)  de  convertir  á  un  hechicero  y  gran  fami- 
liar del  demonio.  Este,  pues,  sacado  del  monte 
donde  vivía  como  bruto  por  el  infatigable  celo 
del  P.  Lucas  Caballero,  apenas  había  puesto  el 
pie  en  la  reducción  de  San  Joseph,  cuando  cayó 
enfermo;  é  imaginando  que  aquellos  dolores 
eran  otros  lamentos  y  súplicas  de  su  alma,  ham- 
brienta de  los  placeres  y  deleites  pasados,  se  con- 
denó á  sí  mismo  de  demasiado  ligero,  y  poco  á 
poco  se  volvió  á  sus  pensamientos  antiguos,  y 
en  sus  deseos  se  volvió  infiel  en  su  corazón,  ó 
por  mejor  decir,  bestia. 


RELACIÓN  DE  INDIOS   CHIQUITOS       1 49 

Una  noche,  pues,  ardiendo  más  en  tales  de- 
seos, que  con  la  fiebre  que  interiormente  le 
abrasaba,  sintió  que  se  acercaba  una  como  mul- 
titud de  gente  que  hacía  gran  estruendo  y  ruido, 
y  era  una  cuadrilla  de  demonios  que  huía  de  la 
iglesia  maldiciendo  aquel  santo  lugar  y  á  los 
neófitos  que  en  él  se  estaban  disciplinando,  y 
llegándose  á  su  choza  le  dijeron: 

«Mira,  mira  cómo  se  azotan  los  indios;  ¿no  ves 
»  con  cuánta  razón  te  predicamos  que  no  te  de- 
» jes  engañar  de  las  patrañas  de  estos  malvados? 
»  (decíanlo  por  los  Padres) ;  líbrate  tú  de  esto 
>- volviéndote  á  tu  bosque,  porque  sino  descarga- 
»  remos  sobre  tus  espaldas  los  mismos  azotes.» 

El  indio  enfermo  no  vio  á  los  demonios,  sino 
sólo  una  sombra  espantosa  de  donde  salía  tan 
perversa  admonición.  Pero  erraron  esta  vez, 
como  otras  muchas  veces,  sus  tiros  los  demonios 
porque  en  lugar  de  salir  con  sus  intentos,  perdie- 
ron la  presa;  llenóse  el  miserable  todo  de  pavor, 
y  miedo,  porque  el  corazón  le  decía  que  esta  era 
cosa  del  infierno,  y  no  sabía  cómo  echarlos  de 
5í;  había  oído  decir  que  los  dulcísimos  nombres 
'de  Jesús  y  de  María  tenían  poder  contra  esta 
canalla,  pero  no  se  ofi-ecían  á  la  memoria,  has- 
ta que  después  de  mucho  trabajo  se  le  ofrecie- 
ron y  los  pronunció:  entonces  los  demonios, 
<omo  si  se  viniese  abajo  toda  la  casa,  huyeron 


150  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ- 

con  gran  furia,  y  él,  curado  en  el  alma  de  sus; 
liviandades,  entró  por  el  camino  de  la  salva- 
ción, con  más  firmes  propósitos  y  más  seso  que 
antes;  y  con  tal  mudanza  y  arrepentimiento  de 
sus  yerros,  que  estando  aún  con  la  fiebre  se  le- 
vantó de  la  cama  y  fue  corriendo  á  echarse  á. 
ios  pies  del  P.  Caballero,  y  con  más  lágrimas 
que  palabras  le  pidió  el  santo  bautismo. 

Estos  dos  casos  que  he  referido  no  fueron 
más  que  visiones,  una  de  consuelo  y  otra  de  te- 
rror, para  mejorar  el  alma  á  los  dos  á  quienes 
se  mostraron.  Más  caro  les  costó  á  los  dos  si- 
guientes el  obstinarse  contra  las  saludables  ad- 
moniciones de  los  Misioneros: 

El  primero,  cristiano  recién  bautizado,  enfa- 
dado de  vivir  como  hombre  y  en  la  ley  de  Cris- 
to, en  el  pueblo  de  San  Rafael,  se  huyó  entre 
los  infieles,  y  como  es  tan  violento  el  vivir  sin 
ningún  gusto,  no  gustando  él  ya  más  de  Dios,, 
le  fué  fácil  al  demonio  inducirle  á  tomar  otro 
deleite,  y  le  ofreció  al  punto  ocasión  cómoda  y* 
oportuna  en  una  mujer  de  mala  vida,  con  quien 
había  estado  mal  amistado  en  su  gentilidad. 

El  Misionero  de  aquella  Reducción,  que  con 
sus  sudores  había  ganado  aquella  alma  para 
Dios,  envió  al  punto  tras  él  á  algunos  fervoro* 
sos  cristianos,  que  habiéndole  alcanzado  en 
una  Ranchería  de  infieles,  le  reconvinieron  con 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS       151 

la  promesa  que  había  hecho  á  Dios  en  el  bau- 
tismo y  con  la  palabra  que  había  dado  á  los 
Padres  de  quedarse  en  el  pueblo  de  San  Rafael. 
Él,  disimulado,  los  recibió  con  una  falsa  ale- 
gría en  el  semblante  y  con  palabras  fingidas, 
que  ya  tenía  premeditadas;  y,  ó  porque  esperase 
apartarlos  de  la  fe  y  hacerles  renegar  ó  porque 
pensó  por  entonces  contemporizar  .con  ellos, 
les  quiso  prevenir  un  expléndido  banquete;  para, 
eso  se  fué  á  caza,  y  habiendo  muerto  un  ani- 
mal, mientras  alegre  y  contento  pensaba  coma 
llevar  al  cabo  su  designio,  oyó  hacer  gran  ruido 
detrás  de  sí,  como  de  quien  quería  embestirá  otro; 
helósele  la  sangre  con  el  susto  al  miserable,  y  te- 
nía razón,  porque  era  una  víbora  de  desmedida 
grandeza  que  venía  á  dar  sobre  él  y  matarle;  vuel- 
to en  sí  y  cobrando  aliento,  levantó  la  macana  y 
la  detuvo  con  un  golpe.  Irritada  de  esto  la  ví- 
bora, procuró  con  más  furia  agarrarle  por  el 
pescuezo;  retiróse  él  hacia  atrás  queriendo  eva- 
dir el  salto  con  otro  golpe;  mas  por  su  desgra- 
cia se  le  cayó  de  la  mano  la  macana  y  con  ella 
aquel  poco  de  ánimo  que  en  tan  peligroso  lance 
le  alentaba;  pero  como  el  amor  de  la  vida  es 
muy  ingenioso  en  hallar  trazas  y  valerse  de 
todo  para  mantenerla,  echando  mano  al  arco  y 
al  carcax  de  las  flechas  que  traía  atados  á  la 
cintura,  se  reparaba  lo  mejor  que  podía  de  la 


152  P.    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

furia  de  la  bestia;  sudaba  mucho  entretanto, 
daba  altísimos  gritos  y  pedía  socorro,  pero  en 
vano,  porque  no  había  nadie  que  pudiese  ayu- 
darle; por  lo  cual  desesperado  de  poder  escapar 
con  la  vida  de  tan  obstinada  contienda,  no  te- 
niendo más  fuerzas  para  resistir,  quería  ya  ren- 
dirse á  discreción  del  enemigo,  á  no  haber  su- 
cedido con  gran  ventura  del  miserable,  que  ti- 
rando la  víbora  á  cogerle  por  la  garganta,  dio 
con  la  suya  sobre  la  punta  de  una  saeta  y  se  hi- 
rió malamente,  con  que  acobardada  y  cansada 
se  paró  algún  tanto  y  [dio  tiempo  al  apóstata 
para  salvarse  huyendo;  el  cual,  casi  fuera  de  sí, 
llegó  á  la  Ranchería,  y  referido  el  suceso,  los 
infieles  le  interpretaron  como  les  hacía  más  al 
caso;  pero  los  cristianos,  más  advertidos,  adivi- 
naron sabiamente  que  esto  le  había  sucedido,  no 
tanto  para  peligro  del  cuerpo,  cuanto  para  aviso 
del  alma,  según  su  necesidad;  porque  llamado  y 
admitido  de  Dios  á  ser  su  hijo  por  el  santo 
bautismo  le  había  después  feamente  dejado,  vol- 
viéndose á  vivir  entre  gentiles .  ^ 

Cuadró  á  todos  la  interpretación,  pero  sin- 
gularmente al  apóstata,  á  quien  el  remordi- 
miento de  la  conciencia  le  decía  lo  mismo  á  su 
corazón  con  más  eficacia;  por  lo  cual,  sin  dete- 
nerse, fué  con  todos  los  infieles  que  allí  había 
derechamente  á  San  Rafael;  éstos  para  alistarse 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS       1 53 

en  el  número  de  los  Cathecúmenos  y  aquél  para 
enmendar  y  satisfacer  con  la  penitencia  su  pe- 
cado, como  lo  hizo,  viviendo  de  allí  en  adelante 
en  temor  de  Dios  y  con  honestidad  ejemplar. 

Más  terrible  aún  fué  el  modo  con  que  otro 
entró  en  juicio  y  cobró  aprecio  de  las  cosas  de 
su  alma:  Habíase  reducido  á  nuestra  Santa  fe 
en  el  pueblo  de  San  Joseph  un  gentil,  y  en  el 
bautismo  había  dejado  una  amiga,  con  quien 
antes  había  vivido  en  el  cieno  de  muchas  desho- 
nestidades; pero  duróle  poco  tiempo  este  buen 
propósito  y  este  retiro  y  resistencia  á  los  place- 
res y  gustos  de  la  carne,  porque  habiéndose  en- 
contrado con  la  amiga  antigua,  su  vista  le  abra- 
só otra  vez  el  corazón  y  le  encendió  los  deseos 
primeros;  después,  para  que  ninguno  le  fuese  á 
la  mano  en  sus  deshonestidades,  tramó  secre- 
tamente la  fuga  con  otras  tres  mujeres  de  sus 
mismos  intentos  y  se  escondió  en  un  bosque; 
•de  suerte  que  por  mucho  que  otros  indios  de 
mejor  conciencia  los  buscaron,  por  orden  de 
los  Padres,  jamás  le  pudieron  encontrar. 

Entonces  uno  de  los  Padres  Misioneros  echó 
de  ver  que  aquel  no  era  mal  que  se  había  de  cu- 
rar sino  con  el  remedio  de  algún  extraordina- 
rio auxilio  de  la  Divina  Misericordia.  Por  esto 
empezó  á  llorar  amargamente  por  aquel  ciego 
miserable,  y  tantas  súplicas  hizo  á  la  beatísima 


154  P-  PATRICIO  FERNÁNDEZ 

Trinidad,  y  á  la  Reina  del  cielo  y  á  las  santas: 
almas  del  purgatorio,  que  se  le  cumplió  su  de- 
seo con  modo  bien  singular,  porque  mientras 
él  festejaba  sus  brutales   deshonestidades,estan- 
do  el  cielo  serenísimo,  sin  la  menor  señal  de 
tempestad,  estalló  un  terrible  trueno  en  medio 
del  aire,  y  tras  él  se  despidió  un  rayo  que  vino 
á  dar  á  sus  pies;  y  el  indio,  ó  por  furia  del  rayo- 
ó  por  el  miedo  que  tenía,  cayó  en  tierra   como 
muerto.  De  aquí  vuelto  en  sí,  después   de  gran 
rato  y  abriendo  los  oídos  á  aquel   llamamiento 
de  Dios,  lleno  de  susto  y  pavor  de  que  no  le 
sucediese  cosa  peor,  se  dio   á  llorar  amarga- 
mente su  pecado;  tomó  en  las  manos  el  rosario 
que  traía  al  cuello,  empezó  á  pedir  piedad  y  mise- 
ricordia áDios  prometiendo  ser  totalmente  otro 
en  adelante,  constante  y  leal  en  su  servicio,  y  al 
punto  puso  en  ejecución  su  propósito,   retirán- 
dose al  pueblo  de  San   Francisco   Xavier,  por- 
que no  tuvo  ánimo  de  volver   á  San  Joseph   y 
porque  la  vista  de  su  amiga  no  le  despertase  el 
apetito.  Dios  se  la  quitó  de  delante  con  una  en- 
fermedad, en  que  arrepentida  de   sus   culpas  y 
deshaciéndose  en    lágrimas   de  contricción  y 
arrepentimiento,  sin  permitir  que  jamás  entrase- 
su  galán  en  su  Rancho,  pasó  con  grande  espe- 
ranza de  su  salvación  á  la  otra  vida;   con   que 
ella  difunta,  volvió  él  á  su  Reducción,  donde 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS       1 55 

comenzó  nuevas  obras  y  entabló  nueva  vida^ 
que  prosiguió  con  tanto  contento  y  gozo  de  su 
espíritu,  que  jamás  en  adelante  volvió  á  los  tor- 
pes y  brutales  gustos  de  la  carne. 

Pasemos  ahora  á  referir  otros,  á  quien  Dios 
Nuestro  Señor,  con  doblado  é  irremisible  cas- 
tigo, puso  por  ejemplo  y  terror  de  los  demás,, 
quitándoles  la  vida  temporal  y  la  comodidad 
de  conseguir  la  eterna. 

Tocó  en  primer  lugar  esta  infeliz  suerte  á  un 
mancebo,  de  nación  Peta,  que  estaba  de  mala 
gana  en  el  pueblo  de  San  Juan  Bautista,  en 
quien,  por  más  que  la  caridad  de  los  nuestros  y 
sus  saludables  amonestaciones  y  consejos  pro- 
curaron ablandar  la  dureza  de  su  .corazón,  na 
aprovecharon  nada  para  que  se  quedase  allí; 
antes,  por  no  ser  detenido,  se  huyó  secretamen* 
te  cuando  el  pueblo  asistía  en  la  iglesia  á  los 
divinos  oficios.  Mas  no  tardó  mucho  en  venir 
sobre  él  la  divina  justicia  que  le  esperaba  en  un 
desierto  solo,  sin  que  hubiese  á  quien  volver  los 
ojos;  allí,  pues,  se  le  hinchó  disformemente  una 
rodilla  y  se  le  empezó  á  podrir,  criando  materia 
y  gusanos  y  echando  una  hediondez  intolerable, 
con  que  rabiando  de  dolor  murió  sin  tener 
quien  le  diese  aun  la  sepultura  de  las  bestias,, 
ya  que  había  ido  como  una  de  ellas;  y  clara- 
mente conocieron  todos  que  esto  le  había  su- 


15^  P.  PATRICIO   FERNÁNDEZ 

cedido  en  pena  á  su  obstinación,  porque  por 
más  á  prisa  que  fueron  algunos  neófitos  á  soco- 
rrerle, no  llegaron  á  tiempo  y  sirvió  su  desgracia- 
da muerte  para  que  ninguno  en  adelante  sacase 
«1  pie  de  la  Reducción  sin  haber  ajustado  antes 
con  Dios  las  partidas  de  su  conciencia  y  pedido 
la  bendición  á  la  Santísima  Virgen. 

Aún  peor  le  sucedió  á  un  hechicero,  gran 
ministro  del  demonio,  en  el  pueblo  de  San 
í'rancisco  Xavier,  pues  los  mismos  cristianos 
le  mataron  á  palos  porque  con  sus  mentiras  y 
patrañas  no  dejaba  de  molestar  al  sencillo 
pueblo,  y  desacreditar  y  vituperar  la  santa  é 
inocente  vida  de  los  Misioneros;  ni  le  valió  la 
autoridad  de  los  Padres,  que  le  sufrían  con  pa- 
ciencia y  le  habían  librado  dos  veces  de  la  furia 
del  pueblo,  porque  mientras  un  día,  montado 
en  cólera,  vendía  por  misterios  las  fantasías  y 
por  verdades  los  sueños  de  su  mala  cabeza  á 
♦ciertos  nuevos  cristianos,  y  desfogaba  su  cólera 
contra  los  Padres  con  palabras  injuriosas  y  de 
escarnio,  decía  cosas  tan  indignas,  que  á  un 
cacique  principal,  cristiano  de  muchos  años,  no 
le  pareció  que  se  podían  ya  sufrir;  por  lo  cual, 
poniéndose  delante  de  él,  le  quitó  la  gana  de 
predicar  más  y  de  vivir,  quebrándole  los  dientes 
en  la  boca  y  los  sesos  en  la  cabeza  con  un  palo. 

Acabaré  esta  funesta  narración  con  un  es- 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS       1 57 

pantoso  suceso  que  por  mucho  tiempo  quedó  en 
la  memoria  para  terror  y  ejemplo  de  toda  aquella 
nueva  cristiandad. 

Felipe  Motora,  Tabica  de  nación,  vencido  en 
las  continuas  sugestiones  del  demonio  y  de  la 
carne,  volvió  públicamente  en  casa  de  una  ami- 
ga dejando  á  su  mujer,  sin  reparar  ni  hacer  es- 
crúpulo de  tenerla  públicamente  como  si  fuese 
su  propia  mujer. 

Desagradó  esto  indeciblemente  á  todos,  sin- 
gularmente á  los  Padres,  que  veían  con  tal 
ejemplo  abierta  la  puerta  para  que  otros  hicie- 
sen lo  mismo,  y  que  por  más  que  hubiesen  tra- 
bajado y  sudado  en  desarraigar  tal  abuso  y  es- 
tablecer el  nudo  indisoluble  del  matrimonio,  se 
destruiría  en  breve;  y  como  sucede  entre  bár- 
baros que  el  pueblo  indómito  se  va  en  pos  de 
quien  tiene  entre  ellos  alguna  soberanía  y  pre- 
eminencia, le  seguirían  todos. 

Pero  Dios  Nuestro  Señor  tomó  por  su  cuen- 
ta el  remediar  este  escándalo,  y  no  tardó  mucho 
en  darle  su  merecido,  quitándole  de  allí  á  poco 
la  vida  y  arrojándole  al  abismo,  reparando 
juntamente  los  daños  que  pudiera  haber  causa- 
do y  causaría  en  adelante. 

Mientras  que  alegre  y  contento  saltaba  de 
placer  y  hacía  fiesta  por  este  su  perniciosísimo 
escándalo,  le  empezó  á  correr  por  las  venas  un 


158  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

humor  pestilente  y  se  le  encendió  una  fiebre 
ardientísima,  que  en  pocos  días  le  condujo  á 
las  puertas  de  la  muerte. 

Acudieron  los  nuestros  á  visitarle',  persuadi- 
dos á  que  también  á  éste  como  á  otros  la  tribu- 
lación le  habría  abierto  los  ojos  para  arrepen- 
tirse de  su  pecado;  pero  sorprendido  de  un  ac- 
cidente y  sintiendo  que  se  le  acababa  la  vida, 
llamó  á  sus  parientes  y  amigos  y  les  dijo: 

«  Verdaderamente,  hermanos  míos,  que  soy 
»  desgraciado  é  infeliz,  pues  por  mis  delitos  pa- 
»  sados  estoy  condenado  á  arder  para  siempre 
»  en  las  penas  eternas  del  infierno.  Mirad  á  los 
»  demonios  que  vienen  á  llevarme  arrastrando, 
»  para  que  sea  su  compañero  en  las  penas, 
»  como  lo  fui  en  los  pecados.  El  no  haber  dado 
»  crédito  á  los  sabios  consejos  de  los  Misione- 
»  ros  y  el  admitir  de  nuevo  públicamente  la 
» amiga,  son  la  causa  de  esta  mi  sempiterna 
»  desventura,  oid  vosotros  de  buena  gana  la 
»  santa  doctrina  y  poned  en  ejecución  cuanjto 
»  en  bien  de  vuestras  almas  se  os  enseña,  para 
»  que  no  vengáis  conmigo  á  llorar  inconsola- 
»  blemente  en  el  infierno  aquellas  culpas  y  ye- 
»  rros  que  para  borrarlos  no  me  será  bastante 
»  una  eternidad  de  suplicios.» 

Afligidísimos  quedaron  los  circunstantes;  y 
aquellos  á  quienes  la  deshonestidad  y  la  disolu- 


RELACIÓN  DE  INDIOS   CHIQUITOS       1 59 

ción  les  decían  en  el  corazón  que  eran  dignos 
de  semejante  fin,  se  helaron  de  pavor  y  susto. 
Otros  creyeron  que  con  la  enfermedad  maligna 
que  tenía  había  delirado  de  aquella  suerte,  y 
por  esto  le  llevaron  á  la  iglesia,  en  donde,  cele- 
bradas las  exequias,  le  enterraron.  Pero  Dios 
Nuestro  Señor  dio  bien  presto  á  conocer  que 
■aquellas  palabras  no  habían  sido  delirios  de 
una  cabeza  desvanecida,  sino  una  sincera  coíi- 
fesión  de  la  justa  venganza  del  cielo.  Porque  á 
pocos  días  vieron  salir  de  la  iglesia  en  grandes 
nublados  un  humo  negro  y  denso,  que  parecía 
se  abrasaba  toda  ella.  Acudió  luego  toda  la 
gente  á  apagar  aquel  que  creían  incendio;  y  re- 
gistrando de  dónde  salía  aquel  humo,  vieron 
que  le  arrojaba  la  tierra  que  estaba  sobre  el 
cuerpo  de  aquel  desdichado;  por  lo  cual  echa- 
ron sobre  él  agua  en  grande  abundancia,  pero 
¿qué  sucedería?  Comenzó  á  bullir  la  tierra  y 
á  levantarse,  arrojando  fuera  una  espesa  y  es- 
pantosa niebla  que  parecía  se  abrasaba  todo  el 
lugar  y  que  allí  estaba  escondido  y  oculto  un 
gran  volcán  de  llamas. 

Por  tanto,  abierta  la  sepultura,  se  halló  el 
cuerpo  sin  la  menor  corrupción,  como  si  aque- 
lla tierra  bendita  rehusase  mezclarse  con  aque- 
llos miembros,  cuya  alma  era  un  tizón  del  in- 
fierno; pero  exhalaba  el  cuerpo  un  espantoso  y 


l6o  P.    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

hediondo  humo,  con  que  se  veía  bien  claro  que 
era  cosa  más  que  natural.  Por  lo  cual,  sacado 
fuera  el  cadáver  le  arrojaron  en  una  laguna,  la 
cual  también  comenzó  luego  á  moverse  y  bu- 
llir, como  si  allí  se  abrasase  algún  hierro  ar- 
diendo. 

Aterróse  no  poco  el  pueblo  con  tan  funestos 
accidentes,  y  por  mucho  tiempo  no  se  habló 
sino  del  infeliz  Felipe  Motoré,  ni  les  fué  nece- 
sario á  los  Padres  cansarse  mucho  en  predicar 
la  honestidad  y  perseverancia  en  los  matri- 
monios. 

Curiosos  después  los  indios  de  saber  á  dónde 
había  ido  á  parar  el  cuerpo,  le  buscaron  dentro 
del  agua;  pero  por  más  que  registraron  toda  la 
laguna,  nunca  jamás  le  pudieron  encontrar, 
dando  con  esto  motivo  para  conjeturar  pru- 
dentemente que  fué  sepultado  en  los  abismos 
para  hacer  compañía  en  las  penas  al  alma,  ya 
que  la  había  incitado  y  hecho  participante  de 
las  brutales  torpezas  de  la  carne. 

Pasemos  ya  de  materia  tan  funesta  y  descri- 
bamos por  último  una  visión  que  tuvo  un  neó- 
fito, por  la  cual  mejoraron  increiblemente  las 
cosas  de  esta  cristiandad  y  fué  más  gustosa 
que  todo  cuanto  he  dicho  hasta  ahora.  Para  lo 
cual  me  será  preciso  interrumpir  á  ratos  breve- 
mente la  narración  para  inteligencia  de  las  co- 


RELACIÓN  DE  INDIOS   CHIQUITOS       l6l 

sas  que  en  ella  se  insinúan,  y  la  referiré  por  ex- 
tenso, como  puntualmente  la  escribieron  á  su 
Provincial  los  PP.  Lucas  C  aballero  y  Felipe 
Suárez. 

K'  Un  cristiano  llamado  Lucas  Xarupá,  asalta- 
do de  una  fiebre  maligna,  le  redujo  en  pocos 
días  á  los  últimos  períodos  de  la  vida;  á  este 
tiempo  le  sobrevino  un  Tortísimo  parasismo 
que  le  privó  totalmente  del  uso  de  los  sentidos, 
sino  es  ya  que  (como  él  afirmó)  murió  verda- 
deramente. 

Salida  el  alma  del  cuerpo,  le  salieron  al  en- 
cuentro dos,  con  semblantes  de  hombre,  que  le 
convidaban  á  que  fuese  con  ellos  á  otro  país. 

Paróse  «un  poco  temiendo  no  fuesen  demo- 
nios; pero  observando  las  facciones  de  sus  ros. 
tros,  la  belleza  de  los  vestidos  y  de  las  cruces 
que  traían  en  las  manos,  y  la  afabilidad  de  sus 
palabras,  creyó  que  era  cosa  del  cielo;  por  lo 
cual,  perdido  el  miedo,  se  fué  tras  ellos  por  una 
cuesta  empinada,  por  la  cual  se  montaba  á  unas 
altas  cumbres;  la  senda  era  estrecha,  difícil  y 
sembrada  toda  de  abrojos  y  espinas  tejidas  en- 
tre sí  á  manera  de  cruces;  por  lo  cual  era  me- 
nester caminar  con  tiento  paso  á  paso  para  ho 
maltratarse;  y  hubiera  desfallecido  por  la  pena 
y  dolor  que  sentía  en  pisar  las  espinas  si  sus 
guías  no  le  hubiesen  aleiítado  ycíoñfór'tado  .con 

LIBROS  QUE  TRATAN  DE  AMÉRICA. — T.  XIL    II 


102  P.  PATRICIO  FERNÁNDEZ 

la  amabilidad  de  su  vista  y  con  la  luz  que  echa- 
ban de  sí;  llegó  entre  tanto  á  donde  por  la 
mano  izquierda  había  un  camino  real,  ancho  y 
llano  y  bellísimo  á  la  vista  por  su  verdor,  her- 
mosamente esmaltado  de  todo  género  de  flores. 
Quiso  seguir  este  camino,  mas  sus  conductores 
le  advirtieron  que  mirase  dónde  iba  á  parar 
aquella  hermosura,  y  vio  que  iba  á  rematar  en 
ciertas  profundidades  y  altísimos  precipicios,  de 
donde  salían  disonantísimos  gritos  y  vocingle- 
ría, de  suerte  que  se  persuadió  estaban  cele- 
brando allí  sus  paisanos  algún  solemne  ban- 
quete; pero  bien  presto  le  sacó  del  engaño  una 
cuadrilla  de  demonios  feísimos  con  terribles 
semblantes  y  descompasados  movimientos  del 
cuerpo;  unos  con  cara  de  tigres,  otros  de  dra- 
gones y  cocodrilos  y  algunos  con  apariencias 
de  tan  monstruosas  y  terribles  formas,  que  no 
sufría  el  ánimo  mirarlos;  echaban  todos  por  la 
boca  y  por  las  otras  partes  del  cuerpo  llamas  de 
color  negro  y  espantoso,  y  gritando  y  discu- 
rriendo de  una  parte  á  otra  remedaban  las  dan- 
zas y  bailes  de  los  indios,  hasta  que  agarrán- 
dose del  pobre  neófito,  que  estaba  todo  tem- 
blando creyendo  que  aquella  fiesta  era  por  él, 
hicieron  gran  fiesta  gritando: 

«El,  él  es,  Xarupá  nuestro  amigo,  que  anti- 
♦  guamente  era  nuestro  devoto  y  usaba  de  los 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS       1 63 

»  hechizos  maléficos  que  enseñamos  á  sus  abue- 
» los.» 

A  tales  cortesías,  se  le  recrecía  el  susto  de 
que  no  le  asiesen  y  echasen  mano  de  él,  para 
llevárselo  al  infierno.  Pero  los  ángeles  le  asegu- 
raron, de  que  no  osarían  moverse  ni  menearse 
contra  él.  Entonces  saltó  fuera  de  enmedio  de 
aquella  canalla  un  cruelísimo  verdugo,  arras- 
trando un  condenado  como  á  un  vilísimo  ju- 
mento, atadas  las  manos  y  los  pies  con  cadenas 
de  acero  ardiendo;  traía  á  la  garganta  un  collar 
-ancho  de  hierro  que  le  forzaba,  mal  de  su  grado, 
'á  tener  derecha  la  cabeza  para  su  mayor  confu- 
sión y  vergüenza:  daba  en  tierra  á  cada  paso  por 
la  violencia  con  que  el  inhumano  verdugo  le 
íiraba;  pero  los  demonios  que  venían  detrás, 
vcon  una  tempestad  de  azotes  que  llovían  sobre 
isu  cuerpo  y  con  otras  cruelísimas  befas,  le  obli- 
gaban á  caminar.  Daba  entratanto  el  miserable 
horrendos  gemidos  y  suspiros  maldiciendo  su 
desventura  y  lamentándose  desesperadamente. 
Ardía  todo  en  vivas  llamas  como  también  el 
demonio  que  le  tiraba,  el  cual  traía  á  la  cintura, 
en  señal  del  oficio,  un  grande  haz  de  víboras, 
que  le  despedazasen ;  y  vuelto  á  Lucas,  con  fie- 
reza propia  del  infierno,  le  dijo: 

t  También  tú  alguna  vez  te  entendías  conmi- 
»  go  y  eras  de  mi  servicio ,  siento  mucho  que 


164  P.    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

»  me  hayas  dejado,  vinieras  ahora  á  cortejarme 
»  si  estos  Padres  no  hubieran  venido  á  tu  Ran- 
»  chería  á  predicar  la  ley  de  Cristo:  no  lo  puedo 
»  sufrir;  no  hacen  otra  cosa,  más  que  hablar 
»  mal  de  mí  y  de  mis  cosas.  Pero  no,  no  todos 
»  los  paisanos  han  de  ir  al  cielo;  muchos  aún 
»  duran  en  mal  estado,  y  obstinados  en  sus 
»  costumbres  gentílicas.  Me  atraviesa  el  cora- 
»  zón  verme  forzado  á  venir  aquí,  para  que  tá 
»  veas  nuestras  miserias,  y  de  qué  suerte  es  el 

>  galardón  que  damos  á  los  que  siguen  nuestro 
»  partido,  y  tú  vayas  después  á  contarlo,  porque 
»  en  adelante  perderemos  el  crédito,  y  los  tuyos 
»  dejando  los  vicios  y  supersticiones  abrazarán. 
»  la  nueva  fe;  y  si  tú  á  esta  hora  no  hubieras  to- 

>  mado  esta  resolución,  fueras  ahora  compañe- 
»  ro  de  este  que  tengo  aquí  en  mi  poder.  Míra- 

>  le,  mírale,  ¿le  conoces.''» 

Tenía  tan  demudado  el  semblante,  feo  y  he- 
cho un  tizón  de  fuego,  que  mal  le  podía  cono- 
cer; pero,  finalmente,  después  de  fijar  niuchas 
veces  en  él  la  vista,  reconoció  quién  era.  Este 
es  (le  dijeron  los  ángeles)  Antonio  Tapochí,. 
que  ni  aun  en  la  hora  de  su  muerte  se  quisa 
arrepentir,  y  por  más  que  los  suyos  le  exhorta- 
ron á  que  mirase  por  su  alma  y  se  dispusiese  á 
bien  morir,  nunca  quiso  darles  oídos  y.  echaba 
de  sí  con  enojo  y  despecho  á  quien  le  animaba 


RELACIÓN  DE  INDIOS   CHIQUITOS       165 

■á  que  pidiese  perdón  á  Dios  y  llorase  y  confe- 
sase sus  culpas.  Entonces  el  desgraciado  Anto- 
nio, dando  un  profundo  suspiro  y  volvie'ndose 
á  Lucas,  le  habló  de  esta  manera. 

«  |Ay,  desdichado  de  mí,  que  no  quise  creer 
»  á  los  Padres!  ¡Qué  penas,  qué  dolores,  qué 
»  grandes  é  insufribles  tormentos  padezco  por 
»  haber  ofendido  á  Dios,  sin  hacer  caso  de  su 
»  doctrina  y  de  sus  ministros  que  la  predica- 
»  ban!  Estos  suplicios  no  han  de  tener  jamás  fin? 
-»  jHe  de  padecer  y  llorar  eternamente,  sin  espe- 
»  ranza  de  alivio!  ¡Felices  mil  veces  vosotros  que 
» podéis  esperar  la  eterna  bienaventuranza,  y 
»  libraros  de  este  infinito  piélago  de  amarguras 
»  y  de  las  manos  de  los  verdugos,  peores  que  las 
»  mismas  penas.» 

Esto  que  ves  del  desventurado  fin  de  este 
desdichado  (le  dijeron  los  ángeles)  refiérelo  á 
tus  paisanos,  y  diles  que  también  está  en  el  in- 
fierno el  cacique  Miguel  Matoquí  (era  éste  de 
nación  Piñoca  y  de  los  primeros  que  sujetaron 
la  cerviz  al  yugo  de  Cristo;  pero  enfadado  de 
TÍvir  con  las  reglas  y  leyes  del  cristiano,  se 
huyó  entre  los  gentiles,  llevando  consigo  sus 
hijos  y  su  mujer;  la  cual,  no  pudiendo  hacer 
por  entonces  otra  cosa,  le  siguió,  volvióle  de 
nuevo  á  San  Francisco  Xavier  el  P.  Caballero, 
pero  siempre  perseveró  él  en  sus  primeros  pen- 


1 66  P.   PATRICIO   FERNÁNDEZ 

samientos,  y  en  el  corazón  era  gentil^  aunquet 
en  la  apariencia  se  mostraba  hombre  cristiano^ 
En  la  última  enfermedad  recibió  los  Santos  Sa^- 
cramentos  por  no  dar  qué  decir;  pero  en  la  ago- 
nía mostró  que^  así  como  había  vivido  como  bes- 
tia, también  como  tal  quería  morir;  también  se 
condenó  el  malvado  hechicero  Poó,  el  cual  está 
en  lo  más  profundo  del  infierno,  atormentado 
horriblemente  por  dos  demonios,  que  fueron 
sus  inseparables  compañeros  mientras  vivió,  y 
por  instigación  suya  pretendió  desacreditar  la 
buena  fama  de  los  Padres  y  vituperar  la  santa 
ley  de  Dios,  incitando  á  los  más  neófitos  que 
podía  á  apostatar  y  volver  á  sus  antiguos  vicios. 
Da  también  noticia  á  los  tuyos  (prosiguieron 
los  ángeles)  de  aquéllos  que  se  han  salvado  y 
gozan  ahora  de  la  eterna  bienaventuranza  en  el 
Paraíso.  Salvóse  i\ndrés  Zurubi,  que  después  de 
tres  días  de  Purgatorio  voló  al  cielo  (vivió  este 
neófito  una  vida  ejemplarísima;  en  las  privadaSv 
disciplinas  de  los  viernes  y  en  las  pública^,  que 
en  ciertos  días  del  año  en  las  principales  so« 
lemnidades  se  hacen  por  las  calles,  era  el  pri- 
mero en  la  frecuencia  de  los  Sacramentos,  en 
las  oraciones,  en  la  iglesia  y  al  pie  de  las  cruces 
continuo;  lloraba  tan  amargamente  sus  peca- 
dos, que  no  pocas  veces  sacaba  lágrimas  á  los 
ojos  de  los  misioneros;  llevó  la  última  enferme- 


RELACIÓN  DE    INDIOS  CHIQUITOS       167 

dad  con  grandísima  paciencia,  mostrando  en 
ella  grandes  y  encendidos  deseos  de  morir  para 
ver  á  Cristo  Nuestro  Señor,  sabiendo  el  buen 
trueque  que  muriendo  hacía  cambiando  esta 
breve  y  miserable  vida  por  la  eterna  y  bienaven- 
turada. Estando  á  los  últimos,  le  envió  un  Pa- 
dre la  imagen  de  San  Francisco  Xavier  para 
que  le  pidiese  la  salud;  pero  él,  en  lugar  de  pe- 
dirle la  vida,  le^suplicó  que  si  aún  no  se  le  había 
llegado  su  hora,  le  alcanzase  luego  de  Dios  se 
le  llegase;  y  en  efecto,  fué  al  punto  oído,  por- 
que mientras  explicaba  al  glorioso  apóstol  sus 
deseos,  plácidamente  espiró;  y  preguntando  al 
niño  que  le  había  llevado  la  santa  imagen  cómo 
estaba  el  enfermo,  respondió  llorando  que  ya 
había  muerto;  y  con  un  modulo,  á  manera  de 
quien  estaba  enojado,  añadió:  '<.^Y  cómo  no 
había  de  morir,  si  pidió  él  ir  á  ver  á  Jesucristo 
y  Su  Madre  Santísima?» 

Vive  también  (le  añadieron  sus  guías)  en  la 
celestial  Jerusalén  con  nosotros  Agustín  Zurubi 
y  su  buena  mujer,  por  medio  de  los  grandes  y 
ardientes  deseos  que  tuvo  siempre  de  ver  á 
Dios  (era  el  Agustín  cristiano  de  buen  corazón, 
devoto,  humilde,  obediente  y  de  conciencia  de- 
licada; asaltado  de  la  últinra  enfermedad,  gas- 
taba el  tiempo  solemnemente  en  rezar  el  rosa- 
rio, y  en  tiernos  coloquios  con  Dios  y  con  la 


l68  P.    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

Reina  del  cielo;  y  en  la  hora  de  su  muerte  vio 
algunos  espíritus  bienaventurados  que  le  con- 
vidaban al  ParaísO;  de  lo  cual  dio  aviso  él  á  un 
compañero  suyo,  y  con  los  nombres  de  Jesús 
y  María  en  la  boca  entregó  el  alma  á  su  cria- 
dor. La  mujer,  desde  que  recibió  el  santo  bautis- 
mo, vivió  como  un  ángel,  y  el  confesor  no  ha- 
llaba en  ella  materia  de  qué  absolverla). 

Exhorta  á  sus  paisanos  (prosiguieron  los  án- 
geles) que  tengan  gran  respeto  y  reverencia  á  los 
Misioneros,  ministros  de  Dios,  y  á  que,  depues- 
tas y  olvidadas  las  discordias  y  rencores,  se 
amen  como  buer.os  cristianos. 

Explica  al  pueblo  la  terribilidad  de  los  su- 
plicios eternos,  porque  no  pocos  perseveran 
todavía,  obstinados  en  sus  vicios,  y  se  hacen 
sordos  á  los  avisos  de  los  Padres  y  al  llama- 
miento de  Dios. 

Di  que  se  mude  cuanto  antes  la  Reducción  á 
paraje  más  vecino  y  cercano  á  los  infieles,  por- 
que Jesucristo,  por  la  desobediencia  de  los  tuyos 
ha  enviado  aquí  la  peste  y  nunca  cesará  hasta 
que  os  rindáis  de  buena  gana  á  su  voluntad, 
pues  es  cosa  fuera  de  ¡razón  que  los  obreros 
Evangélicos  pierdan  el  tiempo  en  cultivar  pocas 
almas,  mientras  se  pierden  tantos  millares  por 
falta  de  quien  les  enseñe  el  camino  de  salva- 
ción. 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS.       1 69 

Di  á  los  cristianos  que  fueron  á  anunciar  el 
Nombre  de  Dios  á  los  infieles,  ue  su  misión 
agradó  mucho  á  Jesucristo,  y  que  por  los  traba- 
jos é  incomodidades  que  en  ella  sufrieron,  les 
tiene  prevenido  en  el  cielo  un  premio  incompa- 
rable; que  no  teman  nada  las  saetas,  las  macanas 
y  la  muerte  á  manos  de  los  gentiles,  porque  re- 
cibirán de  Dios  gloria  y  galardón  correspon- 
diente; y  para  que  se  te  dé  crédito  y  fe,  verás 
ahora  alguna  cosa  de  la  eterna  bienaventuranza. 

Entonces,  en  un  momento,  desapareció  el 
condenado  y  aquella  terribilísima  representación 
del  infierno,  y  luego  le  pusieron  los  ángeles  á 
las  puertas  de  la  Celestial  Jerusalén,  de  tal  rique- 
za y  hermosura,  cual  las  pinta  el  apóstol  San 
Juan  en  su  Apocalypsi. 

Apenas  había  metido  dentro  el  pie,  cuando 
le  salieron  al  encuentro  dos  bellísimos  jóvenes, 
trayendo  en  las  manos  cruces  resplandecientes, 
los  cuales  le  introdujeron  en  un  ameno  jardín, 
donde  por  la  fragancia  de  las  flores,  que  no  se 
puede  comparar  con  ninguna  de  acá,  y  con  la  be- 
lleza de  lo  que  veía,  estaba  como  en  éxtasis  admi- 
rado; y  siéndole  presentada  una  fruta  semejante 
á  la  granada,  con  sólo  llegarla  á  sus  labios,  se 
le  innundó  el  corazón  de  tanto  gozo  y  consuelo, 
que  creía  que  en  él  estaba  lo  mejor  y  aun  el 
todo  del  don  de  los  ciudadanos  del  cielo;  ñero 


lyo  P.    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

le  fué  dicho  al  oído,  que  estaba  muy  lejos  el 
piélago  de  la  bienaventuranza,  en  que  engolfán- 
dose los  Bienaventurados ,  se  hallan  plenamente 
hartos,  satisfechos  y  contentos;  y  que  lo  que  te- 
nía delante,  no  era  otra  cosa  más  que  un  asomo^ 
una  muestra  de  lo  que  quedaba  que  gozar,  bueno 
y  sólo  para  hacer  bienaventurados  los  sentidos, 
y  la  inferior  porción  del  hombre,  incapaz  de  los 
deleites  que  trae  consigo  al  entendimiento  el  co- 
nocimiento y  la  vista  clara  de  la  divina  esencia. 

No  acababa  el  buen  Lucas  de  echar  los  ojos 
por  todas  partes,  donde  veía  nuevas  delicias  y 
bellezas;  y  hubiera  querido  detenerse  algún  tanto 
aquí  ó  pasar  adelante,  pero  le  atajó  sus  designios 
y  embarazó  su  gusto  un  escuadrón  de  espirítus 
bienaventurados;  y  el  más  autorizado  entre  ellos^ 
que  en  el  aire  del  semblante,  en  la  majestad  de 
sus  pasos  y  en  la  cruz  resplandeciente  que 
traía,  creyó  era  príncipe  de  la  milicia  celestial; 
el  cual,  volviéndose  á  mirar  á  Lucas,  le  dijo  con 
palabras  algo  severas: 

¿Y  tú?  ¿Cómo  estás  aquí?  ¿Te  has  confesado? 
Respondió  que  sí,  á  que  añadió:  ¿Y  estos  tres 
pecados?  y  nombróselos. 

Enmudeció  el  pobre,  porque  decía  era  v^ 
dad,  que  no  había  hecho  caso  de  ellos  en  la 
confesión,  por  ignorancia  suya. 

Entonces  le  dijo  el  ángel:  Estos  afean  mucho 


RELACIÓN  DE  INDIOS    CHIQUITOS       171 

tu  alma,  y  la  impiden  el  venir  á  gozar  cara  á  cara 
de  la  vista  de  Dios.  Di  á  la  gente,  que  no  hay 
otro  modo  de  venir  al  cielo,  sino  manifestando 
sinceramente  las  culpas  en  la  confesión,  coma 
os  lo  dicen  los  Padres;  las  cuales  palabras  pro, 
nuncio  con  tanta  íuerza  y  eficacia,  que  como  un 
gran  trueno  le  hicieron  temblar  todo. 

Con  esto  dio  la  vuelta  con  sus  compañeros  y 
hubiera  querido  el  neófito  detenerlos  para  ver 
más  de  cerca  las  cosas  tan  grandes  que  había 
oído  decir  de  Dios  y  de  su  gloria,  y  ver  aquel 
inefable  prodigio  de  cómo  las  almas  son  biena- 
venturadas, no  menos  porque  se  ven  en  Dios 
que  porque  ven  á  Dios  en  sí  mismo;  pero  aquel 
príncipe  le  hizo  entender  que  ninguno  que  está 
feo  con  la  culpa  podía  mirarse  como  en  un  es- 
pejo en  Dios,  ni  hacer  de  sí  mismo  espejo  eu 
que  se  mire  Dios;  antes  que  saliese  de  allí  y  vol' 
viese  acá  para  borrar  con  la  penitencia  y  con- 
fesión aquellas  culpas. 

Despidióse,  pues,  el  pobre  hombre  de  aquel 
dichosísimo  lugar,  mas  cuando  empezaba  á  en- 
trar por  el  primer  camino,  vio  que  le  salía  ai 
encuentro  la  Reina  del  cielo,  servida  de  gran 
multitud  de  santos,  que  despedía  de  su  rostro 
tantos  rayos  y  resplandores,  que  quedó  pasma- 
do de  la  belleza  y  atónito  de  la  majestad  de  su 
semblante;  y  saludándole  su  Majestad  á  él  en  su 


172  P.    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

lengua^  con  aire  de  enojada  le  preguntó  qué  lle- 
vaba colgado  al  cuello.  Este  rosario  no  es  tuyo, 
sino  de  mi  hijo  (y  nombró  al  mancebo  á  quien 
Lucas  se  lo  liabía  quitado  por  fuerza),  el  cual, 
en  premio  de  haber  acertado  con  la  saeta  al 
blanco,  quiso  más  mi  rosario  que  otras  co- 
sas que  se  le  ofrecían;  vuélveselo  cuanto  an- 
tes, porque  con  esta  tu  violencia  le  causaste 
gran  pesar;  y  al  decir  esto  desapareció,  y  sus 
conductores  ó  guías  le  volvieron  al  mundo, 
y  encontrando  á  cada  paso  tropas  de  espí- 
ritus infernales  que  andaban  discurriendo  y 
ahuUando  á  manera  de  lebreles  que  andan  en 
busca  de  las  fieras,  se  llenó  todo  de  espanto  y 
horror. 

Llegado  junto  á  su  cuerpo,  que  poco  antes 
había  dejado,  no  le  pareció  más  que  una  dis- 
forme masa  de  barro  y  se  maravillaba  consigo 
mismo  y  no  acababa  de  creer  que  aquél  era  en 
quien  poco  antes  ejercitaba  todas  las  operacio- 
nes y  facultades  naturales,  y  no  cesaba  de  la- 
mentarse y  quejarse  con  sus  compañeros,  sino 
que  éstos,  sonriéndose,  le  dijeron: 

Aquí  conocerás  qué  cosa  eres  tú,  cargado  de 
esta  vil  y  hendionda  materia. 

Con  lo  cual  al  punto  se  desaparecieron  de 
sus  ojos,  se  acabó  la  visión  y  Lucas  Xarupá,  ó 
por  mejor  decir,  su  alma,  volviendo  á  entrar  en 


RELACIÓN  DE   INDIOS   CHIQUITOS       1 73 

SU  cuerpo  como  si  despertase  de  un  profunda 
sueño,  ó  como  él  decía,  como  si  resucitase,  su 
primera  diligencia  fué  hacer  llamar  al  dueño 
del  rosario,  y  pidiéndole  perdón  de  la  injuria^ 
luego  en  aquel  punto  se  vio  libre  de  la  fiebre 
que  aún  duraba. 

Quedaron  atónitos  los  circunstantes  de  que 
con  tan  leve  remedio  se  hubiese  librado  de 
aquella  penosa  enfermedad;  mas  cuando  oyeron 
lo  que  por  orden  de  Dios  les  refirió,  fué  in- 
creíble la  conmoción,  las  lágrimas  y  el  fruto; 
ni  se  quedó  aquí  solo,  sino  que  en  donde  quiera 
que  llegó  la  voz  de  este  suceso  se  vieron  los 
mismos  efectos;  y  quien  era  bueno  se  alentó  á 
perseverar,  y  quien  malo,  con  la  memoria  de 
aquellos  suplicios,  corrigió  el  humor  pecante 
que  en  él  predominaba.  Y  el  resucitado  co.. 
menzó  una  vida  tanto  mejor,  que  si  antes  era 
bueno,  después  era  un  santo. 

Quédame  ahora,  por  fin  y  remate,  que  decir 
algo  del  celo  de  estos  buenos  cristianos  en 
anunciar  la  ley  divina  y  llevar  la  luz  del  Evan- 
gelio á  los  que  aún  duran  en  las  tinieblas  y  yU 
cios  del  gentilismo;  parece  que  no  viven  conteU' 
tos  en  la  nueva  vida  que  han  ennezado  é.  profe- 
sar si  no  traen  á  otros  á  gozar  del  mismo  bien. 

Para  prueba  de  lo  cual,,  daré  el  primer  lugar 
á  los  Misioneros,  que,  como  testigos  de  vista  y 


174  P.   PATRICIO    FERNÁNDEZ 

de  experiencia,  no  acaban  de  hablar  de  este 
particular. 

«  En  este  caso,  y  con  otros  milagrosos  su- 
»  cesos  (así  concluye  una  carta  suya  un  Misio- 
»  ñero  de  la  Reducción  de  San  Francisco  Xa- 
»  vier,  después  de  haber  escrito  la  visión  que 
»  poco  há  referí),  se  ha  en  cedido  en  este  pueblo 
»  un  gran  fuego  de  caridad  y  de  celo,  para  lle- 
»  var  el  nombre  de  Dios  á  los  infieles  sin  hacer 

>  caso  de  os  trabajos  y  fatigas  y  de  la  muerte, 
»  con  que  han  de  encontrarse  á  cada  paso.  » 

€  La  fe,  á  Dios  gracias,  va  cada  día  en  aumen- 
»  to  (dice  otro)  y  desean  muchísimos,  sin  hacer 
»  caso  ninguno  de  su  vida,  introducirla  en  los 
»  gentiles  circunvecinos. 

«  Estoy  esperando  (escribe  el  P.  Caballero)  á 
»  ciertos  neófitos  que  el  año  pasado  recibieron 
»  el  santo  bautismo,  los  cuales,  movidos  á  com- 

>  pasión  de  sus  paisanos  se  ofrecieron  á  ir  allá 
»  para  reducirlos  al  rebaño  de  Cristo,  para  que 
t  sean  participantes  del  bien  de  que  ellos  gozan.» 

Así  cuentan  de  un  tal  indio  llamado  Ignacio 
que  no  sabe  vivir  sin  andar  en  busca  de  infieles 
y  ganando  almas  á  Cristo;  y  el  P.  Juan  Bautista 
de  Zea,  en  su  ida  á  los  Zamucos,  le  escogió  por 
-capitán  de  los  demás,  y  á  él  singularmente  fiaba 
los  negocios  más  graves  del  bien  de  aquella 
gente. 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS       175 

Otro  tanto  escribe  el  P.  Agustín  Castañares 
de  otro  indio  del  pueblo  de  San  Rafael,  llama- 
do Antonio,  que  procuraba  librar  cuantas  al- 
mas podía  de  las  garras  de  los  Mamalucos  y  po- 
nerlas en  cobro  en  su  Reducción. 

Apenas  se  serena  el  cielo,  después  del  tiempo 
de  las  lluvias,  cuando  luego  se  previenen  para 
sus  misiones,  y  se  tiene  por  dichoso  quien  más 
padece  y  quien  más  almas  trae  al  conocimiento 
de  Dios,  y  gastan  en  esta  empresa  tres  y  cuatro 
meses,  hasta  que  encuentran  paraje  donde  po- 
der hacer  cosecha  de  almas. 

Después  es  cosa  de  ver  las  fiestas  y  alegrías 
que  hace  el  pueblo  al  tiempo  de  su  vuelta,  y  la 
caridad  y  amor  con  que  reciben  á  sus  nuevos 
huéspedes,  aunque  sean  antiguos,  implacables 
enemigos  suyos,  mueven  á  devoción  y  á  lágri- 
mas á  los  Padres. 

Dánles  parte  de  su  pobreza,  admítenlos  en  su 
casa  y  quisieran  meterlos  también  en  su  cora- 
zón, de  suerte  que  presto  se  olvidan  los  bárba- 
ros de  su  nativo  suelo  y  se  enamoran  de  la 
santa  ley  divina,  de  la  cual  ven  en  sus  huéspe- 
des ingerida  tan  bella  virtud  entre  hombres  tan 
salvajes  como  ellos,  pues  es  un  gran  milagro 
que  aun  en  las  necesidades  extremas  usen, 
cuando  son  gentiles,  de  piedad  unos  con  otros, 
aun    aquellos   á   quien    la  Naturaleza   ha   es- 


176  P.  PATRICIO  FERNÁNDEZ 

trechado  con  los  fuertes  lazos   de   la  sangre. 

Y  á  la  verdad,  esta  nueva  cristiandad  se  debe 
á  sí  misma  gran  parte  de  su  esplendor  y  au- 
mento; pues  se  extiende  á  tanto  su  ardiente 
celo  que,  sin  reparar  en  peligros  evidentes  de  la 
vida,  se  entran  por  las  selvas,  ya  solos,  ya  con 
los  Padres  Misioneros,  á  solicitar  la  conversión 
de  los  infieles,  siendo  ya  más  de  ciento  los  que 
han  derramado  su  sangre  y  ofrecido  gustosos, 
sus  vidas  por  dilatar  los  reinos  de  Jesucristo 
entre  aquellas  bárbaras  naciones.  Como  lo  verá 
claramente  quien  atentamente  leyere  esta  rela- 
ción. 

Y  ayuda  Nuestro  Señor  á  estos  sus  siervos 
muchas  veces,  aun  con  milagros,  á  fin  de  con- 
firmarlos más  en  la  fe  y  de  que  viéndolos  los  in* 
fieles  corran  á  pedir  el  bautismo. 

Contaré  dos  solos  por  no  alargarme  ni  can- 
sar á  los  lectores. 

El  primero  es  de  ciertos  neófitos  que  ha- 
biendo salido  á  llevar  el  nombre  de  Dios  á  una 
Ranchería  de  indios  Penoquís,  mientras  que 
con  fervor  de  espíritu  exhortaban  á  aquellos 
bárbaros  á  dejar  su  patria,  abandonar  el  genti- 
lismo y  entrar  en  el  rebaño  de  Cristo,  vinieron 
algunas  mujeres  espantadas,  gritando:  «Desgra- 
»cia,  desgracia,  que  el  agua  de  una  laguna  cer- 
»cana  que  servía  para  el  abasto  del  pueblo  ha- 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS       1 77 

»bía  tomado  forma  y  color  de  sangre»,  pronós- 
tico para  ellos  de  mala  ventura. 

Empezaron  luego  los  paisanos  á  discurrir 
sobre  el  caso  haciendo  diversas  interpretacio- 
nes, según  la  pasión  de  cada  uno;  mas  los  cris- 
tianos al  punto  les  descifraron  el  caso,  diciendo 
que  aquella  era  fraude  y  traza  del  demonio  para 
apartarlos  de  que  abrazasen  la  ley  del  verda- 
dero Dios,  y  en  señal  de  eso  fueron  allá  todos 
juntos,  y  vista  la  extraña  mutación,  tomando 
los  cristianos  con  gran  fe  el  rosario  en  la  mano, 
bendijeron  el  agua  y  le  metieron  dentro  de  ella; 
al  punto,  desvanecida  aquella  apariencia,  vol- 
vió el  agua  á  su  antiguo  color  y  sabor  que  an- 
tes tenía. 

Aún  es  más  maravilloso  otro  caso  que  su- 
cedió á  estos  mismos,  los  cuales,  repartidos 
por  muchas  Rancherías  distantes  unas  de  otras 
cosa  de  una  legua,  juntaban  gente  para  redu- 
cirla á  la  santa  fe  y  conducirla  á  la  Reducción. 

Vieron  que  allí  cerca  se  levantaba  en  alto 
gran  nublado  de  humo  y  grande  fuego,  sin  sa- 
ber de  dónde  venía  ni  quién  le  hubiese  encen- 
dido (y  por  ventura  tambie'n  esta  fué  astucia  del 
enemigo  infernal),  y  que  venía  á  dar  sobre  ellos; 
y  porque  hacía  gran  viento  se  podía  mal  asegu- 
rar la  vida  y  la  hacienda  con  la  fuga;  y  más  que 
las  llamas  prendían  ya  en  la  primera  Ranchería. 

*LIBR0S  QUE  TRATAN  DE  AMÉRICA. — T.  XII.    12 


178  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

Entonces  los  paisanos,  todos  juntos,  recu- 
rrieron á  algunos  neófitos,  rogándoles  con  lá- 
grimas en  los  ojos  que  si  eran  verdaderas  las  co- 
sas que  les  predicaban  de  Cristo  y  de  su  Santí- 
sima Madre,  los  llamasen  ahora  en  su  ayuda  en 
lance  tan  peligroso;  y  puestos  todos  de  rodillas 
pidieron  á  Dios  favor  y  misericordia,  prometien- 
do los  infieles  recibir  el  bautismo  y  su  santa  ley. 

jOh,  caso  milagroso!  El  fuego  pasó  adelante 
sin  hacer  el  menor  daño  en  la  casa  donde  se 
habían  recogido,  y  ellos  lo  tuvieron  induvitable- 
mente  por  milagro,  porque  la  dicha  casa  estaba 
en  el  centro  del  lugar  y  todas  las  otras  se  redu- 
jeron á  ceniza.  Ni  paró  aquí  el  prodigio,  porque 
acercándose  el  fuego  á  la  segunda  Ranchería 
puso  á  sus  moradores  en  gran  espanto;  mas  los 
cristianos  echaron  luego  mano  del  remedio. 
Hallábase  aquí  el  capitán  de  todos,  quien  lle- 
vaba la  imagen  de  la  reina  del  cielo;  á  éste, 
pues,  ordenaron  que  saliese  á  encontrar  el  in- 
cendio y  le  pusiese  para  defensa  la  santa  ima- 
gen delante  de  su  furia. 

[Cosa  maravillosal  Partiéronse  por  medio  las 
llamas  sin  hacer  allí  el  más  mínimo  daño,  sien- 
do así  que  todas  las  casas  eran  de  paja.  Y  para 
prueba  más  manifiesta  del  milagro  se  llegaron 
las  llamas  á  una  casa  y  formaron  sobre  ella  un 
arco,  pero  sin  lesión  alguna. 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS       1 79 

Con  esto  se  confirmaron  los  cristianos  en  la 
fe  y  en  la  devoción  á  la  Madre  de  Dios,  y  los 
bárbaros,  vencidos  más  del  prodigio  que  de  su 
promesa,  se  alistaron  en  el  número  de  los  fieles. 


CAPITULO  VIII 


Preténdese  descubrir  el  río  Paraguay  para  comunicarse 
estas  Misiones  con  las  Reducciones   de  los  Guara- 


Desde  los  primeros  años  en  que  se  dio  prin- 
cipio á  la  Conversión  de  los  Chiriguanás  y  Chi- 
quitos, con  intento  de  penetrar  al  Chaco  para 
reducir  á  nuestra  santa  fe  las  naciones  que  vi- 
ven en  el  vastísimo  espacio  de  tierra  que  hay 
entre  Torija  y  el  Paraguay,  se  juzgó  siempre  lle- 
var al  fin  pretendido,  el  abrir  camino  por  aquel 
río  y  hacer  escala  á  las  Misiones  del  Paraguay 
ó  Guaraníes,  á  fin  de  que  fuesen  más  fácilmente 
proveídas  estas  Reducciones  de  los  Chiquitos^ 
y  los  nuestros  tuviesen  comodidad  de  conferir 
á  boca  con  el  Padre  Provincial  y  recibir  los  so- 
corros  más  oportunos  á  su  necesidad,  fuera  de 
que  no  sería  menor  el  consuelo  de  los  Provine 
cíales  en  ver  las  fatigas  y  sudores  de  sus  sübdi- 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS  l8l 

tos  en  la  conversión  de  los  gentiles,  y  acabar  en 
poco  menos  de  un  año  la  visita  de  esta  tan  vas- 
ta provincia;  pues  cuando  ahora  es  necesario 
caminar  dos  mil  y  quinientas  leguas  para  visitar- 
la toda,  descubierto  este  camino  por  el  río  Pa- 
raguay, sólo  se  andarían  mil  y  quinientas  leguas 
«en  visitar  Misiones  y  provincia. 

Consideradas  estas  utilidades,  han  puesto  por 
-obra  los  medios  más  concernientes  al  fin  pre- 
tendido, aunque  por  secretos  juicios  de  Dios 
nunca  se  pudieron  llevar  á  cabo,  sino  después 
de  mucho  tiempo,  y  eso  sin  fruto. 

Pero  no  por  eso  debo  pasar  en  silencio  las 
fatigas  y  trabajos  que  en  esta  empresa  padecie- 
ron y  sufrieron  nuestros  Misioneros,  por  no 
privarlos  de  aquella  gloria,  que  aun  acá  en  la 
tierra  se  debe  á  quien  todo  se  ocupa  en  promo- 
ver la  gloria  Divina. 

Dije  ya  arriba  que  el  principal  motivo  de 
fundar  la  Reducción  de  San  Rafael  junto  al  río 
Guabys  fué  por  la  vecindad  con  el  río  Paraguay, 
á  cuyo  descubrimiento  partieron  por  el  mes  de 
Mayo  del  año  de  1702  los  PP.  Francisco  Hervás 
y  Miguel  de  Yegros,  llevando  por  guías,  ó  como 
aquí  decimos  por  vaquéanos,-  cuarenta  indios, 
sin  otra  provisión  que  la  confianza  en  Dios  y 
fiados  en  la  protección  de  la  Reina  del  cielo  y 
de  los  Arcángeles  San  Miguel  y  San  Rafael. 


l82  P.  PATRICIO  FERNÁNDEZ 

Ni  les  salieron  fallidas  sus  esperanzas,  porque 
en  todo  el  viaje  se  hallaron  provistos  de  mon- 
tería y  de  pesca  con  tal  providencia,  que  en  las 
mayores  angustias  era  más  abundante  y  de  me> 
jor  cualidad  el  socorro. 

Llevaban  consigo  un  Cathecúmeno,  de  cier- 
ta nación,  que  los  años  pasados  había  sido  im- 
pedimento para  descubrir  este  río;  procuró  éste 
con  grande  eficacia  que  sus  paisanos  recibiesen 
la  ley  divina,  y  que  los  Misioneros  fuesen  reci- 
bidos y  bien  tratados  en  tres  Rancherías,  de 
Curuminas,  Batasiz  y  Xarayes,  donde  se  quedó,, 
por  estar  mal  proveído  de  ropa  y  por  habérsele 
claxíido  una  espina  en  un  pie,  y  después  de  po- 
cos días  pasó  á  la  otra  vida  sin  recibir  el  Santo 
Bautismo,  siendo  así  que  se  había  empleada 
con  fervor  en  que  otros  lo  recibiesen. 

Vencidas,  pues,  muchas  dificultades  y  pasa- 
das no  pocas  incomodidades  que  se  hicieron 
precisas  por  haber  de  caminar  por  espesos  bos- 
ques y  agrias  montañas,  y  pasar  pantanos  y  la- 
gunas, á  más  del  continuo  susto  y  temor  de 
caer  en  manos  de  enemigos,  llegaron  á  plantar 
una  cruz  en  las  riberas  de  un  río,  que  juzgaron 
era  el  del  Paraguay,  ó  á  lo  menos  un  brazo  de 
él  (en  lo  cual  padecieron  grande  engaño,  por- 
que no  era  río,  sino  un  gran  lago  qua  iba  á  re- 
matar en  un  espesísimo  bosque  de  palmas). 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS       1 83 

En  este  ínterin  maquinaron  ciertos  indios  dar 
la  muerte  á  su  salvo  á  los  Padres  cuando  diesen 
la  vuelta  por  sus  tierras;  pero  disuadidos  de  esta 
traición  por  oíros  de  mejor  conciencia^  les  sa- 
lieron al  encuentro  y  se  fueron  con  toda  la 
gente  de  aquellas  Rancherías  en  compañía  de 
los  Padres  al  pueblo  de  San  Rafael,  donde  to- 
maron casa. 

Con  la  noticia  de  este  descubrimiento,  deter- 
minó el  P.  Joseph  de  Tolü,  Superior  á  la  sazón 
de  estas  Reducciones,  que  veniese  á  la  provin- 
cia el  P.  Francisco  Hervás  á  dar  esta  noticia  al 
Padre  Provincial  Lauro  Núñez,  que  ya  segunda 
vez  la  gobernaba. 

No  se  puede  creer  el  júbilo  y  gozo  que  éste 
tuvo  con  semejante  aviso;  y  con  toda  presteza 
escogió  cinco  Misioneros  antiguos  de  los  Gua- 
ranís,  con  un  hermano  coadjutor,  para  que  por 
la  banda  del  Paraguay  descubriesen  el  camino 
(¡ue  ya  juzgaban  se  había  descubierto  por  la 
banda  de  los  Chiquitos.  Estos  fueron  el  P.  Bar- 
tolomé Ximenez  (que  habiendo  ido  Procurador 
á  Roma  de  vuelta  á  esta  provincia,  voló,  carga- 
do de  años  y  merecimientos  al  cielo,  el  día  22 
de  Julio  de  17 17  en  el  puerto  de  Buenos  Aires), 
los  PP.  Juan  Bautista  de  Zea,  Joseph  de  Arce, 
Juan  Bautista  Neurnan,  Francisco  Hervás  y  el' 
hermano  Silvestre  González. 


184  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

Y  porque  á  alguno  no  le  desagradará  leer  los 
sucesos  de  este  viaje,  tomaré  el  trabajo  de  trans- 
ladar  fielmente  una  relación  diaria  de  todo  lo 
que  hizo  uno  de  los  sujetos  que  iban,  la  cual,  des- 
pués de  mucha  diligencia  que  puse  en  hallarla, 
llegó  finalmente  á  mis  m.anos  y  es  como  sigue: 

«  Salimos  (dice)  á  10  de  MsLyo  del  año  1703, 
del  puerto  de  nuestra  Reducción  de  la  Cande- 
laria, para  dar  fondo  en  el  de  Atinguí;  y  de  allí 
á  27  del  mismo  mes,  tomamos  tierra  en  el  Itatí, 
donde  nos  recibió  con  singular  afecto  el  P.  Fray 
Gervasio,  de  la  venerable  orden  de  San  Fran- 
cisco, cura  que  era  del  aquel  pueblo. 

De  aquí,  tiramos  hacia  el  río  Paraminí,  por 
donde  en  el  río  Paraná  desemboca  el  río  Para- 
guay, y  montamos  aquel  cabo,  no  sin  gran  difi- 
cultad por  la  furia  de  los  vientos  que  nos  dieron 
que  hacer  muchos  días. 

Finalmente  á  22  de  Junio,  aferramos  en  el 
puerto  de  la  Asunción,  donde  nos  recibieron 
con  la  acostumbrada  caridad  que  usa  la  Com- 
pañía, los  Padres  de  aquel  colegio,  y  después  de 
cuatro  días  partimos  de  allí,  llevando  una  barca 
grande,  cuatro  balsas,  dos  piraguas  y  una  canoa. 

Habiendo  caminado  las  balsas  cuarenta  le- 
guas, descubrieron  á  lo  lejos  algunas  canoas  de 
indios  Payaguás,  que  se  creyó  eran  espías  de  esta 
nación. 


RELACIÓN  DE  INDIOS   CHIQUITOS       185 

Deseamos  hablarles  y  ciárnosles  á  conocer 
para  quitarles  todo  miedo  y  sospecha  y  exhor- 
tarles á  que  ya  de  una  vez  ajustasen  paces  con 
los  españoles  y  quisiesen  hacerse  cristianos. 

Entróse  para  este  fin,  en  una  canoa  el  P.  Neu- 
man  con  el  hermano  Sih^estre  González  y  lle- 
gando cerca  de  ellos  quería  eficazmente  entablar 
con  ellos  tratados  de  acuerdo.  Pero  no  surtió 
efecto  el  deseo  de  que  ellos  quiesen  llegarse,  gri- 
tando en  alta  voz:  Pee  peviojíiba  ore  camarada 
Buenos-Ayres  viarupi,  que  en  castellano  quiere 
decir,  que  temían  de  nuestra  gente,  quienes  ha- 
bían destruido  á  sus  paisanos  en  los  confines  de 
Buenos  Aires. 

Por  lo  cual,  desconfiando  el  P.  Neuman  de 
poderlos  reducir,  dio  la  vuelta,  dejando  colga- 
dos de  un  árbol  de  la  playa,  algunos  abalorios 
y  otras  cosillas. 

Viendo,  pues,  aquellos  bárbaros  que  las  cari- 
cias de  los  nuestros  no  se  quedaban  en  solas  pa- 
labras, fueron  luego  corriendo  á  coger  aquellas 
chucherías  y  con  más  ánimo  y  seguridad,  se 
llegaron  cuatro  de  ellos  al  pie  de  una  balsa, 
donde  dejaron  algunas  esteras  labradas  con 
lindo  arte  y  tejidas  delicadísimamente:  prosi- 
guióse muchos  días  este  tratado,  siendo  el  fa- 
raute Aniceto  Guarie,  fervorosísimo  cristiano, 
vice-corregidor  de  la  Reducción  de  San  Cosme; 


1 86  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

el  cual,  deseoso  de  la  reducción  de  aquellos  in- 
fieles, procuraba,  con  modo  muy  afable  y  cortés^ 
entrar  con  ellos  para  salir  con  la  suya. 

Es  la  nación  de  los  Payaguás,  de  vilísima 
condición,  cobarde,  pérfida  y  pronta  á  maquinar 
traiciones  y  en  breve  manifestaron  estas  malas 
cualidades;  porque  habiéndose  acercado  nuestro 
Aniceto  el  día  12  de  Julio  á  ciertos  Payaguás, 
con  algunas  bujerías  que  ellos  estiman,  para 
exhortarlos  y  reducirlos  á  recibir  el  santo  bau- 
tismo, salió  de  una  ensenada  poco  distante  una 
manga  de  estos  traidores,  dividida  en  dos  canoas; 
y  dando  sobre  él  á  traición  le  mataron  á  él  y  á 
otros  compañeros  con  fieros  golpes  de  macana; 
y  ejecutadas  estas  bárbaras  muertes,  echaron  á 
huir  desesperadamente  para  librarse  de  nuestros 
cristianos,  los  cuales  advirtieron  bien  tarde  la 
fatalidad;  é  idos  al  lugar  del  insulto,  hallaron 
los  cuerpos  de  los  compañeros,  sin  poder  dar 
con  el  de  Aniceto;  y  al  siguiente  día  celebramos 
las  exequias  por  sus  almas;  con  que  se  puede 
piadosamente  creer  habrá  Dios  usado  miseri- 
cordia con  ellos  por  el  celo  con  que  se  ofrecie- 
ron á  tratar  con  estos  pérfidos  gentiles. 

Viendo  los  Payaguás  que  nuestra  gente  no 
hacía  ninguna  demostración  de  sentimiento  por 
este  suceso,  tomando  atrevimiento,  resolvieron 
desalojarnos  el  día  siguiente  de  donde  estaba- 


RELACIÓN   DE  INDIOS  CHIQUITOS       1 87 

mos,  dejándose  ver  una  multitud  de  canoas  di- 
vididas en  dos  escuadras,  de  las  cuales,  llegán- 
dose una  á  tierra  desembarcó  alguna  gente  y  la 
otra  discurría  por  el  río,  pero  no  se  atrevieron 
á  ponerse  á  tiro;  antes,  poco  después  se  retira- 
ron, no  dejándose  después  ver  más,  sino  á  lo  le- 
jos, á  fm  de  espiar  nuestros  pasos:  una  sola  vez, 
en  la  oscuridad  de  la  noche,  osaron  molestar 
por  tierra  las  balsas,  tirando  contra  ellas  piedras 
y  flechas;  mas  nuestros  cristianos,  con  poca  di- 
ligencia, los  pusieron  en  fuga. 

Este  fué  el  único  encuentro  que  tuvimos  con 
estos  enemigos,  con  quienes,  si  se  hubieran  co- 
ligado los  Guaycurús,  gente  infiel,  pero  valerosa 
y  enemicísima  de  la  fe  católica,  difícilmente  hu- 
biéramos podido  escapar  y  librarnos  de  sus  ase- 
chanzas y  celadas  en  un  río  poblado  por  todas 
partes  de  islas  y  de  ensenadas. 

A  siete  de  Agosto  llegamos  á  la  boca  del  río 
Xexui,  por  donde  antes  que  los  Mamalucos 
destruyesen  los  pueblos  de  Maracayá,  Terecaní 
y  la  Candelaria,  se  conducía  todos  los  años  á, 
la  Asunción  gran  cantidad  de  la  célebre  yerba 
del  Paraguay;  el  día  1 9,  caminando  á  lo  largo 
de  la  ribera,  vimos  una  tierra  de  Payaguás,  cu- 
yos moradores  se  habían  poco  antes  retirado  á 
una  grande  isla  que  estaba  frente  á  nosotros. 

Apenas  dimos  allí  fondo  cuando  saltaron  en 


1 88  P.    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

tierra  nuestros  indios,  y  sentidos  de  la  muerte 
de  sus  compañeros  la  robaron  3^  saquearon 
toda;  era  esta  tierra  del  cacique  Jacayrá,  donde 
^1  mantiene  algunos  vasallos  para  la  fábrica  de 
las  canoas. 

El  día  2 1  encontramos  un  fortín  con  empa- 
lizada y  sobre  ella  tres  grandes  cruces,  y  sospe- 
chando nosotros  que  los  Mamalucos  habrían 
hecho  allí  alguna  de  sus  misiones,  supimos  des- 
pués que  esto  había  sido  traza  é  invención  de 
los  Payaguás  para  que  Dios  los  librase  de  una 
grande  multitud  de  tigres  que  infestaban  extra- 
ñamente el  país. 

Vimos  poco  después  andar  en  la  playa  doce 
bárbaros,  pero  sin  darnos  molestia;  no  obstan- 
te, lo  que  más  nos  maravilló  fué  que  hasta  el 
día  30  de  Agosto  no  se  vieron  sino  dos  canoas 
de  Guachicos  antes  de  llegar  al  Tepotii. 

La  boca  de  este  río  dista  como  cosa  de  trein- 
ta leguas  de  la  del  río  Piray.  Más  adelante  hay 
una  hilera  de  escollos  por  entre  los  cuales  pasa 
una  furiosa  corriente  que  de  ordinario  los  en- 
cubre. Pero  cuando  allí  cerca  lleva  el  río  poca 
agua,  se  ven  en  la  cima  de  una  de  aquellas  pie- 
dras ciertas  huellas  de  h  ombre,  que  dicen  los 
naturales  son  del  apóstol  Santo  Thomé. 

Poco  más  adelante,  enfrente,  se  ven  doce  al- 
tísimas rocas,  alegres  á  la  vista,  excediendo  na- 


RELACIÓN  DE  INDIOS    CHIQUITOS       1  89 

turaleza  á  la  hermosura  del  arte.  Aquí  empeza- 
ron los  Guaycurús  á  encender  fuegos  y  hacer 
humaredas,  que  son  los  correos  volantes  para 
avisar  á  los  pueblos  circunvecinos  de  que  an- 
dan por  allí  enemigos. 

Siete  leguas  después  de  estos  montes  corre 
su  río,  junto  al  cual  está  situada  la  laguna  Neu- 
getures,  en  que  entra  un  río  que  baja  de  las  tie- 
rras de  los  Guamas.  A  lo  largo  de  esta  laguna 
viven  lo  más  del  año  estos  bárbaros,  y  allí  crían 
muchas  manadas  de  caballos  y  muías,  sirvién- 
dose de  los  Guamas  como  de  esclavos,  para 
cultivar  la  tierra  y  sembrar  el  tabaco  que  se  dá 
aquí  en  gran  abundancia. 

Otras  naciones  confinan  con  estas,  entre  las 
cuales  había  una  llamada  Lenguas,  cuyo  idioma 
es  semejante  al  de  los  Chiquitos. 

Dos  leguas  más  adelante  de  esta  laguna  des- 
emboca el  Mboimboi,  junto  al  cual  antigua- 
mente hubo  una  Reducción  en  que  trabajaban 
en  provecho  de  los  naturales  ^los  PP.  Cristóbal 
de  Arenas  y  Alonso  Arias. 

Sucedió  que  el  segundo,  llamado  á  las  tierras 
de  los  indios  Guatos  para  administrarles  el 
Santo  Sacramento  del  bautismo,  se  encontró 
con  una  cuadrilla  de  Mamalucos,  los  cuales 
le  mataron  á  mosquetazos;  y  el  otro,  cayendo 
poco  después  en  las  mismas  manos,  salió  tan 


190  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

maltratado,  que  en  breve  acabó  de  vivir  y  pa- 
decer. 

De  aquí  hasta  los  Xarayes  en  dilatadísimas 
campañas  por  beneficio  de  la  naturaleza,  sin 
ninguna  industria  del  arte,  se  cría  inmensa  can- 
tidad de  arroz,  de  que  todos  los  años  hacen 
provisión  los  Payaguás,  Guatos,  Nanuiquas, 
Caracarás,  Guacamás,  Guaresis  y  otros  pue- 
blos confinantes. 

A  22  de  Septiembre  pasamos  las  montañas 
de  Cuñayegua,  que  tienen  en  frente  de  sí  en  la 
otra  banda  las  del  Ito,  donde  viven  los  Sine- 
macas. 

Aquí  fueron  á  predicar  la  santa  ley  de  Cristo 
los  PP.  Justo  Mansilla,  Flamenco,  y  Pedro  Ro- 
mero, español,  el  cual  fué  muerto  con  el  her- 
mano Mateo  Fernández  por  los  indios  Chiri- 
guanás,  porque  les  persuadía  que  por  ser  cris- 
tianos no  podían  tener  más  que  una  mujer. 

En  una  isla,  cinco  leguas  más  adelante,  se  ha- 
bían retirado  dos  caciques,  Jarechacu  y  Arapi- 
chigua,  con  todos  sus  vasallos  Payaguás,  que 
al  vernos  despacharon  luego  siete  canoas  á  la 
grande  isla  de  los  Orejones,  para  dar  aviso  á 
aquellas  gentes,  como  lo  suelen  hacer  en  tales 
ocasiones,  y  por  eso  se  veían  de  cerca  y  de  lejos 
muchos  humos  en  el  aire,  por  lo  cual  en  todo 
aquel  contorno  son  los  Payaguás  tenidos  en 


RELACIÓN  DE  INÜIOS  CHIQUITOS       191 

grande  estimación,  que  les  es  de  mucho  prove- 
cho, por  lo  que  les  dan  de  tabaco,  cueros,  telas 
y  vituallas,  de  que  están  abastecidos  con  gran- 
de abundancia. 

Desde  el  Tobati  pasamos  junto  á  las  monta- 
ñas del  Taraguipitá,  de  donde  cuatro  Misioneros 
enviados  por  el  P.  Antonio  Ruiz  se  esparcieron 
por  esta  dilatada  gentilidad  á  predicar  el  Evange- 
lio. Estos  fueron  los  P?.  Ignacio  Martínez,  espa- 
ñol, Nicolás  Hernat,  francés,  Diego  Ferrer  y  Jus- 
to Mansilla,  flamencos.  El  primero  fué  llamado  al 
Perú  á  la  misión  de  los  Chiriguanás;  los  otros 
dos,  oprimidos  de  las  fatigas  y  trabajos  en  un 
total  desamparo  de  todo  humano  consuelo,  con 
una  muerte  semejante  á  la  del  grande  apóstol 
del  Oriente  San  Francisco  Xavier,  pasaron  al 
eterno  descanso;  el  último,  que  quedó  sólo,  can- 
sado de  los  muchos  trabajos,  falleció  también 
en  breve  tiempo. 

Ocho  leguas  sobre  el  Tobati,  desemboca  por 
dos  partes  el  río  Mbotetei,  por  donde  bajan 
al  Paraguay  á  hacer  sus  correrías  los  Mama- 
lucos. 

Enfrente  de  estas  dos  bocas  del  río  Mbote- 
tei, por  la  otra  banda  desemboca  el  Mandiy,  que 
baña  las  faldas  de  los  montes  Taraguipiti  que, 
encadenándose  con  los  del  Tambayci  y  Gara- 
guy,  se  extienden  á  lo  largo  de  las  costas  del 


192  P.   PATRICIO   FERNANDEZ 

Paraguay,  hasta  cerca  de  la  célebre  isla  de  los 
Orejones. 

Desde  el  río  Mbotetei  hasta  los  Xarayes,  se 
extiende  el  país  en  vastas  campañas,  habitadas 
antiguamente  de  los  Guaycharapos  é  Itatines; 
pero  molestados  de  los  Mamalucos  los  aban- 
donaron, internándose  en  espesos  y  grandes- 
bosques,  que  desde  la  laguna  Jaragui,  por  cin- 
cuenta leguas,  tiran  hasta  Santa  Cruz  la  Vieja. 
Finalmente,  á  29  de  Septiembre,  montadas 
las  dos  bocas  del  Mbotetei,  llegamos  á  donde 
el  Paraguay,  dividido  en  dos  brazos,  forma  á  lo 
largo  una  isla  de  veinte  leguas. 

Por  estar  ya  en  tierra  de  los  Chiquitos  se  co- 
menzaron á  hacer  muchas  diligencias  para  ha- 
llar la  cruz  que  el  año  pasado  levantaron  los 
PP.  Francisco  Hervás  y  Miguel  de  Yegros,  re- 
conociendo muchos  lagos  y  ensenadas. 

A  12  de  Octubre,  habiendo  dado  fondo  en  el 
Paroguamini,  encontramos  con  unos  Payaguás, 
los  cuales,  aunque  temían  á  nuestros  indios,  se 
llegeron  no  obstante  á  nosotrss  y  nos  presenta- 
ron biétole  y  otras  frutas  de  la  tierra,  á  que  co- 
rrespondimos cortesmente  con  otros  regalos. 

A  1 7  dimos  fondo  á  vista  de  la  laguna  Jara- 
gui que  se  oculta  por  gran  trecho  entre  bos- 
ques y  montes  hasta  cerca  de  la  de  los  Orejo- 
nes. Aquí  una  parte  del  Paraguay  está  hoy  di'a 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS       1 93 

habitada  de  gran  número  de  infieles;  pero  el 
lado  izquierdo  es  el  más  poblado,  porque  se 
pueden  defender  más  fácilmente  de  las  inopina- 
das invasiones  de  los  Mamalucos,  á  causa  de 
que  estando  rodeados  de  grandes  lagunas  y 
pantanos,  se  hace  muy  difícil  y  casi  imposible 
el  paso  á  aquellos  malvados. 

Señalaré  aquí  algunas  naciones  de  una  y  otra 
banda.  A  mano  derecha  están  los  Guaras,  Len- 
guas, Chibapucus,  Ecanaquis,  Napiyuchus,  Gua- 
rayos,  Tapyminis,  Ayguas,  Cunicanis,  Arianes, 
Curubinas,  Coes,  Guaresis,  Jarayes,  Caraberes, 
Urutues,  Guahones,  Mboyaras,  Paresis,  Tapa- 
quis.  De  la  otra  banda  izquierda  están  los  Pa- 
yaguás,  Guachicos,  Itatines,  Aginis,  Sinemacás. 
Abiais,  Abaties,  Guitihis,  Cubieches,  Chicaocas, 
Coroyas,  Trequis,  Gucamas,  Guatus,  Mbiritis, 
Eleves,  Cuchiais,  Tarayus,  Jasintes,  Guatogua- 
guazus,  Zurucuas,  Ayuceres,  Quichiquichis, 
Xaimes,  Guañanis,  Curuaras,  Cuchipones,  Ari- 
pones,  Arapares,  Cutuares,  Itapares,  Cutaguas,. 
Arabiras,  Cubies,  Guannaguazus,  Imbues,  Nam- 
biquas. 

Verdad  es,  que  estas  naciones  las  más  se  re- 
ducen á  dos  ó  tres  Rancherías,  otras  á  poco 
más  de  trescientas  ó  cuatrocientas  almas  y  otras 
también  en  mayor  número,  y  se  distinguen  por 
la  diferencia  de  las  lenguas,  porque  todas  tienen 

LIBROS  QUE  TRATAN  DE  AMÉRICA. — T.  XII.    1 3 


194  P-    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

distinto  idioma,  ni  se  entienden  entre  sí,  aunque 
vecinas  y  confinantes,  porque  ó  son  enemigas, 
ó  no  tienen  comercio  unas  con  otras. 

El  día  1 8,  dejando  á  la  mano  derecha  la  la- 
guna Tuquis,  montamos  la  boca  del  río  Parai- 
guazú,  que  venía  colorado  con  una  creciente 
furiosa  de  agua. 

De  allí  á  poco  encontramos  una  canoa  con 
sólo  un  indio,  mozo  bien  dispuesto  y  de  fuerzas, 
de  nación  Mbiritiy,  que  sin  ningún  temor  se 
llegó  á  la  barca;  hicímosle  mil  caricias,  y  aunque 
ni  él  entendía  nuestra  lengua  ni  nosotros  la  suya, 
con  todo  eso,  con  señas  y  ademanes  nos  dio  á 
entender  que  su  Ranchería  distaba  de  allí  dos  ó 
tres  jornadas  de  camino. 

Poco  después  le  despedimos;  pero  habiendo 
experimentado  él  tanto  amor  y  afecto  en  nos- 
otros, sentía  mucho  dejarnos,  por  lo  cual,  dicién- 
dole  por  señas  si  quería  entrar  en  la  barca,  él 
sin  reparo  alguno  se  entró  dentro  con  sus  armas 
y  con  su  cama,  que  era  una  estera  de  linda  he- 
chura, y  regaló  á  nuestros  indios  con  un  grande 
Capivara  (son  estos  unos  puercos  del  agua,  en 
todo  semejantes  á  los  de  tierra),  que  poco  antes 
había  muerto. 

De  allí  á  tres  días,  viendo  que  nosotros  tirá- 
bamos á  lo  largo  de  la  costa  por  no  empeñar- 
nos en  medio  en  las  islas,  se  despidió  prome- 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS       1 95 

•riéndonos  que  volvería  presto,  y  nosotros,  por 
medio  de  él,  enviamos  al  cacique  y  principales 
de  la  nación  varias  cosillas  que  estiman  estos 
bárbaros. 

Cumplió  su  palabra,  y  después  de  poco  tiem- 
po estuvo  de  vuelta;  pero  pretendiendo  atrave- 
sar un  gran  brazo  de  río  en  tiempo  que  hacía 
gran  viento,  naufragó  á  nuestra  vista,  y  apenas 
pudo  salvar  su  persona,  que  cayó,  por  nuestra 
desgracia,  en  manos  de  los  Payaguás,  que  le  re- 
mitieron á  los  suyos. 

Finalmente,  á  31  de  Octubre,  entramos  en  el 
famoso  lago  de  los  Xarayes,  en  donde  entran 
muchos  ríos  navegables,  y  de  dicho  lago  (con 
unánime  consentimiento  de  los  geógrafos)  nace 
■el  gran  río  Paraguay. 

Á  la  boca  de  este  lago  está  situada  la  célebre 
isla  de  los  Orejones,  poblada  en  algún  tiempo 
<ie  muchísima  gente  y  asolada  y  destruida  ahora 
por  los  Mamalucos.  El  clima  de  esta  isla  es  sa- 
ludable y  templado,  aunque  está  en  diecisiete 
grados  y  pocos  minutos  de  altura.  Tiene  de  lon- 
gitud cuarenta  leguas  y  diez  de  ancho,  aunque 
Otros  la  hacen  doblado  mayor;  el  terreno  es 
muy  fértil  y  abundante,  aunque  en  parte  sobre- 
sale en  montañas  llenas  de  árboles  muy  á  pro- 
pósito para  labrarlos.  Los  primeros  descubri- 
dores la  llamaron  el  Paraíso;  nosotros,  empero, 


196  P.    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

no  observamos  en  ella  cosa  de  más  monta  que 
el  clima. 

Hiciéronse  aquí  increíbles  diligencias  para' 
hallar  la  cruz  tan  deseada;  pero  por  más  que 
hicimos,  así  por  tierra  como  por  agua,  no  pu- 
dimos descubrir  la  más  mínima  señal  de  hacia 
qué  parte  cayesen  las  Reducciones  de  los  Ghi» 
quitos. 

Los  PP.  José  de  Arce,  Juan  Bautista  de  Zea 
y  Francisco  Hervás.  suplicaron  al  P.  Superior 
Bartolomé  Ximénez  que  pasasen  adelante  á  las^ 
Rancherías  de  los  infieles  á  tomar  lengua;  pero 
siendo  éste  de  contrario  parecer,  fué  necesario 
rendirse;  antes  bien,  conociendo  que  menguaba 
la  corriente  más  cada  día  y  corría  peligro  el 
barco  de  hacerse  pedazos  en  los  escollos  cie- 
gos si  se  parasen  allí  algún  tiempo  más,  deter- 
minó dar  la  vuelta  después  de  haber  gastado 
mes  y  medio  en  andar  en  busca  del  camino. 

Fué  increíble  el  sentimiento  de  los  mismos 
Padres  al  ver  que  se  frustraban  sus  esperanzas 
y  tantas  fatigas  y  trabajos  como  habían  sufrido; 
por  lo  cual,  postrándose  de  rodillas  delante  del 
P.  Superior,  le  pidieron  vivamente  les  diese  li- 
cencia de  quedarse  en  aquella  grande  isla  de  los 
Orejones,  donde  se  entretendrían,  hasta  que 
creciendo  las  aguas  y  hecha  amistad  con  los 
infieles,  se  informasen  del  camino,  y  pasado  el 


•RELA.CI5N  DE  INDIOS  CHIQUITOS       1 97 

invierno  se  irían  á  las  Reducciones  de  los  Chi- 
quitos. 

Admiró  el  P.  Superior  su  fervor;  mas  te- 
miendo no  fuese  que  este  apostólico  celo  los 
empeñase,  con  gravísimo  riesgo  de  sus  vidas, 
en  empresas  que  no  pudiesen  salir  sino  con 
grandísima  dificultad,  juzgó  no  podía  condes- 
cender con  sus  instancias. 

Por  tanto,  á  12  de  Octubre,  nos  dispusimos 
para  salir  de  aquel  lago  ó  mar  dulce;  y  aunque 
siempre  estábamos  con  temor  de  algún  escollo 
encubierto  debajo  de  agua,  con  todo  esto,  me- 
diante el  favor  de  Dios,  caminamos  á  voga  y 
remo  sin  ningún  riesgo,  sólo  que  los  vientos, 
que  siempre  soplaron  por  la  proa,  nos  retarda- 
ron para  que  nos  adelantásemos. 

Después  de  haber  caminado  cien  leguas  des- 
cubrimos tres  canoas  con  cuatro  hombres  que, 
yogando  á  toda  fuerza  de  remos,  se  nos  acerca- 
ron insinuando  que  querían  hablarnos;  el  uno 
era  Payaguá  y  los  otros  Guaranís,  cristianos 
antiguos,  que  saltando  ligeramente  en  nuestra 
barca,  dijeron  resueltamente  que  se  querían 
quedar  con  nosotros,  aunque  les  pesase  á  sus 
caciques. 

Viendo  nosotros  su  buena  voluntad,  determi- 
namos que  nuestros  indios  los  defendiesen  en 
caso  que  sus  caciques  intentasen  cobrarlos  á 


198  P.    PATRICIO   FERNÁNBEZr 

ívLxit^  '¿^  armas;  pero  ellos  les  dieron'  dé  buena? 
gan^  licencia,  creciendo  en  ellos  la  estimación; 
de  nosotros,  pues  los  Guaranfs  dejaban  su  ha- 
cienda  y  parientes  sólo  por  venir  á  nuestras: 
Reducciones  y  vivir  en  la  observancia  de  la  ley 
divina.  Por  lo  cual  nos  cobraron  tanto  afecto>. 
que  como  si  fuesen  amigo»  antiguos,  entraron 
los  dos  caciques  con  toda  seguridad  y  confianza 
en  nuestro  barco  y  se  pusieron  al  lado  del  P.  Su- 
perior. 

Hallada  tan  buena  coyuntura,  se  les  habló. 
con  toda  eficacia  del  bien  de  sus  almas  y  cuánto 
interesaban  en  que  nosotros  los  tomásemos  á 
nuestro  cargo,  pues  fuera  de  conseguir  la  salva- 
ción eterna  y  vivir  como  hombres  é  hijos  de. 
Dios,  pasarían  una  vida  quieta  y  libre  de  todo 
peligro,  obligándose  todos  los  pueblos  de  los 
Guaranís  á  defenderlos  de  los  Mamalucos  y 
Guyacurüs,  que  [cada  año  tanto  les  molestan. 

Ofreciéronse  de  buena  gana  los  dos  caciques, 
con  todos  sus  vasallos  á  recibir  el  santo  bautis- 
mo, y  que  exhortarían  á  hacer  lo  mismo  á  los 
Guatos  y  Guacharapos,  para  que  unidos  todos- 
en  un  cuerpo,  fundasen  una  Reducción. 

Para  asegurarnos  más  de  este  su  buen  daseo,. 
les  pedimos  algunos  infieles  que  ellos  en  años^ 
pasados  habían  hecho  esclavos,  para  que  ins- 
truidos en  los  misterios  de  nuestra  santa  fe,  sir- 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS       1 99 

viesen  después  de  intérpretes  á  los  Misioneros, 
ofreciéndoles  en  contracambio  ciertos  platos 
de  estaño,  cuchillos,  anzuelos,  avalorios  y  otras 
cosas  de  este  jaez. 

De  buena  gana  nos  entregaron  seis  niños;  dos 
de  los  cuales  eran  Penoquís,  uno  Sinemaca,  otro 
Erebé,  otro  Curubina  y  el  último  Guarayo,  los 
cuales  á  la  vuelta,  encomendamos  al  P.  Jerónimo 
Herrán,  para  que  en  su  Reducción  los  impusiese 
en  los  preceptos  de  la  ley  divina. 

Entablada  con  esto  la  amistad  de  entrambas 
partes,  se  despidieron  de  nosotros  los  caciques, 
contentos  y  alegres  con  la  esperanza  de  tener 
dentro  de  poco  tiempo  Misioneros,  y  ordenaron 
á  algunos  de  sus  vasallos  que  nos  sirviesen  con 
sus  canoas,  proveyéndonos  de  pescado  por  es- 
pacio de  ciento  y  ciencuenta  leguas  de  camino, 
que  no  fué  pequeño  socorro  por  la  carestía  de 
vituallas,  de  que  ya  padecía  mucho  nuestra  gente 
y  los  PP.  apenas  tenían  con  qué  sustentarse,  por 
haberse  corrompido  ya  el  vizcocho  y  echado  á 
perder  el  maíz;  y  el  cuotidiano  mantenimiento 
del  P.  Superior,  por  espacio  de  cuatro  meses, 
fué  sólo  una  simple  escudilla  de  habas. 

Finalmente,  como  mejor  se  pudo,  tiramos 
adelante  hasta  tocar  en  las  riberas  donde  vivían 
los  Payaguás,  matadores  del  buen  Aniceto  y  sus 
compañeros;  deseamos  ganarlos  y  reducirlos  al 


200  P.   PATRICIO   FERNÁNDEZ 

gremio  de  la  Santa  Iglesia;  y  para  eso  por  medio 
de  los  Payaguás  amigos,  les  enviamos  una  em- 
bajada asegurándoles  de  nuestro  buen  ánimo 
para  con  ellos  y  que  les  perdonábamos  la  trai- 
ción pasada,  que  más  por  temor  de  alguna  tra- 
ma de  sus  enemigos,  que  por  malicia,  habían 
maquinado;  que  tomasen  el  partido  de  compa- 
ñeros nuestros  y  fabricasen  una  Reducción,  por- 
que de  otra  manera,  habiendo  nosotros  de  fre- 
cuentar aquel  camino,  nuestros  indios  sujetarían 
su  orgullo;  y  que  para  satisfacción  de  lo  pasado, 
nos  restituyesen  los  esclavos  españoles  que 
tenían. 

Supieron  los  mensajeros  tratar  con  tanta  des- 
treza el  negocio,  que  poco  después  nos  salieron 
ellos  al  encuentro,  tra)^endo  en  una  gran  canoa 
á  un  español  llamado  Juan  García,  y  se  excusa- 
ron buenamente  de  la  traición  pasada;  mas  aún 
ahora  se  mostraron  pérfidos  y  mentirosos,  por- 
que preguntados  si  tenían  más  esclavos  respon- 
dieron que  no,  y  supimos  después  en  la  Asun- 
ción que  tenían  otros  tres. 

Después  de  haber  renovado  la  amistad  se  nos 
mostró  la  mayor  parte  sobre  veinte  canoas 
puestas  á  la  fila,  y  uno  á  uno  entraron  en  la 
barca  para  recibir  algún  regalo. 

El  día  siguiente  vinieron  los  caciques  llama- 
dos ambos  Jacayrá,  presentándonos  gran  canti- 


RELACIÓN  DE   INDIOS   CHIQUITOS      20I 

dad  de  fruta  de  la  tierra.  Después  nos  significa- 
ron el  deseo  que  tenían  ellos  también  de  hacer- 
se cristianos  y  fundar  una  Reducción  en  que  los 
nuestros  los  instruyesen  en  los  misterios  de  la 
santa  ley  de  Dios. 

Tenían  canoas  de  bella  hechura,  y  viendo  la 
gana  que  teníamos,  nos  ofrecieron  una  bellísi- 
ma, que  nos  trajeron  al  día  siguiente. 

En  este  estado  dejamos  el  negocio  de  su  con- 
versión; pero  hay  poco  que  esperar  de  ella, 
porque  aunque  hayan  hecho  tan  largas  ofertas 
no  hay  mucho  que  fiarse  de  ellos  porque  son 
pérfidos,  revoltosos,  inconstantes,  y  que  en  tan- 
to mantienen  su  palabra  en  cuanto  les  está  á 
cuento. 

Al  presente  están  divididos  en  dos  facciones, 
la  una  discurre  hacia  el  lago  de  los  Xarayes, 
por  espacio  de  doscientas  leguas;  la  otra  hacia 
la  ciudad  de  la  Asunción,  cautivando  gente  y 
robando  las  haciendas  y  cuanto  les  viene  á  las 
manos,  y  muchas  veces  se  coligan  con  los  Guay- 
curús  en  daño  de  los  españoles. 

Pero  lo  que  causa  admiración  es  que  tengan 
tanto  orgullo,  siendo  así  que  apenas  cuentan 
trescientos  ó  cuatrocientos  hombres  de  tomar 
armas,  porque  cada  año  procuran  diezmarlos 
los  Mamalucos,  y  muchas  veces  rompen  tam- 
bién con  los  Guaycurús  y  se  destruyen. 


202  P.    PATRICIO    FERNANDEZ 

Otro  no  pequeño  motivo  les  retrae  de  ser 
cristianos,  y  es  que  esta  nación  es  vagabunda, 
no  estando  jamás  firme  muchos  días  en  un  lu- 
gar, hoy  están  en  tierra  firme  y  mañana  en  algu- 
na isla,  ni  pueden  de  otra  suerte  vivir,  porque 
sustentándose  con  caza  y  pesca,  no  se  puede  ha- 
llar siempre  ésta  en  un  mismo  lugar,  y  como 
los  Guaycurús,  Charrúas,  Jaros  y  Pampas  no 
tienen  firmeza  en  tierra,  así  los  Payaguás  en  este 
río,  y  les  sucedería  á  ellos  lo  que  á  los  Jaros,  que 
dos  veces  pidieron  Misioneros  y  fundaron  Re- 
ducción, y  ambas  á  dos,  enfadados  de  vivir  de- 
bajo de  un  mismo  cielo,  volviéndose  á  su  anti- 
gua costumbre  tie  vagabundos  se  huyeron,  por 
lo  cual  es  necesario  que  estos  Payaguás  se  jun- 
ten con  los  Guatos  y  Guaciarapos,  pueblos  es- 
tables y  permanentes:  pero  el  hacer  esta  unión 
costaría  más  sangre  y  más  sudores  de  lo  que 
montase  el  buen  éxito  del  negocio. 

Con  todo  eso,  los  dos  fervorosos  Misioneros 
Joseph  de  Arce  y  Juan  Bautista  de  Zea,  desea- 
ban se  pusiese  por  obra  este  intento,  allanando 
con  su  celo  las  dificultades  tan  grandes  que  se 
ofrecían.  Pero  el  P.  Superior  fué  de  contrario 
parecer,  no  queriendo  arriesgar  las  vidas  de 
estos  dos  apostólicos  operarios,  con  que  sin 
otro  efecto  proseguimos  nuestro  viaje,  cuando 
á  2  de  Diciembre  corrió  dos  veces  peligro  de 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS.      203 

hacerse  pedazos  la  barca  en  que  íbamos.  £1  pri- 
mero fué  por  la  mañana,  quedando  encallado 
en  unos  arenales,  y  entró  tan  profundamente  la 
quilla,  que  muy  trabajosamente,  con  el  ayuda 
de  las  otras  embarcaciones,  se  pudo  desencallar 
y  sacar  fuera  de  la  arena.  En  este  lance  suplica- 
mos con  grande  afecto  á  la  Santísima  Virgen, 
y  con  su  favor,  cuando  creíamos  entrase  el 
agua  por  muchas  partes,  se  halló  que  no  había 
padecido  nada. 

Pero  mayor  fué  el  peligro  y  el  susto  al 
entrar  la  noche,  porque  soplando  muy  recio 
el  viento  y  alterado  el  río,  y  caminando  el  bar- 
co á  todo  riesgo,  dio  de  golpe  en  un  escollo 
ciego  y  la  furia  del  agua  y  del  viento  la  es- 
trelló de  escollo  en  escollo  hasta  arrojarla  so- 
bre la  ribera. 

Aquí  nos  sorprendió  á  todos  el  susto  y  ya 
esperábamos  que  se  había  de  hacer  pedazos  y 
correr  peligro  nuestra  vida;  pero  la  piadosísima 
Señora  quiso  hacernos  cumplida  la  gracia,  sa- 
liendo, así  nosotros  como  la  barca,  sanos  y 
salvos  de  aquel  riesgo. 

Á  4  de  Enero  ordenó  el  P.  Superior  que  ade- 
lantándose tres  barcos  á  vela  y  remo  procura- 
sen cuanto  antes  entrar  en  el  puerto  de  la  Asun- 
ción para  llevar  al  P.  Juan  Bautista  Neuman, 
que  afligido  sobremanera  de  la  disentería  estaba 


204  P.  PATRICIO   FERNÁNDEZ 

poco  menos  que  reducido  á  los  ültimos  perío- 
dos de  la  vida. 

Por  fin,  el  día  7,  dimos  todos  fondo  en  aquel 
puerto,  donde  al  desembarcar  nos  salió  á  reci- 
bir el  Gobernador,  la  nobleza  y  el  pueblo  en 
gran  multitud,  que  quisieron  en  todo  caso,  por 
más  que  nosotros  lo  rehusamos,  conducirnos 
hasta  el  colegio,  donde  tuvimos  la  triste  nueva 
del  fallecimiento  de  aquel  buen  Padre.  Venía 
tan  maltratado  y  tan  acabado  de  fuerzas  por  los 
trabajos  del  viaje,  fuera  de  que  en  muchas  se- 
manas no  se  le  pudo  dar  á  comer  otra  cosa  que 
un  triste  puñado  de  maíz  corrompido,  que  una 
hora  después  de  haber  entrado  en  nuestro  cole- 
gio pasó  á  recibir  en  la  Jerusalén  celestial  el 
galardón  de  tantos  trabajos. 

Á  sus  exequias  asistieron  el  Cabildo  eclesiás- 
tico y  secular  y  todas  las  religiones  que  quisie- 
ron honrar,  como  ellos  decían,  el  cadáver  de 
un  santo  mártir,  pues  que  las  fatigas  y  trabajos 
sufridos  por  la  gloria  de  Dios  y  bien  de  las  al- 
mas le  habían  acabado. 

Á  g  del  mismo  mes  salimos  de  la  Asunción 
para  volver  á  los  Guaranís,  donde  últimamente^ 
á  4  de  Febrero,  dimos  fin  á  tan  larga  navega- 
ción. 

Nueve  meses  hemos  gastado  en  este  viaje; 
hannos  faltado  dieciséis  indios  por  la  escasez 


RELACIÓN  DE   INDIOS  CHIQUITOS      2 05 

de  los  víveres  y  por  la  disentería  que  á  casi  to- 
dos nos  afligió,  y  á  habernos  tardado  un  poco 
más  hubieran  muerto  otros  Misioneros  con 
grave  perjuicio  de  tantas  almas,  á  cuya  conver- 
sión estaban  destinados.»  Hasta  aquí  la  rela- 
ción de  este  viaje. 

Notable  fué  el  sentimiento  del  P.  Provincial 
viendo  desvanecidos  medios  tan  eficaces  para 
el  intento;  mas  no  por  eso  desistió  abandonan- 
do la  empresa,  y  así,  pasado  el  año  siguiente  á 
la  visita  del  colegio  de  Tari  ja,  ordenó  al  Padre 
Juan  Patricio  Fernández  que  fabricase  algunas 
canoas  en  las  riberas  que  se  creía  eran  del  río 
Paraguay,  enviase  por  allí  al  P.  Miguel  de  Ye- 
gros,  con  el  kermano  Enrique  Adamo,  á  la 
Asunción,  acompañándoles  los  Xarayes  prácti- 
cos del  río  y  valientes  vogadores. 

Partió  al  punto  el  P.  Juan  Patricio  con  los 
dos  compañeros  y  cien  indios  del  pueblo  de 
San  Rafael  por  el  mes  de  Octubre  de  aquel  año^ 
para  ver  si  aquel  río,  junto  al  cual  el  P.  Fran- 
cisco Hervás  había  levantado  la  cruz,  era  el  Pa- 
raguay; pero  á  tres  jornadas  de  camino  halló 
que  se  perdía  en  aquel  que  parecía  río  en  unos 
palmares,  sin  saber  dónde  era  su  término;  con 
todo  eso  pasó  ochenta  leguas  más  adelante 
para  reconocer  dónde  estaba  la  cruz;  pero  lle- 
gando allí  vio  que  no  era  este  el  río  Paraguay 


2o6  P.  PATRICIO  FERNÁNDEZ 

ni  ramo  suyo,  sino  un  gran  lago  que  en  el 
tiempo  de  las  lluvias  se  extendía  por  aquellos 
valles. 

Descubríanse  desde  aquí  montañas  muy  altas 
«ntre  Oriente  y  Mediodía,  y  creyendo  que  á  la 
falta  de  ellas  correría  el  deseadísimo  río,  deter- 
minó ir  allá,  como  lo  hizo;  el  viaje  era  incómo- 
do y  trabajoso,  porque  todo  él  había  de  ser  por 
la  cumbre  de  la  montaña;  pasó  por  cierta  Ran- 
chería de  Guarayos  destruidos  por  los  Mamalu- 
cos,  encontró  muchas  lagunas,  registró  la  más 
grande  y  profunda  para  ver  si  desaguaba  en  el 
río  Paraguay,  pero  todo  sin  provecho. 

Ya  era  la  mitad  de  Diciembre  y  amenazaba 
el  cielo  inundar  las  campañas  con  las  lluvias, 
que  cerraban  el  camino  para  la  vuelta;  pero  con 
todo  eso,  norque  tantos  trabajos  no  quedasen 
frustrados,  quiso  gastar  otros  ocho  días  en  aque- 
lla empresa  que  tantos,  y  no  más,  parecían  nece- 
sarios para  llegará  las  costas  del  Paraguay,  como 
lo  afirmaban  algunos  indios  viejos,  quienes  por 
unas  montañas  fragosas  que  tenían  delante,  se 
acordaban  del  país,  por  donde  cuando  mozos 
anduvieron  con  sus  paisanos  para  mover  gue- 
rra á  los  Guarayos  que  viven  á  la  ribera  del  río 
Paraguay. 

Llegaron  allá  después  de  ocho  días,  habien- 
vdo  gastado  los  tres  en  abrir  camino  por  un  es- 


RELACÓIM  DE  INDIOS  CHIQUITOS       207 

peso  bosque,  sin  hallar  con  qué  apagar  la  sed 
sino  exprimiendo  ciertas  raíces  que  llaman  Bo- 
curús. 

Poco  más  adelante  descubrieron  una  laguna 
muy  grande  cercada  de  una  corona  de  montes 
que  hacia  el  Oriente  abrían  boca,  por  donde  la 
laguna  descargaba  sus  aguas,  y  por  el  Poniente 
la  ceñía  un  bosque  espesísimo.  Preguntóles  el 
P.  Juan  Patricio  Fernández  si  esta  laguna  iba  á 
desembocar  en  el  río  Paraguay,  á  que  respon- 
dieron que  no  sabían,  mas  un  Penoquí  de  aque- 
llos que  se  escaparon  de  las  manos  de  los  Ma- 
malucos,  añadió  que  por  aquella  laguna  habían 
entrado  los  enemigos  á  discurrir  y  registrar  el 
país,  y  por  la  banda  del  Oriente  se  descubría  un 
arenal,  donde  desembarcando  dichos  Mamalu- 
cos  habían  dejado  las  canoas  y  tomando  cami- 
no por  tierra,  habían  ido  á  caza  á  los  indios 
Taus. 

Oído  esto,  mandó  al  momento  fabricasen 
una  canoa,  pero  no  hallando  madero  á  propó- 
sito, y  estando  ya  en  el  corazón  del  invierno,  le 
fué  forzoso  volver  atrás  y  dejar  la  empresa  para 
mejor  tiempo. 

Repartiendo,  pues,  á  la  gente  las  vituallas 
que  había  reservado  para  su  viaje  á  la  Asun- 
ción, la  envió  á  reconocer  aquel  arenal  y  cami- 
no de  los  Mamalucos. 


2o8  P.    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

A  dos  jornadas  de  camino  dio  dicha  gente 
en  una  pequeña  Ranchería  de  Guarayos  de  se- 
senta almas,  qne  condujeron  consigo  al  pueblo 
de  San  Juan  Bautista,  á  donde  llegaron  sanos 
y  salvos  el  Sábado  Santo  del  mismo  año. 

El  P.  Juan  Patricio  y  sus  compañeros  gas- 
raron  veinticinco  días  para  entrar  en  San  Ra- 
fael, por  estar,  á  causa  de  las  lluvias  innundada 
toda  la  campaña,  por  cuya  causa  se  veían  obli- 
gados á  caminar  descalzos,  todos  calados  de 
agua,  y  era  gran  fortuna  topar  á  la  noche  con 
algún  montecillo,  aunque  pantanoso,  donde  ha- 
cer alto,  aunque  no  para  tomar  algún  reposo  y 
aliento  en  el  sueño,  por  no  permitirlo  la  infinita 
multitud  de  mosquitos  y  tábanos  que  produce 
la  humedad. 

Tantas  fatigas,  maltratamientos  y  trabajos 
causaron  en  estos  Misioneros  graves  enferme- 
dades y  por  gran  fortuna  pudieron  ellos  con- 
valecer; mas  no  así  el  hermano  Enrique  Adamo,, 
que  consumido  y  deshecho  de  los  excesivos 
trabajos  y  no  teniendo  fuerzas  para  recobrarse, 
pasó  el  día  27  de  Julio  de  1705  á  la  bienaven- 
turanza, para  recibir  el  galardón  de  sus  fatigas. 
Era  este  hermano  enfermero  en  la  Casa  Pro- 
fesa de  Roma,  cuando  llegando  á  aquella  corte  el 
P.  Ignacio  de  Frías,  procurador  general  de  esta 
provincia,  obtuvo  licencia  de  nuetro  Padre  gene- 


RELACIÓN  DE  INDIOS   CHIQUITOS      209 

ral  Tirso  González  para  venir  por  su  compañero 
y  pasar  á  las  Misiones  de  los  Guaranís,  de  donde 
fué  á  ejercitar  el  mismo  oficio  de  enfermero  á 
este  colegio  de  Córdoba,  y  de  aquí  fué  á  las  Mi- 
siones de  los  Chiquitos,  á  que  siempre  tuvo  gran, 
de  afecto  y  con  su  celo  é  industria  procuró  los 
progresos  de  ellas,  hasta  perder  la  vida  en  la 
demanda. 

De  los  Guarayos  que  se  avecindaron  en  San 
Juan  Bautista  había  algunos  que  entendían  la 
lengua  castellana,  con  lo  cual  pudo  el  P,  Juan 
Patricio  Fernández  informarse  del  Paraguay  y 
del  puerto  donde  los  Mamalucos  daban  fondo 
para  tomar  noticias  de  la  tierra  de  los  Chiquitos 
y  aun  ellos  se  ofrecieron  á  ir  con  él  allá. 

Por  tanto,  despachó  algunos  indios  á  abrir  ca- 
mino en  los  bosques  de  los  Taus,  los  cuales  lle- 
gando á  la  última  Ranchería  de  estos,  situada  á 
la  falda  de  las  sierras  de  Santa  Cruz  la  Vieja,  des- 
cubrieron á  los  Paisanos  el  intento  de  su  ida,  los 
cuales  se  lo  disuadieron  diciéndoles  que  no  po- 
drían tenerse  en  pie  las  caballerías  por  aquellas 
cuestas  tan  fragosas  y  les  señalaron  un  camino 
no  tan  difícil,  aunque  todo  de  bosque  pero  todo 
lleno  de  arroyos  y  en  algunos  lugares  se  dilataba 
en  fértiles  campañas. 

Al  principio  de  Agosto  partió  en  su  segui- 
miento el  P.  Fernández  con  el  P.  Juan  Bautista 

LIBROS  QUE  TRATAN  DE  AMÉRICA. — T.  XII.    1 4 


2IO  P.    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

Xandra  y  dos  Guarayos,  paróse  en  las  tierras 
de  los  Guarayos,  donde  halló  á  ciertos  cristia- 
nos que  habían  venido  de  la  Reducción  de  San 
Joseph  para  exhortar  á  aquella  gente  á  alistarse 
debajo  de  las  banderas  de  Cristo,  y  consiguie- 
ron su  pretensión  porque  abandonando  todos 
su  nativo  suelo,  se  redujeron  á  vivir  en  nuestras 
Reducciones. 

Detuviéronse  aquí  los  Padres  tres  días  espe- 
rando á  los  neófitos  que  habían  despachado  á 
reconocer  el  nuevo  camino;  de  aquí  prosiguie- 
ron su  viaje,  aunque  bañados  de  sudor,  siendo 
necesario  abrir  camino  con  hachas  y  picos  por 
una  espesísima  seh^a,  hasta  que  entraron  en  una 
campaña  de  bellísima  vista,  enfrente  de  la  cual 
estaba  la  laguna  Mamoré,  á  donde  se  encami- 
naban. 

Llegaron,  finalmente,  á  la  playa  donde  solían 
desembarcar  los  Mamalucos,  en  donde  halló  el 
P.  Superior  cinco  largas  cadenas  que  habían 
enterrado  allí  aquellos  crueles  hombres. 

Esta  playa  es  un  brazo  de  tierra,  algunas  millas 
dentro  de  la  laguna,  y  corre  hacia  Oriente  y  divi- 
de aquella  laguna  en  dos  ensenadas,  una  de  las 
cuales  se  extiende  al  Septentrión  y  la  otra  al  Me- 
diodía; y  así  por  lo  que  veía  como  por  lo  que  sa- 
bía por  relaciones  ajenas,  se  certificó  que  dicha 
laguna  desembocaba  en  el  río  Paraguay. 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS       211 

^uiso  el  Padre  adelantarse  y  pasar  adelante, 
para  lo  cual  mandó  á  los  indios  que  buscando 
un  grueso  leño  fabricasen  de  él  una  canoa ;  y 
ellos,  no  muy  lejos  de  allí,  hallaron  un  árbol 
bien  á  propósito  para  el  caso,  el  cual,  dispuesto 
en  forma  de  canoa  y  echado  al  agua,  apenas  los 
<3hiquitos  que  entraron  dentro  habían  apresta- 
do los  remos  para  vogar,  cuando  se  volcó  y 
aquellos  pobres  cayeron  al  agua,  de  donde  con 
^an  trabajo  salieron  diciendo:  «  Esto  no  es 
para  nosotros.» 

Estando,  pues,  por  aquel  lado  muy  alterada 
la  laguna  por  el  viento  que  soplaba,  les  ordenó 
el  P.  Fernández  pasasen  la  canoa  á  la  otra  en- 
senada; mas  sondando  los  indios  el  fondo  del 
agua  no  se  quisieron  arriesgar  á  ponerse  otra 
vez  en  peligro;  pidióles  el  Padre  que  á  lo  menos 
le  pasasen  á  la  otra  banda,  lo  cual  también  re- 
husaron por  ser  manifiesto  el  peligro  de  que  la 
impetuosa  corriente  del  agua  volcase  la  canoa 
y  él  se  hundiese  sin  poder  ser  socorrido:  pare- 
cía azar  y  siniestro  accidente  que  no  sufriesen 
el  efecto  pretendido  tantas  diligencias  y  traba- 
jos sufridos  por  descubrir  el  puerto  tan  desea- 
do del  Paraguay;  pero  no  fué  sino  providen- 
cia singularísima  del  Altísimo,  que  no  menos 
cuidaba  de  su  gloria  que  de  la  vida  de  sus  sier- 
vos, porque  si  nuestros  Misioneros  de  las  Re- 


212  P.  PATRICIO  FERNÁNDEZ 

ducciones  de  los  Chiquitos  bajaban  á  la  de  los^ 
Guaranís,  caían  en  manos  de  los  Payaguás,  que 
habían  jurado  vengar  la  muerte  de  sus  paisanos 
con  la  muerte  y  estrago  de  cualquier  español 
que  encontrasen,  como  poco  después  lo  escri- 
bió el  P.  Provincial,  ordenando  que  ninguno  de 
los  nuestros  bajase  por  allí  á  los  Guaranís,  y 
que  si  alguno  estuviese  ya  en  camino,  diese  la 
vuelta  luego  á  los  Chiquitos. 

La  causa  del  rompimiento  fué  que  cuando 
aquellos  cinco  Misioneros  de  quien  poco  antes 
hablé,  llevaron  consigo  á  la  ciudad  de  la  Asun- 
ción los  más  nobles  de  aquella  nación,  no  fue- 
ron éstos  recibidos  de  la  ciudad  con  buena 
cara,  temiendo  que  venían  á  reconocer  la  tierra 
y  darles  de  improviso  un  asalto  y  saquearla; 
con  todo  eso,  por  respeto  de  los  nuestros,  los 
trató  cortesmente  el  Gobernador,  y  acariciados 
con  mil  regalos  y  presentes  se  volvieron  á  sus 
tierras. 

Poco  después,  no  sé  con  qué  motivo,  discu- 
rrían por  el  río  algunos  españoles,  y  encontrán- 
dose con  una  escuadra  de  aquellos  bárbaros  les 
dieron  una  carga  cerrada  de  mosquete,  y  con  la 
muerte  de  algunos  pusieron  á  los  demás  en 
fuga. 

Con  esto  se  rompió  la  paz,  y  jamás  los  Pa- 
yaguás se  fiarán  de  los  nuestros,  y  mucho  me- 


*  RELACIÓN  DE  INDIOS    CHIQUITOS      213 

nos  de  los  españoles;  antes  bien,  estarán  siem- 
pre alerta  para  vengarse  de  la  injuria  recibida, 
'€Omo  lo  han  ejecutado  con  harto  daño  de  toda 
aquella  gobernación  del  Paraguay. 


CAPÍTULO   IX 


Múdanse  á  otro  paraje  las  Reducciones;  pasa  el  Padre 
Superior  á  Tarija  y  desastres  de  los  neófitos. 


Por  haberse  ocupado  el  P.  Superior  en  la  em- 
presa.que  acabo  de  referir,  no  se  había  puesta 
en  ejecución  el  orden  del  P.  Visitador  de  estas 
Reducciones,  José  Pablo  de  Castañeda  de  que 
se  buscase  sitio  mejor  y  más  sano  para  fabricar 
de  nuevo  las  Reducciones;  por  lo  cual  quiso  al 
presente  ponerlo  por  obra,  á  que  no  poco  ayu- 
daron las  enfermedades  y  el  contagio. 

Considerado  pues,  el  sitio  más  conforme  á 
la  salud  de  aquellos  pueblos,  y  para  reducir  á  la 
fe  las  naciones  confinantes,  determino  con  mu- 
cho gusto  de  los  neófitos,  que  la  Reducción  de 
San  Rafael  se  trasladase  y  plantase  sobre  un 
monte  poco  distante  de  su  primera  fundación, 
donde  se  halla  al  presente,  con  gran  provecho 
de  los  infieles  que  allí  van  á  vivir  y  tomar  casa. 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS  215 

1.a  Reducción  de  San  Juan  Bautista  se  mudó 
al  Zapoco,  riachuelo  de  poca  agua,  pero  cómo- 
do, á  que  también  se  juntaron  otros  infieles. 

En  la  Reducción  de  San  Joseph,  por  no  cua- 
drales á  los  indios  el  sitio  que  se  escogió  para 
mudarla,  se  tuvo  por  mejor  trasladarla  á  Santa 
Cruz  la  Vieja,  en  cuya  elección,  cuan  bien  adi- 
vinasen los  neófitos,  se  descubre  por  el  estado 
próspero  en  que  siempre  se  ha  mantenido,  y 
por  ser  escala  á  las  naciones  infieles  del  Chaco. 

No  ha  dejado,  empero,  el  demonio  de  hacer 
de  las  suyas,  para  arrancarla  de  aquí  viendo 
cuánto  daño  se  le  ha  seguido  á  su  partido;  pero 
descubiertas  sus  trazas  y  marañas,  se  redujeron, 
todas  á  humo. 

La  otra  de  San  Francisco  Xavier  se  pasó 
trece  leguas  más  adelante  hacia  el  Septentrión  y 
siempre  ha  ido  en  aumento,  de  suerte  que  ha 
sido  necesario  dividirla  en  otras  Reducciones. 

Escogido,  pues,  el  lugar  para  la  nueva  funda- 
ción, ordenó  el  P.  Superior  no  se  emprendiese  la 
fábrica,  sin  haber  hecho  primero  la  sementera  y 
tener  con  qué  vivir:  mas  el  pueblo  no  quiso  es- 
perar tanto,  por  ver  siempre  á  sus  ojos  la  muer- 
te en  aquel  clima  inficcionado  mucho  tiempo 
antes  de  la  peste;  por  lo  cual  se  vieron  los  Padres 
precisados  á  seguir  los  indios,  y  el  P.  Superior, 
pasando  á  San  Joseph,  halló  solos  á  los  Misio- 


2l6  P.  PATRICIO  FERNÁNDEZ 

ñeros,  que  con  su  ajuar  estaban  ya  de  partida 
para  seguir  á  los  neófitos. 

De  aquí  se  condujo  á  la  villa  de  Tarija  á  tra- 
tar los  negocios  de  aquella  cristiandad  con  el 
nuevo  Provincial  P.  Blas  de  Silva,  que  desde  el 
día  1 6  de  Septiembre  de  1706  gobernaba  esta 
provincia,  llevando  consigo  los  Guarayos  prác- 
ticos del  Paraguay. 

Llegado,  pues,  á  la  dicha  villa,  refirió  las  no- 
ticias más  seguras  del  puerto  que  había  en  el  río 
Paraguay  y  destinó  aquellos  indios  para  que  se 
despachasen  á  los  Guaranís,  á  fin  de  que  guia- 
sen con  seguridad  otros  Misioneros  á  los  Chi- 
quitos. 

De  todo  esto  hizo  poco  caso  el  P.  Provincial, 
diciendo  serían^  estos  indicios  como  los  pa- 
sados, de  que  no  se  debía  tener  cuenta  ni 
arriesgar  á  otros  Apostólicos  operarios  que  tra- 
bajaban en  otras  partes  con  igual  gloria  de 
Dios  y  provecho  de  las  almas.  Que  fuesen  los 
Misioneros  de  los  Chiquitos  los  primeros  que 
rompiesen  el  camino,  que  por  una  contingencia 
no  quería,  á  tanta  costa,  exponer  otros  sujetos 
en  aquella  trabajosa  empresa.  A  que  no  pudien- 
do  replicar  el  P.  Fernández,  esperó  mejor  tiem- 
po para  lograr  sus  deseos:  y  por  estar  ya  á  los 
fines  de  Diciembre  y  cerrados  los  caminos  con 
las  lluvias,  se  quedó  en  Tarija,  confirmado  en 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS      217 

el  gobierno  de  aquellas  Misiones;  y  el  año  si- 
guiente de  1707  volvió  á  ellas  con  otros  dos 
operarios,  el  P.  Pablo  Restivo,  siciliano,  Misio- 
nero antiguo  de  los  Guaranfs,  y  el  P.  Juan  Bau- 
tista de  Zea  con  el  oficio  de  Visitador,  en  nombre 
del  Provincial,  el  cual  pensaba  abrir  nuevo  ca- 
mino, porque  había  recibido  orden  el  P.  Felipe 
Suárez  que  desde  el  pueblo  de  San  Joseph,  alla- 
nase el  camino,  costeando  el  río  San  Miguel, 
porque  se  ahorraban  muchas  jornadas  de  viaje 
y  se  libraban  de  los  vados  peligrosos  del  río 
Guapay  y  por  aquí  habían  ido  antiguamente  los 
Chiriguanás  á  caza  de  indios  Penoquís,  aunque 
les  salió  mal  esta  invasión,  porque  cogidos  de 
los  Penoquís  en  una  emboscada,  los  pasaron  á 
todos  un  palo  por  las  entrañas,  y  así  traspasados 
los  levantaron  en  el  aire  y  los  pusieron  á  los 
lados  del  camino  para  muestra  de  lo  que  harían 
con  otros  si  se  moviesen  á  cosa  semejante. 

El  P.  Suárez,  por  el  mes  de  Mayo  puso  por 
obra  la  voluntad  del  P.  Zea,  aunque  no  pudo 
llegar  hasta  las  Rancherías  de  los  Chiriguanás 
por  no  tener  con  qué  sustentar  á  buen  número 
de  indios  Chiquitos,  que  allanaban  el  camino . 
Con  todo  eso,  teniendo  á  la  vista  aquella  punta 
de  montes  que  habitan  los  Chiriguanás,  se  alan- 
zó con  dos  indios  para  ver  si  descubría  alguna 
Ranchería. 


2l8  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

A  pocos  pasos  vio  que  venía  hacia  sí  uno  de 
los  Chiriguanás,  que  despavorido  á  la  vista  del 
P.  Felipe,  como  de  enemigos,  metió  las  espue> 
las  al  caballo,  y  llegando  á  toda  carrera  á  su 
Ranchería  dio  aviso  que  venían  Mamalucos, 
con  que  se  previno  para  la  defensa  y  puso  en 
armas  todo  el  contorno.  Por  lo  cual,  no  tenien- 
do el  Padre  quien  le  guiase  y  viéndose  abando- 
nado de  sus  cristianos,  dio  la  vuelta  á  San  Jo- 
seph,  y  aunque  no  pudo  noticiar  de  lo  sucedí- 
do  al  P.  Fernández,  lo  supo  éste  en  el  valle  de 
las  Salinas  por  aquella  voz  que  se  divulgó,  de 
la  cual  conjeturó  había  sido  lo  que  había  inten- 
tado el  P.  Felipe. 

A  fines  de  Septiembre  se  partió  el  P.  Fernán- 
dez á  los  Chiquitos,  y  llegando  á  las  tierras  de 
los  Chiriguanás,  llamadas  Palmares,  tuvo  noti- 
cias más  ciertas  del  camino  que  habían  abierta 
los  Chiquitos.  Por  lo  cual  resolvió  el  P.  Visita* 
dor  Juan  Bautista  de  Zea,  dejado  el  camino 
antiguo,  tirar  al  Oriente  hacia  el  río  Parapití  á 
una  Ranchería  de  Chiriguanás,  llamada  Chara* 
guá,  por  donde  pasa  aquel  río;  aquí  trató  con 
dos  caciques  para  que  le  guiasen  hasta  donde 
había  llegado  el  P.  Suárez,  ofreciéndose  éstos  al 
punto,  anticipándoles  los  nuestros  una  buena 
paga;  pero  el  día  antes  de  la  partida,  estando 
bien  tomados  de  la  chicha,  que  es  su  vino,  des- 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS       219 

cubrieron  cuanto  maquinaban  en  su  corazón,  y 
era  la  causa  de  todo  que  sus  parientes  habían 
montado  en  cólera  porque  enseñaban  á  los  Pa- 
dres aquel  camino  por  donde  en  adelante  ven- 
drían á  robarlos  y  hacerlos  esclavos  los  Mama- 
lucos,  diciéndoles  era  mejor  matarlos  á  maca* 
nazos,  ó  si  no  á  lo  menos  conducirlos  á  donde 
los  tigres  hiciesen  estrago  en  ellos;  los  caci- 
ques, empero,  querían  mantener  la  palabra  sia 
moverles  nada  estas  razones  que  alegaban,  más 
por  deseo  de  la  ganancia  que  sacaban,  que  por 
certidumbre  que  tuviesen  de  los  peligros  que 
les  podrían  suceder.  Por  lo  cual  el  día  siguiente 
se  aprestaron  puntualmente  para  ir  sirviendo  á, 
los  Padres  y  los  acompañaron  hasta  el  Pa- 
rapití. 

Pocas  millas  faltaban  para  llegar  al  lugar 
donde  el  P.  Suárez  había  vuelto  atrás,  cuando, 
los  dos  caciques  se  dejaron  salir  de  la  boca 
estas  palabras:  «Gran  lástima  tenemos  de  vos- 
otros, porque  os  han  de  robar  y  matar  los  Tur. 
quís  que  discurren  por  este  camino».  Tuquís 
llaman  á  los  pueblos  que  no  son  de  su  na- 
ción. 

El  P.  Visitador  hacía  que  no  los  entendía  y 
quería  pasar  adelante,  pero  aconsejándose  con 
sus  compañeros,  sospechó  maquinaban  alguna 
traición  los  Chiriguanás,  y  que  con  el  pretesto  de 


220  P.    PATRICIO   FERNANDEZ 

los  Tuquís,  querían  encubrir  sus  tramas;  pues 
fuera  de  ellos  no  había  otros  en  el  país  que  ha- 
bían registrado  bien  los  Chiquitos,  por  lo  cual, 
so  color  de  que  las  caballerías  se  habían  cansa- 
do y  que  no  podrían  andar  lo  que  les  faltaba  de 
camino,  se  dieron  prisa  á  volver  atrás  para  es- 
capar de  las  uñas  de  aquellos  bárbaros,  que  por 
sólo  robarles  las  pobres  cosillas  que  llevaban 
consigo,  les  querían  hacer  traición.  Y  no  se  en- 
gañaron, pues  se  encontraron  con  muchas  cua- 
drillas de  aquellos  bárbaros  que,  preguntados  á 
dónde  iban,  respondieron  que  á  pescar  en  el 
Parapití;  pero  se  les  escaparon  de  las  manos  es- 
tos peces  que  iban  á  buscar. 

No  se  perdió  del  todo  tan  largo  viaje,  ni  las 
fatigas  y  trabajos  que  padecieron  estos  fervoro- 
sos operarios,  disponiéndolos  Dios  para  que 
las  almas  de  dos  niños  consiguiesen  la  feliz 
suerte  de  su  predestinación. 

Estaban  éstos  en  el  Charaguá  ya  para  expi- 
rar, cuando  fueron  llamados  los  nuestros  para 
que  les  aplicasen  algún  remedio  corporal;  pero 
viendo  ellos  perdida  la  esperanza  de  la  vida 
temporal,  les  procuraron  el  remedio  del  alma 
con  el  santo  bautismo,  y  apenas  le  recibieron, 
cuando  fueron  á  gozar  de  aquella  bienaventu- 
ranza que,  ciegos  sus  padres,  tanto  aborrecían. 
Lo  cual  llenó  tanto  de  jüblilo  á  aquellos  va- 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS      221 

roñes  apostólicos,  que  por  ello  sólo  les  pare- 
cieron bien  empleados  tantos  sudores  y  fa- 
tigas. 

A  causa  de  estos  embarazos  no  pudieron  lle- 
gar á  los  Chiquitos  hasta  mediado  Diciem- 
bre, con  que  les  fué  preciso  hacer  alto  en  la 
Reducción  de  San  Francisco  Xavier  por  las  llu- 
vias que  ya  inundaban  el  país. 

Poca  gente  halló  el  P.  Visitador  Zea  en  las 
Reducciones,  porque  apenas  los  indios  habían 
levantado  sus  casas,  y  recogido  algunas  mie- 
ses  para  su  manutención,  cuando  se  partieron 
al  punto  á  reconocer  el  país  y  sus  confines  y 
espiar  las  Rancherías  de  los  infieles,  porque  ya 
que  había  sido  costumbre  antigua  suya  hacer 
guerra  á  los  confinantas  y  tomarlos  por  escla- 
vos, se  valieron  de  eso  los  nuestros  para  dila- 
tar la  gloria  de  Dios  y  en  provecho  de  aquellos 
infieles  que  vivían  en  las  tinieblas  de  la  muerte 
y  de  la  infidelidad;  persuadiéronles,  pues,  que 
fuesen  por  las  Rancherías  de  los  circunveci- 
nos, pero  sin  causarles  el  menor  daño  ni  en  las 
vidas  ni  en  la  haciendas;  antes  bien,  que  con 
afabilidad  y  con  otros  buenos  modos,  les  diesen 
noticias  de  Dios  y  de  las  cosas  del  cielo,  ense- 
ñándoles el  fin  para  que  habían  sido  criados  y 
vivían  en  el  mundo,  la  necesidad  de  abrazar  la 
ley  de  Cristo  para  ser  eternamente  felices,  y 


222  P.    PATRICIO    FERNANDEZ 

•que  procurasen  ganarse  el  afecto  de  alguno  de 
ellos,  para  que  sirviese  de  guía  é  intéprete  á  los 
Misioneros. 

Los  buenos  cristianos  empezaron  á  ejercitar 
tan  puntualmente  la  lección  que  se  les  dio,  que 
por  no  traspasarla  aún  levemente,  se  dejaban 
hacer  pedazos  de  los  bárbaros,  por  lo  cual  fué 
necesario  explicarles  lo  que  podían  hacer  si 
fuesen  acometidos  para  que  no  sucediese  en  ade- 
lante lo  que  sucedió  á  unos  indios  de  la  Reduc- 
ción de  San  Joseph,  que  yendo  en  busca  de  las 
Salinas  dieron  en  una  Ranchería  de  infieles;  en- 
traron en  ella  sin  armas,  desplegado  sólo  el  es- 
tandarte con  la  imagen  de  Nuestra  Señora,  y 
con  palabras  suaves  y  corteses  procuraron  do- 
mesticar la  fiereza  de  los  moradores;  pero  és- 
tos, mirándolos  con  malos  ojos,  dieron  sobre 
ellos  como  tigres  é  hicieron  en  ellos  tan  cruel 
estrago,  que  sólo  un  indio  con  dos  muchachos 
pudo  escapar  con  vida. 

Otro  tanto,  si  no  ya  peor,  porque  fueron  más 
en  número,  sucedió  á  los  de  San  Juan  Bautista. 
Internáronse  éstos  en  país  enemigo,  ochen- 
ta y  más  leguas  á  una  tierra  de  infieles  cercada 
alrededor  de  profundos  fosos  de  agua,  junto  á 
los  cuales  tenían  fabricadas  sus  casas;  entraron 
dentro  los  nuestros  y  dos  solos  de  sus  morado- 
res, porque  los  demás  estaban  trabajando  en  ei 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS      223 

campo,  salieron  fuera  á  hacerles  frente  y  á  ame- 
nazarles con  sus  flechas. 

Viendo  uno  de  éstos  que  los  cristianos  no 
desistían  de  avanzarse,  hirió  con  una  saeta  al 
que  llevaba  la  imagen  de  Nuestra  Señora,  á 
quien  ellos  no  hicieron  otro  daño  que  quitarle 
las  armas  (cosa  maravillosa  digna  de  tenerse 
por  milagro  aun  en  los  aprovechados  en  el  es- 
píritu, no  ya  en  bárbaros,  en  cuyos  corazones 
reina  más  la  venganza  que  en  el  cuerpo  el 
alma);  pero  las  mujeres,  empuñando  las  armas, 
fueron  á  los  sembrados  á  avisar  á  los  hombres, 
los  cuales,  dejada  la  labor,  volvieron  al  punto 
con  ánimo  de  hacer  en  ellos  una  gran  carnice- 
ría; pero  viendo  el  número,  y  habiendo  con 
daño  propio  probado  otras  veces  el  coraje  y 
aliento  de  los  Chiquitos,  se  detuvieron  y  previ- 
nieron la  mesa  en  qué  repararse  de  la  hambre, 
hablando  más  por  señas  que  con  palabras  por 
ser  de  diferentes  lenguas. 

Poco  después  vino  el  cacique,  que  al  punto 
hizo  retirar  á  los  suyos  y  ordenó  que  recogiesen 
las  armas  que  los  nuestros,  en  señal  de  paz,  ha- 
bían puesto  en  el  suelo. 

Llevaban  esto  de  mala  gana  los  Chiquitos; 
pero  su  Capitán,  fervorosísimo  en  la  fe,  cnando 
antes  de  convertirse  parecía  una  fiera,  mandó 
que  se  las  dejasen  coger,  queriendo  con  tal  bou- 


224  P-  PATRICIO   FERNÁNDEZ 

dad  y  mansedumbre  ganarles  el  afecto  y  la  vo- 
luntad, y  sus  almas  para  Cristo.  Pero  aprovechó 
poco,  porque  luego  que  los  vieron  desarmados^ 
cargaron  los  bárbaros  sobre  ellos  y  hubieran 
hecho  en  ellos  un  grande  estrago,  hasta  no  de- 
jar ninguno  vivo,  si  no  se  hubieran  entrada 
algunos  pocos  dentro  de  los  fosos;  quedaron 
muchos  heridos,  y  por  muchos  meses  llevaban 
en  el  cuerpo  las  señales  del  fervor  y  deseo  que 
fomentaban  en  sus  pechos  de  verter  la  sangre 
por  Cristo. 

Fué  uno  de  ellos  herido  en  el  vientre,  y  la 
punta  de  la  flecha  le  dañó  las  entrañas;  el  cual 
con  gran  trabajo  le  condujeron  á  casa  en  bra- 
zos ajenos,  y  postrado  en  la  cama  por  mucho 
tiempo,  hasta  que  no  le  quedó  más  que  la  piel 
sobre  los  huesos,  perdida  la  esperanza  de  sanar 
trató  un  Misionero  de  disponerle  para  morir,, 
díciéndole  que  perdonase  á  sus  enemigos  y  se 
tuviese  por  dichoso  en  dar  su  vida  por  llevar  á 
otros  la  luz  del  Evangelio,  que  imitase  á  su  buen 
Redentor  que  por  sus  enemigos  pidió  perdón  á 
su  Eterno  Padre,  amándoles  con  amor  infinito, 
en  recompensa  de  las  injurias  recibidas. 

El  buen  indio  lo  oyó  con  gusto,  y  con  lágri- 
mas de  tierno  afecto,  los  perdonó  y  ofreció  á 
Dios  su  vida  por  la  salvación  de  aquéllos  que 
le  habían  tan  gravamente  ofendido,  y  así  le  ad- 


RELACIÓN  DE  INDIOS    CHIQUITOS      225 

ministró  los  Sacramentos  y  esperaba  por  ins- 
tantes su  feliz  tránsito  á  mej.or  vida. 

El  día  siguiente  preguntó  al  enfermero  en  qué 
estado  se  hallaba  el  enfermo,  á  que  respondió  que 
estaba  fuera  de  peligro,  y  que  aquel  Señor  que 
había  recibido  le  había  quitado  todo  el  mal. 

No  acababa  el  Padre  de  creerlo;  pero  hallando 
que  era  verdad,  preguntó  al  indio,  ya  sano,  qué 
le  había  sucedido.  A  que  él  satisfizo,  diciendo: 
«  El  Señor,  que  tú  ayer  me  diste,  me  ha  librado 
y  esta  noche  arrojé  fuera  todo  el  mal.» 

Valiéndose  de  este  caso,  exhortó  el  Misione- 
ro á  aquellos  nuevos  cristianos  á  perseverar  en 
el  bien  comenzado  y  á  amar  á  Dios,  que  con 
tal  milagro  manifestaba  cuánto  le  agradaban  sus 
fervores. 

Empero,  no  faltó  quien  tomase  venganza  de 
aquella  crueldad,  porque  los  Piñócas  andando 
también  ellos  en  busca  de  almas,  se  encontraron 
acaso  con  ellos,  y  reconociéndolos  por  los  ro- 
sarios y  cruces  que  llevaban  colgadas  al  cuello, 
despojos  de  los  muertos  (estos  son  los  atavíos  y 
adornos  que' tanto  aprecian  aquellos  cristianos); 
aun  con  todo  eso  no  los  hubieran  atacado,  si  el 
remordimiento  de  la  conciencia  no  hubiese  ati- 
zado á  los  infieles;  los  cuales,  mientras  se  po- 
nían en  armas,  recibieron  de  los  Piñocas  tal 
carga,  que  muchos  de  ellos  cayeron  muertos  en 

LIBROS  QUE  TRATAN  DE  AMÉRICA. — T.  XII.    1 5 


226  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

tierra  y  entre  ellos  el  cacique,  autor  de  la  trai- 
ción. 

Mejor  fortuna  corrieron  otros  indios  de  la 
misma  Reducción  de  San  Juan  Bautista,  que 
entrados  en  una  Ranchería  de  Puraxís,  lograron 
reducir  á  la  Santa  fe  cincuenta  familias,  y  con 
ellos,  alegres  y  contentos,  dieron  la  vuelta  á  su 
Ranchería. 

Siendo  informado  el  P.  Visitador  del  estraño 
encuentro  de  los  de  la  Reducción  de  San  Joseph, 
ordenó  que  cien  indios  del  mismo  pueblo,  per- 
trechados de  armas,  volviesen,  no  para  castigar 
la  cueldad  de  aquellos  malvados,  sino  para 
traer  los  huesos  de  los  muertos  para  darles  hon- 
rosa sepultura  y  que  con  buenos  modos,  aunque 
siempre  con  las  armas  en  la  mano,  les  certifica- 
sen sinceramente  del  fin  porque  iban  á  su  pue- 
blo y  del  amor  que,  aun  después  de  cometida 
aquella  bárbara  atrocidad,  les  tenían. 

Partieron  al  punto;  y  aunque  á  costa  de  gran- 
des trabajos  por- la  falta  de  agua,  de  suerte  que 
no  tenían  para  refrigerar  la  sed  sino  un  poco  de 
rocío  que  recogían  en  los  cardos  silvestres  al 
fin  llegaron  al  lugar  de  la  matanza,  donde  sólo 
hallaron  los  cuerpos  de  sus  hermanos,  pero  no 
á  los  matadores,  á  quienes  obligó  el  temor  del 
castigo  á  retirarse  á  donde  tan  fácilmente  no 
pudiesen  ser  hallados. 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS         227 

Querían  los  cristianos  ir  en  su  seguimiento, 
pero  no  siendo  prácticos  en  los  caminos  defirie- 
ron esta  empresa  para  tiempo  más  oportuno  y 
cargando  en  sus  hombros  los  cadáveres,  dieron 
la  vuelta  á  su  Reducción,  donde  tuvieron  no  poca 
materia  de  alegría  en  los  dos  pueblos  que  vie- 
xon  se  fundaban  de  nuevo;  el  uno  con  el  título 
<ie  San  Ignacio  de  los  Boocas,  y  el  otro  de  la 
Concepción,  donde  se  juntaron  los  pueblos  de 
lenguas  muy  diferentes,  que  en  sus  correrías 
hacia  el  Mediodía  había  descubierto  el  V.  P.  Lu- 
scas Caballero. 

Señaló  por  Superior  de  la  primera  al  P.  Jo- 
:seph  de  la  Mata,  y  él  se  fué  por  su  compañero, 
con  raro  ejemplo  y  edificación  de  todos  en 
usar  del  oficio  para  escoger  el  cultivo  del  cam- 
po más  duro  y  sembrado  de  espinas  y  de  cruces 
(de  que  daré  abajo  pruebas  mayores).  Mas  este 
su  celo  le  hubo  de  costar  presto  la  vida,  porque 
siendo    como   era  Misionero   verdaderamente 
Apostólico,  incapaz  de  reposo  y  descanso,  ape- 
nas llegó  á  la  nueva  Reducción  cuando  al  punto 
quiso  ganar  para  Cristo  á  los  Auropés  y  Taba- 
■cis,  siendo  preciso  para  conseguirlo  pasar  pro- 
fundos pantanos  y  lagunas,  caminando  muchas 
veces  bañado,  así  del  del  agua  que  caía  del  cielo 
como  del  mucho  sudor  en  que  se  resolvía  para 
vencer  no  pocos  ni  ligeros  embarazos.  De  aquí 


228  P.    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

se  le  originó  un  humor  maligno,  que  corrienda 
por  el  cuerpo,  le  ocupó  todo  en  breve  con  una. 
monstruosa  hinchazón,  en  que  peligraba  ya  la 
vida,  á  no  haberle  acudido  el  P.  Mata  con  algu- 
nos remedios,  que  no  tanto  por  su  actividad 
cuanto  por  voluntad  de  Dios,  le  repararon  al- 
gún tanto;  y  para  que  se  restituyese  del  todo  á 
su  antigua  salud,  fué  preciso  mudase  de  aires, 
pasando  á  San  Rafael,  donde  tuvo  dilatado  cam- 
po para  ejercitar  su  celo,  saliendo  á  caza  de 
bestias  racionales  (que  así  se  pueden  llamar 
aquellos  bárbaros)  las  cuales  domesticadas  re- 
dujo al  redil  de  la  Iglesia. 

Parecía  que  iba  á  competencia  con  el  V.  Pa- 
dre Caballero  en  ganar  almas  para  Dios  y  para 
sí  mismo  muchos  méritos;  y  es  obligación  mía 
dar  aquí  por  extenso  noticias  de  las  heroicas 
virtudes  de  entrambos:  de  las  del  primero  tendré 
abajo  ocasión  oportuna;  de  las  del  V,  P.  Lucas 
la  daré  en  los  capítulos  siguientes,  concluyendo^ 
la  narración  con  el  felicísimo  martirio  que  pa- 
deció el  año  de  17 1 1. 


CAPÍTULO  X 


Nacimiento,  entrada  en  la  Compañía  y  primeros 
fervores  del  venerable  P.  Lucas  Caballero. 


"Nació  el  venerable  P.  Lucas  en  Villamear,  lu- 
gar de  Castilla  la  Vieja.  Sus  padres  eran  de  lo 
principal  de  él  y  acomodados  en  bienes  de  for- 
tuna. Pasó  los  primeros  años  de  su  niñez  en 
casa  de  un  tío  suyo,   sacerdote  de  ejemplarísi- 
mas  costumbres,  y  en  quien  aprendió  una  gran 
madurez  de  juicio  y  gravedad  en  las  acciones, 
de  suerte  que  en  la  niñez  nada  tenía  pueril  ni 
mostraba  ternura,  sino  en  la  piedud,  ni  gusto 
sino  en  los  ejercicios  de  devoción,  y  en  todo 
mostraba  una  virginal  modestia,  tan  delicada, 
que  se  ofendía  de  ver  ó  de  oir  acción  ó  palabra 
menos  recatada. 

Habiendo  pasado  aquel  santo  sacerdote  á  me- 
jor vida,  pasó  á  vivir  á  casa  de  otro  tío  suyo, 
también  sacerdote,  pero  de  diferentes  costum- 


230  P.    PATRICIO   FERNÁNDEZ: 

bres  y  proceder;  no  obstante  eso,  el  devoto  niñof» 
fortalecido  con  la  gracia  del  Espíritu  Santo  nO' 
empañó  con  el  menor  defecto  el  candor  de  su 
inocencia,  aunque  para  conservarla  pura  hubo- 
tai  vez  de  desatender  la  autoridad  de  su  tío  que 
era  de  rotas  costumbres,  manteniéndose  mo- 
desto, retirado  y  atendiendo  sólo  á  las  cosas  de 
su  alma  y  al  servicio  de  Dios. 

Aprendió  los  primeros  rudimentos  de  la  Gra- 
mática en  nuestro  Colegio  de  San  Ambrosio  ea 
Valiadolid,  donde  con  el  trato  de  los  nuestros 
se  aficionó  á  la  Compañía  y  pidió  con  instan- 
cias ser  admitido  en  ella;  y  hechos  los  exáme- 
nes y  pruebas  acostumbradas,  pasó  al  novicia- 
do de  Villagarcía,  grande  y  religioso  Seminario» 
de  Varones  Apostólicos  en  ambos  mundos^ 
Aquí  llenó  las  esperanzas  que  de  él  se  tenían 
con  el  fervor  de  espíritu  y  con  la  inocencia  de 
la  vida,  teniendo  todo  su  gusto  en  Dios. 

Tuvo  por  este  tiempo  noticias  de  la  llegada  á 
España  de  los  PP.  Cristóbal  de  Grijalva  y  To- 
más Domidas,  procuradores  de  esta  provincia^ 
que  venían  por  operarios  evangélicos  para  cul- 
tivar y  mantener  esta  dilatada  viña  del  Señor. 

Encendióse  luego  en  deseos  fervorosos  de 
ser  uno  de  los  señalados  para  pasar  á  Indias^ 
á  cuyo  fin  hizo  á  Dios  Nuestro  Señor  repetidas: 
súplicas  para  que  se  dignase  su  Divina  Majestad 


RELACIÓN   DE  INDIOS  CHIQUITOS       23 1 

de  escogerle  para  propagar  su  gloria  y  llevar  la 
luz  de  la  fe  á  los  que  viven  en  las  sombras  de 
la  gentilidad,  ofreciéndose  con  voluntad  pron- 
ta á  los  trabajos  y  á  los  peligros  de  la  vida  has- 
ta derramar  su  sangre  por  la  fe. 

Agradaron  al  cielo  estas  ofertas  como  lo  die- 
ron á  entender  los  efectos;  porque  teniéndole 
los  Superiores  como  hábil  para  grandes  empre- 
sas en  el  servicio  de  Dios,  ciertos  de  lo  sóÜda 
de  sus  virtudes  le  concedieron  licencia,  y  poco 
después,  en  compañía  de  otros  setenta  Misione- 
ros, se  dio  en  Cádiz  á  la  vela,  y  después  de  una 
trabajosa  navegación  en  que  murieron  ocho  de 
los  nuestros,  arribó  á  Buenos  Aires,  primer 
puerto  de  esta  provincia,  y  de  allí  pasó  á  Cór- 
doba de  Tucumán,  donde  con  crédito  de  inge- 
nioso concluyó  sus  estudios. 

No  quiero  omitir  lo  que  él  por  humildad,  y 
para  enseñanza  nuestra,  refirió  á  un  confidente 
suyo,  y  fué  que  viéndose  en  la  filosofía  superior 
á  los  otros  condiscípulos  en  las  funciones  do- 
mésticas, se  dejó  llevar  de  alguna  vana  compla- 
cencia de  sí  mismo  y  se  descuidó  en  rezar  la 
oración  del  angélico  doctor,]que  acostumbraba 
antes  de  estudiar,  pero  de  aquí  se  le  originó  os- 
curecérsele algún  tanto  el  entendimiento,  y  le 
fué  necesario  después  sudar  y  trabajar  mucha 
para  entender  las  materias  teológicas. 


232  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

Acabados  sus  estudios  y  recibidas  las  sagra- 
das órdenes,  empleó  su  celo  en  las  Misiones  de 
la  jurisdicción  de  la  ciudad  de  Córdoba  con 
igual  gloria  de  Dios  y  aprovechamiento  de  las 
almas,  así  de  los  indios  como  de  los  españoles, 
que  por  su  pobreza  viven  en  aquellos  desiertos 
y  tierras,  sin  otra  doctrina  ni  instrucción  en  la 
ley  de  Dios  que  la  que  les  dan  los  nuestros 
cuando  van  á  sus  estancias  y  ranchos,  siendo 
para  ellos  éste  su  día  de  Pascua  y  el  de  mayor 
devoción  de  todo  el  año;  con  lo  cual  recogió 
abundante  cosecha  de  almas  y  de  trabajos; 
aquéllas  para  Cristo  y  éstos  para  sí,  por  ser 
esta  misión  de  las  más  difíciles  y  trabajosas 
que  tenemos. 

De  aquí  pasó  á  la  conversión  de  los  indios 
Pampas  que  confinan  con  este  obispado,  la 
cual  empresa  procuró  seguir  con  todo  empeño 
porque  le  traspasaba  el  corazón  la  pérdida  de 
tantas  almas  metidas  en  las  tinieblas  de  la  gen- 
tilidad, viviendo,  como  viven,  tan  cercanas  á 
los  resplandores  del  Evangelio. 

No  es  fácil  referir  cuánto  sudó  y  trabajó  para 
reducir  á  estos  infieles,  pero  todo  en  vano,  por- 
que rehusaron  obstinadamente  recibir  el  santo 
bautismo  y  reducirse  á  vida  política,  con  que  se 
vio  precisado  á  abandonarlos  totalmente  por 
no  perder  á  un  tiempo  la  vida  y  los  deseos  que 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS       233 

ardían  en  su  pecho  de  campo  más  dilatado  y 
espacioso  donde  fuese  más  cierta  la  cosecha^ 
como  menos  resistencia  del  terreno  para  reci- 
bir la  semilla  del  Evangelio. 

Á  este  tiempo  se  trataba  con  más  calor  de 
emprender  la  misión  y  reducción  de  los  Chiri- 
guanás  y  Chiquitos,  por  lo  cual  el  Padre  pidió 
y  obtuvo  el  ser  señalado  por  uno  de  los  prime- 
ros á  quien  tocase  la  suerte  de  reducir  aquellos 
pueblos  gentiles  al  conocimiento  de  su  Criador. 

Pusiéronle  á  cuidar  de  la  Reducción  de 
"Nuestra  Señora  del  Guapay,  donde  estuvo  dos 
años,  logrando  más  frutos  de  paciencia,  ham- 
bre, sed,  befas  y  escarnios  de  los  infieles  que  al- 
mas para  Cristo,  por  ser  los  Chiriguanás  gente 
bárbara,  sobremanera  obstinada,  á  quien  ni 
amedrentan  los  castigos  ni  los  beneficios  do- 
mestican, pues  habiendo  usado  Dios  Nuestro 
Señor  con  ellos  de  ambos  medios,  ya  procuran- 
do atraerlos  con  milagros  y  con  el  fervor  de 
varones  apostólicos,  ya  asombrándoles  con 
tempestades  furiosas  y  rayos  del  cielo,  y  con  la 
carestía  y  pestilencia  de  la  tierra,  perseveran 
protervos  en  su  obstinación. 

Acostumbrados,  pues,  estos  bárbaros  á  sacu- 
dir el  suave  yugo  del  Evangelio  por  estar  ya  en- 
fadados del  celo  del  V.  P.  Lucas  y  sus  compa- 
ñeros, fingiendo  que  sólo  habían  venido  á  sus 


234  P-  PATRICIO   FERNÁNDEZ 

tierras  para  juntarlos  y  entregarlos  á  los  Mama- 
lucos  del  Brasil,  los  echaron  del  país  y  destru- 
yeron la  iglesia  que  habían  fabricado,  por  cuya 
causa  se  retiró  á  los  Chiquitos,  en  el  pueblo  de 
San  Francisco  Xavier,  donde  hallando  el  te- 
rreno más  dispuesto  al  cultivo  de  la  fe,  asistía  á 
aquellos  nuevos  fieles  con  increible  celo  y 
amor;  y  á  la  verdad,  era  bien  necesario  su  espí- 
ritu y  fervor  para  acudir  y  socorrer  las  necesi- 
dades de  aquella  iglesia,  afligida  no  menos  de 
la  peste  que  de  la  carestía  de  todo  lo  necesario, 
no  dando  treguas  ni  de  día  ni  de  noche  á  las 
fatigas  y  trabajos  que  le  redujeron  con  una  gra- 
ve enfermedad  al  último  trance  de  la  vida,  con 
extremo  dolor  de  sus  compañeros  que  le  vene- 
raban como  á  santo,  y  de  los  neófitos,  que  le 
amaban  como  á  Padre. 

Mas  en  esta  aflicción  quiso  Dios  consolar  á 
todos,  dándole  en  breve  tiempo  entera  salud 
para  que  regase  con  su  sangre  aquella  nueva 
viña  del  Señor  (condición  al  parecer  precisa 
para  que  la  fe  arraigue  con  permanencia  en  los 
campos  donde  se  planta)  que  en  adelante  había 
de  rendir  copiosos  frutos. 

De  esta  Reducción  salía  frecuentemente  el 
P.  Lucas  á  discurrir  por  las  tierras  circunveci- 
nas y  andaba  á  caza  de  almas  por  los  montes  y 
bosques,  y  confiando  sólo  en  la  Providencia 


RELACIÓN  DE  INDIOS   CHIQUITOS       235 

Divina  no  cuidaba  de  sí  mismo  ni  de  su  salud^ 
sucediéndole  las  más  de  las  veces  no  tener  otra, 
cosa  de  qué  alimentarse  sino  con  raíces  ó  fru- 
tas silvestres. 

Los  trabajos  y  fatigas,  juntas  con  ardientísi- 
mas  fiebres,  lo  postraban  en  el  suelo,  sin  tener 
más  médico  que  la  Providencia  Divina,  ni  más 
remedio  que  la  conformidad  con  Dios,  no  ha> 
liando  ni  aun  una  choza  en  qué  recobrarse  en 
tales  lances,  expuesto  á  las  injurias  del  tiempo;, 
pero  entonces  Dios  le  llenaba  de  consuelos  el 
alma,  dándole  tal  vigor  á  su  espíritu  que  re- 
dundaba en  el  cuerpo,  de  tal  manera  que  ya  ni 
sentía  la  enfermedad  ni  le  rendían  las  fatigas;, 
antes,  emprendía  los  viajes  más  incómodos  y 
los  mayores  peligros  para  traer  almas  al  rebaño 
de  Cristo. 

No  son  estas  solamente  expresiones  mías^ 
sino  testimonio  de  un  Superior  suyo,  quien  dice 
que  después  de  tantos  malos  tratamientos  de  su 
vida,  no  le  pagaba  con  otra  cosa  que  con  re- 
prensiones, á  fin  de  que  pusiese  freno  á  sus  fer- 
vores que,  mirados  con  los  ojos  materiales, 
excedían  y  pasaban  los  términos  de  la  pru^ 
dencia;  pero  siendo  él  gobernado  de  espíritu 
superior  á  toda  prudencia  humana,  sin  poder 
contener  su  celo  corría  siempre  más  á  donde  la 
cosecha  de  las  almas  y  de  trabajos  era  mayor. 


236  P.  PATRICIO  FERNÁNDEZ 

Llegó  una  vez  á  una  Ranchería  de  infieles 
con  el  semblante  tan  desfigurado,  tan  falto  de 
fuerzas  y  pobre  de  vestido,  que  por  burla  pre- 
•guntaron  aquellos  infieles  á  sus  compañeros  si 
era  el  Padre  algún  esclavo  fugitivo  de  los  espa- 
ñoles á  quien  hubiesen  tan  malparado  á  golpes 
y  azotes.  No  obstante,  les  predicó  el  santo  va- 
rón la  fe  de  Cristo  con  tanto  fervor  y  espíritu, 
■que  si  él  no  pudo  luego  reducirlos,  viniendo 
poco  después  otro  Misionero  sacó  de  ellos  fru- 
to muy  copioso. 

Y  aunque  el  apostólico  Padre  se  hacía  tan 
cruda  guerra  á  sí  mismo,  siempre  le  parea'a 
todo  poco  por  el  ansia  de  padecer  siempre  más 
y  más.  Díasele  muchas  veces  desahogar  su  co- 
razón en  deseos  de  más  cruces  y  trabajos  y 
quejarse  amorosamente  al  Señor  porque  an- 
daba S.  M.  tan  escaso  con  él  en  darle  aquellos 
trabajos  y  martirios  que  con  tanta  liberalidad 
repartía  á  otros,  porque  aún  no  entendía  que 
Dios  le  difería  el  cumpHmiento  de  sus  deseos 
para  que  creciesen  los  méritos  y  adelantase  la 
gloria  de  su  Criador,  sufriendo  otras  muchas 
cruces  que  le  tenía  preparadas  por  llevar  su 
nombre  á  otros  pueblos  y  naciones. 

En  el  año  de  1704  salió  en  busca  de  los  Pu- 
raxfs  que  se  habían  retirado  á  una  espesa  selva 
para  defenderse  de  los  asaltos  de  algunos  euro- 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS       237 

peos  que  sin  temor  á  las  leyes,  sobre  el  seguro 
de  estar  lejos  de  la  vista  de  quien  pudiese  cas- 
tigar sus  excesos,  se  tomaban  la  licencia  de  ha- 
cer esclavos  á  los  paisanos  y  venderlos  á  su 
gusto  como  tales;  y  llegando  á  donde  uno  de 
estos  estaba  alojado  junto  á  aquellos  pueblos, 
le  recibió  con  mal  semblante  y  peores  palabras, 
diciendo  al  V.  P.  que  aquel  no  era  tiempo  de- 
hacer  misiones,  y  así  que  se  volviese  y  metiese 
en  su  Reducción,  porque  si  no  lo  hacía  por 
bien,  le  obligaría,  mal  de  su  grado,  á  que  lo  hu 
ciese. 

Eran  buenas  estas  palabras  para  espantar 
cobardes  ánimos,  no  para  entibiar  el  celo  ar- 
diente de  un  apóstol;  y  así,  respondiéndole  el 
Padre  afable  y  cortesmente,  prosiguió  su  viaje,, 
mas  no  halló  indio  alguno  en  sus  Rancherías,, 
porque  todos  andaban  huidos  por  los  montes 
y  selvas  y  sólo  se  dejaba  ver  tal  cual,  que  desde 
las  copas  de  los  árboles  exploraba  los  pasos  de 
los  españoles. 

Esto  le  obligó  á  que  trepase  por  los  árboles 
para  poder  llegar  á  sus  albergues  y  cavernas, 
donde  los  recogió  y  predicó  la  fe  y  administró 
á  los  niños  el  santo  bautismo;  y  porque  con  la 
falta  de  lluvias  se  les  perdían  irreparablemente 
los  sembrados,  se  echó  á  sus  pies  aquella  pobre 
gente  y  más  con  lágrimas  que  con  palabras,  le 


238  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

pidieron  que  si  tanto  podían  con  el  Dios  que 
predicaba  sus  súplicas,  les  alcanzase  nuevo  re- 
medio en  aquella  necesidad. 

Enternecióse  el  buen  Padre  de  sus  lágrimas, 
y  haciéndoles  poner  á  todos  de  rodillas  delante 
de  una  cruz  y  levantadas  las  manos  al  cielo,  les 
mandó  pidiesen  agua  á  la  fuente  de  todos  los 
bienes,  que  es  Dios. 

No  se  hizo  Dios  sordo  á  las  súplicas  de 
aquellos  nuevos  fieles  y  así  les  concedió  su  pe- 
tición con  lluvia  copiosísima.  Rabiaba  de  pesar 
€l  demonio  al  ver  que  se  le  escapa  de  sus  garras 
esta  gente  de  quien  hasta  entonces  había  estado 
en  p  acífica  posesión  y  movió  una  tempestad  te- 
trible  contra  él. 

Sahó  uno  de  aquellos  europeos,  de  quien 
poco  ha  bice  mención,  hombre  perdido  y  cruel 
y  encendido  en  cólera  por  ver  más  que  nunca 
perdidos  ahora  sus  intereses,  maquinó  con  el  fo- 
mento de  otros  parciales,  hacer  de  un  golpe  dos 
tiros,  que  fueron  recoger  gran  número  de  escla- 
vos y  malquistar  al  P.  Lucas  con  aquellos  pue- 
blos, de  suerte  que  jamás  osase  ponerse  delante 
de  ellos. 

Con  este  designio  pasó  los  Puraxis,  y  les  dijo 
que  no  creyesen  á  aquel  Padre,  porque  era  un 
Mamaluco  disfrazado  en  traje  dejesuita;  y  para 
que  viesen  que  decía  verdad,  á  la  vuelta  (había 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS      239 

pasado  el  V.  Padre  á  reducir  la  nación  de  Tapa- 
curás)  le  haría  prender,  y  cargado  de  prisiones 
le  remitiría  á  Santa  Cruz  de  la  Sierra. 

No  dio  la  gente  á  sus  palabras  todo  el  crédito 
■que  deseaba;  pero  no  obstante,  combatidos  sus 
ánimos  de  dos  diversos  afectos,  de  temor  de  que 
en  la  realidad  fuese  Mamaluco  y  del  amor  que 
le  tenían,  estaban  tristes  y  melancólicos. 

Luego  que  el  santo  varón  supo  este  enredo, 
les  descubrió  los  fraudes  del  enemigo  y  procuró 
aquietarlos  con  buenas  razones. 

Poco  después  dio  la  vuelta  con  su  gente  aquel 
malvado,  y  afrentando  al  Padre  con  palabras 
llenas  de  oprobios,  faltó  poco  para  poner  en  él 
las  manos.  Por  último,  le  intimó  en  nombre 
de  S.  M.  Católica  (que  en  tales  empresas  fingen 
•estos  malvados  la  autoridad  real  para  abusar  de 
ella  cuando  les  está  á  cuento  ó  se  atraviesan  sus 
intereses)  que  se  retirase  luego  de  aquel  país  y 
fuese  á  dar  razón  al  gobierno  de  Santa  Cruz. 

Este  tan  pesado  lance  no  descompuso  ni  al- 
teró en  el  P.  Lucas  aquella  serenidad  de  ánimo 
que  siempre  mostraba  en  el  semblante,  sino 
atento  solamente  á  reparar  el  daño  que  de  aquí 
se  podía  seguir,  le  respondió  con  aquella  intré- 
pida y  santa  libertad  que  le  daba  el  espíritu  de 
Dios;  que  sabía  bien  se  enderezaban  todos  sus 
designios,  no  á  otro  fin,  sino  á  hacerle  ahorre- 


24©  P.    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

cido  de  aquella  gente  para  que  en  adelante  ja- 
más le  admitiesen  en  aquellas  tierras  ni  le  die- 
sen oidos.  Que  qué  diría  el  pueblo  de  Santa 
Cruz  al  ver  llevar  preso  á  un  pobre  religioso 
porque  predicaba  la  fe.  Que  no  se  fiase  de  su 
poder,  pues  Dios  Nuestro  Señor  y  la  Majestad 
Católica  del  Rey,  no  tenían  lejos  las  armas, 
aun  de  aquellos  desiertos  remotos,  para  hacerle 
pagar  un  atentado  tan  temerario  é  injusto;  y 
Dor  fin,  que  no  esperase  contrastar  con  sus  em- 
bustes la  piedad  y  celo  de  aquella  piadosa  ciu- 
dad y  sus  regidores.  Replicóle  el  hombre  perdi- 
do con  furia  que  obedeciese.  Mas  el  P.  Lucas,, 
no  haciendo  caso  alguno  de  lo  que  le  pudiese 
suceder  por  los  enredos  y  calumnias  de  aquel 
hombre  descarado,  determinó  quedarse  para 
deshacer  la  máquina  fabricada  para  daño  y  rui- 
na de  aquella  nueva  cristiandad. 

A  este  tiempo  le  trajeron  los  Paraxís  un  in- 
dio Mana  cica,  que  hecho  esclavo  de  aquel 
hombre,  había  tenido  maña  para  huirse  de  él, 
y  puesto  en  libertad  se  acompañó  con  los  neó- 
fitos. 

Entendía  este  Manacica  alguna  cosa  del 
idioma  de  los  Chiquitos,  era  de  buen  entendi- 
miento, cuanto  cabe  en  un  bárbaro;  observaba- 
con  atención  las  ceremonias  sagradas,  la  forma 
de  bautizar,  el  ponerse  de  rodillas  delante  de  la 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS      24I 

santa  cruz,  el  levantar  las  manos  al  cielo,  las 
preces  sagradas  que  muchas  veces  al  día  ento- 
naba el  santo  varón  en  voz  alta;  y  pareciéndole 
todo  conforme  á  su  genio  y  á  la  razón,  procu- 
raba hacer  lo  mismo. 

Advertido  esto  muchas  veces  por  el  P.  Lu- 
cas, y  coligiendo  lo  que  sería  toda  la  nación, 
por  lo  que  veía  en  aquel  sólo,  determinó  em- 
prender su  conversión. 


LIBROS  QUE  TRATAN  DE  AMÉRICA. — T.  XII,    i  Ó 


CAPÍTULO  XI 


Pasa  el  venerable  P.  Lucas  á  los  Manacicas,  quieren 
matarle  los  indios  Sibacás  y  el  cielo  toma  por  él  ven- 
ganza. 


Alegres  los  indios  de  que  aquel  europeo  ate- 
rrado del  ánimo  del  apostólico  Padre  hubiese 
desamparado  el  país  sin  hacer  presa  en  ellos, 
como  les  había  amenazado,  penetraron  á  lo 
más  enmarañado  del  bosque,  y  Zuriquios,  caci- 
que de  aquella  Ranchería,  le  pidió  que  fuese  á 
los  Aruporés,  que  ellos  le  acompañarían:  los  ha- 
blaremos, dijo  el  cacique,  y  los  entretendremos 
para  que  no  se  pierdan  y  anden  descarriados  por 
temor  de  los  enemigos,  y  todos  nosotros  los 
Puraxís  y  Tubacís  nos  juntaremos  con  ellos 
para  hacer  un  pueblo  en  que  tú  nos  puedas  doc- 
trinar y  dar  el  santo  bautismo;  porque  de  otra 
suerte  nos  esparciremos  por  estos  bosques  de  tai 
manera,  que  ni  tú  ni  otros  nos  puedan  jamás 
encontrar. 


RELACIÓN  DE  INDIOS   CHIQUITOS       243 

El  santo  Padre  que  no  deseaba  otra  cosa,  se 
puso  al  punto  en  camino,  y  llegando  allá  en 
pocos  días,  halló  la  gente  tan  bien  dispuesta  á 
recibir  la  fe  de  Cristo,  que  de  una  vez  bautizó 
ochenta  ó  más  niños.  No  quiso  por  entonces 
bautizar  á  los  adultos,  porque  la  experiencia  le 
había  enseñado  á  usar  con  ellos  de  lentitud. 

De  aquí  pasó  á  otra  Ranchería,  donde  falto 
de  fuerzas,  sin  poder  sostener  tantas  fatigas  y 
trabajos,  desmayó  de  pura  flaqueza,  y  asaltado 
de  una  fiebre  ardientísima,  se  echó  debajo  de  un 
árbol  en  un  total  desamparo  de  todo  humano 
consuelo,  abandonado  aun  de  los  neófitos  Piño- 
cas,  y  persuadiéndose  no  le  restaba  mucho  tiem- 
po de  vida,  se  iba  disponiendo  para  el  último 
trance. 

Los  indios  del  país  se  dolían  grandemente  de 
que  por  haber  los  enemigos  asolado  la  tierra, 
no  tenían  con  qué  socorrerle  y  reparar  su  fla- 
queza; pero  hallando  por  gran  ventura  una  ga- 
llina, se  la  ofrecieron,  mas  el  santo  Padre  rehu- 
só aquel  alivio  y  quiso  resueltamente  se  guisase 
para  dar  de  comer  á  un  neófito  que  junto  á  él 
yacía  enfermo. 

En  este  estado  se  hallaba,  cuando  sintió  en 
su  corazón  que  era  voluntad  de  Dios  se  ofrecie- 
se á  llevar  en  Santo  Nombre  á  los  Manacicas, 
que  con  esta  oferta  se  restituiría  á  sus  fuerzas. 


244  P-    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

Al  punto  prometió,  no  sólo  darle  á  conocer  á^ 
nuevas  gentes,  sino  derramar  su  sangre  por  el 
bien  de  los  prójimos,  si  fuese  esta  su  voluntad 
santísima. 

Agradó  al  cielo  esta  oferta  y  al  momento  se 
recobró  el  cuerpo  de  sus  antiguas  fuerzas,  y  no 
habiendo  podido  los  días  antecedentes  atrave- 
sar bocado,  pudo  luego  comer  lo  que  la  pie- 
dad de  los  bárbaros  le  ofrecían;  lo  cual,  aun- 
que mal  guisado,  fué  bastante  á  recobrarle  del 
todo. 

Vino  á  darle  el  parabién  de  su  perfecta  mejo- 
ría Pou,  cacique  del  lugar,  con  algunos  de  sus 
vasallos,  y  el  ferventísimo  P.  Lucas,  acordándo- 
se de  la  promesa  hecha  á  Dios,  trató  luego  de 
la  empresa,  y  con  cuantas  razones  le  dictó  el 
amor  de  Dios  y  del  prójimo,  le  exhortó  á  que 
fuese  su  compañero  en  aquella  empresa. 

Parecióle  al  cacique  que  este  negocio  no  ten- 
dría éxito  feliz,  por  ser  los  Manacicas  en  valor 
terribles  y  en  número  muchísimos,  y  sobrema- 
nera opuestos  á  los  españoles,  pues  por  la  ma- 
tanza reciente  que  éstos  habían  hecho,  tenían 
jurado  de  vengarse,  no  dejando  con  vida  á  cual- 
quiera que  cayese  en  sus  manos;  que  ir  allá  era 
lo  mismo  que  ir  á  buscar  por  sí  mismo  la  muer- 
te, y  que  encontraría  en  el  viaje  tantos  peligros 
cuantos  serían  las  agudísimas  puntas  que  ellos 


RELACIÓN  DE  INDIOS   CHIQUITOS       245 

habían  sembrado  por  todo  el  camino,  como  il 
niismo  lo  había  experimentado  el  año  anteceden- 
te, viéndose  precisado  á  dar  la  vuelta  por  no 
quedar  estropeado. 

Finalmente,  el  cacique  que  le  miraba  como 
•á  padre  amoroso  y  le  reverenciaba  como  á  San- 
to por  la  extremada  piedad  con  que  sentía  todos 
sus  males,  le  dijo  por  último  para  apartarle  de 
5u  santo  propósito: 

«Padre,  si  te  acometieran  los  Manacicas,  ¿con 
qué  te  defenderás  tú  sólo? 

A  lo  cual  el  apostólico  Padre,  sacando  del 
^eno  un  Santo  Cristo,  le  respondió: 

«Mira  (son  palabras  suyas),  mira  aquí  el  escu- 
>do  con  que  repararé  sus  furias;  nada  temo, 
»porque  Cristo  me  ordena  que  lleve  allá  su  san- 
>ta  ley;  no  pueden  ellos  quitarme  ni  un  cabello 
»si  él  no  quiere,  y  aun  cuando  yo  padeciese 
>ésta,  que  vostros  llamáis  desgracia,  de  ser 
>muerto  á  sus  manos,  ella  sería  mi  suma  felici- 
>dad;  si  vosotros  tenéis  miedo,  podéis  quedaros 
» antes  de  llegar  á  sus  pueblos,  que  yo  me  iré 
»sólo;  y  si  me  recibieren  con  buen  semblan- 
>te,  volveré  á  llamaros,  y  si  no'v^olviere,  os  po- 
>déis  huir. 

Animados  de  tan  fervorosas  palabras  aque- 
llos bárbaros,  respondieron  unánimes  y  con- 
formes: 


246  P.  PATRICIO  FERNÁNDEZ. 

«Eso  no^  no  huiremos  nosotros,  y  si  te  ma- 
»tan,  por  el  amor  que  te  tenemos,  vengaremos 
»tu  muerte  aunque  nos  hagan  pedazos.» 

Y  sin  más  tardanza,  tocando  al  arma  el  caci- 
que escogió  una  florida  escuadra  de  soldados  y 
se  los  trajo  á  la  presencia  del  Padre,  en  don- 
de cada  uno  con  brío  extraordinario  prometió 
morir  á  su  lado  si  los  Manacicas  osasen  hacer- 
le algún  ultraje. 

Pero  antes  de  ponerse  en  camino  le  pidió  la 
gente  les  predicase  la  ley  que  debían  profesar, 
que  bautizase  á  los  niños  y  pidiese  á  Dios  agua 
porque  sus  sembrados  se  perdían  por  falta  de 
lluvias. 

Viendo  el  Padre  Lucas  que  era  justa  su  de- 
manda y  que  sus  corazones  estaban  tan  inclina- 
dos á  lo  bueno,  hizo  el  día  siguiente  al  romper 
del  alba  enarbolar  una  grande  cruz,  aunque  mal 
compuesta  de  dos  leños  toscos  atravesados  y  ro- 
deado de  muchos  niños,  mujeres  y  soldados  hizo 
oración  delante  de  ella,  representando  á  Dios 
Nuestro  Señor  los  méritos  de  la  muerte  de  su 
Hijo  Jesucristo  que  le  recordaba  aquella  cruz,  pi- 
diéndole por  ellos  no  se  negase  á  su  piedad  pa- 
ternal y  á  la  grande  necesidad  de  aquellos  mise- 
rables, enviándoles  una  lluvia  que  no  le  costa- 
ría más  que  una  insinuación  de  su  voluntad  para 
ganar  aquellas  almas  por  las  cuales  su  unigénita 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS       2  47 

Hijo  había  derramado  su  sangre  sobre  la  tierra. 
Aunque  tan  fervorosa  y  eficazmente  rogaba, 
no  se  movió  Dios  esta  vez  á  oir  tan  presto  sus 
súplicas  como  lo  había  hecho  en  otras  Ranche- 
rías, para  que  con  la  dilación  del  favor  se  arre- 
pintiese el  pueblo  y  arrojase  de  su  corazón  el 
odio  y  la  venganza;  por  tanto  ordenó  el  Padre 
que  á  la  tarde  se  volviese  á  juntar  el  pueblo  al 
pie  de  la  misma  cruz,  y  con  aquella  energía  que 
comunicaba  á  la  lengua  un  corazón  abrasado 
del  amor  y  celo,  les  declaró  como  Dios  es 
juez  de  nuestras  acciones,  buenas  ó  malas,  y 
que  las  castiga  en  esta  ó  en  la  otra  vida,  con 
penas  á  ellas  proporcionadas;  díjoles:  Nuestro 
Señor  Jesucristo  está  justamente  airado  con  vos- 
otros, ni  quiere  oir  vuestras  súplicas  ni  soco- 
rrer vuestras  miserias,  porque  habéis  sido  causa 
de  gravísimos  daños  que  han  padecido  los  Ta- 
pacurás  y  Manacicas;  y  porque  habéis  hecho 
guerras  á  vuestros  parientes  los  Aruporecas,  no 
perdonando  á  incendios  y  prisiones  y  la  inhu- 
mana matanza  de  tanta  gente,  pide  contra  vos- 
otros venganza  al  cielo.  Jesucristo  manda  en  su 
ley  que  no  se  cause  daño  á  ninguno,  sea  amigo 
ó  enemigo,  sino  que  se  perdone  de  corazón  á 
cualquiera  que  nos  ofendiere.  Es  verdad  que 
eran  vuestros  enemigos  y  que  habían  maltrado 
vuestras  haciendas,  pero  de  un  leve  daño,  no  ha- 


248  P.   PATRICIO   FERNÁNDEZ 

bíais  de  haber  tomado  satisfacción  con  tantas 
crueldades.  Por  tanto,  mientras  no  os  arrepin- 
tiereis de  lo  pasado  é  hiciereis  cordial  amistad 
con  vuestros  enemigos,  no  proveerá  Dios  vues- 
tra necesidad. 

No  fué  necesario  más  para  que  todos  aquellos 
indios  se  pusiesen  á  punto  de  caminar;  y  Dios, 
atendiendo  á  las  súplicas  de  su  siervo,  apenas 
habían  caminado  una  milla  cuando  empezó  á 
cubrirse  el  aire  de  nubes  y  cayó  una  copiosísima 
lluvia  que  con  increible  júbilo  de  la  gente  llenó 
los  pozos  y  aseguró  las  esperanzas  de  coger 
abundante  cosecha. 

Tardaron  muchos  días  en  llegar  al  río  Aru- 
baitú,  ó  como  otros  le  llaman,  Zuquibuiquí. 
Aquí  dieron  algunas  señales  de  temor  los  Pura- 
xís,  porque  el  enemigo  infernal,  para  desbaratar 
los  disignios  del  Misionero,  había  persuadido  á 
los  Manacicas  pusiesen  escondidas  en  la  tie- 
rra gran  número  de  puntas  de  madera  durísima; 
y  descubriéndolas  los  Puraxís,  le  suplicaron  al 
Padre  diese  la  vuelta,  porque  si  no  era  evidente 
el  riesgo  de  quedar  muchos  heridos  é  inhábiles 
para  caminar;  y  cayeron  tanto  de  ánimo,  que 
sólo  Dios  pudo  infundirles  valor  para  pasar 
adelante. 

«  Confieso  (escribe  el  mismo  Padre  Lucas  á 
*  su  Provincial)  que  aunque  es  grande    el  va- 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS       249 

>  lor  de  los  Puraxís,  y  es  también  grande  el 
»  amor  y. reverencia  que  me  tienen,  amique  in- 
»  fieles  y  recién  conocidos,  con  todo  eso,  sólo 

>  el  brazo  de  Dios  Omnipotente  pudo  infundir- 
»  les  aliento  y  vigor  para  proseguir,  á  fin  de 

>  mostrar  que  por  medio  de  instrumentos  débi- 
»  les  y  flacos,  quería  abrir  el  camino  de  la  salud 
»  eterna  á  aquellos  nuevos  pueblos  y  naciones. 

>  Y  á  dos  palabras  que  dije  se  levantó  Pou,  el 
»  cacique  y  tras  él  sus  vasallos;  llegados  á  una 
»  empalizada  pusieron  á  punto  los  arcos  y  las 

>  flechas;  de  aquí  paso  á  paso,  en  profundo  si- 

>  lencio,  por  no  ser  descubiertos  antes  de  tiem- 

>  po,  avanzaron  por  fin.» 

Y  aquí  es  donde  confiesa  el  santo  varón  que 
representándosele  tan  cercana  la  muerte,  temió 
de  suerte  que  se  le  erizaron  los  cabellos,  por 
ventura  para  que  entendiese  que  toda  su  virtud 
era  de  Dios. 

«  Confieso  (prosigue  hablando  de  sí)  que  ex- 
»  perimenté  un  natural  pavor  considerando  que 
»  yo  había  de  ir  delante  de   todos  y  romper  el 

>  primero  las  furias  de  los  bárbaros  y  teñir  de 
»  mi  sangre  las  saetas  envenenadas;  pero  el  de- 

>  seo  de  ver  á  Cristo  me  alentaba  en  este  tran- 

>  ce  á  todo  riesgo,  aunque   con  razón  temía 

>  de  mí  lo  que  por  humildad  decía  el  Apóstol 
»  San  Francisco  Xavier  de  sí  mismo  que  mis 


250  P.   PATRICIO   FERNÁNDEZ 

» pecados  serían  mi  más  fuerte  escudo  que 
2  me  defendiese  de  la  muerte.  Pero  no  me 
»  daba  menos  ánimos  y  esfuerzo  mi  paje  Die- 
»  go,  neófito,  que  de  sólo  mirarle  me  sacaba 
5>  las  lágrimas  de  los  ojos  y  del  corazón  mil 
»  afectos  de  agradecimiento  á  las  llegas  del 
»  Redentor,  que  había  infundido  en  su  pecho, 
s  poco  antes  bárbaro,  tanto  amor  para  con  su 
»  Majestad  y  su  Santa  ley,  porque  levantadas  al 
2>  cielo  las  manos,  con  un  rostro  de  ángel,  es- 
»  taba  ofreciendo  á  Dios  su  vida  para  perderla 
»  e:i  su  servicio  y  sus  sudores  para  plantar  la 
»  santa  fe  entre  los  infieles.» 

Pasaron  adelante  de  la  empalizada,  y  entra- 
dos en  la  Ranchería  se  hallaron  sin  gente,  no 
viendo  por  todas  partes  más  que  incendios, 
ruinas,  cadáveres  y  un  desapiadado  estrago  de 
hombres. 

Quisieron  volver  atrás  los  Puraxís,  pero  ase- 
gurados de  un  paisano,  su  intérprete,  llamado 
Izú,  de  que  no  lejos  de  allí  había  otras  tierras, 
y  mucho  más  animados  del  Padre  que  á  pie  los 
guiaba,  pasaron  adelante,  y  descubierta  de  lejos . 
otra  Ranchería  se  pararon  pálidos  los  Puraxís, 
temerosos  de  algún  infeliz  suceso,  y  el  cacique 
de  ellos,  Pou,  hizo  señas  al  Padre  para  que  se 
adelantase. 

Iba  delante  de  todos  el  santo  Misionero  dis- 


RELACIÓN  DE    INDIOS    CHIQUITOS       251 

poniéndose  á  morir  con  los  actos  más  encendi- 
dos de  caridad;  y  para  que  el  ímpetu  de  las  fle- 
chas no  le  quitase  de  las  manos  el  Santo  Cris- 
to, se  le  ató  á  ellas,  y  quedándose  atrás  los 
compañeros  sólo  le  seguía  el  intérprete,  el  cual, 
á  pocos  pasos,  con  semblante  compasivo,  clavó 
los  ojos  en  el  Padre  avisándole  del  riesgo  en 
que  se  metía  y  del  cual  quizás  no  le  podría 
librar. 

Quedaba  ya  poco  de  día  cuando  entró  con  el 
intérprete  en  la  Ranchería.  Apenas  le  vieron  los 
paisanos  cuando  con  gritos  y  voces  descompa- 
sadas mandaron  á  las  mujeres  y  demás  chusma 
que  se  huyesen,  y  ellos  echaron  mano  á  las  ar- 
mas aguardándole  con  semblante  feroz  y  con 
ojos  que  despedían  llamas. 

El  intérprete  Izú  levantó  la  voz,  diciendo  no 
matasen  á  aquel  hombre  que  no  era  enemigo 
suyo. 

«Soy  Misionero  (añadió  el  P.  Lucas)  que 
vengo  á  predicar  la  santa  ley  de  Cristo.» 

No  hicieron  los  Mauacicas  caso  de  cuanto  se 
les  decía,  y  sin  otra  diligencia  se  pusieron  to- 
dos á  punto  de  pelea.  A  este  tiempo  se  llegó  a\ 
santo  Padre  el  cacique  Pou,  diciéndole  á  voces: 

«Nos  quieren  matar  á  todos  y  nos  van  cer- 
cando para  que  ninguno  escape  con  vida. 

El  P.  Lucas,  sin  turbarse  nada,  procuraba 


252  P.  PATRICIO   FERNÁNDEZ 

animarlos,  y  la  naturaleza,  que  poco  antes,  le- 
jos de  los  peligros,  había  sentido  algún  miedo, 
ahora  de  nada  temió. 

«Digo  ingenuamente  (escribe  de  sí)  que  en  el 
»mayor  riesgo  depuse  en  un  punto  todo  temor 
>y  oí  interiormente  una  voz  que  me  decía:  No 
» morirás  ahora;  y  aunque  cubierto  de  un  torbe- 
>llino  de  flechas  y  rodeado  de  gente  que  se  me 
♦acercaba  para  hacerme  pedazos,  estaba  en  la 
aplaza  con  el  Crucifijo  en  la  mano,  con  tanta 
»serenidad  de  ánimo  y  de  rostro  como  si  me 
>hallase  en  una  iglesia  de  cristianos.» 

Viendo  Izú  el  trance  tan  peligroso  en  que  es- 
taban las  cosas,  se  puso  en  medio  de  sus  paisa- 
nos, y  pudo  tanto  con  la  eficacia  de  sus  pala- 
bras, y  mucho  más  con  la  gracia  de  Dios,  que 
interiormente  labraba  en  aquellos  corazones 
bárbaros  é  inhumanos,  que  detuvo  sus  fiarias  y 
apagó  todo  el  odio;  después,  aunque  muy  nue- 
vo en  la  fe,  habló  tanto  de  Dios  y  predicó  de  su 
santa  ley,  que  aquellos  bárbaros,  así  como  es- 
taban con  las  manos  llenas  de  saetas  envenena- 
das, se  fueron  llegando  uno  á  uno  al  P.  Lucas, 
y  puestos  de  rodillas,  con  humilde  reverencia, 
besaron  las  llagas  del  Santo  Cristo.  Á  lo  cual 
ayudó  no  poco  el  cacique  de  los  Puraxís,  que  - 
en  voz  alta  decía: 

«Venid,  amigos,  á  rendir  homenaje  á  nuestro 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS       253 

Criador  Jesucristo;  adoradle  y  haceos  vasallos 
suyos.» 

¡Espectáculo  verdaderamente  digno  de  alabar 
por  él  á  la  Divina  Misericordia!  Ver  á  unos  in- 
fieles instruidos  pocos  días  antes  en  las  cosas 
de  nuestra  santa  fe,  y  aún  no  reengendrados  en 
las  santas  aguas  del  bautismo  ser  ya  predicado- 
res del  Evangelio;  y  una  nación  que  no  mucho, 
antes  había  respiraba  sólo  fiereza,  verla  con 
una  mudanza  propia  de  la  diestra  del  Altísimo, 
humillada  á  los  pies  de  Cristo;  de  lo  cual  no 
pudo  contenerse  el  venerable  Padre  sin  pro- 
rrumpir en  un  llanto  tiernísimo,  todo  de  ale^ 
gría,  y  no  cesaba  de  dar  mil  gracias  á  Dios  con 
tanto  mayor  fervor  cuanto  aquel  beneficio  ha- 
bía sido  más  fuera  de  toda  esperanza. 

Después  que  todos  los  paisanos  se  arrodilla- 
ron  á  los  pies  de  Cristo,  estando  la  plaza  llena 
de  gente,  se  hicieron  paces  entre  las  dos  na- 
ciones; y  aunque  se  entendían  muy  poco  por  la 
diferencia  de  los  idiomas,  con  todo,  había  algu- 
nos que  sabiendo  algo  de  la  lengua  de  los  Chi- 
quitos, sirvieron  de  intérpretes. 

Luego  el  intérprete  Izú,  dando  calor  á  sus 
parientes,  hizo  componer  una  cruz  lo  más  puli- 
damente que  se  pudo  y  la  enarboló  el  santo  Pa- 
dre con  indecible  alegría  en  un  lugar  eminente 
para  que  fuese  trofeo  de  la  victoria  que  el  cielo 


254  P-    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

había  conseguido  del  infierno  y  señal  de  la  po- 
sesión que  Cristo  y  su  fe  tomaban  en  aquel  día 
de  la  nación  de  los  Manacicas. 

Y  parece  que  agradó  al  cielo  esta  devota  ac- 
ción, porque  los  principales  del  pueblo  se  mos- 
traron luego  tan  aficionados  á  lo  bueno,  que  le 
suplicaron  al  Padre  con  eficacísimos  ruegos  se 
quedase  entre  ellos  para  enseñarles  el  camino 
de  la  salvación  eterna;  mas  por  mucho  que  el 
P.  Lucas  deseaba  lo  mismo,  no  les  pudo  dar 
gusto  por  entonces,  porque  ya  entraba  el  in- 
vierno; pero  les  dio  palabra  que  á  la  primavera 
siguiente  volvería  á  vivir  de  asiento  entre  ellos. 
Á  otro  din,  al  rayar  el  alba,  vinieron  todas 
las  mujeres   con  niños  en  los  brazos  para  que 
los  bautizase;  y  habiendo  sabido  que  habían  ve- 
nido allí  los  indios  Curucarecás  para  ajustar 
paces  con  los  Manacicas,   los  hizo   llamar,  y 
congregados  al  pie  de  la  cruz  extinguió  todo 
el  odio  de  ambas  naciones  con  una  fervorosí- 
sima plática  y  les  hizo  efectuar  con  juramento 
mutua  paz  y  amistad;  y  para  colmo  de  sus  júbi* 
los  concurrieron  allí  también  al  mismo  tiempo 
los  Zoucas,  Sosiacas,  Iritucas  y  Zaacas,  que  la 
misma  noche  antecedente  tuvieron  aviso  de  su 
venida;  y  si  se  hubiese  detenido  aquí  dos  días 
más  hubiera  visto  gente  de  otras  muchas  Ran- 
cherías, porque  en  aquel  contorno,  por  la  parte 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS      255 

que  tira  al  gran  río  Marañón,  están  las  tierras 
muy  pobladas;  pero  sus  compañeros;  recelando 
^que  las  lluvias  no  cerrasen  los  caminos,  quisie- 
ron volverse  luego,  con  que  se  vio  precisado  el 
Santo  Padre  á  retirar  la  mano  de  aquella  mies 
que  ya  estaba  sazonada  para  la  siega;  y  despe- 
dido de  aquel  pueblo,  que  sintió  mucho  su  par- 
tida tan  imprevista,  se  previno  para  dar  la  vuel- 
ta, y  queriendo  montar  á  caballo  le  cerraron  en 
rueda  todos  los  Manacicas  para  servirle  y  le 
quisieron  acompañar  por  largo  trecho  del  ca- 
mino, con  no  poca  admiración  del  P.  Lucas, 
que  'jamás  había  visto  tal  cortesía  en  las  otras 
bárbaras  naciones  con  quienes  había  tratado. 

Es  cosa  muy  ordinaria  en  la  'Dirina  Provi- 
dencia que  los  casos  fortuitos  sean  disposicio- 
nes suyas  cuando  no  quiere  echar  mano  de  los 
prodigios  para  los  altos  fines  que  pretende;  y 
tal  fué  ahora  la  súbita  resolución  de  los  Pu- 
raxís. 

Si  el  P.  Lucas  se  hubiera  detenido  pocas  ho- 
ras más  en  aquella  tierra,  fuera  inevitable  la  pe- 
lea de  aquellos  bárbaros  entre  sí,  porque  aque- 
lla noche  misma,  en  la  Ranchería  de  los  Siba- 
cas,  el  demonio,  á  quien  adoran  en  la  m.isma 
forma  en  que  se  manifiesta  y  deja  ver,  habló  á 
su  sacerdote  (á  quien  ellos  llaman  Mapono") 
mandándole  diese  orden  al  cacique  que  reco- 


256  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

giendo  la  gente  que  podía  tomar  armas  fuese  á 
dar  muerte  á  aquel  Padre  que  poco  antes  había 
llegado  á  los  Igritucas  (así  se  llamaba  aquella 
Ranchería  de  los  Manacicas),  porque  era  su 
grande  enemigo,  y  añadió  que  no  entrasen  allí^ 
porque  no  le  hallarían,  sino  que  armándole  una 
celada  en  el  camino  le  aguardasen  allí. 

Obedecieron  con  toda  prontitud  por  estar 
acostumbrados  á  ejecutar  muchas  veces  seme- 
jantes órdenes.  Pero  llegados  al  lugar  desde 
donde  habían  de  hacer  el  tiro,  dijo  el  capitán  al 
Mapono  que  era  bien  entrar  en  aquella  tierra  y 
tomar  noticia  de  qué  Padre  era  aquel  y  á  qué 
fin  había  venido;  pues  no  era  puesto  en  razón 
quitar  la  vida  á  quien  ni  aun  de  vista  conocían.. 

El  Mapono  se  hubo  de  volver  loco  de  dolor 
al  ver  esta  determinación  tan  resuelta  del  capi-  , 
tan,  de  que  no  le  pudo  apartar  con  toda  la  fuerza 
de  sus  palabras  diabólicas;  habló  con  grande 
energía  á  los  soldados  para  que  ejecutasen  el 
orden  como  el  demonio  quería,  porque  si  no 
saldrían  vanas  todas  sus  diligencias  y  se  esca- 
paría de  sus  manos  aquel  enemigo  jurado  de  su 
Dios. 

Todo,  empero,  fué  en  vano,  porque  aproban- 
do todos  unánimes  la  determinación  del  capi- 
tán, le  fué  preciso  al  Mapono  seguirlos,  aunque 
se  deshacía  de  rabia. 


RELACIÓN  DE    INDIOS  CHIQUITOS       257 

Habiendo,  pues,  llegado  á  aquella  Ranchería, 
preguntaron  que  qué  Padre  había  venido  allí, 
porque  por  mandato  de  su  Dios,  de  quien  era 
enemigo,  venían  á  matarlo.  No  haréis  tal  cosa, 
replicó  Chabi,  el  cacique,  pues  para  ejecutar 
esto  yo  sólo  era  bastante,  ni  eran  necesarias 
vuestras  manos;  mas  vista  la  confianza  con  que 
aquí  se  entró  y  oídas  sus  palabras  llenas  de 
amor,  no  tuve  causa  para  hacerle  algún  ultraje; 
presentóme  este  cuchillo  con  otras  cosas,  por 
lo  cual  le  estoy  muy  obligado  y  tengo  con  él 
estrecha  amistad.  Con  los  Puraxís,  nuestros  ene- 
migos antiguos,  he  hecho  paces;  por  tanto,  vol- 
veos de  donde  vinisteis,  porque  no  consentiré 
que  paséis  adelante;  y  á  las  palabras  añadió  las 
obras,  mandando  á  los  suyos  que  puestos  en 
orden  apretasen  las  armas. 

Con  respuesta  tan  animosa  se  amilanaron 
los  Sibacas,  y  no  queriendo  exponerse  á  la  for- 
tuna de  una  batalla  en  que  podían  llevar  la  peor 
parte,  dieron  todos  la  vuelta. 

Quería  el  Mapono,  ya  que  no  se  había  lo- 
grado el  designio  de  coger  al  Padre  entre  sus 
garras,  desfogar  á  lo  menos  su  rabia  con  la 
santa  cruz  que  allí  estaba  enarbolada,  y  blan- 
diendo la  macana  la  quiso  derribar. 

Esto  tambié'n  le  estorbó  el  cacique,  aíirman- 
do  que  él  tenía  de  aquel  madero  grande  esíirna- 

LIBROS  QUE  TRATAN  DE  AMÉRICA. —  T.  XII.    ^7 


258  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

cióu  y  aprecio  porque  había  visto  que  el  Padre 
le  adoraba;  con  lo  cual,  maldiciendo  el  Mapo- 
no  su  fortuna,  se  volvió  á  su  tierra  con  espe- 
ranza de  haberlo  á  las  manos  el  año  siguiente  y 
hacer  en  él  el  estrago  que  deseaba,  lo  cual  hu- 
biera por  ventura  ejecutado  si  Dios  no  hubiera 
desvanecido  sus  designios  queriendo  no  queda- 
sen sin  venganza  por  más  tiempo  los  intentos 
dañados  de  aquel  bárbaro  apasionado  por  el 
demonio,  y  ganando  veneración  y  aprecio  el 
propagador  de  su  santa  ley  con  el  castigo  pro- 
porcionado á  gente  que  no  estima  otra  cosa  sino 
lo   que  ve  por  los  ojos  ó  toca  con  las  manos. 

Fué  pues,  el  caso,  que  se  encendió  por  toda 
aquella  comarca  un  contagio  furioso  que  hizo 
tal  estrago  en  los  hombres,  que  de  los  cómpli- 
ces en  matar  al  Padre  ninguno  quedó  con  vida; 
y  lo  que  causaba  más  maravilla,  era  que  apenas 
les  tocaba  la  peste,  cuando  desvariando  salían 
fuera  de  sí  y  se  iban  por  los  bosques,  donde  ya 
por  la  enfermedad,  ya  por  la  hambre,  se  caían 
muertos,  quedando  los  cadáveres  tan  abomina- 
bles como  si  fueran  tizones  del  infierno. 

No  pasó  así  con  los  niños,  lavados  con  las  sa- 
ludables aguas  del  santo  bautismo,  cuyos  cuer- 
pecitos  quedaron  blancos  y  hermosos  como 
si  aun  á  ellos  se  les  hubiese  comunicado  el  can- 
dor de  sus  inocentes  almas 


RELACIÓN  DE  INDIOS    CHIQUITOS      259 

El  primero  que  cayó  en  las  manos  de  la  di- 
vina justicia,  fué  aquel  ministro  diabólico,  que 
incitó  á  los  suyos  á  poner  por  obra  lo  que  su 
dios  le  había  inspirado.  Había  éste  jurado  se 
había  de  beber  la  sangre  del  apostólico  Padre, 
luego  que  el  tiempo  le  ofreciese  comodidad  sin 
hacer  caso  de  cualquiera  de  los  suyos  que  se  lo 
procurase  impedir,  no  conociendo,  por  estar 
ciego  de  su  pasión,  ó  no  queriendo  creer  que 
otro  Señor  más  poderoso,  de  cuyas  manos  no 
podía  él  huir,  había  de  embarazar  y  desvanecer 
•sus  intentos.  La  misma  pena  llevaron  otros  que 
se  atrevieron  á  ultrajar  la  santa  cruz  que  el 
P.  Lucas  habfa  hecho  kvantar  en  los  Tapacurás 
para  que  en  ella  tuviese  la  gente  á  donde  acudir 
por  socorro  en  sus  necesidades. 

Llegó  allí  un  Mapono  con  otros  de  su  profe- 
sión y  á  muchos  golpes  de  macana  la  hicieron 
pedazos,  ultrajándola  con  cuantos  escarnios  y 
afrentas  sabe  y  puede  hacer  y  decir  un  celo  dia- 
bólico; pero  fué  muy  á  costa  de  los  agresores, 
porque  en  breve  pagaron  con  muerte  desastrada 
su  delito.  Los  Arupurés,  habiendo  oído  el  des- 
carado atrevimiento  de  aquellos  malvados,  aun- 
que no  tenían  noticia  alguna  de  los  misterios 
que  se  obraron  en  aquel  Sagrado  leño,  llevaron 
mal  aquella  injuria,  y  aprobaron  el  castigo  que 
-de  ellos  había  tomado  el  cielo. 


CAPÍTULO  XII 


Descríbese  el  país  y  cualidades  de  los  Manacicas». 
su  religión  y  ritos  de  ella. 


Para  mayor  claridad  de  lo  que  me  resta  por 
referir  de  las  apostólicas  Misiones  de  este  fer- 
vorosísimo operario,  es  preciso  interrumpir  el 
hilo  de  la  historia  para  dar  una  breve  noticia 
del  país  y  cualidades  de  los  Manacicas,  y  des- 
pués de  su  religión,  ritos  y  ceremonias. 

Esta  nación,  que  se  divide  en  veintidós  Ran- 
cherías, está  situada  hacia  el  Septentrión,  dos 
jornadas  del  pueblo  de  San  Francisco  Xavier^ 
entre  espesos  y  grandes  bosques,  de  suerte  que 
escribe  el  P.  Lucas  que  por  mucho  tiempo,  ape- 
nas tuvo  alguna  vez  ocasión  de  mirar  cara  á 
cara  al  sol. 

Tiran  estos  bosques  de  Oriente  á  Poniente  y 
rematan  en  unas  soledades  inundadas  la  mayor 
parte  del  año. 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS       261 

Es  abundante  el  país  de  frutas  silvestres  y  de 
lleras,  una  de  las  cuales  es  el  famacosio;  tiene 
éste  la  cabeza  de  tigre,  en  el  cuerpo  se  parece  al 
mastín,  bien  que  no  tiene  cola;  es  más  feroz  y 
ligero  que  ninguno  de  los  otros  animales,  de 
suerte  que  ninguno  se  puede  escapar  de  sus  ga- 
rras, y  si  alguno  para  defenderse  de  él  se  sube  á 
algún  árbol,  se  juntan  muchos  en  un  momento, 
caban  la  tierra  y  arrancan  las  raíces  hasta  que 
caiga  el  tronco. 

Para  matar  á  este  animal,  los  indios  usan  de 
esta  traza:  júntanse  muchos,  y  levantando  una 
estacada,  se  meten  dentro  de  ella,  desde  allí  ha- 
cen gran  ruido  y  estrépito  para  llamar  á  aque- 
llos animales,  y  mientras  ellos  de  fuera  procu- 
ran echar  por  tierra  la  empalizada,  los  indios, 
mirando  por  las  rendijas,  los  flechan  y  matan  á 
su  salvo. 

Hállase  allí  la  vainilla  y  tutumas,  que  es  una 
especie  de  cocos  grandes  á  manera  de  melones, 
bien  que  no  es  fruto  de  la  palma  como  los  co- 
cos, sino  de  un  árbol  muy  grueso  que  los  pro- 
duce, no  en  las  ramas,  sino  en  el  tronco  por- 
que las  ramas  no  puede  sustentar  su  peso. 

Bañan  el  país  algunos  ríos  muy  abundantes 
de  pesca;  el  terreno  es  fértil  y  las  mieses  gene- 
ralmente son  buenas. 

La  gente  es  de  buena  estatura  y  bien  hecha. 


202  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

aunque  de  color  de  aceituna.  Hay  no  pequeña 
parte  del  pueblo  que  tiene  como  de  herencia  un 
género  de  lepra,  que  parece  que  los  cuerpos  es- 
tán cubiertos  de  escamas  de  pescado,  pero  no 
les  causa  molestia  ni  fastidio. 

Son  en  la  guerra  tan  esforzados  y  valientes 
como  los  Chiquitos,  y  antiguamente  eran  una 
misma  nación,  y  por  las  discordias  se  dividie- 
ron, de  donde  les  vino  el  corromper  el  idioma 
Chiquito;  y  la  idolatría,  que  no  tienen  los  Chi- 
quitos, la  aprendieron  de  las  naciones  confinan- 
ter,  como  también  el  ser  caribes  ó  comedores 
de  carne  humana. 

Sus  Rancherías  las  forman  con  algún  genera 
de  arquitectura,  con  calles  y  plazas  bien  pro- 
porcionadas; tienen  tres  ó  cuatro  casas  grandes 
con  repartimiento  de  salas  y  cámaras  en  que 
viven  los  capitanes  y  el  cacique  principal.  Estas 
mismas  sirven  para  las  funciones  públicas  de 
convites  y  banquetes,  y  son  juntamente  templo 
de  los  dioses. 

Las  casas  de  los  particulares  están  también 
con  proporción  y  en  ellas  reciben  á  los  foraste- 
ros que  los  van  á  \isitar.  Y  lo  que  más  admira 
es  que  para  fabricarlas  no  usan  de  otro  instru- 
mento que  de  una  hacha  de  piedra  con  que 
cortan  maderos  muy  gruesos,  aunque  con  mu-^ 
cha  dificultad. 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS  263 

Las  mujeres  ponen  mucho  cuidado  en  la  fá- 
brica de  telas  y  vasos  de  tierra,  para  los  cuales 
dejan  por  mucho  tiempo  podrir  el  barro  y  la- 
bran los  vasos  tan  hermosos  y  delicados  que 
al  sonido  parecen  de  metal. 

Sus  Rancherías  están  poco  distantes  unas  de 
otras,  y  por  eso  es  frecuente  entre  ellos  la  co- 
municación, los  convites  y  la  embriaguez. 

Cuando  los  de  una  Ranchería  quieren  hacer 
algún  banquete  á  los  de  otra,  el  cacique  envía  á 
convidarlos  con  algunos  mensajeros  y  en  su 
casa  se  hacen  los  bailes  y  danzas  generales. 

El  orden  que  tienen  en  todas  las  funciones 
públicas  es  este:  El  cacique  toma  el  primer  lu- 
gar, el  segundo  es  de  los  sacerdotes,  el  tercera 
de  los  médicos,  el  cuarto  de  los  capitanes,  y 
después  de  ellos  se  sienta  el  resto  de  la  no- 
bleza. 

Al  cacique,  no  solamente  dan  esta  preemi- 
nencia, sino  que  le  rinden  entera  obediencia  y 
vasallaje;  fabrícanle  sus  casas,  cultívanle  los 
campos  y  le  mantienen  abundante  mesa  de  todo 
lo  bueno  y  mejor  del  país.  El  sólo  manda  y  cas- 
tiga con  gran  rigor  á  los  reos  quebrándoles  los 
huesos  con  horrendos  bastonazos. 

Las  mujeres  rinden  también  obediencia  á  la 
mujer  principal  del  cacique  (el  cual  tiene  cuan-, 
tas  quiere).  Fáganle  el  diezmo  de  la  pesca  y  de 


204  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

la  caza,  á  la  cual  no  salen  sin  haber  primero 
pedido  licencia  al  cacique. 

El  Gobierno  va  por  sucesión,  y  el  hijo  pri- 
mogénito del  cacique  gobierna  á  los  jóvenes  y 
se  cría  -con  espíritus  generosos  y  señoriles,  y 
cuando  llega  á  edad  de  manejar  los  negocios 
públicos,  gobierna  en  lugar  de  su  padre,  que 
da  al  hijo  la  investidura  y  posesión  del  Gobier- 
no con  muchas  ceremonias  y  ritos;  mas  no  por 
eso  los  vasallos  pierden  el  amor  y  respeto  al 
señor  pasado;  antes,  cuando  pasa  de  esta  vida, 
le  hacen  solemnísimas  exequias  con  infinitas 
supersticiones  y  llantos,  y  su  sepulcro  es  una 
bóveda  subterránea  bien  fortificada  con  palos  y 
con  piedras  para  que  la  humedad  no  corrompa 
los  huesos  y  la  tierra  no  le  sea  pesada. 

En  cuanto  al  número  son  muchísimos,  re- 
partidos en  Rancherías  numerosas,  porque  el 
país  de  los  Manacicas  forma  una  como  pirámi- 
de que  se  extiende  desde  el  Mediodía  al  Septen- 
trión, en  cuya  extremidad  viven  ellos,  y  en  el 
medio  habitan  otros  pueblos  tan  discordes  en 
el  idioma  cuanto  conformes  en  su  vida  bárbara. 

Bases  de  esta  pirámide  son:  la  de  Levante  es 
de  las  Quimomecas  y  de  los  Tapacurás  la  del 
Poniente.  Después,  por  la  banda  del  Norte,  de- 
jando fuera  á  los  Puizocas  y  Paunacas,  la  ciñen 
dos  grandes  ríos  llamados  Potáquísimo  y  Zunu- 


RELACIÓN   DE  INDIOS  CHIQUITOS       265 

naca,  á  los  cuales  rinden  tributo  con  sus  aguas 
otros  muchos  arroyos  ó  riachuelos  que  atravie- 
san y  fecundan  el  país.  Las  primeras  Ranche- 
rías de  hacia  Levante  son  las  de  los  Eirinucas, 
Ivlopoficas,  Zibacas,  Jurucarecas,  Quiviquicas, 
Cozocas,  Subarecas ,  Ibocicas,  Ozonimaaca, 
Tunumaaca,  Zouca,  Quitesuca,  Osaaca,  Mate- 
zupinica,  Totaica,  Quimomeca.  Por  el  Poniente 
están  las  de  Zounaaca,  Quitemuca,  Ovizibica, 
Beruca,  Obariquica,  Obobococa,  Monocaraca, 
Quizemaaca.  Simomuca,  Piquica,  Otuquimaaca, 
Oiutuuca,  Bararoca,  Quimamaca,  Cuzica,  Pi- 
chazica. 

Estas  Rancherías  y  quizás  muchas  más  de 
que  aún  no  se  tiene  noticia,  están  situadas  al 
pie  de  esta  pirámide;  y  tirando  de  aquí  hacia  la 
punta  al  Norte,  se  encuentran  Quimiticas,  Zou- 
ca,  Boviruzaica,  Sepeseca,  Otaroso,  Tobaicica, 
Munaisica,  Zaruraca,  Obisisioca,  Báquica,  Obo- 
bizooca,  Sosiaca,  Otenenema,  Otigoca,  Barayzi- 
punoca,  Zizooca,  Tobazica,  A  éstos  están  con- 
finantes los  Zibacas,  que  hasta  ahora  no  han 
sido  jamás  acometidos  ni  robados  de  los  Ma- 
malucos,  que  han  destruido  y  asolado  lo  res- 
tante del  país  que  se  extiende  hacia  el  río  Pa- 
raguay. 

Entre  Levante  y  Septentrión,  detrás  de  los 
Zabicas,  habitan,  bien  que  distantes  muchas  le- 


206  P.  PATRICIO  FERNÁNDEZ 

giias,  los  Parabacas,  Quiziacas,  Naquicas  y  lus 
Mapasinas,  gente  valerosa,  pero  destruida  en 
buena  parte  de  cierto  género  de  pájaros  llama- 
dos peresiucas  que  viven  debajo  de  tierra,  y 
aunque  del  tamaño  ordinario  de  un  pájaro,  son 
de  tan  extraña  fuerza  y  fiereza  que  en  viendo 
algún  indio  dan  sobre  él  y  le  matan. 

Enfrente  de  éstos  están  los  Mnochozuus,  los 
Picozas  que  andan  brutalmente  desnudos,  aun 
las  mujeres,  que  sólo  traen  pendiente  del  cuello 
una  faja  para  acomodar  los  niños. 

La  nación  de  los  Tapacurás  se  extiende 
entre  Poniente  y  Septentrión  y  viven  también  á 
lo  animal,  totalmente  desnudos,  y  á  más  de  eso 
comen  carne  humana.  Están  muy  cercados  á 
estos  los  Boures,  Oyures,  Sepes,  Carababas, 
Payzinones,  Toros,  Onunaisis,  Penoquís,  Jova- 
tubes,  Zutimus,  Oyurica,  Sibu,  Otezoo,  Baraisi, 
Canamasi,  Comano,  Mochosi,  Tesu,  Pocha- 
quiunape,  Mayeo,  Omenasisopa,  Omemoquisoo, 
Botaquichoca,  Ochizirisa,  Jobarusica,  Zazuqui- 
choco,  Tepopechosisos,  Sofoaca,  Zumonoco- 
coca  y  otras  muchísimas,  de  que  aun  no  se  ha 
tenido  distinta  relación. 

En  cuanto  á  la  religión,  ceremonias  y  ritos 
de  que  usan,  se  puede  decir  que  es  una  de  las 
más  supersticiosas  que  hay  entre  tantas  nacio- 
nes de  estas  Indias  Occidentales.  Pero  antes  de 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS       267 

referir  lo  que  toca  á  su  falsa  religión,  diré  bre- 
vemente lo  que  tienen  de  la  verdadera,  bien  que 
mezclados  con  muchos  errores  y  fabulosas  in- 
venciones. 

Tienen  algunos  vislumbres  de  la  predicaciótt 
del  apóstol  Santo  Thomé,  que  publicó  en  estas 
provincias  el  Evangelio  y  también  tienen  algu* 
na  confusa  noticia  de  la  venida  del  Redentor  al 
mundo. 

Creen,  por  tradición  de  sus  mayores,  que  en 
los  siglos  pasados,  una  bellísima  señora,  conci- 
bió un  hermoso  niño  sin  obra  de  varón.  Cre- 
cido en  edad  este  niño,  obró  cosas  maravillosas, 
que  le  ganaron  el  estupory  asombro  del  mundo, 
como  eran  sanar  enfermos,  resucitar  muertos, 
dar  vista  á  ciegos,  pies  á  tullidos  y  vencer  otroa 
imposibles  á  las  fuerzas  naturales.  Finalmente 
un  día  dijo,  á  una  numerosísima  turba  que  le  se- 
guía: Veis  que  mi  naturaleza  es  diferente  de  la 
vuestra;  y  levantándose  en  el  aire  á  vista  de 
todos,  se  transformó  en  este  sol  que  ahora 
vemos. 

Los  sacerdotes  (que  como  abajo  diremos  vue- 
lan cuando  quieren  por  el  aire),  dicen  al  pueblo 
que  es  el  sol  un  hombre  luminoso,  aunque  nos- 
otroo  desde  la  tierra  no  discernimos  sus  faccio- 
nes ni  el  semblante. 

Esto  es  lo  que  saben  del  misterio  de  la  En- 


268  P.    PATRICIO    FERNÁNDEZ 

carnación,  mas  no  por  eso  dan  veneración  al- 
guna á  aquel  personaje,  que  obró  cosas  tan  ex- 
trañas, y  sólo  adoran  á  los  demonios  no  en  fi- 
gura de  piedra,  leño  ó  metal,  sino  monstruosí- 
simos como  se  dejan  ver  de  estos  indios;  y  de 
esto  están  tan  contentos  y  jactanciosos,  que  dan 
en  rostro  á  los  nuevos  cristianos  con  su  simple- 
za en  honrar  en  las  pinturas  y  estatuas  dioses 
mudos  y  ciegos,  qué  no  ven,  ni  hablan,  ni  oyen. 

Ni  se  contenta  el  demonio  con  sólo  hacerse 
adorar  de  esta  gente  usurpando  la  adoración  y 
culto  que  se  debe  al  verdadero  Dios,  sino  por 
escarnio  é  injuria  de  la  Iglesia  de  Cristo,  ha 
querido  en  este  rincón  último  del  mundo  reme- 
darla, transformándola  en  un  ser  monstruoso, 
convirtiendo  los  misterios  en  fábulas,  los  sacra- 
mentos en  supersticiones,  las  ceremonias  en  sa- 
crilegios. Y  primeramente  les  enseñó  una  tal 
Trinidad  de  dioses  principales  (á  distinción  de 
otros  de  menos  autoridad  y  crédito)  Padre,  Hijo 
y  Espíritu,  no  Santo,  colateral  de  aquellos  dos: 
llámase  el  Padre  Omequeturique  ó  Uragozoriso; 
el  Hijo  Urasana  y  el  Espíritu  Urapo. 

Tienen  también  otro  diablo,  remedo  de  la 
Santísima  Virgen,,que  fingen  es  madre  del  Dios 
Urasana  y  mujer  de  su  padre  Omequeturique. 
Déjase  ver  esta  diosa  con  rostro  resplandeciente; 
transfigurándose  en  ángel  de  luz;  los  dioses  apa- 


RELACIÓN  DE  INDIOS   CHIQUITOS       269 

recen  horribles  y  sucios;  la  cabeza  y  el  rostro 
de  tolor  de  sangre^  orejas  de  jumento,  la  nariz 
chata,  ojos  en  extremo  grandes,  de  que  despiden 
ardientes  llamas,  los  cuerpos  de  color  resplan- 
deciente;  el  vientre  le  ciñen  vívoras  y  dra- 
genes. 

El  primero  que  habla  es  Omequeturiqui,  y 
esto  con  voz  alta;  el  segundo  es  su  hijo  y  habla 
con  las  narices,  el  último  habla  Urapo  y  tiene 
una  voz  semejante  á  un  trueno;  el  Padre  es  el 
dios  de  la  justicia  y  castiga  á  los  malos,  ya  con 
un  palo,  ya  con  otro  instrumento  semejante;  el 
Hijo  y  el  Espíritu  son  los  abogados,  pero  mu- 
cho más  la  diosa. 

El  templo  para  estas  deidades  es,  como  ya 
dije,  el  palacio  del  cacique,  á  donde  ellos  vienen 
cuando  hay  junta  general  del  pueblo  ó  se  hacen 
solemnes  exequias. 

En  estas  fiestas  ordena  el  cacique  á  los  suyos 
(lue  tejan  gran  número  de  esteras,  y  hecho  de 
ellas  unas  grandes  cortinas,  cubren  y  cierran 
una  parte  de  la  sala  y  este  es  el  Santa  Sandorum 
en  que  entran  los  dioses,  á  quien  con  nombre 
común  llaman  Tinimaacas  que  saliendo  'del  in- 
fierno fingen  que  bajan  del  cielo  y  turbando  con 
ruido  descompasado  todo  el  aire,  tiembla  la 
casa  y  toda  aquella  tapicería  ó  cortinaje  de  es- 
teras. 


27©  P.  PATRICIO  FERNÁNDEZ 

El  pueblo,  que  está  bebiendo  ó  bailando,  le 
saluda  y  da  la  bienvenida  con  gritos  descompa- 
sados y  mucha  algazara,  diciendo:  iTata  cquicef 
Padre,  ^-ya  has  venido:  á  que  responde  él  con 
«1  título  de  Fanitoques,  esto  es:  «Hijos  qué  ha- 
teéis? ¿Estáis  bebiendo  ó  comiendo?  Bebed  y 
» comed,  que  me  dais  grande  gusto,  y  tengo  de 
^vosotros  gran  cuidado  y  providencia;  yo  he 
>criado  la  caza  y  la  pesca  y  cuanto  bueno  hay 
>para  vosotros.» 

Con  estos  tres  dioses  vienen,  para  cortejarlos, 
una  tropa  de  demonios,  y  en  señal  de  respeto  y 
reverencia  están  en  pie.  Los  indios  creen  que 
estas  son  las  ánimas  de  sus  enemigos,  con 
quien  tienen  guerras  y  también  otras  gentes  ex- 
trañas. A  este  tiempo  que  hablan  los  dioses,  el 
pueblo  se  está  quieto  y  en  silencio,  así  para  oír 
sus  oráculos,  como  también  porque  al  princi- 
pio afectan  seriedad,  hasta  que  la  chicha  (que  es 
su  bebida)  les  calienta  la  cabeza;  después  de  lo 
cual  se  siguen  los  bailes,  las  riñas,  las  heridas 
y  muertes,  de  que  hacen  gran  fiesta  aquella  mal- 
dita canalla  de  dioses,  y  cuando  ven  que  se  pa- 
ran procuran  atizarlos,  diciendo:  ¿Qué  es  lo 
»que  hacéis  fieles  míos?  Mucho  silencio  es  este, 
»¿por  qué  no  bebéis  y  bailáis?»  Y  al  punto  el  sa- 
cerdote ó  Mapono  se  reviste  de  gravedad,  y  en 
nombre  de  los  dioses  les  manda  que  beban  y 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS       2  7  I 

bailen  y  llenen  de  ruido  la  iglesia  para  que  nin- 
guno se  muera  de  tristeza. 

También  muestran  tener  sed  estos  dioses  y 
para  refrigerarla  piden  á  los  indios  dé  beber. 
Para  esta  honra  se  levantan  en  pie  el  indio  é  in- 
dia más  ancianos  y  venerables  de  todo  el  pue- 
blo con  una  taza  llena  de  flores  y  esmaltes  he- 
cha sólo  para  que  beba  aquella  deidad  fingida, 
le  dan  con  la  mano  derecha  tres  veces  á  beber, 
y  con  la  siniestra  levantan  la  estera.  Saca  el  de- 
monio una  mano  muy  sucia  y  con  uñas  muy 
largas  con  que  toman  la  taza  y  beben  todos  tres 
por  su  orden,  bien  que  su  modo  de  beber  es 
más  propio  de  brutos  que  de  hombres,  y  mu- 
cho menos  de  lo  que  se  fingen. 

Después  Urasana  toca  dentro  del  Taber- 
náculo una  sinfonía  que  se  oye  bien  lejos  á  la 
cual  corresponden  con  bailes  sus  devotos.  A 
ninguno  es  lícito  mirar  al  Santa  Sanctorum, 
sino  sólo  al  Mapono  ó  sacerdote  que  es  un 
grande  hechicero  ú  hombre  diabólico,  y  si  al- 
guno de  los  otros  hechiceros  de  menos  ciencia 
y  menores  proezas  en  el  oficio  quiere  echar  la 
vista  dentro  para  verlos,  le  detiene  el  Mapono 
amenazándole  que  pagará  al  momento  su  deli- 
to con  la  vida.  Sólo  el  Mapono  es  el  valido  y  el 
confidente,  y  es  quien  obra  cosas  extrañísimas. 
En  cada  Ranchería  hay  uno  ó  dos,  y  á  veces 


272  P.    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

más.  Entra  éste  á  recibir  audiencia  de  los  dio- 
ses y  se  sienta  á  la  par  con  ellos.  Propóneles 
sus  dudas,  oye  los  oráculos  y  las  profecías  y  tal 
vez  las  oye  tambie'n  el  pueblo,  porque  suelen 
hablar  en  voz  muy  alta. 

Cuando  el  pueblo  está  en  el  mayor  fervor  de 
sus  bailes  y  grescas,  sale  de  la  audiencia  el 
Mapono  y  declara  las  respuestas,  que  las  más 
de  las  veces  son  de  buenas  fortunas,  de  lluvias, 
de  buenas  cosechas,  de  caza,  de  pesca  y  de  todo 
lo  que  á  ellos  más  les  agrada,  aunque  las  más 
de  estas  fortunas  y  dichas  les  salen  vanas  y 
mentirosas,  de  suerte,  que  algunos  más  arres- 
tados, al  oir  tales  promesas,  responden  con  ri- 
sas: los  dioses  han  bebido  bien;  mas  si  estas 
palabras  llegan  á  oídos  del  Mapono,  sale  con 
furia  diabólica  del  tabernáculo,  amenazándoles 
muertes,  tempestades  y  rayos,  con  que  les  hace 
callar. 

Muchas  veces  usa  tambie'n  el  demonio  pro- 
vocarlos contra  los  confinantes,  ordenándoles 
que  asalten  sus  Rancherías,  hagan  estragos  en 
la  gente  y  roben  y  saqueen  sus  haciendas;  con 
lo  cual  están  siempre  en  continuas  revueltas. 

Algunos  pocos,  aun  con  ser  rudos  y  bárbaros, 
advierten  los  fraudes  y  engaños  diabólicos;  pero 
los  más  creen  nacer  esto  de  la  gran  providencia 
y  amor  que  sus  dioses  les  tienen,  no  obstante 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS      273 

que  toquen  con  la  experjencia  que  al  mejor 
tiempo  son  de  ellos  abandonados  y  vencidos  y 
despojados  de  sus  enemigos. 

Acabados  los  oráculos,  se  hacen  las  ofrendas 
de  la  pesca  y  de  la  caza  y  aquellas  diabólicas 
majestades,  en  señal  de  agradecimiento,  llevan 
alguna  cosa  á  la  boca. 

Pespués  vuelan  con  el  Mapono  por  el  aire, 
temblando  á  este  tiempo  tanto  la  iglesia,  que 
parece  se  viene  al  suelo.  Desaparece  por  mucho 
tiempo  el  Mapono,  fingiendo  que  se  va  con  sus 
dioses  al  cielo.  Vuelve  después  conducido  en 
brazos  de  la  diosa  Quipoci,  en  cuyo  seno  des- 
cansa y  duerme,  mientras  ella  canta;  y  aunque 
la  oyen  no  se  deja  ver  de  ellos,  porque  se  está 
retirada  dentro   del  tabernáculo. 

Hacen  todos  mucha  fiesta  en  señal  de  grande 
alegría  por  su  venida  y  la  tratan  como  Madre  de 
Dios,  de  la  manera  que  nosotros  á  la  Virgen 
Santísima. 

Dánle  la  bienvenida  con  mil  títulos  de  afecto 
y  reverencia  á  que  ella  corresponde  llamándolos 
hijos  y  diciéndoles  que  es  su  verdadera  madre, 
que  los  defiende  de  la  indignación  de  los  dioses, 
que  son  crueles  y  sangrientos,  molestándoles 
con  enfermedades  y  desventuras. 

Por  esto  la  invocan  frecuentemente  en  sus 
aflicciones,  aprietos  y  calamidades,  y  ella  vi^ne 

LIBROS  QUE  TRATAN  DE  AMÉRICA. — T.  XII.    1 8 


2  74  P-    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

y  les  consuela  y  confabula  con  los  otros  dioses 
cuando  viene  en  su  compañía. 

Parece  este  diablo  más  humano  que  los  otros, 
mas  al  fin  es  de  la  misma  raza  y  tan  cruel  como 
ellos.  Cuando  está  en  el  tabernáculo  canta  con 
mucha  melodía  mientras  bailan  las  mujeres,  si- 
guiendo y  repitiendo  éstas  el  canto  de  la  diosa, 
cuyo  contenido  es  sus  guerras  y  victorias. 

Sigúese  después  la  ceremonia  del  brindis  y  de 
las  ofrendas,  y  luego  vuela  por  los  aires  con 
grande  aplauso  y  fiesta  del  pueblo.  Pero  esta 
diosa  no  se  lleva  consigo  al  Mapono  como  lo 
hacen  los  otros  dioses;  antes  bien,  no  siempre 
que  el  Mapono  baja  del  cielo,  viene  en  brazos 
de  la  diosa.  Son  muchos  sus'viajes  y  sus  funcio- 
nes. Baja  tal  vez  en  medio  de  la  iglesia  en  la 
mayor  bulla  del  pueblo,  que  se  asombra  y  desor- 
dena por  el  ruido  y  estrépito  que  hace,  corte- 
jándole y  trayéndole  en  sus  manos  una  gran 
tropa  de  demonios,  los  cuales  no  pocas  veces 
se  suelen  burlar  de  él  á  costa  suya,  porque  de 
lo  más  alto  del  templo  le  dejan  caer  á  plomo  en 
tierra  muy  maltratado  y  á  pique  de  morir,  como 
no  ha  mucho  tiempo  que  sucedió  en  la  tierra  de 
los  Mopoosicas. 

La  postura  del  cuerpo  para  volar,  es  en  for- 
ma de  alas  y  en  pie  derecho  cuando  vuela  hacia 
arriba;  y  cabeza  abajo  cuando  baja  á  la  tierra. 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS       2  75 

Fuera  de  estos  dioses,  adoran  otra  casta  de 
deidades,  á  quien  llaman  Isituiis,  que  quiere  de- 
cir señores  del  agua.  Su  ejercicio  es  andar  por 
los  ríos  y  lagunas,  llenándolos  de  pescados  para 
el  mantenimiento  de  sus  devotos. 

A  estos  Isituús  invoca  la  gente  en  las  pescas, 
incensándolos  con  humo  de  tabaco,  de  que 
usan  para  aturdir  los  peces,  y  si  logran  buena 
pesca,  agradecidos  al  beneficio  van  al  templo  y 
les  ofrecen  alguna  porción  de  pescado  con  los 
mismos  ritos  que  á  los  otros  dioses. 

Tales  deidades  y  tal  religión  tienen  sacerdo- 
tes semejantes.  Al  principal  llaman  Mapono,  y 
es  el  maestro,  con  quien  el  pueblo  consulta  las 
cosas  de  su  conciencia  y  á  quien  manifiestan 
sus  necesidadas,  de  las  cuales  hace  relación  en 
el  Consejo  de  los  dioses  y  les  solicita  el  re- 
medio. 

No  habla  solamente  en  la  iglesia  con  los  de- 
monios, sino  que  ellos  se  dignan  también  de  vi- 
sitarle en  su  casa  y  tratarlo  con  toda  afabilidad 
y  cortesía. 

En  estas  visitas  lo  pagan  las  mujeres  del  Ma- 
pono,  que  se  ven  obligadas  á  huir  por  el  espan- 
to y  terror  de  aquellas  horribles  y  monstruosas 
visiones. 

Por  esto,  no  sólo  es  respetado,  sino  también 
temido  de  todos,  pudiendo  á  su  antojo  causar 


276  P.    PATRICIO  FERNÁNDEZ 

daño  y  matar  á  quien  quiere,  y  para  hacer  ma- 
yor ostentación  de  su  poder,  tiene  la  casa  llena 
de  víboras  y  serpientes,  y  cuando  vuelve  á  casa 
de  sus  funciones  eclesiásticas,  viene  acarician- 
do en  sus  brazos  semejantes  animales. 

La  forma  de  consagrarle  y  las  ceremonias  de 
que  usan  para  esta  función  son  extrañas  y  con- 
formes al  que  ha  de  servir  á  tales  deidades. 

Es  el  Mapono  la  persona  más  venerada  del 
pueblo,  y  de  la  misma  manera  que  al  cacique, 
se  le  dan  á  él  los  diezmos  de  la  caza  y  de  las  co- 
sechas. Vive  en  una  casa  bien  labrada,  cuanto 
cabe  en  la  industria  de  aquellos  bárbaros,  y  á 
veces,  por  gozar  con  más  frecuencia  de  las  vi- 
sitas del  cielo,  se  retira  solitario  al  yermo. 

Los  que  quieren  entrar  en  este  oficio,  antes 
de  tener  barba,  empiezan  á  aprender  las  cere- 
monias y  á  acostumbrarse  á  tratar  con  los  dio- 
ses. Para  esto  suele  el  Mapono  más  venerable 
coger  en  brazos  al  aprendiz,  ponerle  á  mirar  á 
la  luna  cuando  está  llena,  estirarle  los  dedos 
mandándole  que  se  deje  crecer  las  uñas,  llevar- 
le por  los  aires  y  ponerle  en  el  seno  de  la  diosa 
QuiJ>oci\  vuelve  el  miserable  de  aquellos  éxtasis 
afligido  y  desmayado,  de  suerte  que  apenas,  des- 
pués de  muchos  días,  recobra  sus  fuerzas. 

Fuera  de  esto,  observan  rigurosísimos  ayu- 
nos y  abstinencia  perpetua  de  ciertos  animales 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS      277 

y  frutas,  singularmente  de  la  granadilla,  que 
vulgarmente  llamamos  Flor  de  la  FasióJt,  por 
estar  retratados  en  ella  los  instrumentos  de 
nuestra  Redención,  Ni  se  contentan  los  demo- 
nios de  ser  reverenciados  de  sus  sacerdotes  con 
ayunos  y  penitencias;  antes  bien,  mandan  hacer 
rigurosos  ayunos  á  todo  el  pueblo.  Uno,  entre 
los  otros,  es  semejante  á  los  nuestros  y  es  el 
que  se  guarda  en  la  dedicación  del  templo,  en 
que  por  espacio  de  cinco  días  no  se  puede  co- 
mer carne;  y  vestida  de  luto  la  Ranchería  se 
prohiben  las  músicas,  banquetes  y  bailes.  Guár- 
dase estrecho  silencio  y  no  se  gasta  el  tiempo 
en  otra  cosa  que  en  tejer  esteras  para  el  adorno 
del  Tabernáculo.  El  último  día  se  pone  en  la 
iglesia  mesa  franca,  abastecida  de  lo  mejor  del 
país. 

Para  dar  principio  á  la  fiesta,  la  vieja  más  de- 
vota y  al  parecer  más  santa,  saludando  al  caci- 
que con  reverente  inclinación,  baja  la  cabeza, 
que  hiere  el  cacique  ligeramente  tres  veces  con 
una  piedra  curiosamente  labrada;  después  da 
vueltas  de  rodillas  á  todo  el  templo  con  gran- 
des suspiros  y  devoción;  luego  el  Mapono  ben- 
dice todas  las  partes  del  templo  para  santifi- 
carle, y  con  otras  ceremonias,  que  sería  largo 
contar,  consagra  aquel  lugar;  y  por  último,  se 
fenece  la  fiesta  con  una  gran  comida  y  cele- 


278  P.    PATRICIO   FERNÁNDEZ 

brando  un  solemne  festín  de  músicas  y  bailes. 
Acerca  del  último  fin  y  eterna  bienaventu- 
ranza, tienen  estos  ciegos  idólatras  muchos 
errores.  Creen  la  inmortalidad  de  las  almas,  á 
quien  llaman  Óquipau,  y  que  han  de  vivir  y  go- 
zarse eternamente  en  el  cielo,  á  donde  las  lle- 
van sus  sacerdotes. 

Cuando  alguno  muere  le  celebran  sus  exe- 
quias, más  ó  menos,  según  su  esfera.  Después  la 
madre  y  mujer  del  difunto  van  al  templo  con 
su  ofrenda,  poniéndose  cerca  del  Tabernáculo- 
Vienen  luego  los  diablos,'  y  fingiéndose  ser  et 
uno  el  alma  del  difunto,  consuela  á  la  mujer 
con  palabras  tiernas  y  afectuosas,  dándole  es- 
peranzas de  que  en  breve  se  volverán  á  ver  en. 
el  Paraíso;  luego  el  Mapono  rocía  el  alma  con 
agua  para  limpiarla  de  las  manchas  de  los  peca- 
dos, como  usamos  nosotros  con  el  agua  ben- 
dita; y  con  eso  se  despide  el  alma  de  su  madre 
y  mujer.  Al  punto  el  Mapono  se  la  echa  á  cues- 
tas y  vuela  en  alto,  quedando  la  mujer  llorando^ 
su  desventura  hasta  que  tiene  noticia  de  su 
marido.  Vuelve  el  Mapono,  después  de  larga 
rato,  con  alegres  nuevas,  diciéndola  que  enju- 
gue las  lágrimas,  deje  de  llorar  y  deponga  el 
luto,  porque  su  marido  queda  gozando  de  la 
vida  beatífica  de  los  dioses  y  la  espera  para  que 
la  haga  compañía  eternamente  en  el  cielo. 


RELACIÓN  DE  INDIOS  CHIQUITOS       2)9 

Es  cosa  digna  de  saberse  la  jornada  que  hace 
el  Mapono  con  el  alma  y  lo  que  ésta  padece 
hasta  llegar  al  Paraíso. 

El  país  por  donde  pasa  es  todo  selvas,  mon- 
tañas y  valles,  por  donde  corren  muchos  ríos 
caudalosos,  y  por  los  remansos  de  lagunas  y 
grandes  pantanos,  para  cuyo  pasaje  se  gastan 
muchos  días,  con  gran  dificultad  se  llega  á  una 
encrucijada  de  muchos  caminos,  junto  á  la 
cual  corre  un  gran  río,  sobre  que  hay  un  puen- 
te de  madera,  en  el  cual  asiste  de  día  y  de  no- 
che un  dios  llamado  Taiusiso,  cuyo  oficio  es 
pasar  por  aquel  puente  las  almas  y  ponerlas  los 
Maponos  en  el  camino  del  cielo. 

El  traje  y  porte  de  este  Dios  es  puntualmente 
aquel  en  que  la  fantasía  loca  de  los  poetas  re- 
presenta á  su  Caronte,  pálido  el  semblante,  la 
frente  horrorosa,  sin  cabellos  la  cabeza,  cu- 
bierto de  llagas  6  inmundicias  el  cuerpo,  y  por 
vestido  un  trapo  con  que  cubrirse  honesta- 
mente. 

Este  dios  jamás  baja  á  la  iglesia  á  oír  las  sú- 
plicas de  sus  devotos,  porque  su  oficio  nunca  le 
da  treguas,  pues  á  todas  horas  tiene  viandantes 
que  pasar. 

Sucede  muchas  veces  que  mientras  pasa  el  Ma- 
pono con  el  alma,  especialmente  si  es  de  algún 
muchacho,  la  pide  Taiusiso  que  se  pare  parít 


28o  P.   PATRICIO   FERNÁNDEZ 

limpiarle  de  las  inmundicias,  y  si  aquél  lo  rehu- 
sa, lo  sufre  unas  veces;  pero  no  pocas,  encendi- 
do en  cólera,  coge  al  alma  y  la  arroja  para  que 
se  anegue  en  el  río.  De  aquí  dicen  que  se  origi- 
nan mil  desgracias  en  el  mundo,  y  para  que 
estos  desatinos  sean  creidos  de  la  gente,  se  vale 
el  demonio  de  algunos  sucesos  naturales  para 
que  se  confirmen  aquellos  miserables  en  su 
creencia. 

Poco  há  que  sucedió  en  la  tierra  de  los  Juru- 
carés,  que  deshaciéndose  el  cielo  en  copiosísi- 
mas lluvias  se  perdían  los  sembrados.  Afligida 
y  desconsolada  la  gente,  suplicó  al  Mapono 
preguntase  á  sus  dioses  la  causa  de  este  infortu- 
nio. A  que  respondieron  que  ya  lo  sabían,  y 
era,  que  llevando  al  cielo  el  alma  de  un  niño, 
cuyo  padre  vivía  allí,  trató  con  poca  reverencia 
á  Taiusiso,  y  no  se  quiso  dejar  limpiar,  por  lo. 
cual,  enfurecido  aquel  dios,  la  echó  en  el  río. 
Oyendo  esto  su  padre,  hubo  de  salir  fuera  de  sí 
de  puro  dolor,  y  se  afligía  tanto,  que  causaba 
compasión,  porque  le  amaba  como  á  su  misma 
vida,  y  ya  que  no  había  podido  gozarle  en  este 
mundo,  se  consolaba  á  lo  menos  juzgándole  ya 
feliz  y  bienaventurado  en  el  cielo.  Alentóle  el 
Mapono  dándole  buenas  esperanzas  si  le  apres- 
taba una  barquilla  en  que  ir  á  sacarle  de  lo  pro- 
fundo del  río. 


RELACIÓN  DE   INDIOS   CHIQUITOS      28 1 

Aprestó  luego  el  padre  una  canoa,  y  el  Mapo- 
no,  cargándosela  en  sus  espaldas,  voló  por  los 
aires  y  desapareció,  poco  después  se  serenó  e^ 
cielo,  con  lo  cual  volvió  el  Mapono  con  ale- 
gres nuevas,  pero  la  canoa  jamás  pareció. 

El  Paraíso  donde  descansan  las  almas  es  bien 
pobre  de  contentos  y  placeres.  Fingen  que  hay 
en  él  ciertos  árboles  muy  gruesos  que  destilan 
un  género  de  goma  con  que  se  mantienen  las 
almas,  y  que  hay  monos  que  en  el  aspecto  pa- 
recen etiopes;  que  hay  también  miel  y  algún 
poco  de  pescado;  da  vueltas  por  todo  aquel  lu- 
gar una  grande  águila  de  quien  fingen  muchas 
fábulas  ridiculas,  dignas  de  compasivo  llanto 
por  la  ceguedad  de  esta  gente. 

Tantos  son  los  dioses  cuantas  son  las  man- 
siones en  su  Paraíso;  pero  la  de  la  diosa  Quipo' 
ci  hace  muchas  ventajas  á  las  demás  en  como- 
didades y  riquezas.  Los  Isiimícas,  6  dioses  del 
agua,  tienen  abastecido  el  cielo  de  pescados, 
plátanos  y  papagayos,  y  aquí  gozan  de  su  eter- 
na bienaventuraza  los  que  mueren  ahogados 
en  los  ríos,  á  los  cuales  por  esto  llaman  Asi- 
nerás\  á  los  que  mueren  en  los  bosques  y  selvas 
iritictls,  y  á  los  que  mueren  en  su  casa  Posiba- 
cas;  poniendo  el  mérito,  no  ya  en  las  obras,  sino 
en  la  diversidad  de  lugares  en  donde  los  coge 
la  muerte. 


282  p.  PATRICIO  FERNÁNDEZ 

Basta  haber  insinuado  esto  de  la  bárbara  ido- 
latría de  los  Manacicas  para  que  se  pueda  ha- 
cer algún  concepto  de  los  trabajos  y  fatigas  que 
padeció  el  venerable  P.  Lucas  en  ganarlos  para 
Cristo. 


FIN  DEL  TOMO   PKIMERO 


COLECCIÓN  DE   LIBROS 

RAROS    Ó    CURIOSOS    QUE    TRATAN   DE   AMÉRICA 

Publicanse  en  Madrid  desde  i8gi. 

TOMOS   PUBLICADOS 

I. —  Verdadera  relación  de  la  conquista  del 
Perú,  por  Francisco  de  Xerez^  uno  de  los  pri- 
meros conquistadores,  reimpresa  según  la  pri- 
mera edición  hecha  en  Sevilla  en  1534,  en  Ma- 
drid, en  la  imprenta  de  Juan  Cayetano  García, 
1891.  En  8.°  rústica,  con  174  páginas,  2  pe- 
setas. 

II — Nuevo  descubrimiento  del  gran  rio  de  las 
Amazonas,  por  el  P.  Christóval  de  Acuña,  de  la 
Compañía  de  Jesús.  Impreso  en  Madrid  en  1641 
y  reimpreso  en  esta  corte  en  1891  en  la  impren- 
ta de  Juan  Cayetano  García.  En  8.°  rústica 
con  xxxi-235  páginas,  4  pesetas. 


LIBROS    RAROS 

III  y  IV. — Tratado  único  y  singular  del  ori- 
gen de  los  indios  del  Perú,  México,  Santa  Fe  y 
Chile,  por  el  Dr.  Diego  Andrés  Rocha,  oidor 
de  la  Real  Audiencia  de  Lima.  Impreso  en  Lima 
en  1 68 1  y  reimpreso  en  Madrid,  en  la  imprenta 
de  D.  Tomás  Minuesa,  1891.  2  tomos,  8.°  rus- 
tica, 6  pesetas. 

V  y  VI. — Historia  del  Almirante  D.  Cristo- 
ial  Colón,  en  la  que  se  da  particular  y  verdade- 
ra relación  de  su  vida  y  de  sus  hechos  y  del  des- 
cubrimiento de  las  Indias  Occidentales,  llamadas 
Níicvo  Mundo,  escrita  por  D.  Fernando  Colón, 
su  hijo.  Madrid.  Imprenta  de  Tomás  Minuesa, 
1 89 1.  2  tomos  en  8.°  rústica,  6  pesetas. 

A  esta  reimpresión  precede  un  estudio  bio- 
gráfico y  bibliográfico,  acerca  de  D.  Fernando 
Colón  y  sus  obras,  lxix  pág. 

VIL — Conversión  en  Piritú  (^Colombia)  de  in- 
dios Cumanagotos  y  Palenques ^  con  la  práctica  que 
observa  en  la  enseñanza  de  los  naturales  en  lengua, 
cumanagota,  por  el  P.  Fr.  Matías  Ruiz  Blanco, 
de  la  Orden  de  San  Francisco.  En  8.°  con  228 
páginas,  seguido  de  la  Relación  histórica  de  to- 
das Misiones  de  los  PP.  Franciscanos  en  las  In- 
dias y  proyecto  'para  nuevas  conversiones  en  las 
riberas  del  afamado  rio  Marañón;  Memorial  di- 


QUE  TRATAN  DÉ  AMÉRICA 

rígido  al  Rey  Carlos  111  el  2%  de  Mayo  de  17 8i 
por  Fr.  Francisco  Alvarez  de  Villanueva.  Ma- 
drid, imprenta  de  Tomás  Minuesa,  1893,  3  pe- 
setas. 

VIII  y  IX. — Milicia  y  descripción  de  las  In- 
dias, escrita  por  el  capitán  D,  Bernardo  de  Var- 
gas Machuca,  caballero  castellano,  natural  de  la 
villa  de  Simancas.  Reimpresa  según  la  primera 
edición  hecha  en  Madrid  en  1599,  imprenta  de 
Tomás  Minuesa,  1892,  2  tomos,  en  8.°,  con  el 
retrato  del  autor,  6  pesetas. 

X. —  Virtudes  del  indio,  por  D.  Juan  de  Pala- 
fox  y  Mendoza,  Obispo  de  Puebla  de  los  Ange- 
les. Madrid,  imprenta  de  Tomás  Minuesa,  1893. 
En  8.°,  con  CLXXiii-94  páginas  3  pesetas. 

XI. — Tres  ir  alados  de  América — 1.°  Rela- 
ción histórica,  política  y  moral  de  la  ciudad  de 
Cuenca,  población  y  hermosura  de  su  provincia, 
por  el  Dr.  D.  Joaquín  de  Merisalde  y  Santiste- 
ban.  Publicado  ahora  por  primera  vez. — 2°  Ra- 
zón sobre  el  estado  político  y  militar  de  la  ju- 
risdicción de  Quito  en  1754,  por  D.  Juan  Pío  de 
Montufar  y  Frasco.  Reimpreso  ahora  por  pri- 
vez. — 3.°  Diario  de  todo  lo  ocurrido  en  la  ex- 
pugnación ne  los  fuertes  de  Bocachica  y  sitio 
de  la  ciudad  de  Cartagena  de  Indias,  en  1741, 


LIBROS   RAROS 

formado  de  los  pliegos  remitidos  á  S.  M.  por  el 
virrey  de  Santa  Fe,  D.  Sebastián  Eslava.  Reim- 
preso ahora  por  primera  vez  en  la  imprenta  de 
F.  Nozal,  1894,  en  8.°  con  255  páginas,  3  pe- 
setas. 

XII. — Fernández  (P.  Patricio).  Relación  de 
las  misiones  de  los  Indios  Chiquitos  en  el  Para- 
guay (1726).  Tomo  I.  XVI.-282  págians  y  3  hojas 
sin  numerar  3  pesetas. 


EN  PRENSA 

XIII. — Fernández  (P.  Patricio).  Relación  de 
las  misiones  de  los  Indios  Chiquitos  en  el  Para- 
guay (1726).  Tomo  II. 


Acabóse  de  imprimir  el  tomo  XII  de  la 

Colección  de  libros  que  tratan 

DE  América  ,  en  Madrid,  en 

la  imprenta  de  Tomás 

Minuesa ,    calle   de 

Jitanelo,  núm.  /p, 

á  8  de  Abril 

de  i8g5. 


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